domingo, 14 de junio de 2015

Nociones de Numismática extraterrestre.


Nociones de Numismática extraterrestre.
I: La Antigüedad clásica. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1140) (Abril, 2006): pp. 46-47.
II: La actualidad. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1141) (Mayo, 2006): pp. 46-48.
III: La moneda más “friki” del año 2013. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1224) (Diciembre, 2013): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica


I: La antigüedad clásica.


            Si en un libro sobre monedas encontramos un capítulo dedicado a “numismática extraterrestre”, probablemente pensaríamos que se trata de una broma. Sin embargo dicho capítulo podría existir perfectamente, ya que por una parte existen varias monedas emitidas en tiempos del Imperio Romano donde figuran objetos extraterrestres, y por otra parte, en tiempos muy recientes, se han acuñado algunas piezas utilizando elementos que provienen de fuera de nuestro Planeta.

            Aproximadamente todos los días caen sobre la Tierra unas 300 toneladas de materiales procedentes del espacio exterior, en su mayor parte son pequeños fragmentos conocidos como meteoritos, que se desintegran al entrar en contacto con la atmósfera terrestre, tan sólo unos pocos tienen suficiente tamaño para conservar sus características e impactar contra el suelo, si bien en su mayor parte se estrellan en los diferentes océanos del Planeta sin llegar a ser observados. Afortunadamente los impactos de grandes asteroides son excepcionales, si bien han marcado la evolución de los seres vivos durante millones de años (las extinciones masivas ocurridas hace 225 y 66 millones de años y que marcan la transición entre las Eras geológicas Primaria, Secundaria y Terciaria fueron debidas a grandes impactos de cuerpos extraterrestres).

            Se han encontrado objetos fabricados en hierro y que pertenecen a la Edad del Bronce(1), cuando todavía la humanidad no tenía conocimientos suficientes de metalurgia para obtener este metal de los abundantes minerales que lo contienen. En 1911 fueron halladas nueve cuentas de collar de hierro en las excavaciones de Gerzeh, cuyo análisis metalográfico dio un contenido en niquel del 7,5%, confirmando su origen extraterrestre. En la tumba de Tutankamon, a comienzos del siglo XX, se encontraron 18 objetos de hierro meteorítico, el más famoso es una daga, y también se han hallado objetos similares en África y China. En época relativamente reciente, el diez de abril de 1621, un gran meteorito de hierro cayó en la India, y el emperador Jahangir ordenó fabricar con él dos espadas, una daga y un cuchillo, atribuyéndose a estos objetos propiedades mágicas. Actualmente sólo se conserva el cuchillo en una institución científica de Washington.

            Cuando en 1818 los primeros exploradores europeos entraron en contacto con las tribus inuits en el noroeste de Groenlandia, encontraron que los esquimales fabricaban numerosos objetos de hierro elaborados a partir de meteoritos. Tras varios intentos fallidos por encontrar la “montaña de hierro”, en 1894 finalmente una expedición descubrió un gran meteorito llamado “Ahnighito” de 34 toneladas de peso que fue trasladado a Nueva York, donde actualmente lo podemos contemplar en el Museo de Historia Natural de la ciudad. En la Edad Antigua, los materiales que caían sobre la Tierra eran interpretados como objetos sagrados enviados por los dioses, el más antiguo del que tenemos conocimiento es el que representaba la diosa madre Cibeles en el templo de Pessinus (en la actual Turquía). El año 205 a.C., con motivo de la invasión cartaginesa de Aníbal, los oráculos señalaron que la ciudad se salvaría con la presencia en ella de la diosa Cibeles. Una embajada se dirigió a solicitar el sagrado objeto al rey Atalo, y transportó solemnemente el meteorito a Roma donde fue instalado en el templo de la Victoria, donde fue venerado durante 500 años. En las excavaciones arqueológicas realizadas en 1730 se encontró el meteorito, pero desgraciadamente fue desechado como una piedra sin valor al no ser reconocido como tal. El profesor Lanciani lo describió en su informe de la excavación “de un color marrón profundo, muy parecido a un trozo de lava y terminado en punta”.

