viernes, 1 de mayo de 2020

La ceca ibérica de Kelin: monedas auténticas y falsificaciones modernas.


La ceca ibérica de Kelin: monedas auténticas y falsificaciones modernas. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 75(1284) (Mayo, 2019): pp. 50-52.

Miguel Ibáñez Artica


La falsificación de monedas ibéricas desde hace más de dos siglos, ha producido una cierta “contaminación” en las investigaciones numismáticas, y todavía en la actualidad hay piezas de las que se discute su autenticidad en medios académicos(1). Entre las falsificaciones hay que diferenciar varias categorías, en primer lugar las “de época” que presentan un valor histórico y numismático idéntico al de las piezas originales(2), y en segundo lugar, las copias o falsificaciones modernas de monedas antiguas, o piezas originales retocadas y manipuladas con el fin de engañar al mercado del coleccionismo, fraude o delito que aunque en un principio puede parecer que carece de interés numismático, constituye un interesante campo de estudio e investigación abordado recientemente en numerosas publicaciones(3).
            A propósito de la aparición de un quinario(4) de la ceca levantina de Kelin, comentaremos resumidamente las vicisitudes acaecidas con las emisiones de dicha ceca. Las monedas ibéricas de Kelin (“Celin” en las publicaciones antiguas) son conocidas desde mediados del s. XIX, si bien su ubicación concreta en el yacimiento ibérico de Villares, en Caudete de las Fuentes (Valencia), fue establecida por P. Ripollés en 1979(5) en base a los hallazgos arqueológicos realizados en la zona.

            Los tipos monetarios conocidos eran los ases, semises y un raro cuadrante de bronce. El as presenta en su anverso un busto varonil imberbe mirando a la derecha, con un collar de bolitas; detrás un delfín y delante una palma; en el reverso un jinete lancero mirando a la derecha sobre una línea, y la leyenda KeLIN en caracteres ibéricos en el exergo (Figura 1c). Los semises con valor de medio as (Fig. 1d), son mucho más raros(6);  presentan un anverso similar al del as, mientras en el reverso figura un toro parado mirando a la derecha, con una letra “S” encima y la leyenda “KeLIN en el exergo. El cuadrante (Fig. 1e), presenta en el anverso un busto similar, con una palma delante y tres pequeños glóbulos detrás, mientras que en el reverso aparece un caballo a galope, con la leyenda de la ceca debajo y tres puntos encima.

            A estas piezas habría que añadir el denario (Fig. 1a), publicado en 1957 por Gil Farrés(7), con un peso de 3,25 g. y módulo de 16,5 mm. Según dicho autor “Descubierto hace unos cincuenta años en localidad incierta del litoral de la provincia de Valencia”. Unos años antes, Mateu y Llopis había señalado la existencia de dos denarios de este tipo en el Museo de Mataró(8).  



Figura 1.-  Supuestas emisiones de KeLIN. a: Denario; b: Quinario de plata; c: As; d: Semis o medio as; e: Cuadrante o cuarto de as. De todas estas emisiones, solamente son genuinos  el as y el semis, siendo las restantes, falsificaciones del siglo XIX.

            Como complemento a este denario, y para completar la serie, recientemente ha aparecido el correspondiente quinario (Fig. 1b; Fig.2) procedente de una antigua colección de denarios y quinarios romanos  republicanos puesta a la venta en Francia, donde la moneda en cuestión estaba catalogada como “quinaire a identifier”. Esta moneda tiene un peso de 1,93 g. con un módulo de 15,25 mm, y tanto el denario como el quinario presentan los mismos tipos descritos para el as, con una pequeña diferencia: el delfín situado en el anverso detrás de la cabeza, en las monedas de plata está dirigido hacia abajo, mientras que en los ases se dirige hacia arriba. Otra característica singular en estas emisiones es que la orla del reverso se superpone a la leyenda, de forma que ésta queda parcialmente “amputada” o tapada en su parte inferior, y la línea horizontal que discurre a los pies del caballo está formada por dos finas líneas paralelas muy juntas.


Figura 2.- Quinario de KeLIN (falsificación valenciana de finales del s. XIX).

            Las monedas presentan un buen estilo y como hemos comentado, el denario fue considerado como auténtico en 1957 por Gil Farrés. Sin embargo existe un esclarecedor y poco conocido artículo de Amadeu Burdeus, del seminario de Numismática de la Universidad de Barcelona, publicado en 1933(9), quien tuvo la ocasión de estudiar una colección de 21 monedas ibéricas de plata adquiridas a un anticuario de Valencia.  

            Entre las monedas estudiadas aparecen dos con el anverso correspondiente a la ceca de KeLIN, las descritas en dicho artículo con los números 6 y 7 (Fig. 3). En el segundo caso se trata del mismo tipo de denario publicado como auténtico por Gil Farrés en 1957, pero lo más sorprendente es el ejemplar número 6, que presenta el mismo anverso de la ceca Kelin, pero con un reverso que corresponde a una emisión fenicia de Gades. En este caso el cuño del anverso es un poco más pequeño y coincide con el del quinario anteriormente descrito.



