Las “monedas” de
la revolución industrial. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 79
(1328) (Mayo, 2023): pp. 48-51.
Miguel Ibáñez Artica
En las publicaciones numismáticas convencionales suelen figurar algunas piezas de gran formato y valor (centenes, cincuentines, doblas de diez doblas, etc...) que en realidad nunca circularon como verdaderas monedas, sino que más bien eran objetos de lujo y prestigio para grandes obsequios. Por contra, otras piezas mucho más humildes, las denominadas monedas de necesidad emitidas por particulares o instituciones locales en épocas de penuria monetaria, no suelen ser consideradas como auténticas monedas, aunque en este caso sí circularon ejerciendo las funciones económicas que tradicionalmente se asignan a la moneda.
Aunque encontramos estos tipos monetarios por todas las regiones del Planeta, hay algunos casos especialmente llamativos como son las “monedas” acuñadas en Gran Bretaña a finales del siglo dieciocho, cuando coincidiendo con los inicios de la Revolución Industrial, comenzaron a surgir importantes concentraciones de minas y fábricas de productos metálicos y textiles.
Estas actividades conllevaron una intensa migración del campo hacia la ciudad por parte de agricultores y granjeros que veían una mayor estabilidad laborar, junto con un mejor salario y condiciones de vida en estos novedosos equipamientos industriales dedicados a la minería o a los procesos de fabricación.
Figura
1.- “Tokens” ingleses de la
Revolución Industrial.
Esta profunda transformación social coincidió en el tiempo con un momento de escasez de moneda menuda, el monarca Jorge III, ocupado por los conflictos surgidos en las colonias americanas, había cesado la fabricación de moneda de cobre en 1775, debido a la proliferación de falsificaciones y la poca aceptación que este tipo de moneda tenía entre la población. Pero justo en esos momentos la industrialización hizo crecer a las ciudades, donde se incrementaron los pequeños comercios que abastecían de ropa, alimentos y otros artículos de primera necesidad a una creciente población de trabajadores, aumentando también el número de empleados en este sector, que como los que estaban contratados en las fábricas, recibían sus salarios en monedas y las necesitaban para realizar las pequeñas compras cotidianas.
Ante la escasez de moneda necesaria para realizar los pagos a los trabajadores, la compañía minera Parys dedicada a la extracción y procesamiento del cobre, y cuya actividad se centraba en Anglesey (Gales), tomó la iniciativa de fabricar su propia moneda en 1787(1), en esos momentos se disponía de suficiente cobre así como de una maquinaria y tecnología adecuadas para la laminación y acuñación de calidad. Aunque existía una ley de 1742 que castigaba la fabricación ilegal de moneda de cobre, estos nuevos tokens(2) (Fig. 1) no fueron considerados falsificaciones, sino sustitutos de la moneda oficial, y fueron muy bien aceptados por ciudadanos, empresas y comercios, de forma que un par de años más tarde, comerciantes y magistrados de Stockport resolvieron que "no tomarían otra moneda de medio penique en el futuro sino las de Anglesea Company".
Estas
primeras “monedas” se corresponden con las que presentan en una cara el busto
velado de un druida y en la otra, las iniciales de la compañía (PMCo) (Fig. 4a).
Figura 2 .- Tokens industriales de ferrerías y telares. a: Carmanthenshire (Gales), medio penique de J. Morgan, empresario del hierro y banquero, muestra en las dos caras el interior de la fragua con sus trabajadores e instrumentos; b: Londres (1795), medio penique de John Skidmore, pueden verse el horno y las labores de forja igual que en el siguiente ejemplar c de Sheffield (Yorkshire); d: medio penique de John Wilkinson, industrial del hierro y cobre; e: Devonshire, token de Benjamin Shepheard & William Dove, comerciantes de lino y fabricantes de paños; f: Haverhill (Suffolk), token de Peter Kempson; g: Haverhill (Suffolk), token de John Fincham.
La variada iconografía de estas “monedas” muestra las actividades ligadas a la reciente industrialización, especialmente en los sectores minero y metalúrgico (Figs. 2a-d), así como en el textil (Figs. 2e-g) y de la pesca (Figs. 3a-e).
El famoso empresario de la industria del hierro John Wilkinson, de Shropshire, tomó el relevo en la fabricación de estos tokens (Fig. 2d) y pronto comenzaron a llegar nuevos pedidos. La ciudad de Birmingham se convirtió en el principal centro de producción de estas fichas monetarias, y solo entre los años 1787 y 1789 se acuñaron en la ciudad más de veinte millones de piezas.