            Sin embargo, el objeto extraterrestre más representado en la numismática romana es otro meteorito, la famosa “piedra negra” de la ciudad de Emesa en Siria(*), que ya aparece representada en algunas monedas de Antonio Pío (138-161) (Fig. 1) y Caracalla (211-217), y que en tiempos del último de los Antoninos, el emperador Heliogábalo (218-222), fue solemnemente trasladada a Roma. Este personaje era nieto de la influyente princesa romana de origen sirio Julia Maesa (madre del emperador Alejandro Severo) (Fig. 2), que fue precisamente quien en el año 218 y aprovechando el descontento popular, hizo que el senado le proclamara emperador cuando tan sólo contaba catorce años de edad. Heliogábalo era sacerdote del dios de Emesa (ciudad donde había nacido), famosa por conservar una piedra sagrada en forma cónica que tiempos atrás había caído desde el cielo cerca de la ciudad. Este meteorito aparece representado en numerosas monedas de oro, plata y bronce (Fig. 3).


Figura 1.- Bronce de Antonino Pío (138-161 d.C.) acuñado en Emesa (Siria) (Æ  23 mm). Reverso: Águila sobre la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 1. 


Figura 2.- Bronce de Julia Maesa, AE20. Sidón. Reverso: Carro de Astarté llevando la piedra sagrada. Ref. BMC 300, lám. XXV.


Figura 3.- Monedas de Heliogábalo (218-222 d.C.) representando el transporte en cuádriga de la piedra de Emesa. a y b: Áureos acuñado en Roma (Ref. RIC 143, BMC 273; RIC 61, BMC 198); c: Antoniniano, en el reverso figura Eliogábalo realizando un sacrificio sobre el altar y la piedra sagrada de Emesa (Roma 219-220); d: Bronce, reverso con olivo sagrado flanqueado por las piedras de Emesa (Tiro, Fenicia 218-222 d.C.).

            Sin embargo no es este el primer caso de representaciones de materiales extraterrestres en las monedas, en algunas emisiones provinciales del emperador hispano Trajano (98-117 d.C.) acuñadas en Siria, aparece representada la piedra sagrada (posiblemente otro meteorito) del templo de Zeus Kasios (Fig. 4a), también de época posterior tenemos algunas emisiones del efímero y poco conocido usurpador Uranius Antonius (253-254?) con imágenes de la “piedra de Emesa” (Fig. 4b). Otro meteorito era venerado en Pafos (Chipre) en el templo de Afrodita, y también aparece representado en emisiones de Augusto (27 a.C.-14 d.C.) y Septimo Severo (193-211 d.C.), así como el de Sidón que figura en las emisiones de Caracalla (211-217) (Fig. 4c).


Figura 4.- a: Bronce de Trajano acuñado en Siria (98-117 d.C.)20 mm). Reverso: Piedra sagrada de Zeus Kasios bajo un palio. Ref: SNG Copenhagen 403-4, BMC 40; b: Bronce de Uranius Antoninus acuñado en Emesa el año 565 de la Era Seleúcida = 253/4 d.C. (Æ 32mm). Reverso: Templo y en su interior la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 24; c: Tetradracma de Caracalla, Sidón, Reverso: Águila sobre carro de Astarté con la piedra sagrada de Sión. Ref: Bellinger 5291.



(1) Uno de los elementos más antiguos ha sido encontrado en la cueva de Zatoya (Navarra), donde en un nivel del Neolítico (aproximadamente hacia el 6.000 a.C.) apareció una cuenta de collar en forma de disco, elaborada con hierro meteorítico (Barandiarán, 1989, p. 199).       

* La ciudad de Emesa corresponde a la actual Homs, la tercera población más importante de Siria, actualmente destruida y asolada por la guerra.


II: La actualidad.


