sábado, 30 de junio de 2018

La Hiperinflación griega de 1944 a través del papel moneda.


La Hiperinflación griega de 1944 a través del papel moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 72(1256) (Noviembre 2016): pp. 56-57.

En los últimos meses (2016(1)), la comprometida situación económica de Grecia ha acaparado las noticias de los medios de comunicación, pero no es la primera crisis económica importante que sufre el país heleno. Como muchos otros Estados a lo largo de su historia reciente, Grecia también padeció una profunda crisis inflacionaria al término de la Segunda Guerra Mundial, que queda perfectamente reflejada en los billetes, con valores de millones de dracmas, emitidos en esos momentos.

Remontándonos a los orígenes de la moneda, las piezas metálicas y redondas convencionales que utilizamos de forma cotidiana, tienen su lugar de nacimiento en Asia Menor, de donde pasaron a Grecia. Entre las primitivas emisiones griegas, la más conocida es el Dracma, cuyos antecedentes se remontan a las premonedas rituales de hierro, no muy diferentes de las utilizadas hasta bien avanzado el siglo veinte en algunas regiones subsaharianas.

El tirano Fidón de Argos, a finales del siglo octavo antes de nuestra Era, estableció un sistema de pesas y medidas, tomando como unidad el óbolo, una fina barra de metal similar a un espeto o asador, posiblemente utilizado en los sacrificios rituales religiosos(2). El conjunto de seis varillas u óbolos que se podían sujetar con una mano recibió la denominación de “dracma”, y poco más tarde cuando comenzaron a fabricarse monedas de plata en Atenas, “heredaron” los mismos nombres de las antiguas premonedas de hierro: óbolos y dracmas. En esta época la moneda de un dracma contenía 4,3 gramos de plata.

Con algunas excepciones (Esparta mantuvo durante algún tiempo las primitivas monedas de hierro) el sistema de óbolos y dracmas de plata se expandió por toda Grecia, donde la moneda más frecuente acabó siendo el tetradracma ateniense, cuyas primeras emisiones se remontan al siglo V a.C., y que presenta el perfil de la diosa Atenea en el anverso y el mochuelo con una rama de olivo en el reverso, motivo que se mantiene en la actual moneda de un euro de Grecia (Figura 1).


Figura 1.- Billetes de cinco millones de dracmas y sobre ellos, tetradracmas atenienses (s.V y IV a.C) y monedas de un euro actuales.

Sin embargo, la historia del dracma es intermitente, tras la desaparición del Imperio Romano, Grecia quedó integrada en el Imperio Bizantino que perduró desde el siglo quinto de nuestra Era hasta 1453. En este tiempo las monedas circulantes en la zona fueron los sólidos, silicuas y follis bizantinos, si bien en algunas regiones, a partir del s. XIV circularon los dineros torneses de origen francés (3).

Tras la caída del Impero Bizantino, Grecia fue incorporada al Imperio Otomano, hasta que con el apoyo de las potencias europeas recobró el estatus de  estado independiente a comienzos del siglo XIX. En 1827 se proclamaba el primer gobernador de la nueva república, y el 8 de febrero de 1833 se establecía el dracma como la moneda de curso legal del País Helénico, moneda que se mantuvo con vicisitudes hasta ser sustituida por el euro el primero de enero del 2002.

Durante los siglos XIX y XX, Grecia padeció constantes vaivenes políticos, alternando épocas de monarquía con otras de república, incluso durante la Primera Guerra Mundial existieron dos gobiernos, uno pro-alemán a favor del rey, ubicado en Atenas; y otro pro-británico, con sede en Salónica. 

Una de las principales amenazas para la economía de un país, es la aparición de una hiperinflación, es decir una inflación descontrolada en la que los precios se incrementan rápidamente, mientras la moneda pierde su valor. El principal causante de este fenómeno es el aumento masivo de la cantidad de dinero puesto en circulación, que no se encuentra respaldado por el crecimiento de la producción de bienes y servicios. El desequilibrio entre la oferta y demanda de dinero provoca la pérdida de confianza en la moneda y la bancarrota del sistema.

En todas las épocas de la historia se han producido fenómenos de inflación más o menos graves (son bien conocidas en España las sucesivas crisis de la moneda de vellón en el siglo XVII(4)), pero los procesos de hiperinflación, caracterizados por la emisión de papel moneda con valores millonarios -e incluso billonarios-, es un fenómeno relativamente reciente. Se inicia en la República de Weimar (nombre con el que se identifica a Alemania en el período entre guerras) entre 1921 y 1923, y por el momento termina con la hiperinflación que asoló a Zimbawe entre 2006 y 2009.

            Durante el segundo semestre de 1944, se imprimieron en Grecia billetes con valores millonarios que oscilan entre el de un millón de dracmas (que comenzó a circular  a finales de junio de 1944), y el de cien mil millones de dracmas, emitido el 3 de noviembre del mismo año (Figura 2).


