domingo, 1 de diciembre de 2019

Una curiosa reacuñación en un "cavallo" napolitano de Federico I de Aragón.


Una curiosa reacuñación en un “cavallo” napolitano de Federico I de Aragón. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 75(1280) (Enero 2019): pp. 48-51.


Miguel Ibáñez Artica



            En un artículo anterior(1), abordábamos el tema de la reutilización como cospeles de antiguas monedas descubiertas en tesorillos, que retornan a la circulación bajo un aspecto diferente, a veces después de haber transcurrido varios siglos desde su fabricación. En este caso, y a partir de una curiosa hibridación, abordaremos la problemática de las monedas napolitanas del siglo XV, reacuñadas sobre las piezas italo-francesas de Carlos VIII.

            Los antecedentes a las emisiones de las monedas denominadas “cavalli” o “cavallos” hay que buscarlos en la historia de Nápoles en el siglo XV: al proclamarse en 1442 el monarca aragonés Alfonso V “el Magnánimo” como rey de Nápoles,  se encontró ante un régimen feudal estrictamente controlado por los nobles. Ante esta situación, el nuevo monarca impulsó activamente el desarrollo comercial, aprovechado la estratégica situación del puerto napolitano (Figura 1), lo que favoreció el desarrollo de una clase media de comerciantes, empresarios y armadores que venía a contrarrestar el poder de la nobleza, y a la vez aumentaba la necesidad de emitir moneda fuerte para el comercio a gran escala, y moneda menuda para las necesidades cotidianas de la población.


Figura 1.- Representación del puerto de Nápoles en 1472.

            A la muerte de Alfonso sin descendencia, su hermano Juan II heredó el reino de Aragón, mientras que su hijo bastardo Fernando(2) ocupó el trono de Nápoles entre 1458 y 1494. En esos momentos la moneda menuda había perdido prácticamente la liga de plata propiciando numerosas falsificaciones, de forma que Fernando desmonetizó las piezas en circulación, acuñando un nuevo tipo monetario ahora en cobre puro(3). En el anverso de esta moneda aparece el busto coronado del monarca, mientras que en el reverso figura un caballo con la leyenda “AEQVITAS REGNI” (Figura 2), de donde deriva el nombre que recibieron estas emisiones de “cavalli”, que circularon también fuera de las fronteras del reino, como lo atestigua la aparición de tres piezas de este tipo, dos a nombre de Fernando y una de Federico, en el hallazgo de Oyarzun en Guipúzcoa(4), otros dos ejemplares, uno de ellos a nombre de Fernando en Lasarte (Álava)(5), y un ejemplar en las excavaciones de la Iglesia de San Salvador en Getaria(6).  

            La figura del caballo parece estar inspirada en un colosal caballo de bronce situado frente a la antigua catedral de Nápoles, mientras la leyenda (“reino de equidad”) hace un juego de palabras, alusiva a la figura del equino.

Durante el reinado de Fernando I fueron frecuentes los conflictos con los barones, e incluso el Papa Calixto III a la muerte de Alfonso V, declaró extinta la casa de Aragón, reclamando el reino de Nápoles como propiedad de la Iglesia Católica. En este ambiente de continuos enfrentamientos, se llegaron a emitir en la ciudad de Aquila, “cavalli” a nombre del Papa Inocencio III en 1485-1486, durante la segunda conjura de los barones. En este caso el busto del monarca es sustituido por las llaves cruzadas y la tiara papal, y en el reverso el caballo es reemplazado por el águila, símbolo de la ciudad. A pesar de esta nueva iconografía, se mantuvo el nombre de “cavallo” para la moneda.


Figura 2.- “Cavallo” de Fernando I de Nápoles.

            Al morir Fernando I, le sucedió su hijo Alfonso II quien tras un breve reinado (1494-1495) abdicó a favor del heredero Fernando. Fernando II fue coronado el 23 de enero de 1495 y derrocado por Carlos VIII de Francia el 21 de febrero. Sin embargo, el 7 de julio del mismo año finalizó la ocupación del monarca galo y Fernando fue restituido al trono de Nápoles, donde gobernó hasta el 5 de octubre del año siguiente, cuando cedió el trono a su tío Federico.