            A lo largo de la historia de la moneda se han empleado los más diversos materiales para su fabricación. Aunque al principio utilizaron metales preciosos -como el oro y la plata-, pronto se introdujeron otros menos nobles como el cobre o sus diversas aleaciones (bronce, oricalco….), incluso encontramos algunas monedas acuñadas en hierro, o en época moderna con aluminio, níquel o las más variadas aleaciones. Actualmente se utilizan diferentes mezclas, como el denominado “oro nórdico”, compuesto por un 89% de cobre, 5% de aluminio, 5% zinc y 1% de estaño, con el que por ejemplo se fabrican las monedas de 10, 20 y 50 céntimos de euro.

            En situaciones excepcionales se ha llegado a acuñar con el bronce procedente de cañones (con un contenido de 88 % cobre, 10% estaño y 2% zinc), como por ejemplo las raras monedas de ocho maravedís de Fernando VII, emitidas por los constitucionales cercados en Pamplona durante el año 1823, con el bronce de tres cañones que se conservaban en la Cámara de Comptos de la ciudad, y hasta se han emitido monedas conmemorativas con materiales bélicos tan curiosos, como el metal procedente de los misiles nucleares rusos SS-20 desmantelados como consecuencia del tratado ruso-americano INF de destrucción de armas nucleares(1). Otro exótico metal utilizado desde hace pocos años es el Niobio, cuyo nombre deriva de un personaje mitológico, Niobe, hija de Tántalo, a su vez uno de los hijos mortales de Zeus, con el que recientemente se han acuñado piezas bimetálicas, como los 25 euros en Austria (Fig. 5) y la de un “lat” en Letonia. Sin embargo, todavía existen elementos más originales utilizados en la fabricación de monedas, nos referimos a materiales “extraterrestres” procedentes de meteoritos que han impactado con la Tierra.
           

Figura 5.- Moneda de 25 euros acuñada en Austria con el metal Niobio.

            Son dos las piezas fabricadas recientemente donde se han utilizado estos extraordinarios materiales, en primer lugar podemos mencionar una ficha o token fabricada para el mercado del coleccionismo(Fig. 6), y que lleva las leyendas de “Space coin” (Moneda del espacio) y “In skies we trust” (En el cielo confiamos), imitando el lema nacional de los Estados Unidos de América (In God we trust= En Dios confiamos), utilizado desde 1864 en las monedas, y en todos los billetes emitidos a partir del 1 de octubre de 1957. En la zona central figura el texto “Campo del Cielo”, lugar de Argentina donde cayó este meteorito hace unos seis milenios.


Figura 6.- “Moneda” fabricada íntegramente con el metal del meteorito.

            Se da la circunstancia de que este objeto extraterrestre fue descubierto por el capitán español Hernán Mexia de Miraval en 1576. Antes los rumores de la existencia de una “ciudad de plata”, el gobernador de la provincia ordenó su localización, y el mencionado militar al mando de un grupo de soldados, se aventuró en su búsqueda en la que tuvo que luchar contra los indios Chiriguanos, que según sus relatos consumían carne humana. No encontraron el valioso metal, pero localizaron un gran “peñol de hierro” del que tomaron algunos fragmentos.

Dos siglos más tarde, entre 1774 y 1776 se realizaron expediciones al mando de Bartolome Francisco de Maguna, localizándose una gran masa metálica, cuyo peso fue estimado en  23 toneladas, tomándose algunas muestras para analizar con las cuales, don Francisco de Serra y Canals determinó en 1778, que no se trataba de plata, sino de "fierro de muy particular calidad". El siguiente año, una nueva expedición, ahora bajo el mando del sargento Francisco de Ibarra, aportó datos sobre su tamaño, 3,52 metros de largo por 1,85 metros de ancho, poco después, en 1783, se realizaron análisis metalúrgicos, excavando los alrededores hasta determinar que se trataba de una masa aislada de hierro. Debido a las explosiones realizadas, el meteorito se fragmentó y dispersó, quedando sus trozos enterrados.

