1.3.- Monedas para “comprar” cabezas humanas.
Eco Filat. y Numism. (Mayo, 2008), 64(1163): 60-61.
A pesar de
que, como comentamos en artículos anteriores, las cabezas humanas consideradas
como trofeos desde los antiguos celtas a los modernos “headhunters” de Oceanía,
eran demasiado valiosas y preciadas para ser consideradas como “moneda”, y
formaban parte de los objetos más sagrados e intransferibles (Figura 1), sí parece haber existido una
“moneda” que equivalía o tenía el valor de una cabeza humana.
Figura 1: “Cabeza trofeo”
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En África, algunos cuchillos como
los “mbulu” del Zaire, cuya
función original era la de decapitar a los prisioneros en ceremonias rituales,
eran utilizados también como moneda en los pagos de dotes matrimoniales (una
dote solía rondar los 20 cuchillos)(1), en este caso un mismo objeto
presentaba dos funciones bien distintas, pero es entre los “cazadores de
cabezas” de Nueva Guinea donde encontramos la moneda que presenta un uso si
cabe aún más macabro.
Hasta hace relativamente poco
tiempo, los Marind-amin de Irian Jaya (Figura
2), al sur de Nueva Guinea realizaban expediciones a la caza de “nombres”(2)
para sus hijos. De hecho el gobierno australiano reclamó ante el holandés
(responsable de la zona de acción de los “cazadores de cabezas”) que se
controlara esta práctica y este último finalmente instaló un puesto de policía
en Merauke en 1902 para evitar las actividades depredadoras de sus habitantes(3).
Según exigía el ritual, se desplazaban a cierta distancia de sus aldeas, hasta
llegar a territorios habitados por gentes de otras lenguas, entonces capturaban
a algún incauto y le preguntaban cuál era su nombre sujetándole por los pelos(4).
Las aterrorizadas palabras que salían de
la boca del prisionero -que por
supuesto no entendía lo que se le preguntaba-, se consideraban el nombre del
mismo, e inmediatamente de un tajo se le cortaba la cabeza con un afilado
cuchillo elaborado exclusivamente de bambú (“sok”), pero a cambio, junto al
cuerpo decapitado de la víctima se depositaba un objeto (que podemos considerar
como una “moneda”).
Figura 2: Marind-amin de Nueva Guinea a comienzos del siglo XX, portando bajo el brazo una maza-moneda. |
No se podía decapitar a la víctima ni siquiera preguntarle
su nombre, sin antes haber golpeado su cabeza con una maza ritual (denominada
“pahui” o “baratu”), formada por una piedra discoidal sujeta a un mango, y
rematada en su parte superior por una delicada y artística figurita tallada en
madera; al dar el golpe, la figura se desprendía, y solo entonces podía
iniciarse el sangriento y macabro ritual, la decoración de la maza se
abandonaba junto al cuerpo como una especie de compensación, y los cazadores de
cabezas regresaban a su aldea portando la cabeza, y lo más importante, el
“nombre” asociado a la misma. Los cráneos eran depositados en una choza
especial (Figura 3), y no era raro
ver a los niños llevando como collar las mandíbulas de aquellos infelices de
los que provenía su nombre. Está claro que estos niños llevarían toda su vida
como nombre, alguna petición de piedad o tal vez algún improperio o insulto en
otras lenguas, últimas palabras de las víctimas antes de ser violentamente decapitadas.
Cuando la administración holandesa se hizo cargo de la zona, encontró – a
comienzos del siglo XX- quince mil denominaciones con este macabro origen, lo
cual supone que en una generación se producía al menos esta cifra de asesinatos
rituales entre las tribus vecinas del interior (5).
Figura 3: Acumulación de “cabezas-trofeo” en Sangasé, poblado Marind Amin (1913). |
Con respecto a los objetos
utilizados como “moneda”, las mazas ceremoniales decoradas, se conservan unos
pocos ejemplares en museos etnográficos de Amsterdam, Leiden y Roma (Figura 4) procedentes de expediciones
etnográficas realizadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX(6). Los orígenes
de estas brutales costumbres hay que buscarlos en el prestigio personal que
supone derrotar al enemigo, arrebatándole lo más precioso, su propia cabeza.
