Artículo publicado el año 2004 en la revista
“Crónica Numismática”: Miguel Ibáñez (2004). Monedas-concha. Crónica Numismática 15 (156): 38-43.
Las primeras monedas.
Son varias las definiciones que podemos encontrar para el término de “moneda”, y además de la que le asigna una estricta función económica, en culturas calificadas como “primitivas”, encontramos también otros tipos de “monedas” (en algunos casos aún vigentes en el siglo XXI), que presentan una función social más amplia que la simplemente económica (“monedas” para realizar obsequios, con reciprocidad como en el caso del Kula, o sin ella como en el Potlatch; para el pago de dotes matrimoniales –dinero o “riqueza” de la novia-; pago de multas y resarcimientos por ofensas, heridas o incluso muerte –dinero de sangre-, etc...).
El mito del “trueque” primitivo, como antecesor directo de la “moneda económica”, surgió en el s. XVIII (1). Esta simplista perspectiva, aceptada en la actualidad por la mayoría de los economistas y numismáticos, es la causa fundamental de cómo entendemos e interpretamos la moneda en la actualidad, dentro nuestro moderno y sofisticado sistema económico. Los antropólogos, sin embargo, poseen una visión mucho más amplia de la complejidad de funciones que presenta la “moneda primitiva”, denominada bajo diferentes formas (“moneda primitiva”, “tradicional”, “premoneda”, “paleomoneda”, etc...). Incluso la convencional moneda de intercambio o “moneda económica” (2), puede presentar diversos matices, de forma que no existe una clara separación entre ambas (entre la “moneda económica” y la “premoneda”) (3).
Se conocen pequeños aros o anillos elaborados con conchas, cuya antigüedad se remonta al cuarto milenio antes de nuestra Era, y que por haberse encontrado en cantidades importantes en la antigua Mesopotamia (4), algunos autores suponen que podrían ser elementos utilizados como moneda (Figura 1). Tal vez estos anillos de concha sumerios hayan sido los primeros elementos con función monetaria en la Historia de la humanidad, pero las primeras “monedas” documentadas son las conchas de caurí (un pequeño caracolillo del grupo de las “porcelanas”) utilizadas en China desde finales de la dinastía Xia, hacia el 2.200 a.C.(5). Desde esta lejana época hasta la actualidad, diferentes conchas de moluscos, han sido empleadas como moneda en prácticamente todos los rincones del Planeta (6).
Figura 1.- Estos pequeños discos de concha sumerios con seis milenios de antigüedad, podrían ser las primeras “monedas” utilizadas por el Hombre, aunque las más antiguas documentadas son los cauries chinos de más de cuatro milenios de antigüedad.
Monedas-concha en América.
Tanto en América del Sur como en Norteamérica, se han empleado numerosas especies de concha para la fabricación de moneda. En el Sur, los abalorios elaborados a partir de la ostra espinosa roja Spondylus princeps (Broderip, 1833), denominados “chaquira colorada” eran elementos tan valiosos como el oro y se utilizaban como moneda entre los incas (7) del Perú, quienes los recogían buceando en las cálidas aguas de la costa pacífica del Ecuador. En América del Norte encontramos unos abalorios muy similares, elaborados por los indios Chumash de California a partir de pequeños caracoles de la especie Olivella biplicata (Sowerby, 1825), denominados “poncos”, que fueron descritos por vez primera en 1792 por el explorador español José Longinos Martínez, quien señaló su utilización por los indios como unidad de peso y de valor (Figura 2). También en California encontramos abalorios fabricados con la concha “oreja de mar” (Haliotis rufescens, Swainson, 1822), la mayor especie de su género, que llega a medir hasta 30 cm. de longitud. Con piezas recortadas de este molusco, se fabricaba la moneda denominada “uhl-lo”, que tenía diferente valor según el tamaño y belleza de la concha (8). Los indios Yurok utilizaban como moneda, ristras de conchas del escafópodo Dentalium pretiosum (Sowerby, 1860), denominadas “allicotsik”, que literalmente significa “moneda india” en el lenguaje Yurok (9) (Figura 3).