            La llegada de Carlos VIII al sur de Italia desató una serie de concesiones a las ciudades para que acuñaran los nuevos “cavallos” (Figura 3a), esta vez con las tres lises de Francia bajo una corona en el anverso (con las lises unas veces inscritas en un escudo y otras no) y con una cruz (unas veces la cruz de la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y otras una cruz sencilla) en el reverso. A pesar de la desaparición de la figura equina, estas monedas continuaron denominándose “cavallos”.

            Fernando II al recuperar el trono, en vez de retirar y fundir las piezas francesas, ordenó reacuñarlas en forma masiva, y utilizando como cospeles las monedas de Carlos VIII, los cuños tradicionales revivieron el tradicional aspecto de los “cavallos” napolitanos (Figura 3b). Incluso se reacuñaron las nuevas monedas sobre piezas del Papa Inocencio VIII (1458-1494) (Figura 3b’). Por este motivo suele ser frecuente que los “cavallos” de Fernando II lleven restos visibles de las monedas francesas utilizadas como cospeles. Estos nuevos “cavallos” se acuñaron en las cecas de Nápoles, Sulmona, Amatrice, Aquila y Bríndisi.

            El objetivo de estas reacuñaciones era doble, por una parte poner orden en el descontrolado sistema de emisiones del monarca galo, y la segunda causa, la más importante: borrar la iconografía francesa de las monedas, restableciendo las figuras emblemáticas de la moneda napolitana, el busto coronado del monarca y el caballo del reverso. Al principio, el busto utilizado es el mismo que el de Fernando I, lo cual conlleva problemas de atribución al no figurar el numeral del monarca, pero resulta claro que las reacuñaciones sobre monedas de Carlos VIII corresponden en realidad a Fernando II.


Figura 3.- a: “Cavallos” de Carlos VIII de Francia; b: nuevos “cavallos” de Fernando II de Nápoles reacuñados sobre emisiones de Carlos VIII o (b’) Inocencio III; c: “cavallos” de Federico I reacuñados sobre piezas de Carlos VIII.

            Tras la llegada al trono de Federico III, continuaron las reacuñaciones de piezas francesas, y en una de ella, el busto del monarca queda atravesado por la cruz de la moneda italo-francesa que ha servido como cospel (un “cavallo” de Carlos VIII de la ceca de Sulmona), dándole un curioso aspecto, como si al busto regio se le hubiera colocado una especie de máscara de hierro. En la otra cara de la moneda se aprecian dos lises sobre el caballo, y encima la corona (Figura 4).  


Figura 4.- “Cavallo” de Federico I de Nápoles reacuñado sobre una pieza de Carlos VIII de Francia. La cruz de la moneda utilizada como cospel atraviesa el busto del monarca, dándole una apariencia de “máscara de hierro”.

            Esta curiosa representación del busto del monarca napolitano parece premonitoria, ya que Luís XII invadió Nápoles en 1501 derrocando a Federico, que fue conducido prisionero a Francia donde fallecería en la cárcel de Tours el 9 de noviembre de 1504.  Así pues esta moneda, sin pretenderlo, parece reflejar unos acontecimientos que realmente sucedieron.


Notas:

(1)  Monedas procedentes de hallazgos casuales de tesorillos utilizadas como cospeles. Eco Filatélico y Numismático. (Junio 2017) 73 (1263): pp. 46-47.

(2) No confundir con Fernando “el Católico”, hijo de Juan II y por tanto primo de Fernando I de Nápoles. Más conocido que el propio monarca, es su cocinero Ruperto de Nola, autor del primer libro de gastronomía publicado en 1520 bajo el título de “Llibre del Coch”,  y posteriormente editado en castellano cinco años más tarde en Toledo, y en 1529 en Logroño con el título “Libro de guisados, manjares y potajes”.

(3) Las acuñaciones de monedas en cobre puro y sin liga de plata, iniciadas por  el maestro de la moneda de Nápoles Benedetto Cotrugli hacia 1460,  fueron pronto imitadas en otros lugares. En 1474 el Papa Sixto IV ordenó su acuñación en el Estado Pontificio, y esta tendencia se difundió pronto a otras regiones (Travaini, 2008).

(4) Números 825, 826 y 827 (Ibáñez et al., 1997. El hallazgo monetario de la Iglesia de San Esteban (Oiartzun). 1995. Ed. Ayunt. Oiartzun. Col. Mugarri 4: 332 pp.)