Curiosamente, lo valioso en este caso no es la cabeza en sí, sino el nombre
asociado a ella, nombre que no puede apropiarse y que obligatoriamente debe ser
regalado o cedido a otra persona, ya sea el hijo propio u otro niño que carezca
de él. Este acto de donación supone para quien lo realiza un aumento de su
prestigio social en el grupo, el
antropólogo francés S. Breton ha realizado un interesante estudio, comparando
el papel de las “cabezas-nombre” de los Marind-amin con las monedas-concha
utilizadas por los Wodani en intercambios simbólicos; mientras en el primer
caso la cabeza constituye una metonimia de la palabra recogida, de la que
deriva un nombre, metáfora a su vez de la identidad de la persona que lo
recibe, para los Wodani, la moneda-concha constituye en sí misma la metáfora de
la persona(7).
Figura 4: Mazas ceremoniales utilizadas como ”moneda” por los “cazadores de cabezas”.
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Las hasta hace poco frecuentes
guerras y rapiñas entre las poblaciones de Nueva Guinea, que formaban parte del
sistema social (algunos antropólogos como Paul Sillitoe las han definido como
“guerras ecológicas”), han sido progresivamente sustituidas por “festivales”,
donde de forma pacífica se reúnen los habitantes de los diferentes poblados de
la región. En estos “singsing”, mediante danzas rituales se dirimen las
diferencias existentes entre pueblos vecinos, que antaño hubieran supuesto un
baño de sangre. En ciertas regiones como en Highland, la vistosidad y exotismo
de estas celebraciones constituyen un excelente motivo de atracción turística.
En realidad los “civilizados occidentales” no nos diferenciamos tanto, nosotros
utilizamos con la misma finalidad el futbol y otros deportes competitivos, y
cuando hacemos la guerra, también suele ser por motivos “ecológicos” (mejor
“antiecológicos”) como el control de los valiosos recursos naturales (guerra de
Irak, guerras en África promovidas por grandes compañías multinacionales.....).
(1) Ver Eco
Numismático y Filatélico de junio del 2001: Monedas
singulares: Monedas-Armas II. Cuchillos y lanzas africanas. Eco Filat. y Numism. 57(1087): 44.
(2) En muchas culturas, el nombre es algo muy valioso,
y en la mayoría de las lenguas no europeas, el término “nombre” resulta
sinónimo de fama o reputación.
(3) ZEGWAARD, G. A., 1959. Headhunting Practices of the Asmat of Netherlands New Guinea . Amer.
Anthropol. 61(6): 1020-1041.
(4) Estos
macabros rituales se encuentran documentados en la obra de J. Van BAAL: “Dema.
Description and analysis of
Marind-Anim culture (South New Guinea )”. The Hague : 988 pp.
(5) ZEGWAARD,
G.A.,1959. Headhunting Practices of the Asmat of Netherlands
New Guinea .
Amer. Anthropol. 61(6): 1020-1041.
(6) GROTTANELLI, V. I. , 1951. On the “Mysterious” Baratu Clubs from Central New Guinea . Man
51: 105-107, y KOOIJMAN, S., 1952. The Fuction and Significance of Some
Ceremonial Clubs of he Marind Amin, Dutch New Guinea. Man 52: 97-99. No se conoce con exactitud el
papel de estas mazas, si bien están relacionadas con los rituales de la “caza
de cabezas” y responden bien a las descripciones de los objetos utilizados en
este macabro ritual que aportan los antropólogos que describen estas
costumbres.
Ibáñez, M, 2008. Monedas para “comprar” el nombre. Gaceta Numismática, 168: 57-64.
(7) BRETON, S.,
1999: Le spectacle des choses. Considérations mélanésiennes sur la personne. L’Homme 149: 83-112.
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