La moneda-concha más famosa y conocida en América del Norte, es indiscutiblemente el “wampum”, formado por pequeñas cuentas cilíndricas de color blanco o púrpura oscuro. En el primer caso se utilizaba para su fabricación la “columella” o eje central de las caracolas Buccinum undatum (Linnaeus, 1758), Busycon canaliculatum (L., 1758), B. carica (Gmelin, 1791) y Colus stimpsoni (Mörch, 1867); mientras las cuentas de color púrpura se obtenían de la zona más dura de la almeja Mercenaria mercenaria (Linnaeus, 1758) (10), todos estos moluscos son comunes en las costas atlánticas de Norteamérica. La palabra “wampum” deriva del término nativo “wampumpeage” que significa “ristra de cuentas de conchas blancas”, y estas ristras o collares servían como moneda en el comercio con las tribus indias, remontándose su uso a comienzos del s. XVI (11). El declive de la utilización de estas cuentas de concha como moneda se inició en 1869, cuando el colono de origen europeo James Campbell comenzó la producción industrial del “wampum” utilizando maquinaria, el abaratamiento conseguido, unido a la fabricación de grandes cantidades de wampum, trajo consigo una gran inflación. Por este motivo, tras cuatro siglos de vigencia, el comercio con cuentas de concha finalizó, y la factoría de Campbell tuvo que cerrar definitivamente el año 1905 (12).
La utilización en China de las pequeñas conchas de caurí (13) (Cypraea moneta, Linnaeus 1758; Cypraea annulus, L. 1758) como moneda, se remonta a más de tres milenios de antigüedad (Figura 4a). Estos caracolillos de la familia de las porcelanas se utilizaron como moneda al menos desde el 1.500 a.C. hasta el 221 a.C. en que fueron suprimidas (14). Durante este tiempo la necesidad de monedas fue tan grande que no pudo ser cubierta con las conchas recogidas en las zonas costeras, de forma que se fabricaron pequeños objetos con aspecto de caurí con los más diversos materiales: hueso (Fig. 4b), madera (Fig. 4f), cobre y bronce (Fig. 4g), plomo, arcilla, jade (Fig. 4e), e incluso con otras conchas recortadas (Fig. 4d) para darles una apariencia de caurís (15). Las imitaciones en bronce conocidas con el nombre de “cara de fantasma” (Fig. 4i), comenzaron a circular hacia los siglos VII-VI a.C., es decir son contemporáneas de las primeras “monedas” fabricadas en Asia Menor.
Figura 4.- Conchas de caurí chinas del segundo milenio antes de Cristo (a) y sus imitaciones en hueso (b), cuarcita (c), conchas recortadas (d), jade (e), madera (f), bronce (g), bronce sobredorado (h). Estas últimas derivaron en las monedas denominadas “cara de fantasma” o “moneda hormiga” (i).
Estos pequeños caracolillos presentan varias características que facilitaban su empleo como moneda, son elementos duros y duraderos, se limpian y se pueden contar con facilidad y son difíciles de falsificar. La importancia del caurí como moneda en China es tan significativa, que el pictograma “moneda” en el alfabeto chino es el mismo que el que representa al pequeño caracol (16).
Monedas-concha en África.
Desde antes de la llegada de los europeos, en el reino del Congo, se utilizaba como moneda un pequeño caracolillo de la especie Olivancillaria nana (Lamarck, 1811), denominado “n’zimbu”. También se han utilizado anillos de concha, muy similares a los empleados en Melanesia, frecuentemente imitados por los traficantes europeos en materiales vítreos o cerámicos (17), sin embargo la moneda-concha más importante en África, ha sido el caurí. Hacia el año 1000, los árabes introdujeron caurís en el comercio transahariano (18), pero fue con la llegada de los europeos, cuando toneladas de pequeñas conchas inundaron el continente africano.
Los primeros comerciantes portugueses, llegaron a las costas del África occidental en el s. XV y pronto aprendieron que los nativos rechazaban la moneda convencional, incluso las valiosas piezas de oro, en cambio, preferían diferentes tipos de objetos como manillas y cuencos de cobre y latón, tejidos o conchas. De esta forma, primero los portugueses, y más tarde holandeses e ingleses utilizaron masivamente estos elementos para el comercio africano (19). Una de las monedas más empleadas, con la que se adquirió la mayor parte de los esclavos que fueron trasladados al continente americano, fue la concha de la especie Cypraea moneta ( L., 1758) denominada “caurí”.
