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martes, 1 de marzo de 2016

De la premoneda a la moneda virtual.

De la premoneda a la moneda virtual. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 65(1176) (Julio-Agosto, 2009): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.


            Tradicionalmente la historia la han escrito y contado los vencedores, los que han impuesto finalmente su cultura, en este caso los conquistadores europeos, y tan sólo en fechas muy recientes se ha considerado el punto de vista de los nativos conquistados. Así volviendo al “comercio silencioso” descrito por Herodoto, podemos considerar que para los indígenas africanos la percepción fuera la de unos visitantes (los fenicios) que les dejaban obsequios, a los cuales tenían la obligación de corresponder con otros aún más valiosos, de forma que lo que para unos era simplemente “comercio”, para los otros era un “intercambio de regalos” (Figura 1).


Figura 1.- Fenicios y rutas comerciales.

            A veces estos regalos se hacían en forma de determinados objetos rituales que servían como moneda(1), y en otro pasaje del descubrimiento en 1568 de las islas Salomón se narra:

Viéronse en esta isla muchas perlas y los indios no hacen mucho caso de ellas... también trajeron unos dientes que parecieron ser de algún animal grande, estimábanlos mucho, y decián que los tomasen

            Posiblemente el pasaje citado refleja la utilización de los colmillos curvados de cerdo como moneda, que  aún se siguen empleando en la actualidad(2). Cabría plantearse si, tal como se ha propuesto desde las diferentes escuelas económicas, el trueque primitivo fue el antecesor directo de la moneda, o si fue la premoneda de uso social, utilizada en el intercambio ritual de regalos, la que generó finalmente la aparición de la moneda en Asia Menor. Un detalle que puede resultar significativo es que las denominaciones de estas primitivas monedas (óbolos y dracmas) eran precisamente los términos utilizados para designar los asadores rituales utilizados como premoneda en la Antigua Grecia(3).

            En el siglo XXI ha surgido un nuevo tipo de “comercio silencioso”, definido en el año 2000 como un sistema mediante el que los aparatos se comunican y comercian entre sí por señales de radiofrecuencia. El antecedente inmediato a este modelo de comercio lo encontramos en la utilización de forma ya habitual de la tarjeta del “bonobús” en los transportes urbanos, de forma que en este caso adquirimos un servicio (de transporte) sin mediar palabra con el conductor del autobús, este mecanismo también está ya operativo en algunas cadenas de distribución de alimentos que suministran a supermercados, de forma que algunas funciones (como el inventariado) se simplifican en forma significativa, así como en compañías de transportes de mercancías, etc...

            En un futuro no muy lejano un sistema informático “inteligente” controlará, entre otras muchas cosas,  las actividades domésticas, y por ejemplo cuando en el frigorífico escasee algún tipo de alimento, el ordenador de la casa procederá a hacer el pedido directamente al ordenador de la tienda de alimentos, quien lo facturará automáticamente en la cuenta de cargo del cliente. En este caso los tres agentes que intervienen en la operación, el ordenador doméstico, el del comercio y el de la entidad bancaria se relacionarán entre sí de forma autónoma y “silenciosa”, los ingredientes tecnológicos necesarios para desarrollar este nuevo tipo de comercio ya existen en el mercado, son etiquetas de identificación por radiofrecuencias (RFID) que incluyen un microtransmisor, que transmite una señal a un receptor o sensor (Figura 2). Estas nuevas etiquetas sustituirán en el futuro a los actuales códigos de barras, generándose un comercio virtual, sin intervención humana directa, que utilizará también una moneda virtual. ¡Los numismáticos y coleccionistas de monedas del futuro lo van a tener difícil!, -siempre quedarán las emisiones conmemorativas que realizan los diferentes Estados-,  y que generan pingües beneficios a la hacienda pública.

           
Figura 2.- Etiqueta de identificación por radiofrecuencia (RFID) y tarjetas de crédito.


            Resulta curioso comparar ambos tipos de “comercio silencioso”, que aunque se definen con las mismas palabras, responden a realidades antagónicas, el primero permitía establecer relaciones pacíficas entre personas pertenecientes a culturas muy diversas evitando el riesgo de potenciales confrontaciones debidas a malentendidos y al desconocimiento de la realidad social y cultural del “otro”, mientras que el segundo se produce precisamente en un ambiente opuesto, de globalización y homogenización cultural universal, y en este caso la comunicación se establece directamente entre las máquinas.


(1) Monedas para regalar, Eco Filatélico y Numismático, nº 1126, pp 46-47. (Enero de 2005).

(2) Monedas asexuadas: los cerdos de Vanuatu, Eco Filatélico y Numismático, nº 1149, pp. 57-59. (Febrero de 2007)

(3) La invención de la moneda en la antigua Grecia. Eco Filat. y Numism. (2008), 64(1168): 46-47.



lunes, 15 de febrero de 2016

La teoría del "Comercio silencioso", realidad o mito.

La teoría del “Comercio silencioso”, realidad o mito. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 65(1175) (Junio, 2009): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.


            Durante muchos siglos, antes de la aparición de la moneda metálica en los siglos VIII-VII antes de nuestra Era en Asia Menor, existió un activo comercio interno e internacional, que en la actualidad nos resulta difícil comprender sin la utilización de la moneda económica convencional.