            Recientemente, el interés por estos materiales ha llevado a los “cazadores de meteoritos” a la localización y comercialización de numerosos fragmentos hallados en esta zona, el caso más espectacular ocurrió en 1992, cuando las autoridades argentinas detuvieron al americano Robert Haag, cuando intentaba sacar del país un enorme bloque de 37 toneladas de peso.

            El meteorito denominado “Campo del Cielo” es un siderito del grupo I, formado por Octaedrita (con cristalización en forma de octaedro) rico en inclusiones de grano grueso, con una composición química de 92,6 % de hierro, seguido por un 6,7 % de níquel, un 0.4 % de cobalto, un 0,25% de fósforo, 407 partes por millón de galio y 3,6 ppm de iridio.

            La segunda pieza que pasamos a comentar, es la moneda de diez dólares emitida en Liberia el año 2004 (Fig. 7). En este caso se trata de una emisión oficial, acuñada en plata y que incluye en una pequeña cavidad unos pequeños fragmentos del meteorito identificado como “NWA 267”, encontrado en la frontera entre Marruecos y Argelia el año 2000. En la cara de la moneda donde están los fragmentos, aparece la figura de un nómada a camello, detrás una estrella fugaz surca el cielo, y sobre una duna, aparece un grupo de meteoritos (auténticos) del tipo H4, es decir condritos ricos en olivino con cóndrulos (pequeñas bolitas) de piroxenos. Inspirándose en esta moneda se han realizado algunas medallas que en una cara llevan incrustado un pequeño fragmento de meteorito.


Figura 7.- Moneda de diez dólares de Liberia, acuñada en el año 2004.

            Las piezas descritas están dirigidas al mercado del coleccionismo más que a circular como verdaderas herramientas al servicio de la economía, ya que es prácticamente imposible realizar una emisión abundante con estos rarísimos materiales extraterrestres. De hecho la tirada de las “monedas” fabricadas con el meteorito argentino es tan sólo de 400 ejemplares, mientras que las emitidas en Liberia ascienden a 999 piezas acuñadas.

           Los meteoritos, aparte de su interés como elementos curiosos procedentes del espacio exterior, y de protagonizar varias películas catastrofistas, han marcado la evolución de los seres vivos de nuestro Planeta, provocando extinciones masivas en forma periódica (como las acaecidas hace 250 millones de años que supuso el final de la Era primaria y el comienzo del Mesozóico, o la más reciente ocurrida hace “sólo” unos 65 millones de años y que teminó con la vida de los grandes dinosaurios).

            El año 1969 cayeron sobre la Tierra dos fragmentos especialmente interesantes, el primero, lo hizo el 9 de febrero en la localidad mejicana de Allende, mientras el segundo se estrelló cerca del pequeño pueblo de Murchison, a unos cien Kilómetros al norte de Melbourne en Australia. Estos meteoritos ya vagaban por el espacio antes de que se formasen la Tierra y el sistema solar, pertenecen a la familia de los condritos carbonatados, y poseen unas peculiares características, como presencia de gran cantidad de agua y aminoácidos (moléculas orgánicas presentes en los seres vivos), su estudio ha hecho revivir la hipótesis de la “panspermia” (“semillas por todas partes”) enunciada por Arrenius en 1903 que propone un origen extraterrestre de la vida. De igual forma, los análisis realizados, han aportado datos fundamentales para el conocimiento de cómo se formó nuestro planeta hace 4.500 millones de años. En definitiva, los objetos llegados del espacio han fascinado al hombre desde siempre, y algunos de ellos han quedado inmortalizados en las monedas, desde la antigüedad clásica hasta nuestros días (Fig. 8).


Figura 8.- Meteoritos cayendo sobre Basilea (Suiza) el 7 de agosto de 1566 en la obra de Samuel Coccius.


