Jetones medievales con el escudo de Navarra fabricados o hallados en Inglaterra. Artículo publicado en: Numisma 265 (2003); pp:83-110.
Miguel Ibáñez Artica
Jetones medievales con el escudo de Navarra fabricados o hallados en Inglaterra. Artículo publicado en: Numisma 265 (2003); pp:83-110.
Miguel Ibáñez Artica
El final de las
acuñaciones de moneda ibérica. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 67
(1200) (Octubre 2011): pp. 42-43.
Miguel Ibáñez Artica
Tradicionalmente
se ha considerado que el final de las emisiones ibéricas se produce a partir de
la batalla de Munda el año 45 a.C., con la victoria de César contra los
ejércitos de los hijos de Pompeyo el Grande; un año más tarde el asesinato de
César propicia la ascensión de Octavio Augusto al poder, que acude a la Península
el año 26 a.C. con el fin de completar la conquista de Hispania, a partir de la
cual da comienzo un largo período de estabilidad política y profunda
romanización.
En
una primera fase, algunas cecas ibéricas latinizan los textos que aparecen en
las monedas, pero conservan relativamente intactos los motivos de anversos y
reversos. Poco tiempo después, el mitológico busto barbado ibérico es
sustituido por el retrato del emperador (Figura
1), finalmente desaparece el jinete lancero remplazado por motivos típicamente
romanos.(1) El centenar de cecas indígenas que habían emitido moneda local se
reduce a la cuarta parte en tiempos del emperador Augusto, pasando a ocho
durante el mandato de Calígula, y con Claudio tan sólo Ebusus (Ibiza) emite con
caracteres propios identificables.
Figura 1.- Monedas hispanas de
Augusto de las cecas de Bilbilis (Calatayud) y Osca (Huesca) con el típico
jinete lancero celtibérico.
Una
de las cecas más prolíficas, tanto en la emisión de denarios de plata como en
ases de bronce fue Bolscan (Huesca), capital de Sertorio durante el período de
las guerras sertorianas. Se considera que comenzó a emitir moneda hacia
mediados del siglo II a.C. y los primeros denarios fabricados en dicha ceca
presentan leyenda curva y sin línea de exergo, pronto las acuñaciones se
extendieron a la moneda de bronce, los ases, y en menor medida también sus
divisores los semises y cuadrantes. Las monedas del tesoro de Palenzuela, donde
se hallaron 2.628 denarios ibéricos y 14 republicanos, ocultados hacia el años
74 a.C., permitieron establecer un punto de referencia, diferenciando las
emisiones pre-Palenzuela y Palenzuela. Con posterioridad, en algún momento
cercano al final de las emisiones ibéricas, la letra silábica Bo de la leyenda
se simplificó, transformándose en una letra ibérica “o”, de forma que
aparentemente el nombre de la ceca se convirtió en Olscan(2) (Figura 2).
Hace algunos años tuvimos la ocasión de estudiar el hallazgo fortuito de tres
denarios, que aparecieron juntos en una huerta a seis kilómetros de Guadalajara
en los años sesenta del siglo veinte, dos de las monedas son denarios de
Bolscan donde la silábica “Bo” ya ha degenerado hacia un aspecto de vocal “o”,
tanto en el reverso como en el anverso (Figuras
3a y b), el tercer denario nos da la pista cronológica, se trata de una
emisión de Marcius Philippus donde aparece en el anverso la leyenda ANCVS y el
busto diademado de Ancus Marcius, cuarto rey de Roma, de quien descendía la
gens Marcia. El reverso muestra una estatua equestre sobre un acueducto,
conmemorando la construcción de “Aqua Marcia”, importante obra de ingeniería
hidráulica para el abastecimiento de
Roma (Figura 3c). Esta emisión data
de los años 57-56 a.C., lo que nos da una fecha de cuando pudo modificarse el
nombre de la ceca de Bolscan, unos doce años antes de la batalla de Munda. La
rareza de las piezas con la inicial de la leyenda transformada nos indica que
la producción monetaria debió descender notablemente tras finalizar las guerras
sertorianas.
Figura 2.- Transformación de
la letra silábica “Bo” en la vocal “o” en los denarios de Bolscan.
Figura 3.- Tesorillo de
Guadalajara.
a y b: Denarios de Bolscan
con leyenda “Olscan”, 3,93 g. y 3,78 g. de peso, y 19 y 18 mm. de diámetro
respectivamente.
c: Denario republicano
de Marcius Philippus emitido el 57-56
a.C.; 3,88 g. de peso y módulo de 17,5
mm.
