El proceso del
plateado de la moneda (I): técnicas de “forrado” y (II): técnicas de
“blanqueo”. Artículos
publicados en: Eco Filatélico y Numismático 65(1173)
(abril, 2009): pp. 42-43 y 65(1174) (mayo, 2009): pp. 42-43.
Miguel Ibáñez Artica.
I.- Técnicas de “forrado”.
Durante
muchos siglos, y hasta relativamente hace poco tiempo, el valor de la moneda
venía determinado por la cantidad de metal noble (oro o plata) que contenía. El
problema surgía con las monedas de escaso valor, ya que si se fabricaban con
plata pura, resultaban ser de un tamaño muy pequeño y poco manejables. La
solución era entonces mezclar esta pequeña cantidad de plata con cobre, de
forma que adquiría un tamaño más apropiado para su uso. Estas aleaciones de
cobre y plata se han denominado vellón, término que deriva de la antigua
palabra francesa “billon” o lingote. Cuando la proporción de plata es reducida
se dice que son de “vellón bajo”, utilizándose el término de “vellón rico” para
designar aquellas monedas con alto contenido en plata. Estas variadas emisiones
fabricadas con una mezcla de cobre-plata en diferentes proporciones, se han
dado desde la antigua Grecia hasta la época moderna, de forma casi
ininterrumpida.
Casi
siempre el proceso ha sido el mismo, repitiéndose de forma intermitente a lo
largo de toda la Historia de la Humanidad: al principio, en períodos de
estabilidad política y económica, se realizan emisiones de buena calidad y con
un alto contenido en plata, pero cuando las necesidades monetarias aumentan,
-habitualmente debido a situaciones bélicas, donde constantemente se requieren
más recursos económicos para pagar el salario de las tropas-, una de las
soluciones consiste en acuñar monedas con menor cantidad de plata, pero manteniendo
el mismo valor nominal. Así con la misma cantidad de metal precioso puede
fabricarse un mayor número de monedas, aumentando a corto plazo la
disponibilidad de recursos financieros, estas monedas suelen denominarse “de
necesidad”, y en caso de prolongarse demasiado su vida, terminan desencadenando
una desestabilizadora inflación. Lo cierto es que a simple vista resulta
difícil determinar la cantidad de metal precioso en una moneda cuyo contenido
en plata es superior al 50%, pero cuando descendemos de esta cifra, la pieza
comienza a adquirir un color cobrizo cada vez más intenso, y con el tiempo se
oscurece, de aquí que a estas monedas se las denomine “negras” o “prietas”. En
ocasiones ambos tipos pueden llegar a convivir, por ejemplo los buenos “sanchetes”
y los malos dineros torneses de Francia, en tiempos de Juana I de Navarra, o
los dineros carlines blancos y negros, emitidos en Navarra en tiempos de Carlos
II “el Malo”, pero lo habitual es que la moneda buena desaparezca rápidamente
de la circulación al ser atesorada o fundida.
En
épocas de crisis, esta devaluación no resulta suficiente para conseguir los
recursos económicos necesarios y entonces pasamos a una segunda fase que
podríamos definir como la “falsificación legal de la moneda”. En algunos
artículos anteriores(1)
comentamos algunos aspectos de estas falsificaciones “legales” y
“fraudulentas”, y en ocasiones resulta complejo diferenciar si se trata de
emisiones realizadas por la autoridad competente, o bien son obra de un anónimo
delincuente falsificador. Nos centraremos ahora en describir las técnicas más
utilizadas tanto por las autoridades emisoras como por falsificadores
profesionales, para conseguir que una moneda elaborada a base de metal poco
valioso (cobre o bronce) aparente ser de buena plata.
Figura 1.- Técnica de “forrado” en frio.
El cospel de cobre (a) se coloca sobre una fina lámina de
plata (b) apoyada sobre una superficie que presenta un orificio del tamaño de
la moneda (c). Con un primer golpe de martillo, el cospel se hunde en el hueco,
entonces se coloca una segunda lámina de plata en la parte superior (d) y se
golpea la pieza nuevamente, quedando el cospel de cobre completamente rodeado
de una capa de plata.
