La interpretación de las escrituras
monetales ibéricas.
Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 67(1197)
(Junio 2011): pp. 42-43.
Miguel Ibáñez Artica
Durante mucho tiempo, durante las
Edades Media y Moderna, en diversos puntos de la Península Ibérica
fueron apareciendo millares de enigmáticas monedas de plata y bronce, provistas
de una misteriosa escritura, diferente a la utilizada por los primitivos
colonizadores de dichas tierras que habían empleado los alfabetos latino, griego
o incluso el fenicio. Durante muchos años estas monedas fueron el único
material epigráfico conocido de esta misteriosa lengua (Figura 1), y dado el bajo porcentaje de signos vocálicos que
aparecían en las inscripciones, se llegó a la conclusión de que esta singular
escritura -denominada ibérica-, era similar al fenicio, que utiliza sólo
consonantes y esporádicamente vocales.
Figura
1.-
Leyendas ibéricas en monedas.
Así pues, a través del estudio de
las monedas, especialmente de las emisiones bilingües en latín e ibérico, a
finales del siglo XIX se había conseguido descifrar algunas letras silábicas:
Ba, Bi (Heiss, 1870) y Ko, Ke y Du (Zobel, 1877), pero el auténtico punto de
partida en la decodificación de los símbolos ibéricos, utilizados en monedas e
inscripciones, fueron los trabajos de Gómez Moreno(1) en la primera
mitad del siglo XX.
La principal aportación de Gómez
Moreno, fue el descubrimiento de que el alfabeto ibérico era en realidad un
silabario, como el chipriota, al que se añadieron con posterioridad las vocales
y algunas consonantes (Figura 2), y a
partir de este momento pudieron diferenciarse las inscripciones meridionales
ibérica-levantina de la celtibérica, y las septentrionales sudlusitana e
ibérica meridional. Este desciframiento de la escritura ibérica levantina ha
permanecido inmutable hasta la actualidad, con la única incógnita de la
transcripción de un símbolo en forma de “Y” o “T” interpretado tradicionalmente
como M o N.
Figura
2.-
Alfabeto ibérico.
Estos descubrimientos supusieron un cambio radical en el conocimiento de los
pueblos y culturas prerromanas de la Península
Ibérica. Hasta esos momentos prevalecía la teoría de
Humboldt, quien había considerado que con anterioridad a la llegada de los
romanos, la Península
estaba habitada por un pueblo uniforme y homogéneo, los iberos, que compartían
una cultura y lengua común, cuyo
heredero actual sería el idioma vasco. Las posteriores investigaciones de Julio
Caro Baroja y Antonio Tovar mostraron un panorama mucho más complejo, con una
serie de lenguas diferentes, a su vez subdivididas en distintas zonas
geográficas (Figura 3).
Figura 3.- Mapa de las principales lenguas prerromanas de la Península Ibérica.
Estos principales grupos de lenguas serían:
1.- El utilizado en una extensa
región que incluiría el sistema central, la meseta y el Noroeste peninsular,
donde convivían lenguas célticas pertenecientes a la familia indoeuropea,
emparentadas con lenguas actuales como el bretón o el galés.
2.- El
Ibérico propiamente dicho, de origen semítico, probablemente emparentado con
otros sistemas silábicos como el etrusco y el griego primitivo, que se extendía
por el sur y la costa mediterránea, siendo utilizado también fuera de esta área
en regiones de cultura céltica, posiblemente como “lengua franca”.
3.- El utilizado en un área que
comprendería el suroeste peninsular, de origen desconocido, y que algunos
autores vinculan a la cultura de Tartésica.
A estos grupos
habría que añadir el lusitano, propuesto por D. Antonio Tovar para el oeste
peninsular, con escasas inscripciones conocidas, todas muy tardías y que usan
ya el alfabeto latino, y el vasco, única lengua prerromana conservada (con
numerosas adiciones y modificaciones) en la actualidad.
Paradójicamente,
es a partir del desembarco en el 218
a .C. del ejército
de Cneo Cornelio Escipión en Ampurias, momento considerado como el inicio de la
presencia romana en la
Península , cuando se produce una mayor difusión de la
escritura ibérica, surgiendo textos ibéricos donde antes no los había, y a
partir de este momento se producen la mayor parte de las emisiones monetales
ibéricas. Es importante no confundir la lengua utilizada con el tipo de
escritura empleada para su comunicación escrita (los diferentes idiomas
español, alemán, inglés, francés… usan prácticamente las mismas letras para
escribir) y las regiones de habla celta adoptaron sin dificultad el tipo de
escritura ibérica al entrar en contacto con este pueblo de cultura más
evolucionada. El problema entonces es identificar los lugares donde encontramos
la escritura ibérica, con zonas donde se hablara dicho idioma, tal como
evidencia el Prof. De Hoz (1988): “Los habitantes de Oxyrhynchos en época
greco-romana eran básicamente egipcios y egipcio era lo que se debía escuchar
en la calle con mayor frecuencia, pero sus textos están en griego; en gran
parte de Aquitania en época imperial se hablaba vasco, pero las inscripciones
son latinas; en el reino de León en la alta edad media se hablaba leonés,
castellano y árabe, pero los documentos estaban escritos en latín, que nadie
hablaba”.
Notas:
(1)
Gómez-Moreno, M., (1922). De epigrafía ibérica: el plomo de Alcoy. Rev. de Filología Española 9: pp. 34-66;
(1943). La escritura ibérica y su lenguaje. Bol.
Real Academia de la Historia
CXII,II, 251-278
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