Disponemos de bastante información sobre el comercio de esclavos africanos, adquiridos con monedas-concha por los traficantes europeos, gracias al exhaustivo trabajo de los investigadores Jan Hogendorn y Marion Johnson. La primera fase de este comercio consistía en acudir a los centros productores de los caracolillos, en las islas Maldivas, al sur de la India (20), después (durante los siglos XVII al XIX), los caurís se transportaban a los puertos de Londres y Ámsterdam, donde eran subastados en sacos, siendo adquiridos por comerciantes ingleses, holandeses, portugueses, franceses e incluso daneses.
Barcos cargados con sacos de caurís, se dirigían a la costa africana para adquirir esclavos. De esta forma durante el s. XVII se introdujeron más de 125.000 Kg. de pequeñas monedas-concha al año, y mientras en 1520 un esclavo varón podía adquirirse con poco más de seis mil caurís, un siglo más tarde ya costaba más de diez mil y a finales del s. XVIII la cifra ascendía a más de 170.000.
Finalizado el tráfico de esclavos tras la abolición en 1807, el caurí siguió utilizándose para el comercio del aceite de palma, de forma que sólo en 1836 se introdujeron más de doscientos mil kilos de conchas en el continente africano. Sin embargo el final de esta moneda-concha se produjo cuando hacia mediados del s. XIX, se incorporaron al comercio ingentes cantidades de una especie de caracolillo muy similar, Cypraea annulus (L., 1758), abundante en Zanzíbar, en la costa oriental africana. Como en esos mismos momentos ocurría en Norteamérica, con la industrialización del “wampum”, la entrada masiva de “moneda”, produjo una enorme inflación que desestabilizó el mercado y terminó con la propia moneda (en África el “caurí” y en Norteamérica el “wampum”).
Mientras en la costa occidental africana la principal moneda era el caurí, en la oriental se utilizaba el “ndoro”, un disco elaborado con la concha del molusco Conus virgo (L. 1758) o con los opérculos de grandes caracolas del género Turbo. Pronto los portugueses adoptaron esta moneda para el comercio del oro, marfil y esclavos en la costa oriental africana, fabricando grandes cantidades de imitaciones en porcelana que introdujeron masivamente en Angola, y Mozambique.
A diferencia de lo que ocurrió en el continente africano y en Norteamérica, donde durante el siglo XIX y comienzos del XX, se produjo una intensa aculturización de las poblaciones nativas, que fueron eliminadas o recluidas en reservas, imponiéndoseles una “civilización” occidental y una religión cristiana, en muchos lugares lejanos del Pacífico Sur, se han mantenido las costumbres, ritos y creencias de las tribus nativas hasta fechas muy recientes, permitiendo que la moderna antropología haya tenido acceso a una rica información. De esta forma, hemos llegado a conocer diferentes tipos de monedas-concha (Figura 5). Entre otros, los trabajos del antropólogo B. Malinowsky en 1920 y 1922 sobre el “anillo del Kula” de las islas Trobriand de Papua-Nueva Guinea, los de W. E. Armstrong en 1924 sobre las monedas-concha de las Islas Rossel o los de D. L. Olivier sobre los siuai de las islas Salomón en 1955, pusieron de manifiesto el importante papel y complejidad de las “monedas-concha”, no sólo desde la perspectiva económica, sino también desde una visión de las relaciones sociales entre los individuos de la misma tribu o clan, y sus relaciones con otras tribus vecinas. Es precisamente en las islas de la Melanesia, donde encontramos la mayor riqueza y diversidad de monedas-concha, dándose la circunstancia, de que incluso se utilizan actualmente de forma “oficial”, es decir con una tasa de cambio, establecida por la administración estatal, con respecto a otras monedas convencionales como el dólar. Más adelante profundizaremos en las “monedas” utilizadas en las ceremonias del “Kula” y en el “Moka-Kina”, pero por ejemplo, con respecto a las existentes en las islas Russel, denominadas “dap” y “ko”, Armstrong describió 38 tipos diferentes de monedas-concha, todas ellas utilizadas como medida estandar de valor y como medio de pago (21).
Figura 5.- Diferentes monedas-concha utilizadas en Papúa. (Ejemplares del Museo Arqueológico Nacional, Madrid).
