miércoles, 15 de febrero de 2017

Cornados navarros del siglo XVI.

Cornados navarros del siglo XVI. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 58(1096) (Abril, 2002): pp. 42-43.

Miguel Ibáñez Artica.


La denominación de “cornado” se introdujo en Navarra durante el reinado de Blanca y Juan (1425-1441), sustituyendo al antiguo “carlín blanco”, o dinero carlín de mejor ley que circuló en tiempos de Carlos II y Carlos III (1350-1425). Se da la circunstancia de que mientras el término “cornado”, fue pronto incorporado a las nuevas ordenanzas de las emisiones monetarias (en 1428), durante algunos años se siguió utilizando el término de dinero negro o prieto, para denominar lo que después sería el medio cornado (a partir de 1432).

El término “cornado” fue introducido en Castilla en tiempos de Sancho IV (1286), para designar una monedita de vellón donde figuraba la cabeza del rey “coronado”, de donde surgió la forma sincopada de “cornado”. Sin embargo, cuando esta palabra pasó a Navarra, ya había cambiado la figura que aparecía en la moneda, y durante el siglo XV los cornados navarros presentaron en el anverso una corona o las iniciales del monarca (Juan II, Carlos, Príncipe de Viana, Francisco Febo) o de los monarcas (Juan y Blanca, Juan y Catalina) con una corona, mientras que los medios cornados presentaban similares características, diferenciándose en que las iniciales van sin coronar. Como dato curioso el 95% de los 180.000 cornados y la totalidad de los 27.000 medios cornados acuñados a nombre de Francisco Febo, fueron fabricados durante los tres años posteriores a su fallecimiento.


Figura 1.- Cornados navarros del siglo XVI.

Tras la ocupación de Navarra por Fernando el Católico, una de las primeras solicitudes presentadas al nuevo monarca, es la de acuñar cornados y medios cornados, ante la escasez de moneda menuda.  La petición se refuerza y  justifica (como suele ser costumbre) con argumentos singulares: “por no haver moneda menuda muchos cessan de dar limosna”. Se autoriza su acuñación hasta un valor de once mil libras, y estos nuevos cornados imitan a las blancas emitidas en Castilla a partir de la pragmática de Medina del Campo de 13 de junio de 1497. En el anverso presentan una letra F coronada y la leyenda: D:G:R:NAVARRE:ET:A, mientras que el reverso mantiene la cruz con círculos entre los brazos y la leyenda: SIT NOMEN DOMINI, divisa característica de la moneda navarra desde tiempos medievales (Figura 2.1). Las diferentes emisiones presentan leyendas más o menos expandidas o abreviadas.

Una variante de este cornado, que presenta sendos armiños a los lados de la letra F coronada, y con leyenda: FERDINANDVS:D:G:RX, ha sido atribuida a Carlos I (IV de Navarra) en base al estilo moderno de las letras que aparecen en las leyendas (Figura 2.2).

En algún momento del prolongado reinado de Carlos I (1516-1558) se cambia el tipo de cornado, introduciendo un nuevo modelo que lleva las columnas de Hércules y la leyenda PLVS VLTRA (Figura 2.3), divisa del monarca documentada desde 1519. La primera emisión de estos cornados presenta en el anverso la leyenda horizontal PLVS VLT (con distintas variantes y separación por las columnas en formas diferentes: PL-VS-VL; PL-SVL-T...). Una segunda emisión, presenta la leyenda circular, rota ahora por la corona que supera las columnas, y entre ellas una gran letra P (Figura 2.4). La leyenda unas veces comienza en el extremo superior de la columna derecha y en otros casos en el inferior de la columna de la izda. El reverso de estos tipos monetarios presenta una letra N sin coronar, generalmente franqueada de equis o círculos, dentro de una gráfila de puntos, y con leyenda exterior SIT NOMEN DOMIN. Estos tipos de cornados con columnas fueron descritos por Heiss (1869), y mientras el primero se atribuyó a Carlos I, en el segundo, la letra P se interpretó como inicial de Philipvs, atribuyéndose a Felipe II (IV de Navarra). En realidad hemos de interpretar esta inicial como la marca de ceca de Pamplona. Probablemente esta emisión, iniciada en tiempos del monarca Carlos I, se prolongó durante los primeros años del reinado de Felipe II, hasta que en la cortes de Sangüesa de 1561 se solicita al rey “que en los cornados que se batiesen de aquí en adelante en este Reino, en la parte de las columnas se ponga como antiguamente una Cruz, y de la otra parte una N y encima de ella una corona”. Como vemos, la petición fue aceptada y se acuñaron estas monedas (Figura 2.5)  que son descritas por vez primera por Vidal Quadras (1892 nº 7543-7).

