domingo, 15 de noviembre de 2015

La "Moneda pluma" de Santa Cruz (Islas Salomón) y otras "Monedas-pluma".

La “Moneda pluma” de Santa Cruz (Islas Salomón) y otras “Monedas pluma”. Artículos publicados en: Eco Filatélico y Numismático 59(1113) (Noviembre 2003): pp. 42-43, y 60(1115) (Enero, 2004): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica.

La “Moneda pluma” de Santa Cruz (Islas Salomón).
Una de las últimas incorporaciones a las colecciones del Museo Arqueológico Nacional(1) es una valiosa moneda que, paradójicamente, no está hecha de ningún metal noble como el oro o la plata, y ni tan siquiera es de metal. Está fabricada con las plumas rojas de un pequeño pajarillo que vive en las lejanas islas del Sur del Pacífico.
Se trata de la famosa moneda pluma, utilizada en las Islas de Santa Cruz, cuyo uso se ha mantenido vigente hasta finales del siglo veinte y de la que tenemos una completa información acerca de su proceso de fabricación y formas de empleo, gracias a las investigaciones realizadas en los años sesenta por el antropólogo William Davenport, profesor de la universidades de Hawai y Yale(2).


Figura 1.- “Monedas pluma” del Museo Arqueológico Nacional (Madrid).

Santa Cruz es una isla volcánica rodeada de otras islas más pequeñas (Tinakula, Utupua, Duff, Vanikoro...) y todas ellas forman parte del estado de las Salomón, extendiéndose sobre una superficie de unas quince mil millas cuadradas al norte de las Islas de Nuevas Hébridas, con una población de unas 7.000 personas.

En esta zona, se ha utilizado hasta hace muy poco tiempo una moneda, posiblemente la más exótica del mundo, que consiste en un largo cinturón con una longitud de más de nueve metros y una anchura de unos cinco centímetros, fabricado con el plumón rojo de una pequeña ave del bosque tropical (Myzomela cardinalis), plumas de pichón gris (Ducula pacifica) y como pegamento, la savia mucilaginosa del árbol Broussonetia papyrifera.


Figura 2.- Preparación de las “moneda pluma” (Fotos: William Davenport).

Su fabricación es muy sofisticada y requiere de tres tipos diferentes de especialistas, el primero se dedica a cazar con reclamos los pajarillos, atrayéndolos hacia ramas untadas con un látex pegajoso donde quedan atrapados, otros artesanos se dedican a fabricar placas donde van pegadas las plumas y un tercer grupo se encarga de ensamblar las 750 placas necesarias para construir el cinturón de moneda pluma. En total son necesarias más de trescientas aves y un total de seiscientas horas de trabajo artesanal para fabricar cada una de estas monedas(3).

A pesar de que las monedas pluma se guardan enrolladas y recubiertas de hojas en lugares secos para evitar su deterioro, con el tiempo van perdiendo el color y su valor disminuye. De esta forma el número de monedas en circulación se estabiliza y no se producen fenómenos inflacionarios que derivarían de un “exceso” de moneda circulante. La producción de nueva moneda viene limitada por la disponibilidad de aves cuyas plumas son necesarias para su fabricación y por el tiempo que necesitan cazadores y artesanos para fabricarla, mientras que la eliminación de la moneda vieja viene dada por el tiempo. Poco a poco esta frágil moneda acaba destruyéndose y desapareciendo en este clima tropical. De esta forma durante siglos se ha mantenido un equilibrio en la cantidad de moneda disponible, lo cual ha facilitado que su valor se haya mantenido sin experimentar grandes cambios. En la segunda mitad del siglo XX, la entrada de dinero convencional extranjero (moneda australiana) ha provocado un descenso en la fabricación de esta singular moneda.


Figura 3.- Desfile de las “monedas pluma” desde el poblado del novio hasta la casa de los padres de la novia. Se trata de exhibir las riquezas que se van ofrecer. A la derecha una imagen reciente de la ceremonia.