Se
podría pensar que el método más sencillo sería sumergir el cospel de cobre en
un baño de plata fundida, de esta forma la pieza quedaría recubierta del metal
argénteo, sin embargo este sistema presenta dificultades al ser el punto de
fusión de la plata superior al del cobre, de forma que éste se funde rápidamente
al sumergirlo en plata líquida. Sin embargo los análisis metalográficos
realizados en denarios romanos e ibéricos “forrados”, parecen apuntar en esta
dirección. Primero se fabricaba un
cospel de cobre (mediante fundición), que una vez enfriado, se sumergía durante
unos pocos segundos en un crisol con plata líquida, dejándolo posteriormente
enfriar. Al alcanzar la temperatura de 779,4 ºC, se forma una mezcla de ambos
metales que facilita la adherencia de la superficie de plata sobre el núcleo de
cobre. Una vez elaborado el cospel “forrado” se procedía a la acuñación de la
moneda.
Una
segunda técnica de “forrado” propuesta por algunos autores, consistiría en
recubrir la moneda con una fina lámina de plata (Figura 1), para lo cual se coloca una primera capa “b” en la parte
inferior del cospel “a” (disco de cobre sin acuñar), apoyada sobre una base
horadada “c”. Con un primer golpe de martillo el cospel penetra en el hueco de
la base, de forma que queda recubierto en su parte inferior y lateral por una capa
de plata. A continuación se coloca otra lámina “d” en la parte superior, y
nuevamente con un golpe de martillo, la pieza está ya preparada y completamente
recubierta de una fina capa de plata. La posterior acuñación a martillo de
estos cospeles producirá monedas “forradas”, aparentemente de plata, tal como
se da frecuentemente en los denarios romanos. El adecuado calentamiento de los
materiales utilizados para la fabricación de estas piezas, produciría una fina
capa de fusión intermedia (eutéctica) con un 72% de plata y un 28% de cobre,
mejorando la calidad de las monedas en el proceso de acuñación, y sobre todo
requiriendo menor cantidad de plata, proporcionando por tanto mayores
beneficios.
Figura 2.- Tetradracmas
atenienses forrados de finales del s. V a.C.
Estos
métodos de “forrado” ya fueron utilizados en la Antigua Grecia y podemos
encontrar tetradracmas atenienses de cobre forrados de plata, probablemente
acuñaciones de emergencia realizadas durante la guerra del Peloponeso (Figura 2), incluso estos tipos
monetarios tenían su propia denominación “Hypochalkos” en griego y “Subaeratus” en latín, ambos términos
significan “bronce bajo” en alusión a
que estaban fabricados con metal de baja calidad (Figura 3).
Figura 3.- Denario “subaeratus” de Alejandro Severo (222-235 d.C.)
II.- Técnicas de “blanqueo”.
Una
técnica para conseguir el plateado de la moneda consiste en lo que
habitualmente se denomina “blanqueo”. Incluso cuando se utiliza plata
prácticamente pura, es frecuente que se forme una capa oscura de óxido (o
sulfuro) en su zona más superficial, y para eliminarla, tradicionalmente se
utilizaba una mezcla de sal común y tártaro de vino, es decir ácido tartárico,
que actúa como reductor del óxido de plata a plata pura.
Durante
el siglo III de nuestra Era, en el Imperio Romano y como consecuencia de las
profundas crisis experimentadas durante el período conocido como “Anarquía
militar” (Ver artículo anterior del Eco Filatélico y Numismático “Los
Antoninianos, una moneda romana muy frecuente”), se produjeron continuas
devaluaciones de la moneda. Entre los años 253 y 268 d.C., el contenido de
plata de los “antoniniamos” descendió desde el 30% hasta el 2%, y este hecho
obligó a tratar los cospeles para mejorar su apariencia, a pesar de su ínfima
calidad en contenido en plata.
Figura
4.- Técnica de “blanqueo”.
El cospel está formado por una mezcla de cobre y plata (a:
líneas más claras). Al ser calentado, el cobre superficial se oxida (b: en
color negro). Tras someter la pieza a un lavado con ácido, el óxido desaparece
quedando en la superficie unas protuberancias de plata pura (c). Al acuñar la
moneda, la presión recibida aplana estas protuberancias (d) que terminan por
formar un recubrimiento homogéneo de plata sobre la superficie de la moneda
(e). Con el tiempo, el cobre se oxida o mineraliza y aflora nuevamente a la
superficie rompiendo la fina capa de plata (f).