 El nuevo modelo de cornado tiene una vida relatívamente efímera, acuñándose entre 1561 y 1574, hasta que el 23 de julio de este último año, se dicta un mandato real que describe los nuevos tipos de cornados que deben acuñarse en el reino de Navarra (Figura 2.6): “... que solamente se labren algunas blancas para suplir la presente necessidad, y que sean de buena ley, en las quallas no sera menester poner ningunas letras, sino en la una parte una cifra de mi nombre, conforme a la muestra que se os embia con esta, que es como se pone en las de aca, (se refiere a las blancas de Felipe II con monograma y castillo) y de la otra parte las cadenas de Navarra, como suelen ponerse. De Madrid a veynte y tres de julio de mil y quinientos y setenta y cuatro años. Yo el Rey. Por mandato de su Magestad Juan Vazquez.”. Con fecha 14 de agosto, el maestro Mayor de la Casa de la Moneda autoriza que puedan batirse hasta seiscientos ducados de cornados “que los dichos cornados que se hubieren de batir en este reino, assi al presente como para adelante, hasta que su Magestad otra cosa provea y mande, de la una parte tengan una cifra, que diga Philipus, con una corona encima y de la otra las cadenas de Navarra sin la corona, a imitación de los que se baten en Castilla”.

Vemos pues perfectamente identificados estos cornados o blancas que fueron emitidos a partir de 1574. En 1597 se concede permiso de acuñar quinientos ducados de cornados, con el fin de disponer de moneda para repartir limosnas y desterrar la mala moneda francesa, que ante la carencia de moneda menuda, se introducía en Navarra.


Figura 2.- Principales tipos de cornados navarros acuñados en el siglo XVI.

Con pequeñas variaciones (aparición de una corona sobre el escudo de las cadenas en tiempos de Felipe II, aparición de las letras “P” y “A” como marcas de la ceca de Pamplona en tiempos de Felipe IV...), este modelo de cornado se mantendrá vigente en Navarra hasta finales del s. XVIII.


Los cornados navarros del siglo XVI, circularon en abundancia no sólo en Navarra, sino también en los reinos vecinos, especialmente en Castilla. Así por ejemplo dentro de la vecina provincia de Guipúzcoa, encontramos 139 ejemplares en Guetaria, 82 en Oyarzun, 21 en San Sebastián, así como numerosas monedas dispersas procedentes de diferentes excavaciones arqueológicas. Conviene señalar la importancia de estas modestas moneditas en las transacciones cotidianas, pues servían para adquirir los productos de escaso valor (pan, leche, verduras, vino...) en los mercados, además de su utilización en el recurrido argumento tantas veces esgrimido para solicitar su acuñación: dar limosna a los pobres.  


miércoles, 1 de febrero de 2017

Monedas tradicionales: Hachas de piedra ceremoniales.

Monedas tradicionales: Hachas de piedra ceremoniales. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 58(1098) (Junio, 2002): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.


En los albores de un siglo XXI, donde el discutido fenómeno de la Globalización se extiende velozmente por todas las regiones de la Tierra, con la ayuda de los rápidos avances en el campo de las telecomunicaciones, y donde el moderno dinero electrónico, capaz de dar tres vueltas al Globo en un segundo, se propaga a gran velocidad en esa imparable red de relaciones y comunicaciones, todavía quedan algunos rincones del Planeta, donde se sigue utilizando como moneda diversos y variados objetos como conchas, hachas, colmillos de perro y cerdo, etc...