Figura 3.- Falsificaciones de la moneda de KeLIN, segun Burdeus, 1933.

            Las conclusiones del estudio de las 21 monedas analizadas por Burdeus, son en primer lugar, que las falsificaciones se basan en los dibujos de la obra de Antonio Delgado(10), utilizándose 28 cuños diferentes, unas veces aplicados correctamente en anversos y reversos de la misma ceca, como es el caso del denario de Kelin ilustrado con el número 7 en la publicación de Burdeus, mientras que en otras ocasiones se utiliza el cuño de anverso de una pieza, el denario de Kelin, y para el reverso un cuño de otra ceca completamente diferente, en este caso la ceca fenicia de Gades, fabricándose una moneda híbrida “imposible” (Fig. 3), que sirve para certificar de forma inequívoca su falsedad, y también la del denario de Kelin. Burdeus concluye que las monedas en cuestión (entre las que podemos incluir el denario y el quinario de KeLIN) son obra de un falsario que actuó en Valencia hacia el año 1880.

            Queda por determinar ahora la autenticidad del cuadrante (Fig. 1e), del que tan solo se conoce un ejemplar, y que fue considerado falso por Villaronga. Efectivamente muestra unos rasgos del busto del anverso, como los pómulos muy marcados, similares a los que presentan las falsas piezas de plata.

            Así pues, finalmente de los cinco tipos monetarios citados (Fig. 1), tan solo dos, el as y el semis, pueden ser considerados como auténticos, al resultar el denario, quinario y cuadrante, acuñaciones realizadas a finales del s. XIX por algún falsario.


Figura 4.- Reproducciones modernas del as de KeLIN.

            Hasta ahora las falsificaciones comentadas fueron realizadas hace más de un siglo con una finalidad lucrativa, y aún pueden permanecer como piezas auténticas en algunos monetarios. Pero no terminan aquí los problemas de las monedas ibéricas acuñadas en esta ceca, podemos señalar también otro tipo de falsificación más reciente, que en este caso afecta a los ases.

En los años 90 del siglo pasado se puso de moda la emisión de réplicas de diferentes monedas, fabricadas con fines didácticos, y que como símbolos de identidad regional se distribuían con algunos periódicos. Este es el caso de la colección de “Billetes y monedas en la Historia de la Comunidad Valenciana” que regalaba el “Diario Levante” en 1997. Entre estas monedas figuraba una reproducción de gran calidad del as de la ceca de Kelin, que presenta la marca “®” de “reproducción” en el reverso bajo los pies del jinete lancero (Fig. 4a).

            A partir de estas piezas, algunos “espabilados” pusieron a la venta estas monedas como genuinas, tras manipular y eliminar la marca de reproducción, dándoles incluso una nueva patina (Fig. 4b) que proporciona a la moneda un aparente aspecto de “auténtica”. Afortunadamente en algunas páginas de Internet dedicadas a las “monedas falsas” se actualizan informaciones sobre estos tipos de falsificaciones modernas: http://www.denarios.org/falsas/KELIN.htm, que en bastantes casos son difíciles de detectar.







Notas:

(1) En ocasiones las falsificaciones pueden “fagocitar” a la moneda verdadera, este podría ser el caso de la controvertida moneda de Libiakos: Ibáñez, M. (2011): “El enigma de una ceca ibérica inexistente.  Eco Filatélico y Numismático, 67(1199): 46-47 y (2014):Addenda et corrigenda” al artículo publicado sobre la ceca de “Libiakos” en septiembre del 2011. Eco Filatélico y Numismático 70 (1234): 52-53.

 (2) Ibáñez, M. (2005) Falsificaciones e imitaciones de monedas. Eco Filatélico y Numismático 61(1129), 52-53.

(3) Compaña, J.M. & J.L. Caro (2016): “Moneda falsa, retocada e inventada en la numismática malagueña”. Actas XV Congreso Nacional de Numismática, Madrid, RCM-FNMT: 629-642; Feria, R.  (2012): “El investigador ante la falsificación numismática”, en Muñoz, Mª T. (coord./ed.), La Moneda: Investigación numismática y fuentes archivísticas: 356-388; Mora, B. (2010): “Entre el negocio y la erudición: la falsificación de moneda hispana antigua en la historiografía numismática española”, en Campo, M. (coord.), Falsificació i manipulació de la moneda, Barcelona: 103-122; Mora, B. (2010): “Comerç, erudició i història: la falsificació i invenció de moneda hispana antiga”, Estrada-Rius, A. (Ed.), La moneda falsa, de l’antiguitat a l’euro, Barcelona: 26-31; Torres Lázaro, J. (2010): “La falsificació de moneda a l’edat moderna” y  “La falsificació de moneda metàl·lica a l’edat contemporània” , Estrada-Rius, A. (Ed.),La moneda falsa, de l’antiguitat a l’euro, Barcelona: 74-81 y 94-101.