Figura 2.- Billetes hiperinflacionarios emitidos en Grecia entre los meses de junio y noviembre de 1944.

Este brutal episodio de hiperinflación fue una consecuencia más de la guerra. Cuando comenzó el conflicto, Grecia contaba con una estabilidad fiscal y monetaria consolidada, pero durante la ocupación alemana la economía se derrumbó, al forzar una excesiva contribución a la financiación de las operaciones militares extendidas por todo el sudeste de la cuenca mediterránea. El déficit público y los gastos militares extranjeros fueron financiadas exclusivamente con la fabricación de más papel moneda, y los gobiernos títeres y el Ejército de Ocupación obligaron al Banco de Grecia a crear más y más dinero de papel a golpe de imprenta.

Aunque Atenas fue liberada por los británicos el 14 de octubre de 1944, curiosamente los billetes con valores más altos, de diez mil millones y cien mil millones de dracmas, fueron emitidos en los días posteriores, el 20 de octubre y el 3 de noviembre respectivamente. Ese mismo mes se puso en marcha un proyecto de reforma monetaria, estableciendo un nuevo dracma que equivalía a cincuenta mil millones de “dracmas viejos”.

Notas:

(1) El presente artículo fue publicado en el año 2016, cuando la situación de Grecia era crítica y el Estado debía ceder una serie de organismos públicos como las compañías de aguas de Atenas y de Salónica, la empresa distribuidora de electricidad y el metro de Atenas, así como las acciones públicas en la compañía telefónica OTE, para conseguir el “tercer rescate de Grecia” por parte del FMI y la troika comunitaria.

(2) En las excavaciones realizadas  en el templo Hereo de Argos a finales del s. XIX, bajo la dirección del arqueólogo norteamericano Ch. Waldstein, se descubrió un conjunto de 180 asadores todos ellos de la misma longitud (120 cm.) que corresponden con los óbolos rituales que dieron su nombre a las monedas.

(3) Incluso una compañía de mercenarios creada por el monarca Carlos II de Navarra, denominada  “compañía blanca” o “compañía de Navarra”, e integrada por navarros y gascones, llegó a gobernar el Peloponeso entre 1383 y 1387.

(4)  Ver artículos: La aventura de los resellos castellanos del siglo XVII sobre monedas de vellón y cobre. (Febrero, 2004)  Eco Filatélico y Numismático 60(1116): pp- 44-45.
Picaresca en los resellos castellanos del siglo XVII. (Marzo, 2004)  Eco Filatélico y Numismático 60(1117): pp. 48-49




Bibliografía:

Hiodinou, V., 2004. Black market, hyperinflation and hunger, Greece 1941-1944. Food and Foodways 12 (2/3): pp. 81-106.

Lazaretou, S., 2003. Greek monetary economics in retrospect. The aventures of the drachma. Bank of Greec, Econ. Res. Depart. Working Paper 2: 41 pp.

Makinen, G.E., 1986. The Greek Hyperinflation and Stabilization of 1943-1946. The Journal of Economic History 46(3): pp. 795-805


viernes, 1 de junio de 2018

Manillas y calderos utilizados como moneda en el siglo XVI para el comercio de esclavos africanos.


Manillas y calderos utilizados como moneda en el siglo XVI para el comercio de esclavos africanos. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 60(1125) (Diciembre 2004): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.


Entre finales de los años 80 y comienzos de los 90, tuvieron lugar en la bahía de Guetaria (Costa vasca, N. de España), una serie de prospecciones submarinas, dirigidas por Dª Ana Benito, de la Sociedad Científica Aranzadi de San Sebastián, que dieron como fruto la recuperación de un abundante material(1), entre el que destaca un numeroso conjunto de lingotes de cobre, manillas de latón y algunos calderos.

La datación del yacimiento arqueológico se ha realizado a partir de los elementos encontrados (dos monedas, una siciliana de Alfonso V de Aragón del s. XV y un ceitil de Manuel I de Portugal, armas y utillaje), y especialmente a partir de la información de los archivos: un documento de Felipe II fechado en 1587, indica cómo, 63 años atrás, en la bahía de Guetaria había naufragado un navío flamenco cargado de mercancías, señalando incluso que gran parte de la misma había podido ser recuperada (3 quintales y 69 libras de argollas de latón....). Según estos datos podemos fechar el naufragio hacia 1524 (dos años después de que el marino guetariano Juan Sebastián Elcano completara su periplo de dar la vuelta al mundo).


Figura 1.-  Antiguo grabado del castillo de Mina en el Golfo de Guinea.