Unos pocos años más tarde, en 1785 ya se habían fabricado varios miles de tokens diferentes, de los cuales un 95% eran medios peniques. Las nuevas tecnologías de acuñación emanadas de la revolución industrial permitían la realización de diseños de gran calidad y además de su primitiva función monetaria, estas “monedas” alimentaron la moda del coleccionismo (algo similar a lo que actualmente ocurre con las monedas de dos euros), de forma que se llegaron a acuñar piezas destinadas a este nuevo mercado (como también ocurre actualmente con algunas emisiones).
Si bien en un principio el objetivo de estas acuñaciones era el de suplir la escasez de moneda de cobre, y durante la década de 1787-1797 las únicas monedas de cobre que circularon en Gran Bretaña fueron estas emisiones provinciales, diseñadas y fabricadas libremente por particulares, sin ninguna regulación oficial, también se emitieron piezas publicitarias por parte de algunos comerciantes, así como otras destinadas a defender determinadas opciones políticas o criticar algunos problemas sociales (en contra la esclavitud, a favor de reformas en el Parlamento Británico, en contra –o a favor- de algunos intelectuales radicales como Thomas Paine etc...). Hay que tener en cuenta la convulsa situación político-social de la época, afectada por la reciente Revolución Francesa y por el levantamiento de las colonias americanas.
La prueba de la intensa circulación que tuvieron estas “monedas” es el profundo desgaste que muestras muchas de ellas, mientras que también las podemos encontrar en estado “flor de cuño”, en este caso procedentes de los antiguos coleccionistas, que reunían las mejor preservadas, y que durante más de dos siglos se han conservado intactas en los monetarios.
Figura 3.- Tokens dedicados a la pesca y a otras actividades comerciales. a: Long Acre (Londres), medio penique de John Fowler, mercader de aceites, se muestra una escena de la pesca de la ballena en una cara y al dios Neptuno en la otra; b: escena de pesca en un token de R. Peach, pescador de Lowestoft (Suffolk); c: escena de la pesca del salmón en un token de John Ferrier de Perth (Escocia); d: Hampshire, token de Salmon, Courney & Frost donde aparece un gran pez bajo un barco; e: token de Cinque Ports (Kent y Sussex) con un banco de peces bajo una embarcación medieval; f: token de Yorshire mostrando la imagen de la catedral y el castillo, emitido por el telar de Yeovil, Brett and Cayme; g: Shorpshire, puente de hierro, token de la compañía Reynolds & Co.; h: desembarco de mercancías en el puerto, token de Northshields (Northumberland), i, j: tokens de Somerset, emitidos por Mary y Lacon Lambe, propietarios de tiendas de comestibles y productos ultramarinos.
Entre las figuras que podemos ver en estos tokens hay algunas relacionadas con la pesca (Figs. 3b-e), e incluso encontramos una ilustrativa imagen que nos muestra una escena en la que desde una embarcación se arponea a una ballena (Fig. 3a), reflejo de la boyante industria de la “caza” de la ballena que proveía de un aceite de excelente calidad, así como otros productos como las “barbas”, que por su elasticidad eran utilizadas para la confección de corsés y sombrillas. También aparecen representaciones de actividades comerciales (Figs. 3h-j), así como de importantes obras públicas (Fig. 3g), o incluso destinadas a visibilizar y dar publicidad a los monumentos artísticos de determinada ciudad o región (Fig. 3f).
También aparecen inmortalizados los retratos de poderosos industriales como John Wilkinson (Fig. 2d), personajes mitológicos como Lady Godiva (Fig. 4b), o históricos como el duque de Láncaster (Fig. 4c) y el famoso científico Sir Isaac Newton (Fig. 4d), cuya obra principal “Philosophiæ naturalis principia mathematica” había sido publicada hacía un siglo (en 1687).
Figura 4.- a: Token del druida, uno de los primeros tokens emitidos por la Compañía
minera Parys en Anglesey (Gales); b: Token emitido por Reynolds &
Co. en Coventry, con la representación de Lady Godiva, 1792; c:
medio penique emitido por John Westwood en Lancashire con la imagen del duque
de Láncaster, 1792; d: token de Middlesex con la imagen de Sir Isaac Newton, 1793.
Fue tal el éxito de estas “monedas” que hacia 1795 la oferta superaba la demanda, disminuyendo también la calidad de las emisiones, a esto se unió la crisis financiera del estado, que en febrero de 1797 hizo que el Banco de Inglaterra suspendiera el canje de billetes por oro. Ante esta situación el Gobierno abordó un plan de acuñaciones masivas de cobre, emitiéndose monedas de dos y un penique a partir de 1797, y de medio penique y cuartos (farhings) en 1799, y de esta forma en 1802 desapareció la fabricación de tokens provinciales.