(5) Numeros 6 y 7 (San Vicente, J.I., 1989. Falsificaciones de monedas escocesas en un tesorillo de comienzos del s. XVI en Lasarte (Alava). VII Congr. Nac. Numismática. Madrid, pp. 547-559.)
(6) Número 1613, contexto SSG’96 Ctx. 176 (1468) Fase IV. Ibáñez M., 2001. Hallazgo monetario de Getaria. Informe técnico. Diputación Foral de Gipuzkoa: 246 pp. + 96 láminas.




Bibliografía:

Barbieri, G., 2009. Los “Cavalli” de Ferrandino acuñados en la ceca de Nápoles. Gaceta Numismática 172: pp. 37-41.

Rasile M., 2002. I “Cavalli” delle Zecche Napoletane nel Periodo Aragonese. Cavalli Coniati Ferdinando I, Ferdinando II, Federico III d’Aragona e per Carlo VIII e Luigi XII dal 1472 la 1503. Nummus et Historia VI, Circolo Numismatico “Mario Rasile”: 66 pp.

Santone, R., 2014. Quando “il cavallo schiaccio il Papa”. Una ribattitura inedita di Ferdinando I. Il giornale della Numismatica (1 septiembre 2014):

Travaini, L., 2008. Il ruolo di Ragusa-Dubrovnik nella creazione delle prime monee di rame a Napoli e Venezia nel Quattrocento. “Puer Apuliae”. Mélamges offerts à Jean-Marie Martin. Centre de rech. D’ist. Et civ. De Byzance, Monographie 30: pp. 731-735.











viernes, 1 de noviembre de 2019

El tesoro de la calle de la Merced de Pamplona.


El tesoro de la calle de la Merced de Pamplona. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 74(1278) (Noviembre 2018): pp. 51-53.

Miguel Ibáñez Artica


El 13 de marzo de 1940, los obreros que realizaban reformas en el número 27 de la calle de la Merced, en la parte vieja de Pamplona, encontraron un tesoro dentro de una bolsita de tejido mudéjar, integrado por un anillo de oro con una piedra azulada y 117 monedas medievales de oro, con rarísimas piezas aquitanas, francesas, italianas y castellanas del siglo XIV. Este conjunto monetario fue incorporado en 1941 a los fondos del monetario del Museo Arqueológico Nacional de Madrid donde se conserva (Figura 1).

Figura 1.- Tesoro de la calle de la Merced (Pamplona) y ubicación del lugar donde fue hallado.

El profesor Felipe Mateu y Llopis publicó en 1943 este importante descubrimiento (“hallazgo LXXII”) y en la exposición que tuvo lugar en el Museo de Navarra el año 2001 se pudo ver una selección de 18 monedas procedentes de este hallazgo (Figura 2). La composición del tesoro de las 117 monedas de oro es la siguiente:

Aragón (91 monedas):

Pedro IV (1335-1387)
Florines (Figs. 2a,b).
Barcelona                                                                            37
Valencia                                                                              14
Perpiñan                                                                              13
Valencia                                                                               1
Zaragoza                                                                              1
Fustros                                                                                 5
Medios Florines (Figs. 2c,d).
Barcelona                                                                            10
Valencia                                                                               6
Fustros                                                                                 3

Juan I (1387-1395)
Florín o medio florín de Valencia                                        1                          

Castilla (6 monedas):

Pedro I (1387-1395)
Dobla del busto de Sevilla   (Fig. 2e).                                 4
Dobla del busto de La Coruña                                             1
Dobla o cstellano de Sevilla (Fig. 2f).                                 1                          

Italia (11 monedas):

Ducados venecianos (1339-1367) (Figs. 2g,h)                   8
Ducado romano (1350-1439)                                              1
Florín florentino  (Fisg. 2i,j).                                              2                           

Francia (7 monedas):

Real de oro de Carlos IV (1322-1328) (Fig. 2k).               1
Id. De Felipe VI (1328-1350) (Fig. 2l).                             1
Franco a pie de Carlos V (1364-1380) (Figs. 2m,n).         4
Escudo de oro de Carlos VI (1380-1422) (Fig. 2o).          1           

Inglaterra-Aquitania (2 monedas):

Medio Hardi de oro de Burdeos de Ricardo II
(1377-1399) (Fig. 2p).                                                        2



Figura 2.- Selección de piezas del tesoro:
(a ) y (b): Florines de Pedro IV de Aragón. (c ) y (d): Medios florines de Pedro IV.  (e): Dobla de busto de Pedro I. ( f ): Castellano de Pedro I. (g ) e (h): Ducados venecianos de Andrea Dándolo y Andrea Contarini.  ( i ) y (j): Florines de Florencia. (k): Real de oro de Carlos IV de Francia.  (l): Real de oro de Felipe VI de Francia.  (m ) y (n ): Francos de oro a pie de Carlos V de Francia. (o): Escudo de Carlos VI de Francia. (p ) y (q ): Medios ardites de oro aquitanos de Ricardo II de Inglaterra.

