domingo, 12 de enero de 2014

MONEDA PRIMITIVA Y TEORÍA MONETARIA I


1.- Moneda primitiva y teoría monetaria.

 

1.1.- Notas sobre ecología monetaria. (Enero, 2003) Eco Filat. y Numism. 59(1104): 46-47.

 

Antes de la invención de la moneda metálica, con la que estamos familiarizados, y que cumple una función estrictamente económica, existieron otros tipos de moneda (que todavía se utilizan en algunas regiones del mundo) que servían para mantener y desarrollar la reproducción social. Estas monedas “no económicas” se utilizaban en determinadas ocasiones y con una finalidad concreta, como en las dotes matrimoniales (“dinero de la novia”), resarcimiento por agresiones (“dinero de sangre”), regalos rituales, ya implicaran reciprocidad o no (el “potlatch” de los indios americanos o el ”soulava” y el “mwali” entre los melanesios) etc... Estas monedas son objetos cargados de valor simbólico, que suavizan las relaciones sociales entre diferentes poblaciones, convirtiendo la “hostilidad” en “hospitalidad” y la “competencia” en “cooperación”, cumpliendo un importante papel ecológico, dentro de las relaciones intra-específicas, en la especie humana.

Con el tiempo, se ha impuesto la “moneda económica” o dinero (palabra derivada de la unidad monetaria romana “denario”) que ha sustituido a los restantes tipos de moneda apropiándose de sus funciones. Desde Asia Menor, la moneda metálica se expandió rápidamente por toda el área meditarránea a partir del siglo VIII antes de nuestra Era, convirtiéndose en un instrumento fundamental en el proceso de expansión y conquistas, realizadas primero por Alejandro Magno y más tarde por el Imperio Romano, el Imperio Carolingio, el Musulmán, etc... La moneda económica convencional (siclos fenicios y cartagineses, dracmas griegos, ases, sextercios y denarios romanos, dirhems y dinares musulmanes, dineros carolingios...) constituía un instrumento de primera magnitud en la estrategia fiscal del poder establecido, mientras que al mismo tiempo favorecía también el desarrollo comercial. Por todo ello, no resulta extraño el rápido éxito de su implantación allí donde ejercía su autoridad o influencia un gran imperio o un estado poderoso.

Los otros tipos de moneda (no comercial), fueron quedando relegados a las regiones más ignotas del Globo, pero todavía en algunos recónditos rincones, siguen utilizándose en forma cotidiana (como el “tambú” de conchas de los pueblos Tolai, las “monedas concha” de las islas Trobriand o las “kinas” utilizadas en la ceremonia del Moka en las zonas altas de Papua).

Sin embargo en los últimos años hemos vivido, sin darnos cuenta, una de las más importantes revoluciones que ha experimentado la moneda a lo largo de su historia. Se trata de la repentina aparición de la “moneda electrónica” o “moneda información”. Si calculamos los millones de dólares (u otros tipos de moneda) que durante 24 horas cambian de manos en el comercio mundial, nos damos cuenta de que juntando todo el dinero acuñado o impreso (es decir todas las monedas y billetes en circulación que existen en los diferentes países del Planeta), apenas si supondrían un pequeño porcentaje de lo que circula cotidianamente. ¿Dónde está el resto del dinero?, pues no existe físicamente, es decir no tiene un soporte material en billetes o monedas, sino un soporte electrónico (información)  en los microchips de las tarjetas de crédito o de los sistemas informáticos de los bancos. La tradicional moneda metálica, tiene también un fuerte componente simbólico y convencional, aunque  esté hecha de oro y plata, pero nunca como en el momento actual ha existido tanta fe en el Mundo (tal como nos señala el catecismo, fe es creer en lo que no se ve). De forma que paradójicamente, allí donde las creencias religiosas están retrocediendo, es donde más fe existe (en el dinero).

El comercio electrónico se extiende con gran velocidad por todo el Planeta y hoy, a través de numerosas empresas (como Paypal que cuenta con más de veinte millones de usuarios en todo el mundo), puede realizarse un pago o cobrar una cantidad, desde un recóndito pueblo extremeño a una casa comercial de Singapur  o Nueva Zelanda en décimas de segundo, ya que  este “dinero” puede viajar casi a la velocidad de la luz.

Esta es una de las ventajas/inconvenientes de la Globalización, fenómeno que aunque a primera vista parece positivo y simboliza un progreso de la humanidad, cumple, tal como ocurre en la naturaleza, y en general en todos los sistemas (especialmente en el sistema ecológico o ecosistema y en el sistema económico) el famoso principio de “San Mateo”: el que más tiene (dinero, recursos, información, poder...) tendrá cada vez mas, a costa del que menos tiene que cada vez tendrá menos (basado en una parábola del Evangelio de San Mateo).

No resultan sorprendentes las afinidades entre Ecología y Economía, palabras casi sinónimas. Antes que se inventara la palabra “ecología” (Haeckel, 1869), se utilizaba el concepto de “Economía de la Naturaleza” (Linneo, s. XVIII).


Han pasado más de cinco milenios entre las primitivas conchas de caurí utilizadas como moneda en China y el dinero virtual, almacenado en las tarjetas de crédito y en los sistemas informáticos.


     Centrándonos nuevamente en el papel que tiene el dinero en la “riqueza económica” de una sociedad, esta riqueza no depende solamente de la cantidad de dinero existente, el dinero debe circular, y cuanto más rápidamente lo haga, mejor. El crecimiento económico implica una mayor producción de bienes y servicios, con un mayor y más rápido flujo del dinero y esto puede hacerse gracias a una subvención energética (combustibles fósiles) que permite acelerar el sistema. Por otra parte también se ha conseguido aumentar al máximo la movilidad del dinero y su velocidad de desplazamiento. Los sistemas naturales en definitiva están constituidos por un ciclo de materiales y mantienen y desarrollan sus estructuras internas, gracias a un continuo flujo de energía exterior (la luz del sol). También en el sistema económico las estructuras se mantienen gracias a un “flujo de dinero”, que circula en dirección opuesta al de bienes y servicios. Vemos curiosamente como este “dinero económico”, inventado hace 28 siglos por los banqueros Jonios, en forma de pequeñas monedas de “electron”, y que en un principio estaba constituido sólo por materia (átomos de oro y plata), en la actualidad es energía casi en estado puro, transmitida de un lugar a otro, ahora por “electrones”. Algunos ecólogos (E. Odum, 1988) han llegado incluso a establecer una equivalencia entre el dólar americano y la cantidad de energía a la que equivaldría (1 $ USA =  2,6 billones de julios de energía solar).

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