(4) Subastado recientemente como auténtico en Francia, y procedente de una antigua colección de denarios y quinarios romanos republicanos.

(5) Ripollés, P.P. (1979): “La ceca de Celin. Su posible localización en relación con los hallazgos numismáticos”. Saguntum-PLAV 14, 127-137; (1980) Estudio numismático del poblado ibérico de Los Villares (Caudete de las Fuentes, Valencia). Nuevos hallazgos de la ceca de Kelin,” Numisma XXX nº 165-167, 9-22.

(6) En los hallazgos de monedas de esta ceca en el yacimiento de Los Villares (Ripollés, 1980), frente a los 39 ases encontrados, solamente se registran dos semises.    

(7) Gil Farrés, O. (1957): “Denario ibérico inédito. Nuevo sistema de clasificación”. Numisma  VII nº 28, 9-36.

(8) Mateu y Llopis, F. (1951). Hallazgos monetarios VI. Ampurias. 12, pp. 203-255.

(9) Burdeus, A. (1933): “Monedes falses Hispàniques d’argent.” Butlletí desl Museus d’Art de Barcelona.  Octubre 1933: 299-304. Este artículo permitió a P. Ripollés (1979), eliminar los denarios de las emisiones de la ceca de KeLIN.

(10) Delgado, A. (1871-1876) Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España. (3 vols.).






miércoles, 1 de abril de 2020

Causas de las primeras emisiones monetarias de los Reinos Cristianos peninsulares.


Causas de las primeras emisiones monetarias de los Reinos Cristianos peninsulares. Artículo publicado en: Gaceta Numismática 136 (Marzo, 2000): pp. 5-18.

Miguel Ibáñez Artica







domingo, 1 de marzo de 2020

Los alfileres votivos de Luristán ¿"monedas" para los dioses?.


Los alfileres votivos de Luristán ¿monedas para los dioses?. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 75(1282) (Marzo, 2019): pp. 50-53.

Miguel Ibáñez Artica


            Bajo la denominación de “bronces de Luristán” se agrupan una serie de objetos diversos, algunos de gran calidad artística, y en general, con un estilo muy característico y propio, que fueron fabricados durante la Edad de Hierro (1300-650 a.C.) en la región iraní del Luristán (Figura 1).


Figura 1.- Ubicación de la región de Luristán.

            A finales de los años 20 del pasado siglo afloraron miles de piezas procedentes de masivas excavaciones ilegales e incontroladas, que surtieron el mercado de antigüedades y los fondos de numerosas colecciones, tanto públicas como privadas, propiciando también la aparición de numerosas falsificaciones.

            Estos objetos, obtenidos mayoritariamente del expolio de tumbas, agrupaban una gran diversidad de objetos de bronce, como espadas, dagas y hachas, estas últimas muy características, con la hoja curvada y una serie de púas en su parte posterior. También son frecuentes los adornos de arneses y carrilleras de bocados de caballo con imágenes naturalistas de animales o composiciones de diferentes animales y figuras humanas. Unas piezas que presentan un sofisticado e inconfundible estilo son los denominados “ídolos”, colocados sobre soportes tubulares (Figura 2).


Figura 2.- Diferentes tipos de bronces de Luristán.
           
Estos ídolos suelen representar dos animales enfrentados en forma simétrica, a veces con una figura humana central en la tipología denominada “domador de animales”. El estilo artístico de estas piezas se caracteriza por representaciones de animales y formas humanas estilizadas, combinadas de tal forma que adoptan un aspecto de criaturas fantásticas.

            Las excavaciones controladas por parte del Servicio Arqueológico de Irán comenzaron en 1932, y los primeros hallazgos registrados son las cabezas de hacha encontradas en  Zälu Ab. A partir de entonces, la mayoría de los bronces hallados proceden de sepulturas, pero hay un tipo especial, los alfileres con grandes cabezas decoradas, que no aparecen en las tumbas, y solamente se han encontrado en las ruinas de santuarios como el de Surkh Dum. El tamaño del disco de estos alfileres oscila entre 6 y 9 centímetros, y su longitud total puede alcanzar hasta los 30 centímetros (Figura 3).


Figura 3.- Alfiler votivo de tipo primitivo. A la derecha, clavo de arcilla fundacional con escritura cuneiforme.

            En las excavaciones realizadas durante un período de tan sólo 17 días por E.F. Schmidt en 1938 en el templo de Surkh Dum, se hallaron centenares de estos alfileres fijados en los intersticios de las piedras que formaban las paredes de los distintos habitáculos del templo. Este dato, y la ausencia de hallazgos de materiales de este tipo en depósitos funerarios indica que se trata de objetos rituales dedicados a los dioses, similares a los exvotos ibéricos peninsulares de los siglos IV-III a.C. y como ellos pueden ser interpretados no como meros objetos artísticos, sino como una expresión socio-ideológica enmarcada en una estructura litúrgica bien definida (Rueda, 2008). Sus antecedentes estarían en los clavos fundacionales de arcilla, utilizados por sumerios y otras culturas mesopotámicas desde el tercer milenio a.C., y que se colocaban incrustados en las pareces de los templos, donde en caracteres cuneiformes se especificaba que la propiedad del edificio era del dios al que estaba dedicado (Figura 3).