            El peso total de las monedas es de 375 gramos, y  los florines aragoneses suponen casi las tres cuartas partes del peso (71,4%) y del número total (77,78%). El segundo lugar lo ocupa la moneda italiana con un 11,3 % en peso y un 9,4% del número de monedas, mientras que las monedas francesas y castellanas están representadas por el mismo porcentaje en peso (8,1%). Finalmente, la moneda anglo-aquitana supone tan solo el 1,12% del peso total del tesoro.



Figura 3.- Tipos monetarios del tesoro y ubicación del número 27 de la calle de la Merced.
a: florines y medios florines; b: dobla de busto; c: castellano; d: ducado; e: real; f: franco a pie; g: escudo; h: medio ardite.

            Este conjunto monetario fue ocultado alrededor del año 1400, durante el reinado de Carlos III “el Noble” de Navarra, y nos permite conocer las monedas de oro que circulaban en esa época.

            La gran cantidad de monedas de oro de diferentes tipos que circulaban juntas y mezcladas (Figura 3) hacía necesario que banqueros y comerciantes dispusieran de “libros de cambio” donde minuciosamente se detallaba el valor de las diferentes monedas en libras, sueldos y dineros, surgiendo la figura del “cambista” (habitualmente vinculado al banquero o prestamista). Con mucha frecuencia estas profesiones las ejercían judíos, y en menor medida “lombardos”, tal como se denominaba a los banqueros italianos. Podemos suponer que este tesoro pertenecería a alguno de estos personajes, que por razones desconocidas, ocultó el tesoro y posteriormente no pudo recuperarlo, permaneciendo escondido durante más de medio milenio hasta su descubrimiento accidental.

            Con respecto al origen de estos tipos monetarios foráneos, podríamos diferenciar entre las monedas cuya acuñación se debe a razones políticas (francesas y aquitanas cuyo origen está en el conflicto de la Guerra de los Cien Años) y las que responden a razones económicas (la moneda italiana).


Figura 4.- Comparación de la circulación monetaria de piezas de oro en Navarra en 1386 con los datos del tesoro de la calle de la Merced (Ibáñez, 1998).


El mejor muestreo de la moneda fuerte foránea que circuló en Navarra en esta época, lo encontramos en las 7.625 piezas de oro recaudadas en 1386 para pagar la dote de la infanta Juana, hija del Rey (Figura 4). En esta lista que recoge 20 tipos distintos de monedas (Ubieto, 1967) predomina el florín de Aragón, con un 64.3% del número de la moneda recaudada y un 55.5% del valor total de la moneda de oro, seguido por la moneda francesa (especialmente francos) que supone el 32.44% del número de monedas y el 40.7% del valor del oro recaudado. Siguen en importancia la moneda musulmana con un 1.3 y un 2% respectivamente y con menor representación la moneda italiana, la moneda de oro castellana, la corona de oro navarra, la moneda de oro anglo-aquitana y los florines de Hungría.

            Si comparamos estos datos con los del tesoro de la calle de la Merced (Figura 4), observamos como hacia 1400, el florín de Aragón seguía circulando en Navarra como la principal moneda fuerte, mientras que la moneda de oro francesa pierde peso en favor de la castellana e italiana, proceso que se aprecia durante el reinado de Carlos III, y que corresponde por una parte a la política de acercamiento a los reinos peninsulares del monarca navarro, y por otra, a la intensificación de las relaciones comerciales con Italia.

            Aparte del valor intrínseco de las propias monedas, lo más valioso de estos conjuntos monetarios es la información que nos proporcionan sobre la realidad cotidiana en épocas pasadas, que junto con la documentación conservada, nos permite reconstruir la historia económica y social.