Son numerosas y variadas las monedas-concha utilizadas en las islas del Pacífico Sur, todas ellas tienen su denominación específica; por ejemplo en las Islas Solomón encontramos el “abaquaro”, “abogwaro” (brazalete de concha), “andana”, “bakhia”, “bala”, “bani’au”, “barafe”, “barava”, “bata”, “batauliuli”, “biruan”, “dafi”, “dave alava”, “fura”, “galia”, e “isagalia”, “giragira”, “hinuili”, “karoni”, “kesa”, “kofu”, “kurakanikana”, “kurireu”, “kuriri”, “la’oniasi”, “lima abala”, “mawai”, “mimis”, “mkombo”, los grandes anillos de Tridacna gigas (L., 1758) llamados “poata”, con diferentes denominaciones según su tamaño, el “poponi”, el “savi”, el “sansai” la “talina bariono”, los valiosos “tafuliae” realizados con discos rojos de espóndilos (Figura 6) y los decorativos discos de “tema”.
Figura 6.- Delicados collares elaborados con conchas de distintos colores utilizados como moneda en Malaita (Islas Salomón). (Ejemplares del Museo Arqueológico Nacional, Madrid).
En varios lugares de Papua-Nueva Guinea los grandes trozos de concha con forma de cazoleta o achicador (bailer en inglés y “gam” en idioma nativo), recortados de grandes caracolas del género Melo, son usados como adorno y también como moneda. También son monedas comunes los caurís, sueltos o cosidos en largas cintas como el “jetac” o “yerak”, el “dangangtan” elaborado con el caurí huevo (Ovula ovum, L. 1758) (22), el “dibidibi” hecho con Conus leopardus (Roeding, 1798), el “tambu” o “diwarra” que comentaremos más adelante, el “doga”, la moneda ritual “talipun” elaborada con un fragmento del gran caracol verde Turbo marmoratus (L., 1758) (Figura 7), el “lalai”, “omak”, “sapi sapi”, hasta la moneda más popular, la “kina”, elaborada con una concha de la ostra perlífera Pinctada maxima (Jameson, 1901) recortada en forma de luna creciente, y que precisamente ha dado nombre a la moneda oficial de Papua-Nueva Guinea. La provincia de Nueva Irlanda es especialmente rica en monedas-concha, entre ellas podemos citar el “arangit”, los discos de tridacna (Figura 8), el “birok”, “kokonon”, “linderan”, el “manum” de gran valor, elaborado con una gran semilla y conchas, el “mis” de las islas Tabar, elaborado con la caracola Chrysostoma paradoxum (von Born, 1778), los “tapsoka” fabricados con la concha Chama pacifica (Broderip, 1835), etc...
Figura 7.- El “Talipun” es una curiosa moneda de Papúa-Nueva Guinea. Está formada por una gran caracola recortada adornada con una máscara. El elemento más valioso es la concha que se transmite durante varias generaciones, pudiéndose reemplazar la máscara cuando se deteriora.
Algunas monedas-concha en la actualidad.
En la actualidad, todavía se utilizan de forma cotidiana algunas monedas-concha (Figura 9), este el caso del “tambu” o “diwarra” empleado por el pueblo Tolai, habitante de las islas del Duque de York y la península de Gazelle, en la provincia de Nueva Bretaña (Papúa-Nueva Guinea) (23). Se trata de sartas de pequeños caracolillos Nassarius camelus (v. Martens, 1897) atravesados en una larga varilla, que se mide en brazas (183 cm.), a su vez divisible en pequeños fragmentos con 10-12 conchas.
Figura 9.- En la actualidad se mantiene vivo el uso de las “monedas concha”, –entremezcladas con billetes de curso legal- en intercambios y ceremonias.
Este pequeño molusco es colectado en el poblado de Olive (24), donde la principal actividad económica de la villa es precisamente la recolección, secado y preparación de los caracolillos de la especie N. camelus. Una vez en manos de los tolai, se les practica un orificio en la parte superior, con el fin de poder ensartarlos en una varilla de mimbre. Cada braza contiene unos 300 caracolillos y tiene un valor aproximado de unas 3.5 kinas (aproximadamente un dólar americano) (25).
El 13 de febrero del año 2002, se restablecía en Rabaul un centro de cambio oficial, con una conversión de 1 braza de moneda-concha = 4 kinas (26). Se trata pues, de una moneda-concha “oficial” y reconocida por el Estado como tal (Figura 10). En la actualidad “circulan” como moneda más de seiscientos millones de caracolillos en la provincia de Nueva Bretaña del Este (Papua-Nueva Guinea) (27).