A
pesar de que ignoramos la fecha de la desaparición de la moneda con caracteres
ibéricos, otro denario de Huesca nos puede dar alguna pista. El año 39 a.C. fue
nombrado gobernador de Hispania Gneo Domitius Calvinus, quien emitió denarios
conmemorando su victoria sobre los pueblos ceretanos (Figura 4). Estas monedas mantienen intacto el busto barbado del
anverso, detrás del cual aparece el nombre latinizado de la ceca “Osca”,
mientras el reverso copia los motivos de un denario de César, los instrumentos
sacerdotales: secur, aspergillo, secespita y apex.
Figura 4.- Denario ibérico de
Bolscan y denario hispanorromano de Gneus Domitius Calvinus (39 a.C.) acuñado
en Osca (Huesca).
No sabemos si se produjeron monedas con leyenda ibérica
entre el 45 a.C. y el momento donde se inauguran las emisiones con caracteres
latinos (39 a.C.), o las acuñaciones se interrumpieron a partir de la batalla
de Munda y durante unos años la ceca de Huesca permaneció inactiva, hasta que
el gobernador Domitius Calvinus ordenó acuñar denarios, manteniendo uno de los
elementos iconográficos más característicos de la moneda ibérica, el busto
barbado del anverso(3). Lo cierto es que con la llegada de Augusto
finalizaron definitivamente las numerosas emisiones ibéricas en plata y bronce
de los últimos cien años, que fueron reemplazadas por las acuñaciones romanas y
provinciales durante los siglos posteriores, sustituyéndose también en algunos
casos la propia ubicación de la ciudad emisora de la moneda a lugares próximos,
tal como pudo ocurrir con la Bilbilis ibérica probablemente ubicada en
Valdeherrera, que se trasladó al cerro de Bámbola para constituir la nueva
Bilbilis itálica.
Notas:
.(1) Durante algún
tiempo convivieron las monedas ibéricas de bronce con las nuevas emisiones con
caracteres latinos, tal como se manifiesta en el tesoro de Ablitas (Navarra),
estudiado por Mateu y Llopis en 1945.
(2) No queda claro si
la modificación está motivada por una transformación fonética del nombre de la
ciudad, o más bien se trata de un proceso de degeneración y simplificación epigráfica. A favor de la
segunda hipótesis está la no linearidad en algunos casos de los trazos
verticales de la vocal ibérica “H” (“o”). La pieza representada en la Figura
3a, de mayor peso, presenta signos de desgaste, la primera letra del anverso es
más bien una simplificación de la silábica “Bo” que ha perdido el trazo
horizontal, y podemos considerarla una emisión anterior a 3b, donde ya figuran
más claros los trazos verticales de la vocal ibérica “o” con forma de H.
(3) Este busto evocaría alguna figura mitológica
o deidad indígena, ya que en caso de representar alguna autoridad local, es muy
poco probable su conservación en una moneda romana.
Circulación de la
moneda hispano-árabe en el reino de Pamplona/Navarra. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 79
(1331) (Septiembre, 2023): pp. 44-47.
Miguel Ibáñez Artica
En
fecha reciente se ha publicado el hallazgo de un pequeño conjunto de monedas
hispanoárabes del siglo X, hallado en las excavaciones arqueológicas realizadas
en el casco histórico de Zamora (Blázquez y Martín, 2019), que se suma a otros
hallazgos realizados, especialmente en el sur de la Península Ibérica. Las
monedas hispanoárabes de los siglos VIII al XI no solo circularon en territorio
musulmán, sino que fueron utilizadas en los reinos cristianos peninsulares
antes de que en la segunda mitad del s. XI, Aragón y Castilla comenzaran a
fabricar moneda propia.
Los
dirhames hispanoárabes figuran en la documentación de la época como “argenteos”, “argenzos”, “solidos argenteos”...
, así encontramos una referencia en San Juan de la Peña del año 1056 donde se
citan: “argenteos argentvm que cvrrit in
Pampilonia”, y probablemente circulaban “a peso” como vemos reflejado en un
documento del Monasterio de Leire fechado en el año 1071 d.C.: “LXX solidos argenti de pondere Alauensi”.
En un documento de abril del año 1002, en el Monasterio de Obarra (Huesca), se
especifican incluso “XI argenteos grosos”
como el precio de la venta de unas tierras. Estos “argenteos grosos” probablemente se refieran a los dirhames
musulmanes, de mayor tamaño y peso que los dineros carolingios.