(1) Ver artículo de Mayo del 2003: “Tiempos de guerra, monedas de paz”  Eco Filat. y Numism. nº1108: p.40.


III: La moneda más “friki” del año 2013.


      Siguiendo la tradición, hemos seleccionado como la moneda más “friki” u original de las fabricadas durante el año 2013, la emisión de diez dólares de las Islas Fiji, acuñada en plata de 999 milésimas, y que lleva incrustados unos trocitos del famoso meteorito Murchison (Figura 9). En este caso la selección se ha realizado no tanto por la curiosidad o rareza de la moneda (desde hace varios años se ha puesto de moda la fabricación de piezas destinadas al mercado del coleccionismo, que incluyen pequeños fragmentos de meteoritos(1)), sino por el interés científico del meteorito incluido, que contiene nada menos que las moléculas orgánicas a partir de las cuales se generó la vida en nuestro Planeta.



Figura 9.- Fragmentos del meteorito Murchison y moneda de diez dólares con pequeños trocitos del mismo.

     Esta emisión forma parte de una serie dedicada a los meteoritos, iniciada en Fiji el año 2012, con cinco piezas en las que se incluyen pequeños fragmentos originales de los meteoritos Brenham (que cayó en 1882 en los Estados Unidos de América), Kaisnaz (Rusia, 1937), Abee (Canadá, 1952), Jilin (China, 1976) y Neuschwanstein (Alemania, 2002), y que ha continuado durante el año 2013 con las monedas dedicadas a los meteoritos Chassigny (Francia, 1815), Morasko (Polonia, 1914) y la que nos ocupa, que incluye un pequeño fragmento del famoso meteorito Murchison, que se precipitó del cielo a las 10.58 a.m. (hora local), cerca de la ciudad australiana de Murchison (Victoria) el 28 de septiembre de 1969. Este año fue especialmente importante en el mundo científico a causa de dos acontecimientos singulares que se produjeron en un corto período de tiempo, por una parte la caída en la población mejicana de Allende, a la una de la noche del día 8 de febrero, de un gran meteorito, denominado “Allende” por el nombre de la localidad donde cayó, mientras que el segundo hecho asombroso ocurrió unos meses más tarde, el 28 de septiembre de ese mismo año, a las 10.58 hora local, cerca de la ciudad de Murchison en Australia, se observó una brillante bola de fuego que se separó en tres fragmentos, antes de desaparecer dejando una nube de humo. Unos 30 segundos más tarde, se sintió un temblor producido por el impacto. Los fragmentos del meteorito se dispersaron en una superficie de 13 km², con masas individuales de hasta 7 kg. Uno de ellos de  680 g. de peso, atravesó el techo de una nave de ganado cayendo en el heno. La masa total de los fragmentos recogidos de este meteorito supera los 100 kilogramos.



Figura 10.- Caída de un meteorito sobre la Tierra.

Aunque todos los años caen sobre el planeta Tierra millares de meteoritos (Figura 10), ninguno ha proporcionado tanta información sobre el origen del Sistema Solar y sobre las posibles causas de la aparición de la vida en nuestro planeta como estos dos mensajeros de las estrellas, que casualmente arribaron a nuestro planeta en mismo año. Ambos pertenecen al mismo grupo de meteoritos, el de los condritos carbonáceos, con una composición química que incluye moléculas de agua y compuestos orgánicos, además de silicatos y otros minerales, en proporciones similares a las que tendría hace más de 4.500 millones de años la nebulosa a partir de la cual se formó nuestro sistema solar.