En esta época, la estación portuguesa de San Jorge de Mina en la costa africana, importaba desde Amberes unas 150.000 manillas al año (Fig. 1). Conocemos también que mientras su precio en Amberes era de 10 reis por cada manilla, la cifra se incrementaba hasta 120 reis en la estación de San Jorge de Mina debido a los riesgos del peligroso viaje, y en 1518 un solo barco llegó a transportar 13.000 manillas. Sin embargo, la mejor fuente de información procede de unos años posteriores, cuando la corona portuguesa realizó un contrato trianual con Cristoff Fugger a finales de 1547. En este documento, se establece el envío de 6.750 quintales de manillas destinadas al comercio de San Jorge de Mina y 750 quintales para el resto de Guinea. Estas manillas, denominadas “tacoais”, pesaban entre los 284 gramos (las destinadas a la estación de San Jorge de Mina) y los 241 gr. (las destinadas al resto de Guinea). El contrato no sólo especifica la importación de manillas, también se utilizan con idéntico fin los orinales, cazuelas y cuencos de barbero (Fig. 2).


Figura 2.- A comienzos del s. XVI, una esclava y su hijo, podían adquirirse por cuatro manillas y una bacina de barbero.

A partir de estos datos, podemos determinar que las manillas encontradas en Getaria se corresponden con el tipo denominado “tacoais”, vigente durante la primera mitad del s. XVI, su peso de 306 gramos es ligeramente menor que el que se señala hacia 1513 (de 312 gr.) y algo mayor que lo estipulado en el contrato de 1547 anteriormente citado.
Las manillas encontradas en Guetaria presentan unas características diferentes a las de los tipos publicados por Johanson en 1967,  falta en ellas el ensanchamiento de su zona terminal, que confiere a la mayoría de las manillas europeas un inconfundible aspecto. En los ejemplares hallados en el pecio de Getaria, el diámetro va aumentando progresiva y gradualmente hacia el extremo. Su diámetro en la zona media de 12 mm. se aproxima al observado en la manilla “mkoporo”, si bien el cociente entre el diámetro de la zona terminal y la zona media es de 1,86, muy similar al valor que presenta el tipo “popo” (Fig. 3). Por este motivo estas manillas habían sido identificadas como de tipo “popo primitivo”. Su composición metalográfica es muy sencilla: siete partes de cobre, dos de cinc y una de plomo, mientras en tipos más modernos (atoni, onoudu y popo), aparece menor proporción de cobre y cinc y más cantidad de plomo (el cobre y plomo oscilan entre un 30 y un 50%), con cantidades significativas de  estaño y arsénico, elementos ausentes en las manillas de Guetaria.


Figura 3.- Diferentes tipos de manillas europeas utilizadas en el comercio africano.

Con respecto a los calderos, utilizados también como moneda, para el período comprendido entre 1504 y 1531, de todo el latón y cobre facturado a la estación de Mina, un 81% lo fue en forma de manillas y el resto en forma de diferentes tipos de calderos. Probablemente los encontrados en Guetaria se corresponden con los tipos usados como moneda, se transportaban en conjuntos de tres en tres, el exterior de mayor tamaño, con un diámetro de 348 mm. y un peso de 1.220 gramos, el intermedio con 315 mm. y 960 gramos y el más pequeño con un diámetro de 268 mm. y un peso de 760 gramos.


Figura 4.- Antiguo grabado, a la derecha imagen de la ensenada de Guetaria donde acaeció el naufragio.

El naufragio de Guetaria no es un acontecimiento excepcional (Fig. 4), encontramos otro muy similar y bien documentado ocurrido el 19 de enero de 1527 frente a la costa de Gunwalloe en Cornwall (S. de Inglaterra), se trataba en este caso del barco “San Antonio”, una carraca portuguesa que transportaba lingotes de cobre y plata, calderos y otros recipientes, tejidos, armaduras y diferentes piezas no especificadas. En este cargamento cabe destacar una partida de 2.100 bacinas de barbero, probablemente destinadas también al comercio africano(2).

Notas:

(1) Benito, A. & M. Ibáñez (2005). “Premonedas” portuguesas destinadas al comercio del oro en la costa africana en el siglo XVI: estudio de las “manillas” y calderos hallados en un pecio de Guetaria (Guipúzcoa). Gaceta Numismática 157: pp. 63-81.

(2) Chynoweth, J. (1968) The wreck of the St. Anthony. J. Roy. Inst. Cornwall 4/5 (4).

Anexos

II.- Benito, A. & M. Ibáñez (2005). “Premonedas” portuguesas destinadas al comercio del oro en la costa africana en el siglo XVI: estudio de las “manillas” y calderos hallados en un pecio de Guetaria (Guipúzcoa). Gaceta Numismática 157: pp. 63-81.



























III.- Ibáñez, M., (2005). Portuguese “tacoais” manillas and pots from the XVI Century used as money for the African trade. Der Primitivgeldsammler 26(1): 9-14.