Frecuentemente
estas monedas hispanoárabes eran recortadas y cercenadas, perdiendo así su
valor, y en ocasiones se llegaban a “restaurar” añadiendo mediante remaches
pequeños fragmentos de otras piezas musulmanas, o incluso carolingias de menor
contenido en plata (Fig. 1).
Figura 1.-
Dirhams
hispanoárabes recortados y posteriormente reparados con remaches para recuperar
el peso original.
Las
primeras monedas autóctonas del antiguo reino de Pamplona(1) son los
dineros y óbolos de inspiración carolíngia emitidos por el monarca aragonés
Sancho V Ramírez (1063-1094) tras el asesinato del monarca pamplonés Sancho IV
“de Peñalén”, y el reparto que del reino hicieron Alfonso VI de Castilla y
Sancho Ramírez de Aragón(2).
La
circulación monetaria en el reino de Pamplona, previa a la introducción del
monarca Sancho V Ramírez de moneda propia, queda bien reflejada en dos
tesorillos de dirhames hispanoárabes. El primero fue hallado el día cuatro de
junio de 1949, dentro de un recipiente de barro escondido en una pared de
separación de fincas en San Andrés de Ordoiz, en el término municipal de
Estella (Fig. 2). Compuesto por 205
dirhames del Emirato de Cordoba cuya cronología va desde el año 782 al 884
d.C., y que abarcan los últimos años de Abd al-Rahman I (dos monedas), Hisham I
(1 moneda), al-Hakam I (22 dirhames),
Abd al-Rahman II (con 82), Abd-al-Rahman
II o Muhammad I (2 dirhames), Muhammad I (74), así como una atribuida a los
rebeldes del año 849-850 d.C. y varias que presentan la fecha irreconocible.
Este importante tesoro fue publicado
en 1950 por Don Felipe Mateu y Llopis, y revisado posteriormente en 1957 por
Don Joaquín Mº de Navascués, y se conserva en la actualidad en el monetario del
Museo de Navarra en Pamplona.
Figura
2.-
Tesoro de San Andrés de Ordoiz (Estella, Navarra). Museo de Navarra.
El segundo conjunto monetario, que
complementa cronológicamente al anterior, fue hallado en 1859 al realizar las
obras para el ferrocarril frente al puente de Miluce, a las afueras de
Pamplona. Desgraciadamente este tesoro fue dispersado y en la actualidad sus
piezas se encuentran en paradero desconocido, pero afortunadamente se realizó
un detallado inventario de las mismas por parte del eminente numismático Don
Antonio Delgado (Fig. 3), conservado
en la Real Academia de la Historia de Madrid, que ha permitido reconstruir la
composición de dicho hallazgo (Canto, 2001).
En este segundo tesoro de 163
monedas, que enlaza cronológicamente con el primero y que abarca un período
cronológico comprendido entre los años 934 y
1057 d.C., aparecen dirhames de Abd al-Rahman III (40), Al-Hakam II
(16), Hisham II (45 + 6), Muhammad II (4), Sulayman al-Mustain (4), Ali ben
Hammud (2), Al-Qasim (6), Yahya (26), Abbad (12), Idrid I (1) e Idris II (1).
Así pues en ambos conjuntos
monetarios (uno del emirato y el otro del califato de Córdoba) podemos ver
reflejados los denominados “argenteos
grosos” que circularon como moneda en el reino de Pamplona entre los siglos
VIII y XI.
Figura
3.-
Registro del Tesoro de Miluce (Real Academia de la Historia, Madrid).
Estas monedas hispanoárabes que
circularon en los reinos cristianos con anterioridad a que éstos realizaran sus
propias emisiones, pueden tener su origen en las relaciones comerciales, y
también durante el siglo once, en las importantes “parias” que los reinos
Taifas musulmanes debían abonar a sus vecinos cristianos para evitar ser
invadidos.
En
un documento de San Juan de la Peña del año 1073 conservado en el Archivo
Histórico Nacional de Madrid, encontramos un tratado de paz entre Al Muqtadir,
rey de Zaragoza y Sancho IV de Pamplona (Fig.
4), en el que el primero se compromete a entregar anualmente la cantidad de
doce mil dinares de oro, que se abonarían en moneda de plata (dirhames)
acuñados en Zaragoza, a razón de siete sueldos de plata por cada moneda de oro.