Uno de los usos que se da a estas monedas es para pagar el “dinero de la novia”, es decir la dote matrimonial que la familia del novio paga a los padres de la novia. Se reúnen ambas familias y en primer lugar se selecciona la “moneda pluma” más valiosa, es decir la que tiene colores más vivos. Encima de ésta se van apilando otras en valor decreciente hasta llegar a la décima que suele ser una moneda muy deteriorada y vieja. Cada una de estas monedas vale como dos de las que están inmediatamente encima, de forma que la moneda inferior equivale en valor a 512 de las situadas en el último lugar.

Así pues, existen en realidad monedas de diferentes valores (monedas fraccionarias) que permiten realizar numerosos y variados pagos. Estos objetos cumplen estrictamente las condiciones que debe tener una moneda: son un medio de acumular riqueza y constituyen un medio universal de intercambio en el variado comercio que tiene lugar entre las diferentes islas.

Otras  “monedas-pluma”.

En el  apartado anterior hemos abordado moneda-pluma más conocida de la Isla de Santa Cruz, (Pacífico Sur), sin embargo no es ésta la única moneda fabricada con tan delicados materiales, con las plumas rojas del  mismo pájaro (Myzomela cardinalis) se adornan unas varillas de madera que son también utilizadas como moneda en las Islas Salomón (Figura 5c), y también encontramos monedas elaboradas con plumas de avestruz o de otras aves (como el turaco violeta Musophaga violacea) en Nigeria o Sudáfrica.


Figura 4.- Myzomela cardinalis.

En zonas tropicales abundan las aves de llamativos colores, cuyas plumas han sido utilizadas como valiosos objetos de adorno desde la más remota antigüedad. Tal como ocurre con otros elementos, que comenzaron teniendo una función estrictamente decorativa, con el paso del tiempo evoluciona su uso, convirtiéndose de forma progresiva en objetos de prestigio, que acaban siendo utilizados como moneda (diversos tipos de conchas o collares de conchas, collares de dientes de perro, el “wampum” de los indios americanos, los variados brazaletes africanos, las pulseras y colgantes de concha tallada, etc... e incluso el mismo oro metálico, utilizado en un principio como adorno y que en época posterior se ha convertido en el patrón monetario universal). Mientras en algunos casos las “monedas” pierden su función ornamental, en otros la mantienen, y es en este caso cuando puede resultar complicado -y a veces objeto de controversia- asignarles una función monetaria o no. Mientras la moneda propiamente dicha constituye un medio comúnmente aceptado para pagar bienes y servicios, el trueque o intercambio afecta exclusivamente a las partes que lo practican. Donde podemos poner la frontera de lo ¿“comúnmente aceptado”?, ¿cuántas personas deben aceptarlo para considerar un determinado objeto como moneda?. El asunto se nos complica aún más cuando aparecen “monedas” que no tienen una estricta función económica, sino que sirven para establecer lazos y vínculos entre personas, clanes o poblaciones (el “kula”, el “moka kina”, el potlatch”, etc...) o son utilizadas con unos fines muy concretos (“moneda de la novia”, “moneda de sangre”, etc...).

Dentro de lo normalmente se ha considerado como “monedas primitivas” o “tradicionales”, aceptadas como tales en la bibliografía especializada (Quiggin, Einzig, Taxay, Víctoor, Opitz, Davies, etc...), encontramos varias “monedas pluma”.  Una de las más vistosas es la elaborada con las del Quetzal (Pharomacrus mocino), ave de gran porte y plumaje verdes, frecuente en las selvas tropicales de Mesoamérica (que aunque goza de protección oficial desde 1895, actualmente se encuentra en peligro de extinción).


Figura 5.- a: Detalle del Quetzal en el “Códice Mendoza”; b: Ejemplar disecado del Museo de América (Madrid); c: Moneda de un “quetzal” de Guatemala.