La cronología de los alfileres votivos del Luristán hay que situarla en la Edad de Hierro I (desde mediados del s. XII a mediados del s. XI a.C.) y el edificio de Surkh Dum era un santuario, probablemente dedicado a una diosa. Las decoraciones del disco de los alfileres varían mucho, unas veces con motivos geométricos más o menos sencillos (Figuras 4a-d), o vegetales (Figura 4g), con un bulbo central rodeado por animales (Figuras 4e, f, h), o con una gran cabeza sobre el bulbo central (Figura 4i), hasta sofisticadas representaciones de figuras humanas o dioses (Figuras 4j, k, l).


Figura 4.- Diferentes tipos de alfileres votivos con cabezas decoradas.

Pasaremos a describir un ejemplar con decoración geométrica considerado como uno de los más antiguos -de la primera mitad del segundo milenio a.C.-, y que presenta un bulbo central y 6 periféricos. Del bulbo central sale una estrella -elaborada mediante técnica de punteado-, de seis puntas, que terminan en los lóbulos periféricos, todo ello rodeando de una hilera de pequeños lóbulos que siguen el contorno del borde del disco (Figura 5). 

            Los datos metrológicos de esta pieza son los siguientes: longitud total: 32,9 cm.; anchura máxima del disco: 10,6 cm.; altura del disco: 9,2 cm.; anchura media de la varilla: 4,2 mm; peso: 76,14 g.


Figura 5.- Alfiler votivo de motivo geométrico con siete protuberancias.

            Este alfiler votivo es similar al nº IR 629 del Museo Real de Arte e Historia de Bruselas (Clercq-Fobe n. 3), si bien el ejemplar de Bruselas, procedente de las excavaciones del templo de Surkh Dum en 1940 (colección Graeffe, nº 137), tiene una estrella de cinco brazos y 7 bulbos periféricos. Posiblemente el ejemplar descrito es del mismo tipo que el n. IR 82 del Museo de Bruselas (Clercq-Fobe nº 4), si bien al ejemplar de Bruselas le falta la mitad superior del disco y solamente se ven los dos brazos laterales y los dos inferiores. Se supone que esta tipología es la más antigua y se remonta al período comprendido entre el 2000 y 1500 a.C. (Clercq-Fobe, 1978, p. 127).

            Estos alfileres votivos estarían incluidos entre los objetos que en épocas antiguas se ofrecían a los dioses, y que incluyen desde los conos de arcilla sumerios hasta las espadas o puntas de lanza de bronce halladas en varios ríos de la Península Ibérica (GenilGuadalquivirTajo -depósito de Cabeza de Araya- y en los ríos Sil y Miño en Galicia...). Se trata de objetos de una forma y tamaño específico, que pudieron tener o no una finalidad distinta (objetos ornamentales como los alfileres, o de combate como las espadas o puntas de lanza de bronce), pero a los que se invistió de un carácter sagrado al ser ofrecidos a los dioses que habitaban en los templos, en los ríos, o en otros lugares sagrados.

   Aparte de las dificultades para definir el concepto de “dinero”, y más aún “dinero/moneda primitivo” (Klusmeier, 1999), dentro de las diferentes categorías del “dinero” o “moneda primitiva”, además de la función estrictamente comercial, encontramos lo que Polanyi define como “Special Purpose Money”, es decir “monedas” con un uso o finalidad concreta (no económica): para realizar obsequios con reciprocidad o sin ella; para el pago de dotes matrimoniales –dinero o “riqueza” de la novia-; para el pago de multas y resarcimientos por ofensas, heridas o incluso muerte –dinero de sangre-, etc. Dentro de esta categoría podríamos incluir aquellos objetos destinados a los dioses y que poseen una forma específica y reconocible, como sería el caso de los alfileres votivos de Luristán o las varillas de hierro utilizadas como asadores en los sacrificios a las deidades griegas, denominadas “oboloi”. Precisamente los términos de óbolo y dracma (que originalmente definía un conjunto de seis varillas de hierro) fueron los nombres que heredaron las antiguas monedas griegas de plata, el óbolo y el dracma.



Bibliografía:

Ayazi S., 2008. Luristan Bronze Disc-Headed Pins: A Symbol of Ancient Iran's Art. Ed. Legat Verlag: 260 pp. 

Clercq-Fobe, D., 1978. Epingles votives du Luristan (Iran) à disque et plaque en bronze non-ajouré conservées aux Musées Royaux d'Art et d'Histoire de Bruxelles. Offset Press Inc. Teheran. Iran: 300 pp. + 63 lám.

