Monedas humanas, los esclavos como
moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 66(1186)
(Junio 2010): pp. 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
La esclavitud
como institución, se remonta a los orígenes de la humanidad, así figura en los
textos más antiguos como la Biblia, o el Código de Hammurabi (1760 a.C.). Por
ejemplo José es vendido por sus hermanos por veinte monedas de plata (Génesis
37: 25-28), o los hebreos son esclavizados en Egipto y liberados por Moisés,
quien había nacido esclavo (Figura 1).
Figura 1.-
Venta de
esclavos, obra del pintor Jean-Léon
Gérôme (hacia 1867).
En las culturas mediterráneas, existían tres motivos por
los que las personas libres se convertían en esclavos, al ser capturadas como
botín de guerra, como castigo a algún crimen cometido, o por deudas, y la mayor
parte de estos esclavos eran utilizados en labores agrícolas, domésticas, o en
la construcción de infraestructuras, templos o monumentos, de forma que en
algunas culturas el porcentaje de población esclavizada podía ser muy elevado.
En la antigua Atenas los esclavos alcanzaban un 30% de la población total,
cifras similares a las que posteriormente se dieron en el imperio romano,
incluso mayores en las zonas agrícolas del norte de África, sur de la Península
Ibérica y oeste de Anatolia.
Los turbulentos inicios de la Edad Media en Europa
facilitaron la obtención de cautivos, que constituían un lucrativo negocio para
vikingos y musulmanes, el mismo San Patricio fue capturado y vendido como
esclavo. Las leyes visigodas castigaban con la esclavitud a aquellos que no
pudieran pagar las multas impuestas por crímenes cometidos, y se calcula que en
época carolingia, aproximadamente un 20 por ciento de la población eran
esclavos. La Iglesia admitía la esclavitud, pero en repetidas ocasiones
prohibió la venta de esclavos cristianos en territorios no cristianizados.
En1452, el Papa Nicolás V garantizaba los derechos de Alfonso V de Portugal a
esclavizar a los sarracenos y paganos capturados y a sus descendientes,
legitimando el posterior tráfico de esclavos y el depredador colonialismo
europeo de los siguientes siglos. En la abundante documentación referida a los
esclavos en las colonias del Nuevo Mundo, no es raro que sean utilizados como
regalo, en dotes matrimoniales o para pagar ciertas deudas económicas, sin
embargo no podemos certificar en este caso su estricta utilización monetaria.
La moneda se define como una unidad de valor, medio de
cambio, forma de acumulación del valor y medio de pago diferido, y si
frecuentemente se han empleado cabezas de ganado como moneda (recordemos la
etimología de la palabra “capital”) ¿por qué no iban a utilizarse los esclavos
con este fin? (Figura 2).
Figura 2.- Documento de venta de esclavos,
donde se definen como “alma en boca y huesos en costal”.
Posiblemente los esclavos hayan sido considerados como
moneda en varias regiones y culturas a lo largo de la historia de la Humanidad,
pero donde este hecho queda perfectamente acreditado de forma documental es en
África, durante el siglo XIX. El califato de Sokoto se fundó en Nigeria hacia
1800. Establecido al principio en la región de la etnia Fulani, fue ampliándose
hasta ocupar los actuales territorios de Burkina Faso y Camerún convirtiéndose
en un extenso y poderoso estado musulmán, que prosperó durante todo el siglo
XIX, hasta ser ocupado y repartido, en el proceso de colonización, entre
Francia y Gran Bretaña a comienzos del siglo XX.
Durante
esta época, la moneda utilizada en la región eran las conchas del cauri Monetaria moneta, pero la masiva
importación de grandes cantidades de Monetaria
annulus, produjo en el s. XIX una fuerte depreciación de su valor, de forma
que un penique inglés equivalía a 125 cauris. Los comerciantes debían
transportar grandes cantidades de cauris en camellos y recorrer largas
distancias. Unos 400.000 cauris pesaban entre media y una tonelada, según la
proporción de conchas de las especies Monetaria
moneta y M. annulus, esta última
de tamaño más pequeño. Este hecho obligaba a llevar un cierto número de
porteadores, que se ocuparan del transporte de los cauris necesarios para las
transacciones comerciales realizadas entre las distintas zonas del califato,
elevando considerablemente los costes.
Figura
3.- Mercado
de esclavos en Zanzibar. Grabado de Emile Antoine Bayard, publicado en 1878 en
la revista “The World in the Hands”.
Aunque en la región se utilizaba también una moneda
fuerte, el Thaler de Maria Teresa de Austria
(cinco monedas equivalían a una libra esterlina), así como algunos
antiguos reales de a ocho españoles, no resultaban suficientes para cubrir las
necesidades del próspero comercio del califato, así que la solución al problema
surgió de forma espontánea, en un país donde se utilizaban los esclavos en
abundancia y cada uno equivalía en valor a 50.000 cauris. Los esclavos tenían
la ventaja de que se autotransportaban, abaratando notablemente los gastos de
desplazamiento, de forma que la devaluación del cauri revalorizó el papel de
los esclavos como moneda fuerte (Figura 3).
Las ventajas eran evidentes, por ejemplo el emirato de Karsina pagaba
anualmente un tributo de 100 esclavos, cuyo valor equivalía a 20 toneladas de
cauris, que hubieran necesitado 500 personas para su transporte. Con la llegada
de los colonizadores europeos se produjo la abolición de la esclavitud, con una
gran reticencia de los nativos, dado que formaban una parte imprescindible de
su sistema económico tradicional (Figura
4). Algunos informes de compañías británicas y numerosos testimonios de la
época acreditan que la segunda moneda en importancia, después del cauri, eran
los esclavos. La introducción del numerario occidental (monedas de oro y plata)
minimizó parcialmente el problema de la carencia de una moneda fuerte.
Figura 4.- Medallas o tokens en contra de
la esclavitud (finales del s. XVIII) y conmemorativo de la ley abolicionista de
1807.
Bibliografía:
Hogendorn, J.,
1999. Slaves as Money in the Sokoto Caliphate. En: Credit, Currencies and Culture: African financial institutions in
Historial perspective. Ed. E. Stiansen & J.I. Guyer. Uppsala. Nordiska
Afrikainstitutet, 174 pp.: 55-71 pp.
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