La
técnica es relativamente sencilla (Figura
4), en primer lugar se calienta el cospel con el fin de oxidar la capa de
cobre superficial (Figura 4b), a
continuación se sumerge la pieza en un baño con ácido que disuelve los óxidos
de cobre superficiales; como la plata menos alterada que el cobre resiste mejor
y no se disuelve, se genera una microtextura superficial donde sobresalen
pequeñas protuberancias de plata (Figura 4d).
Seguidamente se procede a la acuñación, y con la presión de los cuños, dichas
protuberancias, que cubren superficialmente el cospel, son aplastadas, formando
una fina superficie continua de plata que recubre completamente la moneda (Figura 4e), mejorando considerablemente
su apariencia externa, aunque con el tiempo las nuevas oxidaciones y sales de
cobre rompen la fina capa de plata que las recubre y afloran a la superficie (Figura 4f). Este método fue sistemáticamente
utilizado en la Edad Media formando parte rutinaria del proceso de fabricación
de la moneda de vellón, que también en esta época sufrió fuertes crisis. Así
por ejemplo hacia el año 1100 se produjo una importante devaluación del dinero
jaqués, que perdió un 77% de su contenido en plata en apenas treinta años.
Mientras
las técnicas comentadas de “forrado” y “blanqueo” con ácido fueron utilizadas
tanto por falsarios como por las autoridades legales en el proceso de
fabricación de la moneda, existen otros métodos que podemos atribuir en
exclusiva a los falsificadores de moneda, este es el caso del amalgamamiento
con mercurio, técnica que comenzó a ser utilizada en joyería en el siglo II de
nuestra Era con el fin de recubrir ciertos objetos con una fina capa de oro o
plata.
Figura
5.- Amalgamamiento con mercurio.
La moneda acuñada en cobre (a) se reviste de una amalgama
de mercurio y plata (b). Al calentar el mercurio se evapora (c), quedando la
pieza recubierta por una fina capa de plata con restos de mercurio (d).
Este
método se utilizó para fabricar dirhams hispano-árabes y dineros
cristianos falsos, primero se acuñaban las monedas en cobre, y posteriormente
se recubrían con una pasta formada por una mezcla de mercurio y plata
(amalgama), después las monedas se colocaban sobre un recipiente plano con
forma de sartén y se introducían en el horno, el calor producía la evaporación
del mercurio, y tras una sencilla limpieza, el resultado era el de unas monedas
más plateadas y brillantes que las auténticas (Figura 5). Esta técnica deja restos de mercurio en la fina capa de
plata superficial, mercurio que puede ser perfectamente detectado en la
actualidad mediante técnicas analíticas adecuadas (microscopía electrónica de
barrido). Probablemente las numerosas falsificaciones de dineros jaqueses
realizadas en los siglos XI y XII bajo los monarcas Sancho Ramírez, Pedro I y
Alfonso el Batallador, contarían con la colaboración y conocimientos de
falsificadores musulmanes expertos en alquimia, que venían utilizando este
método para fabricar dirhams falsos (Figura
6). En la actualidad el plateado o dorado de
objetos metálicos se consigue con facilidad mediante baños electrolíticos, que
frecuentemente se usan también para recubrir múltiples elementos de uso
cotidiano con metales resistentes a la oxidación producida en el ambiente,
mediante procesos como el niquelado, cromado o cadmiado.
Figura 6.- Monedas
plateadas hispanoárabes y cristianas, obtenidas por la técnica de
amalgamamiento con mercurio.
Bibliografía:
Feliu Ortega, M.J., D. López, J. Martín & S. Rovira,
1994. Técnicas de fabricación de monedas forradas de plata: nuevos datos para
la polémica. Nvmisma 234: 21-45.
Ibáñez, M., G. Rosado & J.C. García, 1996.
Falsificaciones de Sancho V Ramirez de Pamplona y Aragón (1064-1094). Gaceta Numismática 124: 25-34.
Kraft, G., 2005. Chemisch-Analytische Charakterisierung
römischer Silbermünzen. Tesis manuscrita. Univ. Darmstad. 112 pp.
(1)
Falsificaciones e imitaciones de monedas. Eco Filatélico y Numismático Abril 2005: pp. 52-53; Falsificacioneslegales de moneda: las emisiones navarras de Carlos II (“el Malo”). Mayo 2005:
pp. 52-53; Las emisiones francesas de Carlos II de Navarra. Junio 2005: pp. 48-49; El delito defalsificación de la moneda. Julio-Agosto 2005: pp. 46-47.
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