Gabaldón M.M., 2004. Ritos de armas en la Edad del Hierro. Armamento y lugares de culto en el antiguo Mediterráneo y el mundo celta. Anejos de Gladius 7. Ed. Polifemo: 504 pp.

Klusmeier, F., 1999. Was ist „Primitivgeld“?  Primitivgeldsammler (EUCOPRIMO) 56. http://www.eucoprimo.com/1999/04/01/was-ist-%E2%80%9Eprimitivgeld/

Overlaet, B., 2016.  “Luristan bronzes I. The field research.” Encyclopædia Iranica, online edition, 2016: http://www.iranicaonline.org/articles/luristan-bronzes-i-the-field-research- (accessed on 19 May 2016).

Rueda, C., 2008. Las imágenes de los santuarios de Cástulo: los exvotos ibéricos en bronce de Collado de los Jardins (Sata Elena) y los Altos del Sotillo (Castellar). Palaeohispanica 8: pp. 55-87.






sábado, 1 de febrero de 2020

Monedas chinas de porcelana.


Monedas chinas de porcelana. Parte del artículo “Monedas singulares I: El “cauri” y las monedas chinas de porcelana”, publicado en: Eco Filatélico y Numismático 55(1069) (Noviembre, 1999): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica

Las colonias chinas establecidas en Indochina, desde mediados del s. XVIII hasta el último cuarto del s. XIX utilizaron unas curiosas monedas de porcelana, emitidas por los dueños de las casas de juego (hongs) y por los comerciantes de Bangkok. Al parecer, en origen fueron fichas (Fig. 1), que sustituyeron a las pequeñas monedas en las casas de juego, frecuentadas por la población china asentada en Siam, y comenzaron a fabricarse hacia 1760. Al poco tiempo se extendió su uso como moneda, si bien sólo tenían valor dentro de la jurisdicción del banquero que las emitía, aunque en ocasiones dos o tres banqueros se ponían de acuerdo, para que sus respectivas piezas pudieran circular en sus zonas de influencia.


Figura 1.- Fichas de juego de porcelana utilizadas como moneda en Siam.


Los beneficios que obtenían los fabricantes de estas monedas se producían cuando las monedas de porcelana de un determinado tipo eran retiradas de la circulación. Legalmente se anunciaba su retirada con 24 horas de anticipación, pero el anuncio se hacía sigilosamente durante la noche, de forma que pregoneros desplazados en barcas por el río, iban anunciando la próxima retirada de la moneda y la necesidad de cambiarla de inmediato. Como es lógico, pocas personas escuchaban estos avisos nocturnos, y cuando intentaban utilizar sus monedas en el mercado, se encontraban con la desagradable sorpresa de que no eran aceptadas y carecían de valor. Parafraseando el dicho popular “les engañaban como a chinos”.

En sentido estricto estas piezas de porcelana deben ser consideradas como  “tokens” y así figuran en muchos tratados numismáticos, pero en realidad trascendieron de su finalidad de fichas de juego y se convirtieron en auténticas monedas de circulación local (también las emisiones feudales de muchos países europeos durante la Edad Media, tenían un ámbito de circulación limitado al territorio del noble bajo cuya autoridad se emitían las monedas). La forma y valor de estas monedas es muy variado, las hay de un salung, fuang, song pei, pai y att (cada una es la mitad de la anterior), llevando también el nombre o inicial de la casa de juego que las emitía y en ocasiones expresiones de suerte en referencia a su finalidad (fichas de juego). En cuanto a la forma, en su mayoría son redondas, pero las hay ovaladas, romboidales, pentagonales o hexagonales, y hasta con forma de hoja o de mariposa. En ocasiones  suelen llevar, además de las inscripciones normalmente en chino, alguna figura representando un cangrejo, caballo, pez, gato, ave o incluso figuras humanas.

En agosto de 1875, el gobierno siamés prohibió la circulación de estas monedas de porcelana, dando un plazo hasta diciembre de ese año para su retirada, aunque al parecer, siguieron circulando durante bastante tiempo después de su prohibición.


Figura 2.- Selección de fichas de porcelana de la obra de  H.A. Ramsden: Siamese porcelain and other tokens. Yokohama 1911.




miércoles, 1 de enero de 2020

Monedas para regalar.


Monedas para regalar. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1126) (Enero, 2005): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica


     En estas fechas navideñas resulta una tradición secular el hacer obsequios y regalos a familiares y amigos. Esta popular costumbre, está actualmente fomentada por un agresivo marketing de fabricantes y vendedores de objetos de regalo, que aprovechan las festividades invernales para hacer su propio “agosto” en ventas. En la actualidad estos regalos se adquieren con dinero, basado en el dinero/moneda, que es la referencia universal de valor, y cumple una serie de funciones concretas y abstractas (como unidad de cuenta y de medida del valor de las cosas; medio de intercambio y de pago; estandar de pagos diferidos y forma de almacenamiento de valor*). La moneda no es sólo un elemento inerte, sino que se comporta como una criatura activa que responde y se adapta a las demandas de la sociedad.