Bibliografía:

Ibáñez, M., 1998. Monedas foráneas en época Medieval y Moderna. Actas X Congr. Nac. Numismática. Albacete 28-31 Octubre 1998. Madrid, Museo Casa de la Moneda: 129-171.
-Circulación de moneda foránea, falsificaciones y exportación fraudulenta. En: La moneda en Navarra. Ed. Gobierno de Navarra. Pamplona: 241-256.

Mateu y Llopis, F. 1943. Hallazgos monetarios (II). Ampurias 5: pp. 221-238.

Ubieto, A., 1967. Monedas que circulaban en Navarra en el siglo XIV y sus valores. Numisma 17(84/89), pp. 59-66.





martes, 1 de octubre de 2019

El trigo como moneda en Navarra.


El trigo como moneda en Navarra. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 65(1181) (Enero, 2010): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica


En el Viejo Reyno de Navarra son frecuentes los ejemplos de la utilización de grano como medio de pago (Figura 1), así encontramos documentos del siglo XI, donde, por ejemplo, se vende un molino por la cantidad de 20 cahíces de cebada, 15 de trigo y diez "metros" de vino,  un huerto por un cahíz de trigo y otro de cebada, o se compra una heredad por la cantidad de 15 cahíces de trigo y 10 cocas de vino. Los grandes pagos se hacían en cahíces, equivalentes a 112,5 litros, y donde cabían unos 88 kilos de trigo. Para pagos más pequeños, se utilizaba el “robo”, una medida de volumen de áridos típica de Navarra (Figura 2), con una capacidad de 28,13 litros, en los que caben 22 kg de trigo. Un robo equivale a un cuarto de cahíz o a 16 almudes (1).


Figura 1.- Recolección de trigo según un manuscrito medieval.



Figura 2.-
a: El “Robo” de Navarra, es un cajón de madera de base cuadrada de unos 40 cm. de lado, con una altura de unos 25 cm. (medida externa, a la que hay que descontar el espesor de las tablas de madera, unos 25 mm). A los lados presenta unas asas para sujetarlo.
b: Representación medieval de una mujer transportando una medida de trigo.

Estas medidas de capacidad están relacionadas con las de superficie como la robada, equivalente a 898 metros cuadrados (ocasionalmente en algunas poblaciones de Navarra, este valor asciende hasta los 1200-1700 m2), o la almutada que guarda la proporción de 1/16 robadas. Lo mismo ocurre con otras unidades premétricas como la fanega y la fanegada, de forma que en origen, una robada era la superficie de terreno que se podía cultivar con las semillas contenidas en un robo. Con el tiempo la productividad de los campos aumentó con las innovaciones agrícolas, pero la unidad de medida permaneció constante. De hecho, poblaciones cercanas pueden tener patrones de medida diferentes, lo que tiene su origen en la diferente productividad agrícola de un lugar a otro (se han identificado hasta 40 medidas distintas para el almud), por lo que el estudio de las unidades de medida premétricas resulta un campo de trabajo muy complejo. En la actualidad los términos de "almutadas" y "robadas", como unidades de superficie, siguen utilizándose en la administración pública de Navarra, y todavía se emplean almudes para medir productos agrícolas en varios países de Sudamérica (Figura 3).


Figura 3.- Almudes de “papas” en Chile a la venta en la actualidad.

Retornando a la utilización como moneda del "robo",  las referencias en Navarra al pago de impuestos en robos o "arrobos"(2) de trigo, cebada o avena se remontan al siglo décimo, y son muy frecuentes en siglos posteriores, especialmente en las zonas rurales, incluso se llegaban a realizar préstamos mixtos, en cantidades de dinero y trigo, sin embargo, esta costumbre no es sólo una antigua tradición medieval, la utilización del "robo de trigo" como moneda de pago, es una práctica conservada en Navarra hasta tiempos relativamente recientes(3).