Sin
embargo, y como consecuencia del progresivo aumento del precio del cobre durante la primera década del siglo
diecinueve, en 1811 y 1812 resurgieron
los tokens privados, en este caso con valores más diversos (dos, uno y medio
penique, e incluso chelines de plata) y con referencias iconográficas más
explícitas a la revolución industrial (Fig.
5). Finalmente, en 1817 el Parlamento Británico aprobó una ley prohibiendo
la fabricación de estas monedas privadas y su utilización como medio de pago a
los trabajadores bajo sanciones muy severas, y aquí se terminó la interesante
historia de los denominados “Conder Tokens” surgidos al amparo de la Revolución
Industrial en Gran Bretaña(3).
Figura 5.- Tokens de comienzos del siglo XIX. a: Warwickshire, Birmingham, penique de la compañía Risca Union Copper, 1811; b: Worcestershire, penique de James Griffin & Sons, 1813; c: Bilston, Wolverhampton, penique de Samuel Fereday, 1811; d: token acuñado en 1811 por John Williams de Scorrier, propietario de minas en Cornuailles; e: Staffordshire, token de dos peniques, de Rugeley E. Barker con motores para fundiciones, 1815; f: Sheffield, Yorkshire, penique de la fábrica de hierro de Phoenix, 1813.
Aunque en los
países anglosajones el coleccionismo de este tipo de piezas está firmemente
asentado, con numerosas personas y asociaciones dedicadas a su estudio, así
como una abundante bibliografía sobre el tema, fuera de este ámbito geográfico
estas piezas son casi totalmente desconocidas e ignoradas, aunque como podemos
ver circularon como auténticas monedas, generalmente muy bien acuñadas, y con
interesantes representaciones iconográficas de las actividades que tuvieron
lugar en los comienzos de la Revolución Industrial (Fig. 6), que en pocas décadas, produciría un cambio irreversible en
las sociedades de todo el Planeta.
Figura 6.- Medio penique de Birmingham (1793) con la explícita y
premonitoria leyenda “La industria tiene su recompensa segura” (28,8 mm; 10,12
g.).
Notas:
(1) Ya existían precedentes en el siglo anterior,
cuando ante la ausencia de moneda menuda numerosos comerciantes habían
fabricado sus propios tokens con valor de medio penique en 1656 y de un penique
desde 1663, emisiones que duraron tan solo una década, hasta que el monarca
Carlos II comenzó a acuñar monedas de cobre.
Aunque en un principio fueron fabricados por los comerciantes, pronto
emitieron también los municipios de las ciudades e incluso algunos nobles,
siendo aceptados como moneda a escala local. Estas piezas de las que se
llegaron a fabricar cerca de veinte mil tipos distintos, eran de pequeño
tamaño, unos 20 mm, en comparación con los 29 mm de los medios peniques del s.
XVIII. A su vez ya existía una dilatada tradición en la emisión de “monedas
locales” desde tiempos medievales, cuando tabernas, monasterios y municipios
fabricaban sus propias “monedas” de plomo o estaño de circulación local.
(2) En la lengua española existe una cierta confusión con
los términos “token” y “jetón”, que tendrían la traducción genérica de
“fichas”. Como criterio utilizado en este y otros artículos dedicados a la
temática de la “exonumia”, conservamos el nombre de “jetón” para aquellas
piezas monetiformes medievales y modernas de uso contable, “mereaux” para los
jetones anepígrafos, “tokens” para las piezas anglosajonas de uso monetario
(que podrían también considerarse como “monedas de necesidad”), y “plomos” para
los “mereaux” y “tokens” medievales y postmedievales tanto franceses y
españoles como ingleses acuñados, o más generalmente fundidos en moldes,
con ese metal. Reservaremos la
denominación de “fichas” para designar
aquellos otros elementos monetiformes de uso diverso (como las “fichas”
de juego, “fichas” de casino, “fichas”
telefónicas, de máquinas recreativas o de venta de productos, “fichas” de
transporte, etc...).
(3) La denominación de “Conder Token” deriva del nombre
del autor del primer catálogo publicado sobre estas “monedas” cuando aún se
encontraban en circulación y eran un objeto preciado de numerosos
coleccionistas: Conder, J., 1798. An arrangement of Provincial
Coins, tokens, and medalets issued in Great Britain, Ireland, and the colonies,
within the last twenty years, from the farthing to the penny size. Ipswich (Suffolk, U.K.): (24) + 330 + (2) pp.
Bibliografía:
Seaby, P. & M. Bussell,
1984. British Tokens and their values.
Seaby, London: 200 pp.
Whiting, J.R.S., 1971. Trade Tokens. A Social and Economic History.
David and Charles Ed.: 192 pp.
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