Figura 10.- “A Pal na Tabu”, banco oficial de la moneda “tambu” en la provincia de Nueva Bretaña (Papúa) y detalle de una sarta de caracolillos que forman esta singular y actual moneda de curso legal.
Otra zona donde actualmente siguen en vigor las monedas-concha, es en la provincia de Malaita en las Islas Salomón, donde se usan collares de cuentas de conchas de colores de distintas formas. Para su fabricación se utilizan cuatro tipos de conchas de moluscos lamelibranquios: Chama pacifica (Broderip, 1835), llamada en idioma nativo ”romu”, de donde se obtienen las cuentas más apreciadas de color rojo; Beguina semiorbiculata (L., 1758), de coloración marrón o púrpura, denominada “ke’e”; Anadara granosa (L., 1758) o “kakandu” con las que se fabrican las cuentas de color blanco, y por último Atrina vexillum (Born, 1778) o “kurila” de color negro. El pueblo Lngalanga, en la costa norocidental de la isla de Malaita, es el encargado actualmente de recoger las conchas y fabricar las cuentas y diferentes tipos de “collares” que servirán como moneda para ellos mismos y para otras tribus de la zona. La moneda “isae galia”, fabricada con conchas blancas, se utiliza exclusivamente para regalos de boda, pero existen otros muchos tipos de collares que reciben la denominación genérica de “Akwala afu”, desde el más valioso “maifuo”, donde las hileras de sartas de diferentes colores se combinan de forma determinada, hasta los más modestos “gwae-uruuru” o “buigao”. Con estos diferentes tipos de monedas-concha, se realiza el comercio con las tribus vecinas. En 1990, 150 cuentas “ke’e” equivalían a un dólar USA (28).
Notas:
(1) Servet, 2001.
(2) Según Davies (2002), pueden señalarse diez funciones principales para la “moneda económica” : 1.- Unidad de cuenta; 2.- Medida común del valor; 3.- Medio de intercambio; 4.- Medio de pago; 5.- Estandar para el pago diferido; 6.- Almacenamiento de valor; 7.- Posesión de liquidez; 8.- Marco del sistema de reparto del mercado (precios); 9.- Factor causal en la economía, y 10.- Elemento de control de la economía.
(3) Schoonheyt, J.A., 2001.
(4) Charpentier, 1994; Peltenburg, 1999.
(5) Jen, 2000.
(6) Con la excepción de Europa, encontramos monedas-concha en todos los continentes, y mientras paradójicamente no se conocen en Australia, en las vecinas islas del Pacífico Sur son muy comunes, aún en nuestros días. Las primeras publicaciones específicas sobre las “monedas-concha” se realizaron a finales del s. XIX y comienzos del XX (Stearns, 1886/87 y Lewis, 1929, entre otros).
(7) VVAA, 1999; Ibáñez, 2002.
(8) Stearns, 1889.
(9) Taxay, 1970; Rabus, 2003(a).
(10) Opitz, 1995.
(11) La referencias más antiguas documentadas, se remontan al diario del explorador francés Jacques Cartier en 1535, quien cita el uso del wampum como moneda entre los indios Hurones de Montreal (Pendergast, 1986). En cualquier caso han aparecido numerosos cilindros de wampum en excavaciones arqueológicas correspondientes al período arcaico tardío, entre el 3000 y el 1000 a.C. (Ceci, 1986) y se ha propuesto su utilización como “moneda” desde tiempos antiguos, con una especialización en los talleres de producción de cuentas de wampum hacia el año 1000 d.C. y un incremento de su producción con fines ceremoniales o para realizar pagos de tributos (Yerkes, 1986).
(12) Taxay, 1970.
(13) La palabra cauri es de origen sánscrito: “kauri”.
(14) En el año 10 d.C., el emperador Wang Mang, reintrodujo durante un breve período de tiempo el uso del caurí como moneda (Opitz, 1993).
(15) Hofrichter, 1993.
(16) Davies, 2002.
(17) Kuhn, G., 2003.
(18) Rivallain, 2001.