En las culturas azteca y maya, las plumas de este ave eran valiosos elementos utilizados como adorno y moneda, y  se obtenían tras abatir los pájaros con bolas de arcilla, aprovechando para arrancárselas el momento en que quedaban atontados. Tal como nos informa Fray Bartolomé de Las Casas: “En la provincia de Vera Paz, se castiga con la pena capital al que mata una de estas aves de ricas plumas, ya que no se puede encontrar en otros lugares, y estas plumas tienen un gran valor ya que se usan como moneda”. Es decir, matar uno de estos pájaros sagrados se consideraba un delito gravísimo. Entre los aztecas, los mantos de plumas de quetzal servían como moneda (la más hermosa del mundo según el investigador americano D. Taxay) y con uno de ellos podían adquirirse hasta cien canoas.

El códice Mendoza(4) nos ilustra sobre los impuestos pagados en forma de plumas de quetzal, y en la actualidad, éste es el nombre que recibe la unidad monetaria de Guatemala, en cuyos billetes aparece representada esta majestuosa ave, el símbolo más sagrado de los antiguos mayas y actualmente considerada como emblema nacional (Figura 5).

Además de estas singulares monedas americanas, todavía podemos encontrar numerosos ejemplos de “monedas pluma” en la Melanesia (Pacífico Sur), como varillas adornadas con plumas de numerosas especies tropicales que combinan todos los colores posibles y sirven también como elementos decorativos (Figura 6b), o las colas e incluso los pájaros enteros disecados de las espectaculares aves del paraíso que pueblan las selvas tropicales de las islas (Figura 6a).


Figura 6.- a: Ave del paraíso; b: Adornos de plumas usados como moneda; c: Adorno elaborado con plumas de Myzomela cardinalis (ejemplares del Museo Arqueológico Nacional de Madrid).

Las aves del paraíso pertenecen a la familia Paradisaeidae existiendo solamente 43 especies diferentes en todo el mundo, de las cuales 35 viven confinadas en Nueva Guinea. Fueron precisamente los españoles de la nao Victoria (de la expedición de Magallanes y Elcano en el siglo XVI) quienes las descubrieron, y las bautizaron así por su excepcional porte y belleza; de igual forma los nativos de las Molucas las denominan ”Bolong diuata”, es decir, “pájaros de los dioses”. Se trata de aves de tamaño mediano que viven entre 15 y 25 años,  cuyos machos –muy territoriales- al alcanzar la madurez sexual a los cinco años de edad, presentan unas espectaculares plumas (en comparación las hembras son mucho menos vistosas). Cada especie exhibe una danza nupcial característica y viven en los árboles más altos de la selva tropical, alimentándose de insectos, semillas y pequeños vertebrados.

Durante el siglo XIX cientos de miles de aves del paraíso fueron sacrificadas y sus valiosas plumas terminaron sirviendo de adorno en los sombreros de las puritanas damas inglesas de la época victoriana, de forma que estas maravillosas aves estuvieron a punto de desaparecer. Por este motivo las autoridades coloniales británicas prohibieron su caza en 1922.

En Papúa-Nueva Guinea, las aves del paraíso (consideradas como emblema nacional) aún son utilizadas como moneda hoy en día (su posesión está prohibida a los extranjeros). A veces se utiliza el animal entero toscamente disecado (Figura 6a), a veces las largas colas de los machos, o en ocasiones en forma de elaborados y vistosos sombreros que son utilizados en las ceremonias festivas.

En algunas zonas de Nueva Guinea, también se usan como moneda las plumas de casuar (Casuarius bennetti y C. unappendiculatus), grandes aves corredoras parecidas a las avestruces. Como ocurre con las aves del paraíso, también se utilizan las plumas de casuar para decorar otros objetos usados como moneda (sombreros ceremoniales, armas de piedra y hueso...).

Como hemos podido ver, la utilización de las “monedas-pluma” se da en zonas tropicales donde habitan aves de vistoso colorido. En España lo más próximo que encontramos es la utilización de gallinas como moneda para realizar pagos en el medio rural, si bien en este caso se trata más bien de un “alimento moneda”.