Las culturas que todavía utilizan en forma cotidiana estos objetos “premonetales” se encuentran en las antípodas, en el Pacífico Sur, y la región que presenta una mayor diversidad y complejidad en estos elementos es Papúa-Nueva Guinea. Este país, con una extensión algo menor que la de España, presenta una población muy heterogénea, donde por ejemplo existen más de setecientas lenguas diferentes, correspondientes a otras tantas culturas. Un denominador común a todas ellas es la utilización de las “monedas primitivas” como elemento fundamental en la “reproducción social”. Su sistema social se basa en un igualitarismo denominado por los antropólogos “bigman”, predecesor de los sistemas democráticos occidentales. Los melanesios utilizan diferentes modalidades de intercambios para crear diferentes tipos de relaciones y son estas formas de intercambio las que en definitiva crean y articulan la sociedad. Como resultado, los diferentes tipos de relaciones sociales se estructuran  por categorías discretas de intercambio.


Figura 1.- Hachas de piedra de Papúa-Nueva Guinea. En primer plano hacha ceremonial del Sepik medio y detrás hacha ceremonial de Highland.

En estas relaciones de intercambio, podemos diferenciar dos esferas o formas diferentes, la primera de tipo “comercial”, es establecida por el clan o grupo, con elementos externos a él, es el caso de los matrimonios, donde se paga un “precio de la novia” (brideprice), o las manufacturas producidas por la tribu, intercambiadas a veces mediante expediciones comerciales regionales. Estos tipos de relaciones de “compra/venta” tienen su denominación específica (por ejemplo entre los Rawa se denominan “urdiyoro”). Una segunda esfera se produce entre los individuos del mismo clan o tribu, donde se produce una redistribución de los elementos adquiridos en el exterior, esta segunda relación recibe la denominación de “no”.  En determinadas ceremonias, se reparten entre los individuos de la tribu conchas-moneda y hachas, de forma que la riqueza obtenida por elaboración propia o por intercambio con el exterior, se reparte y redistribuye entre los miembros del clan.


Figura 2.- Hachas ceremoniales de Highland y sello postal representando dicho elemento.

Las hachas de piedra, no muy diferentes de las utilizadas en Europa durante el Neolítico, constituyen un elemento importante en las relaciones de intercambio, y son utilizadas como moneda (en 1989, se encontró en el curso de un afluente del río Brazza, en Irian Jaya, una pequeña tribu cuya única actividad comercial con sus vecinos era la elaboración de estas preciadas hachas), se fabricaban fundamentalmente en la zona de Highland siendo transportadas e intercambiadas por monedas-concha en las zonas costeras y en los valles. Estas herramientas, constituían (y aún constituyen en muchas zonas) un elemento fundamental en la vida cotidiana (sirven para cortar y trabajar la madera, para la caza, para la guerra...). En algunos casos, las hachas se han transformado en verdaderos elementos ornamentales perdiendo su utilidad como herramientas y convirtiéndose en elementos de poder o riqueza exclusivamente (Figura 2). Este es el caso de las famosas hachas ceremoniales del noreste del monte Hagen (provincias Enga y Chimbú), en la región de Highland, (“tierra alta”), situada en la zona central de Papúa-Nueva Guinea, dominada por la mencionada montaña de 3.777 metros de altitud, que da nombre a la región. Esta zona fue descubierta casualmente en 1932 por los hermanos Leahi, buscadores de oro, y está poblada por un millón de habitantes distribuidos en numerosas tribus, los Dani, Kapauko, Hewa, Kaluli, Simbu, Chimbú, etc...


Figura 3.- Gran hacha ceremonial del monte Hagen de un metro de anchura (MAN 2009/159/125) y billete de dos kinas de Papúa.

El hacha ceremonial del monte Hagen (“kurugu”), debido a su histórico papel como “moneda” tradicional, figura en el actual billete de 2 kinas (la kina es la unidad monetaria de Papúa), y las hachas que todavía se elaboran en la actualidad son idénticas a las que se fabricaban antiguamente, si bien sus piedras son algo más frágiles. Son utilizadas para adquirir sal, aceites, cerdos, conchas y otros objetos de uso cotidiano, así como símbolo de prestigio social. Debido a su fragilidad no se usan en las labores cotidianas, salvo para la amputación de dedos en señal de duelo o en algunos combates privados, y se guardan y atesoran cuidadosamente almacenadas. Una variante de estas hachas son las utilizadas como “moneda” en las ceremonias matrimoniales, en este caso pueden alcanzar un tamaño descomunal, como el ejemplar que aparece en la fotografía (Figura 3).