Es decir en total algo más de un millón de monedas de plata al año.
Tres años más tarde esta plata
serviría para realizar las acuñaciones masivas de dineros y óbolos (denominados
“jaqueses”) por parte de Sancho V Ramírez, que pudieron iniciarse a partir del
año 1076(3).
Figura 4.- Tratado entre
Sancho IV, rey de Pamplona y Al Muqtadir rey de la taifa de Zaragoza fechado el
25 de Mayo de 1073 (Archivo Histórico Nacional) y monedas de dicha Taifa.
Además
de los dirhames de plata, también circularon en el reino de Pamplona dinares de
oro, y después de que en los reinos de Aragón y Pamplona se implantara la
moneda autóctona (los dineros y óbolos jaqueses), durante mucho tiempo todavía
siguieron circulando las monedas de oro musulmanas, un buen ejemplo es el
tesoro de Fosalé en la ciudad de Huesca, hallado en octubre de 1955 y compuesto
por 500 medias doblas de oro almohades del siglo XI. A mediados del s. XII se
introdujeron en Navarra los denominados “morabetinos lupinos” y en Aragón los
“morabetinos ayares”, los primeros identificados con los dinares de tipo
almorávide emitidos por el denominado “rey Lobo” de Murcia (Muhammad ben Sad
aben Mardanis: H. 542-567 = 1147-1171 d.C.) y los segundos con los dinares
almorávides del rey de Murcia y Valencia Abdallah Aben Iyad (1145-1147),
suministrados al reino de Aragón como consecuencia de la ayuda prestada por los
aragoneses para su ascenso al trono (Fig.
5). A comienzos del s. XIII, y coincidiendo con la victoria obtenida por
los reinos cristianos en la batalla de “las Navas de Tolosa” en julio de 1212, la
moneda hispanoárabe de oro se ve sustituida por los “morabetinos alfonsinos”,
también denominados “morabetinos de cruz” y “aureos alfonsinos”, monedas
acuñadas por el monarca castellano Alfonso VIII imitando los dinares musulmanes.
En la documentación medieval de los reinos de Aragón y Navarra, se aprecia un
máximo de citas a los morabetinos musulmanes (tanto aiares como lupinos) en la
década 1170- 1180, mientras que el máximo de citas de morabetinos alfonsinos se
da en Navarra entre 1212 y 1220 y en Aragón una década más tarde (Fig. 5).
Figura 5.- Circulación de la
moneda de oro en Navarra (1140-1240). En la parte inferior documento de venta
de una viña por 130 morabetinos lupinos y 14 morabetinos de cruz.
A
estas monedas hispanoárabes que circularon en el reino de Navarra, tenemos que
añadir las emitidas por la Taifa de Tudela. La ciudad había sido fortificada y
refundada en el año 802 con el nombre de “Tutela”
por Amrus ben Yusuf, gobernador de la Marca Superior en tiempos del emir
Al-Hakam I, y al morir en el año 1046 Suleimán ben
Muhámmad, rey de Lérida, la taifa de Zaragoza se dividió entre sus dos hijos,
creándose la Taifa de Tudela regida por Muhámmad Hachib Mondzir que la gobernó
hasta su muerte en 1051, reintegrándose posteriormente en la Taifa de Zaragoza.
Así pues durante un corto período de cinco años, existió en el actual
territorio de Navarra un pequeño reino musulmán independiente que acuñó moneda
propia (Fig. 6). Estas raras monedas,
de la que se conservan unos pocos ejemplares en el Museo Arqueológico Nacional
de Madrid y en el de Huesca, ya fueron dadas a conocer por el eminente arabista
D. Francisco Codera en 1884, y presentan en la leyenda de la orla de la cara I
el texto: “En el nombre
de Allah fué acuñado este dihrem en Tudela año cuarenta y cuatro cientos”.
Figura 6.- Dirham de la Taifa
de Tudela (23,9 mm; 4,17 g., Museo Arqueológico Nacional).
Notas:
(1) El corónimo
“Navarra” surge en los últimos años del reinado de Alfonso I “el Batallador”
(1104-1134 d.C.) y sustituye completamente a la antigua denominación del reino
“de Pamplona” con García IV “el Restaurador” (1134-1150 d.C.).
(2) La primera
referencia monetaria explícita en la documentación de tiempos de Sancho
Ramírez: “solidos denariorvm mee monete”,
fechada en enero del 1086, corresponde paradójicamente al infante Pedro, su
hijo.