Los análisis realizados sobre fragmentos del meteorito Allende, mostraron que en realidad se trata de un superviviente formado a partir de la unión de las partículas de la nebulosa que dio  lugar al sistema solar, y se formó treinta millones de años antes de que surgiera nuestro planeta. Poco más tarde, los nuevos análisis realizados en el meteorito Murchison desvelaron nuevos secretos que asombraron a la comunidad científica. En la roca venida del espacio, se encontraron numerosas moléculas orgánicas complejas entre las cuales figuran hasta 15 aminoácidos diferentes, algunos de los cuales como la glicina, la alanina o el ácido glutámico están presentes en las proteínas de todos los seres vivos del planeta (Figura 11). Además el año 2008 se descubrió que el meteorito albergaba una nueva sorpresa, contenía bases nitrogenadas(2), como las que conforman el código genético de los seres vivos, y en el 2010 se llegaron a identificar hasta 14.000 moléculas orgánicas diferentes, entre las que se encontraron 70 aminoácidos, muchos de ellos desconocidos en nuestro Planeta(3).


Figura 11.- Diferentes moléculas orgánicas complejas halladas en el meteorito Murchison.

A partir de estos sorprendentes descubrimientos tomó fuerza la antigua teoría de la “panspermia”, es decir del origen extraterrestre de la vida, o mejor dicho, de las moléculas que permitieron que la vida surgiera en nuestro planeta hace unos tres mil quinientos millones de años. Tanto el agua de los océanos como las moléculas orgánicas que permitieron la aparición de la vida proceden de los meteoritos, pero no de cualquier meteorito, sino de los que como el Allende y el Murchison fueron mudos testigos de la formación de nuestro sistema solar y cayeron hace millones de años en el Planeta aportando las semillas en forma de moléculas orgánicas complejas, de las que poco más tarde surgirían a través de reacciones químicas los primeros seres vivos, de los que los seres humanos en definitiva descendemos (Figura 12).



Figura 12.- Las moléculas orgánicas complejas que cayeron sobre la Tierra dentro de los meteoritos hace 4.500 millones de años, fueron la materia prima a partir de la cual mil millones de años más tarde, se formaron los primeros seres vivos del Planeta.

Así pues, podemos decir que en esta moneda de diez dólares acuñada en el año 2013 en las islas Fiji, se encuentran los vestigios más antiguos de nuestro remoto pasado, los del hombre y los de la totalidad de seres vivos, desde las bacterias más pequeñas hasta las ballenas y demás mamíferos, incluida nuestra especie, el Homo sapiens.

Notas:

(1) Nociones de numismática extraterrestre II. (Mayo, 2006), Eco Filatélico y Numismático 62(1141): 46-48.

viernes, 5 de junio de 2015

¿Cuánto vale una moneda?

¿Cuánto vale una moneda?. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1150) (Marzo 2007): pp. 58-59.

Miguel Ibáñez Artica

            Cuando alguien encuentra en un rincón de la casa, en un viejo mueble guardado en el desván o en cualquier otro lugar, una moneda desconocida, lo primero que suele pasar por su cabeza es la pregunta ¿cuánto valdrá?. Normalmente suele predominar más la curiosidad sobre su valor económico que el interés por conocer las características numismáticas de la pieza (lugar y fecha de emisión, país, interés histórico, rareza...).

            En la mayoría de los  casos se trata de monedas de cobre de poco valor, o a veces de monedas de plata recientes, que generalmente están tan desgastadas que tienen un valor similar al del precio de la plata que contienen. En realidad podemos hablar de dos “valores” diferentes, por una parte estaría la valoración económica de la moneda (“precio”), que depende de las leyes de la oferta y la demanda del mercado, y por otra parte el valor “intrínseco” de la pieza que viene dado por su interés histórico y antigüedad.

            Podría pensarse que ambas valoraciones coinciden, pero no es estrictamente así, y parafraseando a Machado podríamos decir “es de necios confundir valor y precio”. Así como existen tipos o familias monetarias supravaloradas, debido fundamentalmente a la abundancia de coleccionistas, se dan casos de monedas infravaloradas, debido generalmente al efecto contrario. Podemos señalar numerosos casos conocidos de “supravaloración”, a veces provocados por una evidente especulación, pero seleccionaremos un interesante y curioso ejemplo, el de una moneda que nunca circuló y que sin embargo se ha convertido en la moneda más valiosa del mercado numismático mundial.