Notas:
(1) http://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/numismatica/tevau.html
(2) Davenport, W., 1962. Red-Feather Money. Scientific American 206(3): 94-104. El profesor Davenport falleció el 12/III/2004, unos meses después de publicarse este artículo. Sirva esta contribución como un homenaje a su memoria.
(3) Cada artesano “firma” su obra con una figura geométrica en la parte central de la cinta por su cara interna, visible solamente cuando se desenrolla. Recientemente se ha publicado un listado de estas firmas: Denk, R. & R. Braun (2015). Handwerkermarken auf Federgeldrollen von Santa Cruz, Salomonen. Der Primitivgeldsammlet 36(2): 54-56 + 9 lám.
(4) El Códice Mendoza es un manuscrito conservado en la biblioteca de la Universidad de Oxford. Elaborado a requerimiento del Virrey Mendoza, por escribanos nativos (“tlacuilos”) poco después de la conquista, es uno de los manuscritos precolombinos más valiosos. Embarcado en 1542 con destino a España, el barco que lo transportaba fue atacado por piratas franceses, y acabó en manos de André Thevet, cosmógrafo del monarca francés Francisco I. Posteriormente fue adquirido por un coleccionista inglés y terminó en la Biblioteca de Oxford, donde se encuentra en la actualidad. El “Códice Mendoza” es un documento de gran valor etnográfico y económico, fue escrito en Méjico en 1541 y en su sección segunda (páginas 17 a 55) se relatan los tributos pagados por las diferentes poblaciones, entre los que destacan las plumas de quetzal.


domingo, 1 de noviembre de 2015

Monedas de piedra de la isla de Yap

Monedas de piedra de la isla de Yap. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 68(1211) (Octubre 2012): pp. 44-45.
Miguel Ibáñez Artica.

            Aunque el remoto archipiélago de las Carolinas en el Pacífico Sur, fue descubierto en 1526 por el explorador español Álvaro de Saavedra, no fue hasta 1686, cuando Francisco de Lezcano arribó a la isla de Yap, y lo bautizó con el nombre de “Las Carolinas”, en honor al rey Carlos II. Durante más de dos siglos, las islas estuvieron incorporadas, al menos teóricamente, a la corona española, hasta que su conservación no tuvo sentido, tras la derrota contra Estados Unidos y la pérdida de las Islas Filipinas, siendo vendidas a Alemania en 1899 –junto con las Marianas y Palaos- por veinticinco millones de pesetas (Figura 1).


Figura 1.- Publicidad alemana de comienzos del siglo XX y grabado en madera mostrando el proceso de transporte de las piedras.

            Dentro de este archipiélago encontramos la isla de Yap, uno de los cuatro Estados Federados de Micronesia, independiente desde 1985, con una extensión de unos cien kilómetros cuadrados y poco más de seis mil habitantes, que a pesar de su pequeño tamaño es mundialmente famoso por poseer las “monedas” más grandes y pesadas del Planeta (Figura 2).


Figura 2.- Fotografía de 1880 y grabado de la misma época mostrando las piedras-moneda de Yap.

Estos gigantescos discos de piedra, con un orificio central para facilitar su transporte, han constituido un tradicional tipo monetarios utilizado por los habitantes de Yap como símbolo de riqueza, y como moneda importante de uso específico (p. ej. como dote matrimonial, herencia, o para sellar la amistad entre dos grupos vecinos), aunque también, los ejemplares más pequeños se han utilizado como moneda económica para pagar equipos de pesca, canoas, cerdos, fiestas y danzas. Además de estas monedas monumentales, se utilizan monedas-concha fabricadas con madreperlas (yar) o con espóndilos importados (gau). En la actualidad, se sigue empleando el tabaco y los “lava lava”, por parte de los habitantes de las islas cercanas, para adquirir medicinas, arroz y otros alimentos, o al realizar gestiones administrativas en Yap. 