(3) Las emisiones
aragonesas se adelantarían en una década
a las castellanas, que probablemente se iniciaron tras la conquista de
Toledo en 1085. Al principio se emitieron en la ciudad dirhames de tipo
musulmán con la leyenda “No hay divinidad sino/ Dios solo él- en el nombre de
Dios fue acuñado este/dirham en Medina/Toledo- en el mes de yumada del año 8 y
7 y 400”. Poco después de esta fecha
comenzaría las masivas emisiones cristianas de dineros y óbolos.
Bibliografía:
Blázquez Cerrato, C. & Martín
Esquivel, A. 2019: Conjunto de dírhams califales hallado en Zamora:
estudio e interpretación, Archivo Español de Arqueología 92: pp. 287-306.
Canto, A., 2001. “La moneda
hispanoárabe y su circulación por Navarra”. En La moneda en Navarra. Gobierno de Navarra & Caja Navarra, Pamplona:
pp. 73-82.
Codera y Zaidín, F., 1884, Reino árabe de Tudela según las monedas. Boletín de la Real Academia de la Historia.
Tomo 5: pp. 354-361.
Ibáñez, M., 2000. Causas de las
primeras emisiones monetarias de los reinos cristianos peninsulares. Gaceta Numismática 134: pp. 5-18.
Martín Duque, A.J., 1965 Colección diplomática de Obarra (Siglos
XI-XIII). CSIC Univ. Navarra, Zaragoza: 221 pp.
Martín Duque, A.J., 1983.
Documentación medieval de Leire (Siglos IX a XII) Int. Príncipe de Viana, Pamplona: 573 pp.
Mateu y Llopis, F., 1950, El
hallazgo de “dirhames” del Emirato en San Andrés de Ordoiz (Estella, Navarra). Príncipe de Viana 38/39: pp. 85-101.
Navascués, J., 1957. Revisión del
tesoro de dirhams de San Andrés de Ordoiz, Estella (Navarra). Príncipe de
Viana 66: 9-37.
Ubieto, A., 1863. Cartulario de
San Juan de la Peña. Vol. II. Col. Textos Medievales 9. Valencia: 287 pp.
El tesoro
Ibero-Romano de Ablitas (Navarra). Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 79
(1333) (Noviembre, 2023): pp. 45-47.
Miguel Ibáñez Artica
Hace aproximadamente un siglo, se produjo un importante
hallazgo de monedas de bronce ibero-romanas en la localidad de Ablitas, en el
sur de Navarra (Fig. 1). Se
desconocen las circunstancias concretas del descubrimiento, y desgraciadamente
las monedas se dispersaron antes de ser estudiadas. Por suerte, un centenar de
ellas fueron recogidas por la institución “Príncipe de Viana” de la Diputación
Foral de Navarra, y pudieron ser analizadas por el numismático Felipe Mateu y
Llopis quien las publicó en 1945.
Estas monedas se incorporaron al monetario del Museo de
Navarra cuando se creó dicha institución en 1956, pero al agruparse los fondos,
las monedas se incorporaron a las piezas ya existentes, clasificadas por cecas,
de forma que no se conservó la información sobre su origen, y en la actualidad
se encuentran mezcladas con otras monedas.
No es raro que, en los tesoros incorporados a las
colecciones de los museos en la primera mitad del pasado siglo, se haya perdido
la trazabilidad sobre la procedencia de las piezas. Esto ocurre también con las
monedas de Sancho VI encontradas al construir los cuarteles en Estella en 1906,
o con el tesoro de la calle de la Merced en Pamplona hallado en 1940, piezas
que se integraron en las colecciones del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Figura 1.- Conjunto de monedas
ibero-romanas del tesoro de Ablitas.
Los
datos aportados por Mateu y Llopis sobre las cecas del centenar de monedas recuperadas
son los siguientes:
Celsa (Velilla del Ebro, Zaragoza)
2 Bilingües de
Kesle
27 Provinciales
romanas
2 Colonia Lepida
26 Caesaraugusta (Zaragoza)
Bilbilis (cerro Bámbola, Calatayud).