            Este “record” histórico lo ostenta la “doble águila” de oro de 1933 (Figura 1). Se trata de una moneda de oro de veinte dólares que fue vendida el 30 de julio del 2002 por un importe de ¡7,59 millones de dólares!. La verdad es que la truculenta historia de esta moneda es digna de un guion de cine, protagonizado por  ladrones, agentes secretos y jeques árabes, en unos escenarios que discurren por Filadelfia, Egipto, las torres gemelas de Nueva York y Fort Knox.


Figura 1: “Doble águila” de oro, fabricada en la ceca de Filadelfia en 1933.

            Las primeras monedas de oro, denominadas popularmente “águilas” por aparecer representado en ellas este animal, se emitieron en 1795 con valor de diez dólares (Figura 2).


Figura 2: Águila de oro de 1795.

Cuando se comenzaron a acuñar monedas de 20 dólares de oro en 1850, se bautizaron popularmente como “dobles águilas”. En el anverso de esta moneda aparece una figura femenina que representa la “libertad”, imagen diseñada por el prestigioso escultor Augustus Saint-Gaudens, y en el reverso la majestuosa águila volando que da nombre a la moneda. En 1933 se acuñaron 445.500 piezas, pero debido a la precaria situación de la economía americana en la época de la Gran Depresión, el presidente Roosvelt, ordenó que la moneda de oro quedara fuera de circulación en los Estados Unidos. Debido a esta orden, las monedas fueron destruidas. Únicamente dos piezas se conservaron en la U-S. National Numismatic Collection de la Institución Smithsonian, y la moneda nunca llegó a salir de la fábrica de moneda de Filadelfia donde se acuñó.

            -O al menos eso se creía-, hasta que los servicios secretos localizaron veinte monedas de este tipo circulando en el mercado del coleccionismo numismático. Nueve de ellas finalmente fueron requisadas y posteriormente destruidas entre los años cuarenta y cincuenta. Pero una de estas piezas había sido adquirida en 1944 por el rey Faruk de Egipto, coleccionista “compulsivo” de monedas raras y valiosas (Figura 3). El departamento del Tesoro de los Estados Unidos, al tener noticia de esta venta inició los correspondientes trámites legales y diplomáticos para conseguir el retorno de la moneda, pero el comienzo de la Segunda Guerra Mundial provocó la lógica paralización de estas acciones. Tras el golpe de estado de 1952 que depuso al rey Farouq, gran parte de sus bienes, incluyendo la “doble águila” de 1933, fueron subastados por la prestigiosa galería “Sotheby’s”. Nuevamente el gobierno americano reclamó la pieza, y las autoridades egipcias accedieron, pero misteriosamente, la moneda había desparecido.


Figura 3: El rey Faruk de Egipto con su colección de monedas.

            Muchos años después, en 1996, los servicios secretos detuvieron a un comerciante de monedas británico en Nueva York, que tenía en su poder la misteriosa moneda del rey Faruk, tras un largo y complejo proceso legal, se autorizó finalmente poner la moneda a la venta en subasta pública. Mientras tanto, la moneda había estado custodiada en un lugar de máxima seguridad, ¡la cámara acorazada que el Departamento del Tesoro tenía en el Wold Trade Center!. Tras la sentencia judicial, en julio del 2001, la moneda fue trasladada a Fort Knox, justo dos meses antes del famoso atentado del “11-S”.

            Tras esta odisea, la moneda finalmente fue vendida por 6,6 millones de dólares, más el 15 por ciento de comisión y 20 dólares adicionales necesarios para “monetizarla” oficialmente, en total 7.590.020 dólares. La subasta duró apenas nueve minutos y la mitad de la cantidad alcanzada en la puja, más los 20 dólares adicionales revirtieron a las arcas del Tesoro Público, el resto fue a parar a manos del comerciante británico.