En 1850, en el pequeño pueblo de Zubiri, cada uno de los alumnos de la escuela aportaba anualmente medio robo de trigo y éste era el salario que recibía el maestro de la localidad, lo mismo ocurría en Milagro, donde cada alumno (de los 78 que en esos momentos tenía la escuela) aportaba un robo de trigo. En Murchante, se le descontaba al maestro medio robo de trigo cada día que faltaba a clase. En el siglo XIX era práctica común en los pueblos de Navarra(3) el pago del sueldo del maestro en robos de trigo o más excepcionalmente de maíz, aportados por el municipio o los padres de los alumnos. Las cantidades eran muy variables en función del número de alumnos y de la riqueza agrícola del pueblo, oscilando entre los 18 y 120 robos anuales. También se producía una fuerte discriminación entre las escuelas masculinas y femeninas, mientras la escuela para niños de Fitero estaba dotada en 1850 con 120 robos de trigo anuales, la de niñas tenía una asignación de tan sólo 24 robos. Otro tanto ocurría en Cabanillas donde el maestro recibía un sueldo de 60 robos al año y la maestra 28, o en Murillo el Fruto, donde cada niño aportaba un robo de trigo anual como pago al maestro, y las niñas sólo medio robo para el salario de la maestra . En ocasiones los sueldos incluían otros elementos, como era el caso del maestro de Olcoz, que en 1847 recibía un sueldo anual de 72 robos de trigo y 62 cántaros de vino, o el maestro de Lorca que recibía al año 50 robos de trigo y 40 cántaros de mosto. También encontramos documentos de diferentes pueblos de Navarra, donde en los siglo XVIII y XIX, los pagos de alquileres se especifican en cantidades de "robos de trigo, bueno y de recivo" (Figura 4).


Figura 4.- Documento de 1780, donde se especifica como moneda de pago “19  robos de trigo”.


Así pues, las medidas de trigo, generalmente expresadas en "robos" han sido elementos corrientes en Navarra para el pago de impuestos, alquileres, pequeñas compras o abono de ciertos salarios, cumpliendo perfectamente una función monetaria hasta tiempos recientes.

Notas:

(1) A finales del siglo XIX, al introducirse en España el Sistema Métrico Decimal y establecerse la obligatoriedad de su uso a partir de julio de 1880, la Dirección General de Agricultura publicó las equivalencias de las medidas utilizadas hasta ese momento en Navarra:
Longitud: Vara = 0,785 metros; Superficie: Robada = 898 metros cuadrados; Peonada = 374 m2. Capacidad para áridos: Robo = 28,13 litros; Cuartal = 7,03 litros; Almud = 1,75 litros. Capacidad para líquidos: Cántaro = 11,77 litros; Pinta = 0,735 litros. Capacidad para aceite: Arroba = 14,76 litros; Docena = 4,92 litros; Libra = 0,41 litros; Peso: Arroba = 13,392 kilogramos; Docena = 4,464 kilogramos; Libra = 0,372 kilogramos.

(2) El "arrobo", convertido después en "robo" en Navarra, es una derivación temprana de la "arroba", vocablo derivado del árabe "Ar-roub", que significa un cuarto, y es una medida tanto de capacidad como de peso,  que a finales del siglo XVI equivalía a unos 11.3 Kg. o 22.7 litros. La abreviatura de este término "@", empleada por vez primera en Sevilla en 1536, es actualmente muy popular en todo el mundo, por su utilización en internet.

(3) La principal fuente de información para conocer los salarios de los maestros de los pueblos de Navarra a mediados del siglo XIX, es la monumental obra del ministro pamplonés Pascual Madoz.

(4) En los pueblos de Arano, Aras, Cabredo, Castillonuevo, Ganuza, Güesa, Echagüe, Erdozain, Erro, Etayo, Igal, Ilurdotz, Irotz, Irurozqui, Izagaonda, Izal, Izalzu, Lapoblación, Lazagurria, Leache, Legaria, Lerga, Lérruz, Madoz, Marañón, Metauren, Monteagudo, Mues, Murieta, Olejua, Ollo, Ollobarren, Orisoain, Salinas de Oro, Sansol, Satrústegui, Tirapu, etc...



domingo, 1 de septiembre de 2019

El origen de las monedas islámicas.


El origen de las monedas islámicas. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 74(1277) (Octubre 2018): pp. 46-49.

Miguel Ibáñez Artica


La repentina expansión musulmana, ocupando territorios de los imperios Sasánida (la antigua Persia) y Bizantino en unos pocos años, hizo que en los primeros momentos los conquistadores adoptaran las estructuras administrativas de los pueblos ocupados, incluyendo los tipos monetarios autóctonos.