Las grandes monedas de piedra, de hasta 4,5 metros de diámetro conocidas como “rai” o “fei” en Yap, se extraían en la vecina isla de Palau donde recibían el nombre de “balang”, transportandose en frágiles canoas, o posteriormente en embarcaciones comerciales europeas, a distancias de más de 400 Km. Las referencias más antiguas al uso de esta singular moneda datan de los informes del capitán Andrew Cheyne en 1852, personaje que vivió en Palau, comerciando en la zona entre los años 1841 y 1844. En 1871, todavía bajo la dependencia española, el capitán americano David Dean O´Keefe naufragó en Yap(1), y utilizando un antiguo junco chino se dedicó a transportar a los trabajadores de las canteras de Yap a Palau, y las piedras talladas en sentido inverso, cobrando el transporte en copra (pulpa de coco desecada) y holoturias (equinodermos marinos), que enviaba a los puertos asiáticos donde dichos productos tenían gran demanda, obteniendo así pingües beneficios. De esta forma se intensificó la producción y hacia 1880 unas 400 personas de Yap trabajaban “fabricando moneda” en las canteras de Palau. La introducción de herramientas metálicas y la utilización de modernos sistemas de transporte, trajo consigo  una inevitable “depreciación” de la moneda, que dejó de producirse en cantidad a finales del siglo XIX, si bien la última de la que se tiene constancia fue fabricada en 1931 y llevada a Yap el años siguiente, siendo destruida por los japoneses durante la guerra.


Figura 3.- a: Danza ritual a comienzos del s. XX; b: Escena de la película “His Majesty O’Keefe” donde se muestra el proceso de fabricación de las piedras; c: Transporte de las piedras en el festival del año 2011.

De esta forma al comienzo de la segunda Guerra Mundial se contabilizaban 13.281 discos de piedra en Yap, cifra que disminuyó drásticamente en el transcurso de la contienda, quedando reducida a menos de la mitad (unos 6.000) en la actualidad. El valor de dichas “monedas” depende de su tamaño y de los riesgos padecidos en su traslado, así una pieza de menor tamaño puede tener mayor valor si en su transporte falleció alguna persona.

En 1988 se inició un proyecto de investigación de la Universidad de Oregón (USA) en colaboración con las instituciones locales, con el fin de establecer la antigüedad de las canteras de aragonito -mineral de carbonato cálcico-, de Palau de donde se extraían dichas monedas de piedra, y entre 1999 y el 2000 se hallaron 15 discos en diferentes estados de elaboración, asociados a restos cerámicos, conchas y huesos, con una antigüedad de unos 400 años, lo que coincide con las tradiciones orales sobre el momento de introducción de este singular tipo monetario, es decir más de dos siglos antes del contacto efectivo con los occidentales.

            Actualmente, las monedas de piedra constituyen el símbolo nacional de identidad de la Isla, y son un elemento esencial de atractivo turístico. Las mayores que se conservan alcanzan un diámetro de más de cuatro metros superando las cinco toneladas de peso. Todavía cambian de dueño durante algunas transacciones sociales, como herencias o matrimonios, pero aunque su propietario cambie, la piedra se mantiene siempre en el mismo lugar.

Notas:

(1) La aventura del capitán  O´Keefe en la isla de Yap, interpretado por el actor Burt Lancaster, fue llevada al cine en la película “Su majestad de los Mares del Sur” (1958).

Bibliografía:

Fitzpatrik, S.M., 2002. A Radiocarbon Chronology of Yapese Stone Money Quarries in Palau. Micronesica 34(2): pp. 227-242.
Gilliand, C.L.C., 1975. The Stone Money of Yap: A Numismatic Survey. Smithsonian Studies in History and Technology. 23: 75 pp.
Kuwahara S. 1999. Tourism, tradicional culture and autonomy in a small island: Yap faces a new Millennium. Koroshima Univ. Rech. Cent. Pacific Islands. Occ. Pap. 34: pp, 15-24.

Lautz, T., 2004. The Wold’s most curious Money?. 11th Annual Meeting of the Int. Com. Money and Banking Museums ICOMON. Seul: pp. 105-127.