     A lo largo de la historia de la humanidad se han sucedido tres sistemas económicos diferentes, el sistema basado en el trueque, el fundamentado en el regalo y por último el sistema económico monetario vigente en la actualidad.

     Muchas veces se ha puesto como ejemplo del primer sistema el denominado “comercio silencioso”, éste era practicado en la antigüedad por los mercaderes fenicios, quienes arribaban con sus barcos cargados de mercancías a las costas peninsulares, depositando -alineados en la playa- los objetos a intercambiar: telas y tejidos, recipientes de cerámica, joyas, etc.... Después, se retiraban a sus embarcaciones y esperaban un tiempo; los nativos mientras tanto, colocaban frente a estos objetos, una serie de productos como oro, marfil, pieles, frutas... y se marchaban hacia el interior abandonando la playa. Cuando regresaban los mercaderes fenicios, si consideraban adecuadas las mercancías ofrecidas por los indígenas, las transportaban a sus embarcaciones, si no, las dejaban sin tocar y regresaban a sus barcos, de forma que los nativos añadían más productos, hasta que se consideraba adecuado el intercambio. Entonces unos y otros recogían los productos y se retiraban. Este sistema tenía la ventaja de que al no existir contacto directo de los participantes en el trueque, se evitaban disputas y peleas, que de otra forma hubieran sido casi inevitables entre individuos pertenecientes a culturas muy diferentes.


Figura 1.- “Anillo” del Kula en las Islas Trobriand (Papúa-Nueva Guinea) y principales “monedas” (Soulava y Mwali) transmitidas de generación en generación (Ejemplares del Museo Arqueológico Nacional, Madrid).

     A pesar de las apariencias, este sistema en realidad no era precisamente un “trueque” en sentido estricto. Muchas culturas primitivas desarrollaron un complejo sistema económico basado en el “regalo”, es decir se hacían obsequios que implicaban una reciprocidad, e incluso era obligado devolver un regalo de mayor valor o importancia que el recibido. De esta forma, lo que para los comerciantes fenicios era un “trueque”, para los nativos era un regalo ofrecido por unos extranjeros, que debía de ser correspondido, de acuerdo con su tradicional sistema económico y social.

En algunas sociedades, podemos encontrar “monedas de regalo”, objetos, en muchos casos sin una utilidad aparente, que son ofrecidos como obsequio (Fig. 1). A lo largo del tiempo, se mantiene la forma y constitución de dichos objetos, a los cuales se les atribuye un determinado simbolismo, y son reconocidos como tales por todos los miembros de la sociedad. En este momento podemos considerarlos como auténticas “monedas”, cuya finalidad es la de mantener y estimular las relaciones sociales.

Este tipo de sistema económico basado en el “regalo” ha sido estudiado en profundidad por algunos antropólogos (Marcel Mauss, Maurice Godelier…) y lo podemos ver en lugares tan distantes como en el sudeste de Alaska y costa occidental del Canadá (en la ceremonia del Potlatch) o en las lejanas islas de la Melanesia. Algunos de estos tipos de “moneda”, han pervivido hasta nuestros días, tal es el  caso del “mwali” y el “soulava” de las islas Trobriand (Nueva Guinea). El complejo y sofisticado sistema social conocido como el “anillo del Kula”, se inicia, por ejemplo, con el obsequio de un “mwali”, que es una especie de brazalete elaborado con un trozo de concha de “Conus” recortada y decorada. Esta “moneda” se regala a alguna persona que vive en otra isla (a veces muy lejana), y para ello se utilizan embarcaciones ricamente engalanadas que recorren largas distancias hasta llegar a su destino. El receptor de esta moneda-regalo, deberá corresponder con otra diferente, en este caso un “bagi” o “soulava”, sofisticado collar elaborado con conchas de la  especie “Chama pacifica”. Este complejo ritual fue descubierto en las islas Trobriand (Nueva Guinea) a comienzos del siglo veinte por el antropólogo Bronislaw Malinowski, pero lo más sorprendente es que hoy en día sigue vigente (Fig. 2), incluso con mayor fuerza, siendo las principales diferencias en la actualidad la utilización de embarcaciones a motor y la participación de las mujeres en la ceremonia del “Kula”.


Figura 2.- A la izquierda, entrega de una moneda del “Kula” a comienzos del siglo veinte; a la derecha en la actualidad.



*G. Davies, 2002. A History of the Money. Univ. Wales, 720 pp.









domingo, 1 de diciembre de 2019

Una curiosa reacuñación en un "cavallo" napolitano de Federico I de Aragón.


Una curiosa reacuñación en un “cavallo” napolitano de Federico I de Aragón. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 75(1280) (Enero 2019): pp. 48-51.