            El nacimiento del Islam ocurre en un momento muy crítico, tanto el emperador bizantino Heraclio (610-641 d.C.) como el Sasánida Cosroes II (590-628 d.C.) habían accedido al trono tras el asesinato de sus predecesores. En el momento en que el emperador Heraclio asciende al trono, el imperio bizantino se encuentra seriamente amenazado por los sasánidas, y durante su mandato organiza una contraofensiva que consigue derrotar a los persas. Tras el asesinato del rey sasánida Cosroes, el país se sumerge en la anarquía y desintegración, momento aprovechado por los árabes para conquistar Persia. A diferencia de lo que había ocurrido siglos antes con las conquistas de Alejandro Magno, los árabes se concentraron en las ciudades y no podían contraer matrimonio con personas de etnias diferentes, tampoco les estaba permitido aprender la lengua de los territorios ocupados o leer su literatura con el fin de mantener su cohesión cultural y política.

También se producen divisiones entre los musulmanes, tas la eliminación de Otmán (656 d.C.) le sucede Alí, cuestionado por muchos -entre ellos la viuda de Mahoma-, que le acusaban de haber instigado el asesinato de su predecesor, lo que desemboca en una guerra civil con los parientes del califa asesinado, los Omeya (este es el inicio del ancestral conflicto que enfrenta las ramas del Islam suníes y chiítas, aún vigente en la actualidad). Con el posterior asesinato de Alí el año 661 d.C. y la proclamación de Muawiya se inaugura el Califato Omeya que durará hasta el 750 d.C. en que es sustituido por el Califato Abasí (con posterioridad, el califato Omeya  resurgirá, en el Emirato independiente de Córdoba con  Abderramán I en el 756 d.C., convertido en Califato independiente por Abderramán III en el año 929 d.C.).

Es durante el califato Omeya (661-750 d.C.) cuando se produce la mayor expansión del Islam, y comienzan a acuñarse las primeras monedas en los dos imperios conquistados, manteniendo durante medio siglo dos sistemas monetarios diferentes, uno basado en la plata: el dracma sasánida, y el otro en el oro: el sólido bizantino.

            La moneda de plata sasánida era delgada y ancha, con un módulo de 31-33 mm, y un peso de unos 4 g. Las emisiones eran prorrogativa real, y durante todo el Imperio Sasánida (224-651 d.C.) mantuvieron la misma tipología: en el anverso el busto real mirando a la derecha, o más raramente algún dios o el heredero (Figura 1a, c). La figura presenta una característica corona, consistente en una diadema adornada con elementos sagrados como alas o el korymbos (un moño de pelo con forma de bola, cubierto por un paño). En el reverso aparece un altar de fuego zoroastriano, flanqueado por la doble representación del rey.

            Durante varios años desde el 652 d.C. o 31 de la Hégira (Figura 1b), los musulmanes copiaron estas monedas, añadiendo algunas palabras o frases, e incluso la leyenda “Mahoma es el mensajero de Dios”, primera vez que se cita al Profeta en una moneda en el año 689 d.C. o 70 de la Hégira (Figura 2a).




Figura 1.- a: Dracma sasánida de Yazgird III; b: Dracma árabe-sasánida a nombre de Yazgird III acuñado el año 31 de la Hégira (652 d.C.), una de las primeras emisiones islámicas de tiempos del califa Otmán; c: Dracma sasánisa de Cosroes II; d: Dracma árabe-sasánida a nombre de Cosroes II del año 75 de la Hégira (694-5 d.C.) de tiempos de Abd al-Malik.

Ya en el año 691/2 (72 de la Hégira) aparecen monedas híbridas donde las imágenes del reverso han sido sustituidas por textos coránicos (Figura 2c), y a finales del siglo VIII desaparecen las representaciones de figuras que son sustituidas por leyendas en árabe, pero manteniendo el mismo formato de moneda. Había nacido el Dirhem musulmán, término que procede del griego “dracma”.



Figura 2.- a: Dracma árabe-sasánida acuñado el año 70 de la Hégira (689 d.C.), con leyenda en el anverso: “Mahoma es el mensajero de Dios”. Primera moneda donde figura el nombre del Profeta; b: Dracma híbrida árabe-sasánida-bizantina acuñado el año 75 de la Hégira (694-5 d.C.); c: Dracma árabe-sasánida con leyendas árabes en reverso, acuñado el año 72 de la Hégira (691-2 d.C.).