            El mejor exponente documentado de este comercio lo tenemos en los pueblos fenicios (Figura 1), experimentados navegantes que obtuvieron mediante el trueque grandes riquezas (oro, marfil, pieles...) a cambio de modestas mercancías (cerámicas, ungüentos, vino...). Este intercambio adoptaba una forma peculiar en el litoral atlántico africano descrita por Herodoto (IV,196) como “comercio silencioso”, en el cual los comerciante cartagineses depositaban sus productos en una playa cercana a un poblado, los nativos acudían y depositaban a su vez el oro, los cartagineses regresaban y si consideraban adecuada la cantidad dejada en contrapartida, los retiraban y se marchaban, pero en caso de considerarla insuficiente, no se recogía, retornando a sus naves a la espera de que los nativos incrementaran la cantidad depositada, y así hasta llegar a un acuerdo entre ambas partes. Este mecanismo se siguió empleando en África por parte de los comerciantes árabes para obtener oro durante la Edad Media, e incluso en tiempos posteriores (Bovill, 1929; Farias, 1974), también se ha descrito este tipo de “comercio silencioso” en China y entre los pueblos precolombinos (Chibchas colombianos, Perú...). La utilización frecuente de determinados lugares costeros donde se producía este intercambio, dio lugar a la aparición de los primitivos “emporios” o puertos comerciales, que según algunos autores, fueron los puntos clave del desarrollo de la economía mundial en la era precolonial, superando en importancia a los lugares de mercado (Polanyi, 1963).



Figura 1.- Las monedas fenicias frecuentemente presentan imágenes de embarcaciones.
a: Sidón, tetrashekel, s. IV a.C.; b: Biblos, dishekel, s. IV a.C.; c: Sidón, medio shekel, s.V a.C.


            La explicación de cómo se originó este peculiar mecanismo de intercambio “silencioso” es fácil de entender. En la relación del primer viaje en 1568 a las Islas Salomón (Pacífico Sur) del español Álvaro de Mendaña (Figura 2), tenemos un buen ejemplo de lo que ocurre cuando se ponen en contacto dos culturas completamente diferentes:

...vino al puerto, un tauriqui que se dice Bene, que tiene su asiento a la parte del poniente de esta isla, y estando yo oyendo misa en tierra, llegó con quince canaluchos llenos de gente, bien abastecidos de sus aras, y me envió un cuarto de carne humana, que parecía ser de muchacho, y con él unas raíces de binahu y me dijo en su lengua “Naleha” “naleha”, que quiere decir cómelo. Yo recibí el presente y me pesó mucho de que tuviesen en aquella tierra tan perniciosa costumbre.... y mandé hacer un hoyo a la lengua del agua y en presencia suya hice enterrar el cuarto y le dije en su lengua: “Teo naleha arra” que quiere decir “yo no lo como” a lo cual estuvo muy atento, y viendo que habíamos tenido en poco su presente, como hombres corridos o agraviados se echaron todos de pechos sobre los canaluchos y las cabezas bajas se hicieron a lo largo y se fueron

Saltando a tierra el general... los indios decían por señas a los nuestros que se volviesen, y viendo no querían, fue cosa notable de ver las bravuras que hicieron, visajes, temblores y revolcar y escarbar la arena con los pies y manos, irse a la mar, echar agua por alto y otros muy extraños ademanes... tiraron muchas piedras, diciendo mate, mate. Matamos algunos de ellos con los arcabuces, con que se retiraron


Figura 2.- El canibalismo fue práctica común en algunos pueblos de las islas del Pacífico hasta mediados del siglo veinte. Incluso existen postales “turísticas” de comienzos del siglo XX con las imágenes de estas prácticas.

            En el primer caso vemos como los nativos obsequian a los españoles con un suculento trozo de cuerpo humano, se trataba de un valioso y preciado regalo culinario en señal de bienvenida, lógicamente no fue interpretado así por los europeos, que no tenían precisamente los mismos gustos gastronómicos. En el segundo caso los indígenas confunden a los visitantes con los espíritus de antepasados (tamate) realizando una serie de rituales para alejarlos, el resultado es una matanza de indígenas por parte de los arcabuceros españoles. Estas anécdotas explicarían y justificarían el peculiar comportamiento del “comercio silencioso”, donde se evita el contacto personal y con ello posibles equívocos que fácilmente pueden desembocar en una tragedia.


Figura 3.- Representación de Álvaro de Mendaña en una moneda conmemorativa de las Islas Salomón, acuñada en 1991.


            La interpretación “comercial” de los primitivos intercambios, sirvió de base al establecimiento en el siglo XIX del modelo del “Homo oeconomicus”, sin embargo los recientes estudios antropológicos muestran una situación más compleja, donde el individualista “homo oeconomicus” es sustituido por un sofisticado sistema de relaciones sociales, donde se realizan intercambios de regalos (no de mercancías). Las principales diferencias entre el “comercio” y el “intercambio de regalos” pueden sintetizarse de la siguiente forma (según Van Baal, 1976):
 :
                        Comercio                                                       Intercambio de regalos

Se realiza entre “iguales” (igual rango social).                                             Los participantes no siempre son iguales.
Las relaciones sociales finalizan al terminar el intercambio.                    Las relaciones sociales se potencian tras el intercambio.
El objetivo son los bienes del otro.                                                                 El objetivo es el otro.
Los bienes intercambiados frecuentemente son poco valiosos.               Los bienes intercambiados frecuentemente son  valiosos.
No existe la obligación de comerciar o aceptar una oferta.                      Obligación de aceptar y realizar obsequios.
Contratos (relaciones comerciales) protegidos por la ley.                          Intercambio de regalos no protegido por la ley.
El comercio no establece un vínculo entre los participantes.                 Se establece un vínculo que convierte a los participantes     en socios.

Bibliografía:

Bovill, E.W., 1929. The Silent Trade of Wangara. J. Royal African Soc. 29(113): 27-38.
Farias, P.F. de Morais, 1974. Silent Trade: Myth and Historical Evidence. History in Africa I: 9-24.
Polanyi, K., 1963. Ports of Trade in Early Societies. The Journal of Economic History 23(1): 30-45.