Miguel Ibáñez Artica



            En un artículo anterior(1), abordábamos el tema de la reutilización como cospeles de antiguas monedas descubiertas en tesorillos, que retornan a la circulación bajo un aspecto diferente, a veces después de haber transcurrido varios siglos desde su fabricación. En este caso, y a partir de una curiosa hibridación, abordaremos la problemática de las monedas napolitanas del siglo XV, reacuñadas sobre las piezas italo-francesas de Carlos VIII.

            Los antecedentes a las emisiones de las monedas denominadas “cavalli” o “cavallos” hay que buscarlos en la historia de Nápoles en el siglo XV: al proclamarse en 1442 el monarca aragonés Alfonso V “el Magnánimo” como rey de Nápoles,  se encontró ante un régimen feudal estrictamente controlado por los nobles. Ante esta situación, el nuevo monarca impulsó activamente el desarrollo comercial, aprovechado la estratégica situación del puerto napolitano (Figura 1), lo que favoreció el desarrollo de una clase media de comerciantes, empresarios y armadores que venía a contrarrestar el poder de la nobleza, y a la vez aumentaba la necesidad de emitir moneda fuerte para el comercio a gran escala, y moneda menuda para las necesidades cotidianas de la población.


Figura 1.- Representación del puerto de Nápoles en 1472.

            A la muerte de Alfonso sin descendencia, su hermano Juan II heredó el reino de Aragón, mientras que su hijo bastardo Fernando(2) ocupó el trono de Nápoles entre 1458 y 1494. En esos momentos la moneda menuda había perdido prácticamente la liga de plata propiciando numerosas falsificaciones, de forma que Fernando desmonetizó las piezas en circulación, acuñando un nuevo tipo monetario ahora en cobre puro(3). En el anverso de esta moneda aparece el busto coronado del monarca, mientras que en el reverso figura un caballo con la leyenda “AEQVITAS REGNI” (Figura 2), de donde deriva el nombre que recibieron estas emisiones de “cavalli”, que circularon también fuera de las fronteras del reino, como lo atestigua la aparición de tres piezas de este tipo, dos a nombre de Fernando y una de Federico, en el hallazgo de Oyarzun en Guipúzcoa(4), otros dos ejemplares, uno de ellos a nombre de Fernando en Lasarte (Álava)(5), y un ejemplar en las excavaciones de la Iglesia de San Salvador en Getaria(6).  

            La figura del caballo parece estar inspirada en un colosal caballo de bronce situado frente a la antigua catedral de Nápoles, mientras la leyenda (“reino de equidad”) hace un juego de palabras, alusiva a la figura del equino.

Durante el reinado de Fernando I fueron frecuentes los conflictos con los barones, e incluso el Papa Calixto III a la muerte de Alfonso V, declaró extinta la casa de Aragón, reclamando el reino de Nápoles como propiedad de la Iglesia Católica. En este ambiente de continuos enfrentamientos, se llegaron a emitir en la ciudad de Aquila, “cavalli” a nombre del Papa Inocencio III en 1485-1486, durante la segunda conjura de los barones. En este caso el busto del monarca es sustituido por las llaves cruzadas y la tiara papal, y en el reverso el caballo es reemplazado por el águila, símbolo de la ciudad. A pesar de esta nueva iconografía, se mantuvo el nombre de “cavallo” para la moneda.


Figura 2.- “Cavallo” de Fernando I de Nápoles.

            Al morir Fernando I, le sucedió su hijo Alfonso II quien tras un breve reinado (1494-1495) abdicó a favor del heredero Fernando. Fernando II fue coronado el 23 de enero de 1495 y derrocado por Carlos VIII de Francia el 21 de febrero. Sin embargo, el 7 de julio del mismo año finalizó la ocupación del monarca galo y Fernando fue restituido al trono de Nápoles, donde gobernó hasta el 5 de octubre del año siguiente, cuando cedió el trono a su tío Federico.

            La llegada de Carlos VIII al sur de Italia desató una serie de concesiones a las ciudades para que acuñaran los nuevos “cavallos” (Figura 3a), esta vez con las tres lises de Francia bajo una corona en el anverso (con las lises unas veces inscritas en un escudo y otras no) y con una cruz (unas veces la cruz de la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén y otras una cruz sencilla) en el reverso. A pesar de la desaparición de la figura equina, estas monedas continuaron denominándose “cavallos”.

            Fernando II al recuperar el trono, en vez de retirar y fundir las piezas francesas, ordenó reacuñarlas en forma masiva, y utilizando como cospeles las monedas de Carlos VIII, los cuños tradicionales revivieron el tradicional aspecto de los “cavallos” napolitanos (Figura 3b). Incluso se reacuñaron las nuevas monedas sobre piezas del Papa Inocencio VIII (1458-1494) (Figura 3b’). Por este motivo suele ser frecuente que los “cavallos” de Fernando II lleven restos visibles de las monedas francesas utilizadas como cospeles. Estos nuevos “cavallos” se acuñaron en las cecas de Nápoles, Sulmona, Amatrice, Aquila y Bríndisi.