Con respecto a las primeras emisiones de oro y cobre musulmanas, se acuñaron para circular en los territorios bizantinos conquistados, Siria y Egipto. También en este caso, los primero sólidos árabe-bizantinos, emitidos entre los años 692 y 694 d.C., imitaban la prestigiosa moneda bizantina de Heraclio (Figura 3a), que en su anverso presenta tres figuras de pie (Heracles, Heraclio Constantino y Heraclonas), mientras que en el reverso, la cruz se sustituyó por una columna rematada por una esfera, con una leyenda en árabe que rodea la figura: "En el nombre de Dios, no hay dios sino Dios, Mahoma es el mensajero de Dios" (Figura 3b). También se imitó otro tipo donde aparece la figura barbada de Heraclio junto con la de su hijo Heraclio Constantino (Figura 3c, d), manteniendo en este caso las leyendas latinas del reverso.

Estas monedas fueron rechazadas por el emperador bizantino que prohibió su circulación, y Justiniano II emitió nuevos sólidos donde aparece el emperador de pie portando la cruz, y en el anverso el busto de Jesucristo (Figura 3e). La respuesta del califa Abd al-Malik fue la emisión en el año 595/6 d.C. (76 de la Hégira) de dinares de oro, donde por primera vez aparece la figura del califa, de pie y portando una espada en la cintura (Figura 3f).

            Las primeras emisiones islámicas de la Península Ibérica (Figura 4a) también son bilingües con la leyenda latina en el anverso: FERITOSSOLIINSPANAN ("FeRITOS SOLIdus EN ESPAÑA ANNO"), y en el reverso en caracteres cúficos: "En el nombre de Dios, este dinar fue acuñado en Al-Andalus el año 98). También en el norte de África se emitieron medios sólidos y tremisses de imitación bizantina (Figuras 4b-d).



Figura 3.-
a: Sólido de Heraclio; b: imitación árabe-bizantina del 692-694 d.C.; c: sólido bizantino con los bustos de Heraclio y su hijo; d: imitación árabe de la moneda anterior; e: sólido de Junstiniano II con la imagen del rostro de Jesucristo en el anverso; f: dinar de Abd al-Malic con la figura del califa de pie portando espada, acuñado en Damasco el año 76 de la Hégira (695/6 d.C.).

            Así como las monedas de oro se acuñaban preferentemente en Damasco, las pequeñas piezas de bronce, imitaciones de los follis bizantinos, se emitieron en muchas cecas locales. Recibieron el nombre de “fals” (en plural “felus”), término derivado de “follis”, y en una primera fase copiaron los modelos bizantinos (Figura 4e), llegando incluso a mantener la figura de la cruz, pero colocando el caracteres árabes el nombre de la ceca emisora (Hims= Emesa, Iliya-Filastin= Jerusalén, Aleppo...).
           
            En Damasco se acuñaron también feluses de cobre con la imagen del califa Abd al-Malik, a imitación de las representaciones que figuran en los dinares (Figura 4f), y que también aparece en algunos raros dirhems de plata de tipo sasánida (Figura 2b).



Figura 4.-
a: Sólido español árabe-latino acuñado el año 98 de la Hégira (716-7 d.C.); b, c: medios sólidos africanos árabe-latinos acuñados entre el 704 y el 715 d.C.; d: tremissis árabe-latino de la misma época; e: feluses árabe-bizantinos donde se conserva la figura de la cruz. f: feluses de Damasco que presentan la figura del califa. Esta característica representación aparece en una escultura de un palacio omeya en Khirbat al-Mafjar, cerca de Jericó en Palestina (figura del fondo).


Podría decirse que a finales del siglo VII, se produjo una verdadera “guerra de monedas”, donde mientras los bizantinos resaltaban al máximo los motivos cristianos, por parte islámica -y tras un corto período donde se  destaca la figura del califa-, los motivos iconográficos desaparecen en el año 696/7 (77 de la Hégira), sustituyéndose por leyendas cúficas de frases extraídas de las suras coránicas, tendencia que se prolongará durante los siglos venideros en las acuñaciones bizantinas e islámicas como elemento de propaganda política y religiosa.


Bibliografía:

Grierson, Ph., 1960. The Monetary Reforms of Abd al Malik: Their metrological Basis and Their Financial Repercussions. J. of the Economic and Social History of the Orient  3(3): 241-264.

Tradwell, L., 2009. Abd al-Malik’s Coinage Reforms: the Role of the Damascus Mint. Revue Numismatique 165: 357-381.