3 Ibéricas de Bilbilis con jinete lancero
Provinciales romanas
5
Con jinete lancero en reverso
14
Con láurea
17 Calagurris (Calahorra, La Rioja)
2 Osca (Huesca)
2 Turiaso (Tarazona, Zaragoza)
4 Fustras irreconocibles
La revisión más completa de este conjunto monetario es la
realizada en la tesis doctoral de Tomás Hurtado (2013: pp. 149-152), según el
cual, las monedas identificables más tardías de este conjunto se
corresponderían con las dos emitidas a nombre de Augusto en Turiasu, y que al llevar la titulación
de “Pater
Patriae” podrían datarse a partir del año 2 a.C., de forma que la
ocultación se habrá producido en tiempos de dicho emperador, entre el cambio de
era y el comienzo del reinado de Tiberio en el año 14 d.C..
Como
ocurre con el tesoro de denarios ibéricos de Tarazona, hallado en 1828 y
reconstruido por Isabel Rodríguez a partir de la documentación conservada en la
Real Academia de la Historia, donde de 183 denarios ibéricos, tan solo el 22%
corresponden con emisiones del lugar donde se produjo el hallazgo, mientras que
las restantes pertenecen a lugares más distantes como Sekobirikes, Arsaos,
Arekorata y Baskunes, también en el caso de Ablitas, las monedas de los lugares
más próximos como Turiasu o Calagurris, están peor representadas que las que
pertenecen a cecas más distantes como Caesaraugusta o Bilbilis (Fig. 2).
Figura 2.- Procedencias de las
monedas del tesoro de Ablitas.
Este
“tesoro” presenta dos singularidades que lo hacen muy especial, en primer lugar
que contenga monedas de bronce, cuando lo habitual en los atesoramientos de la
época, es que se acumulen denarios de plata de mayor valor. Si por ahora nos
resulta imposible determinar la composición del hallazgo (del que las monedas
conocidas solo constituyen una parte, ignoramos si grande o pequeña), tampoco
podemos establecer las posibles causas de dicho ocultamiento. La segunda
singularidad es que se trata de un conjunto mixto de monedas ibéricas e
ibero-romanas, es decir correspondiente a una época de transición, donde las
monedas ibéricas, que probablemente dejaron de acuñarse tras la batalla de
Munda en marzo del año 45 a.C.,
circulaban de forma residual, mezcladas con las emisiones recientes de las
cecas ibero-romanas asentadas en el Valle del Ebro.
Cuando
preparamos la exposición “La moneda en Navarra”, que tuvo lugar el año 2001 en
Pamplona, intentamos identificar las piezas procedentes del tesoro de Ablitas
en base a las fotografías que ilustran el citado artículo de Mateu y Llopis,
llegando a la conclusión de que una gran parte de los ejemplares estaban rotos
y presentaban graves problemas de conservación, por lo que optamos por
“reconstruir” el tesoro con las monedas mejor conservadas de los tipos y cecas
indicados, existentes en el monetario del Museo (Fig. 3).
Fig. 3.- Reconstrucción “hipotética”
del tesoro de Ablitas.
En algunas de las piezas pertenecientes al tesoro
podemos observar una fractura biselada,
faltando un trozo del cospel (Figuras 4c,
d, g, h, i), mientras en otros casos llevan adheridas fragmentos de otras
monedas (Figura 4e). Esto nos lleva a
pensar que originalmente las monedas formaban un bloque concrecionado, del que
se extrajeron las piezas mecánicamente, “arrancándolas” del mismo, lo que
provocó su fractura.
Hay que considerar que el hallazgo tuvo lugar hace un
siglo, y que si se hubiera producido en la actualidad, mediante técnicas
físico-químicas (electrolisis) hubiera sido posible recuperar las monedas con
muchos menos daños.
En cualquier caso, y para la época en la que se produjo
el hallazgo, es una gran suerte que al menos haya trascendido una información,
que aunque parcial, resulta de un extraordinario interés.
Figura 4.- Selección de
monedas procedentes del tesoro de Ablitas: a-b: Bilbilis; c: Celsa; d-h:
Caesaraugusta; i: Calagurris.
Bibliografía:
Hurtado, T., 2013. Las emisiones monetarias de la Colonia
Victrix Iulia Lepida-Celsa. Tesis Doctoral, Universidad de Valencia, 734
pp. + 145 láms.
Mateu y Llópis, F., 1945. El
hallazgo ibero-romano de Ablitas (Tudela-Navarra). Príncipe de Viana 6(21): pp. 694-699.
Rodríguez, I., 2006. Noticia de
un tesorillo de denarios celtibéricos descubierto en Tarazona de Aragón
(Zaragoza) en 1828. Numisma 56(250):
pp. 279-294.