            El objetivo de estas reacuñaciones era doble, por una parte poner orden en el descontrolado sistema de emisiones del monarca galo, y la segunda causa, la más importante: borrar la iconografía francesa de las monedas, restableciendo las figuras emblemáticas de la moneda napolitana, el busto coronado del monarca y el caballo del reverso. Al principio, el busto utilizado es el mismo que el de Fernando I, lo cual conlleva problemas de atribución al no figurar el numeral del monarca, pero resulta claro que las reacuñaciones sobre monedas de Carlos VIII corresponden en realidad a Fernando II.


Figura 3.- a: “Cavallos” de Carlos VIII de Francia; b: nuevos “cavallos” de Fernando II de Nápoles reacuñados sobre emisiones de Carlos VIII o (b’) Inocencio III; c: “cavallos” de Federico I reacuñados sobre piezas de Carlos VIII.

            Tras la llegada al trono de Federico III, continuaron las reacuñaciones de piezas francesas, y en una de ella, el busto del monarca queda atravesado por la cruz de la moneda italo-francesa que ha servido como cospel (un “cavallo” de Carlos VIII de la ceca de Sulmona), dándole un curioso aspecto, como si al busto regio se le hubiera colocado una especie de máscara de hierro. En la otra cara de la moneda se aprecian dos lises sobre el caballo, y encima la corona (Figura 4).  


Figura 4.- “Cavallo” de Federico I de Nápoles reacuñado sobre una pieza de Carlos VIII de Francia. La cruz de la moneda utilizada como cospel atraviesa el busto del monarca, dándole una apariencia de “máscara de hierro”.

            Esta curiosa representación del busto del monarca napolitano parece premonitoria, ya que Luís XII invadió Nápoles en 1501 derrocando a Federico, que fue conducido prisionero a Francia donde fallecería en la cárcel de Tours el 9 de noviembre de 1504.  Así pues esta moneda, sin pretenderlo, parece reflejar unos acontecimientos que realmente sucedieron.


Notas:

(1)  Monedas procedentes de hallazgos casuales de tesorillos utilizadas como cospeles. Eco Filatélico y Numismático. (Junio 2017) 73 (1263): pp. 46-47.

(2) No confundir con Fernando “el Católico”, hijo de Juan II y por tanto primo de Fernando I de Nápoles. Más conocido que el propio monarca, es su cocinero Ruperto de Nola, autor del primer libro de gastronomía publicado en 1520 bajo el título de “Llibre del Coch”,  y posteriormente editado en castellano cinco años más tarde en Toledo, y en 1529 en Logroño con el título “Libro de guisados, manjares y potajes”.

(3) Las acuñaciones de monedas en cobre puro y sin liga de plata, iniciadas por  el maestro de la moneda de Nápoles Benedetto Cotrugli hacia 1460,  fueron pronto imitadas en otros lugares. En 1474 el Papa Sixto IV ordenó su acuñación en el Estado Pontificio, y esta tendencia se difundió pronto a otras regiones (Travaini, 2008).

(4) Números 825, 826 y 827 (Ibáñez et al., 1997. El hallazgo monetario de la Iglesia de San Esteban (Oiartzun). 1995. Ed. Ayunt. Oiartzun. Col. Mugarri 4: 332 pp.)

(5) Numeros 6 y 7 (San Vicente, J.I., 1989. Falsificaciones de monedas escocesas en un tesorillo de comienzos del s. XVI en Lasarte (Alava). VII Congr. Nac. Numismática. Madrid, pp. 547-559.)
(6) Número 1613, contexto SSG’96 Ctx. 176 (1468) Fase IV. Ibáñez M., 2001. Hallazgo monetario de Getaria. Informe técnico. Diputación Foral de Gipuzkoa: 246 pp. + 96 láminas.




Bibliografía:

Barbieri, G., 2009. Los “Cavalli” de Ferrandino acuñados en la ceca de Nápoles. Gaceta Numismática 172: pp. 37-41.

Rasile M., 2002. I “Cavalli” delle Zecche Napoletane nel Periodo Aragonese. Cavalli Coniati Ferdinando I, Ferdinando II, Federico III d’Aragona e per Carlo VIII e Luigi XII dal 1472 la 1503. Nummus et Historia VI, Circolo Numismatico “Mario Rasile”: 66 pp.

Santone, R., 2014. Quando “il cavallo schiaccio il Papa”. Una ribattitura inedita di Ferdinando I. Il giornale della Numismatica (1 septiembre 2014):

Travaini, L., 2008. Il ruolo di Ragusa-Dubrovnik nella creazione delle prime monee di rame a Napoli e Venezia nel Quattrocento. “Puer Apuliae”. Mélamges offerts à Jean-Marie Martin. Centre de rech. D’ist. Et civ. De Byzance, Monographie 30: pp. 731-735.