(19) También los comerciantes castellanos utilizaron las conchas como moneda a finales del medievo, los primeros viajes documentados desde Cadiz y Sevilla a la costa de Guinea se remontan a 1453, participando en ellos marinos andaluces y vascos. En 1474 se embarcaban en Canarias grandes conchas con las que podía obtenerse veinte o treinta pesos de oro por pieza, dichas conchas se cotizaban en Sevilla a veinte reales de plata, debido a la gran demanda que había para el comercio africano. En abril de 1477 Fernando el Católico ordenó que una flotilla partiera hacia la costa de Mina (Guinea) y uno de los principales elementos utilizados como moneda eran las conchas extraídas en Santiago (Cabo Verde) y Canarias. El 6 de febrero de 1477 Fernando el Católico nombró jefe de la flotilla a Juan Boscan. El florentino Francisco Bonaguisa y el catalán Berenguel Graner recibieron instrucciones precisas sobre los materiales que tenían que cargar en los barcos. En mayo de 1478 el gobernador de Canarias Diego de Herrera, recibió la orden de abastecer de conchas a Bonaguisa y Graner, además de telas, cuencos de bronce, manillas, cuentas de vidrio y otros elementos. En verano de 1478 una flotilla de 35 caravelas partió de la costa andaluza para comerciar en la costa de oro, pero a su regreso fue interceptada por la flota portuguesa al mando de Jorge Correia y Mem Palha, capturando el cargamento de oro obtenido, que fue trasladado a Lisboa a finales del verano. Posteriormente y tras renunciar los Reyes Católicos a comerciar en la costa africana, los prisioneros fueron devueltos a Castilla por el príncipe Juan.
Sin embargo las promesas no fueron cumplidas y los castellanos volvieron a visitar las costas africanas en busca del codiciado metal, y así están documentados los viajes de las carabelas “La Bolondra”, “La Toca”, La Galiota“ y “Sant Telmo” entre 1479 y 1480. A finales de 1480 Diego Cao volvió a Portugal con tres naves castellanas capturadas en la costa de Mina, y en los próximos años se sucedieron las expediciones furtivas castellanas, a pesar de las severas medidas impuestas por Alfonso V, de pena de muerte a cualquier extranjero que realizara comercio en la costa africana controlada por Portugal. Un resumen de la documentación referida al comercio castellano en la costa africana entre 1453 y 1480 puede consultarse en la obra de J.W. Blake (1941).
(20) Al igual que ocurriera con las manillas de cobre y latón, los primeros que introdujeron de forma masiva el comercio con caurís, fueron los portugueses durante los siglos XV y XVI, cuando disfrutaban del monopolio del comercio marítimo africano.
(21) En este caso las conchas no se utilizaban como adorno, tenían únicamente una función monetaria. En otros muchos casos como ocurre con la “Kina” de Papúa, se utilizan como moneda y también como elemento decorativo. La unidad monetaria de Papua-Nueva Guinea se denomina “Kina”, en recuerdo de la primitiva moneda-concha, que aún sigue vigente en algunos remotos lugares de las Tierras Altas de la isla.
(22) Kluskeier, 2003.
(23) Braun, 2003.
(24) El poblado se encuentra al sur de la isla de Nueva Georgia en las Islas Salomón, y los adultos (entre 17 y 65 años), tanto hombres como mujeres, bucean para obtener estas pequeñas conchas, que luego venden a los Tolai de Nueva Bretaña en Papua (Aswani, 2000). Se trata por tanto de un comercio “internacional” entre dos estados vecinos, Papua y las Islas Salomón.
(25) Hasta hace poco tiempo, en Rabaul existía incluso un banco donde se guardaba y almacenaba esta singular moneda. En este “Centro de Cambio de Tambu” existía un teléfono que funcionaba con monedas-concha. El banco y toda la región fue arrasada por una erupción volcánica en 1994, pero a pesar de ello, la moneda-concha sigue utilizándose en la actualidad, y los datos del año 2002 indican que existen en circulación o almacenadas (como ahorros), una cantidad de monedas-concha equivalentes a unos ocho millones de kinas (más de dos millones de dólares USA).
(26) Centro de cambio denominado “A Pal na Tabu” (Casa de la moneda-concha). Autorizado oficialmente por el gobierno de la provincia de Nueva Bretaña del Este (Papua).
(27) Tampoco esta “moneda-concha” se libra de las falsificaciones: con conchas muy parecidas, de la especie Nasarius fraudulentus (Marrat, 1877), ensartadas de la misma forma que el “diwarra”, se fabrica el “eddi” o falso diwarra (Quiggin, 1949).
(28) Goto (1996).
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Que interesante y curioso el artículo. Me ha gustado mucho.
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Me ha servido mucko oara clases, excelente!
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