            No termina aquí la aventura de esta singular moneda, ya que en agosto del 2005 el Servicio Secreto de los Estados Unidos localizó las diez monedas que faltaban en posesión de una familia de Filadelfia, las monedas fueron devueltas y trasladadas para su custodia a Fort Knox.

            Por el momento la historia de las veinte monedas que salieron en su día ilegalmente de la ceca de Filadelfia parece haber concluido, nueve fueron destruidas, una vendida, alcanzando la cifra más alta de la historia en las subastas numismáticas, y las otras 10 recuperadas. Pero ¿y si salieron ilegalmente de la fábrica de moneda de Filadelfia más de veinte piezas?. Tal vez en un futuro pueda surgir alguna nueva sorpresa, y como se anuncia en algunas series televisivas.... “Próximamente Continuará” (?).


            Curiosamente en este caso podemos comprobar como la moneda que ha alcanzado un “precio” más alto en el Mundo, es precisamente una moneda que nunca ha existido, es decir, nunca ha sido puesta en circulación, y su interés “histórico” reside en unas circunstancias más o menos exóticas que podemos calificar de “anecdóticas”.


lunes, 1 de junio de 2015

Una moneda-gusano, el gusano del Mopane.

Una moneda-gusano, el gusano del Mopane. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1152) (Mayo 2007): pp. 60-61.

Miguel Ibáñez Artica

            A lo largo de la Historia de la Humanidad, frecuentemente algunos alimentos han sido utilizados como moneda, es el caso del cacao en Guatemala y México en tiempos precoloniales e incluso durante los primeros años tras la llegada de los conquistadores, el arroz en Indochina y diversos tipos de grano (cebada, centeno y trigo) en la Europa medieval. Incluso en tiempos relativamente recientes, aún se utilizaban determinadas unidades de trigo (los “robos”) para abonar el salario de los maestros y maestras en los pueblos rurales de Navarra (Ver artículo:  El Robo de trigo en Navarra).



Figura 1.- Larva y adulto de la mariposa Gonimbrasia belina y recolección del gusano del “mopane”.

            La moneda-alimento más curiosa que sobrevive en la actualidad, es el “masonja” o "gusano del mopane". Se trata de la larva de una mariposa Emperador de la familia Saturniidae, Gonimbrasia belina. Su oruga, de gran tamaño, tiene vistosos colores y llega a alcanzar los diez centímetros de longitud (Figura 1), alimentándose de las hojas del árbol llamado mopane en la región sur de África. Este insecto es rico en grasas y proteínas, tiene una textura suave y un sabor sustancioso cuando se prepara en fritura. Muchas personas lo consideran una delicadeza en Namibia, Botswana, Zimbabwe y Sudáfrica, y según los análisis realizados veinte orugas secas proporcionan las necesidades diarias de un adulto en calcio, fósforo, vitamina B y hierro. En las aldeas del norte del Transavaal se recogen estas orugas, y una vez secas, son utilizadas como medio de intercambio,  revendidas y finalmente comidas (Denk & Nagl, 2004). Con estas larvas desecadas se adquieren habitualmente en los mercados rurales los artículos de tocador, útiles de cocina, comida y ropa usada (Figura 2) (Kozanayi & Frost, 2002).


Figura 2.- Mercado de “mopane”.

.           En Botswana, la primera generación de gusanos de Mopane aparece entre los meses de noviembre y diciembre, mientras que la segunda reaparece alrededor de abril. En estas épocas, las mujeres de los poblados recorren grandes distancias para cosechar los valiosos gusanos con los que podrán adquirir lo más necesario, incluyendo el uniforme para la escuela de sus hijos. La recolección se hace a primera hora de la mañana, antes de que las orugas asciendan hacia las zonas altas del árbol para comer, y pueden recogerse en condiciones óptimas hasta 18 kilogramos en una hora. Suele vaciarse el contenido intestinal del gusano para mejorar su gusto y entonces pueden comerse crudos, asados o fritos en aceite. El consumo de este insecto hasta hace poco estaba restringido a algunos grupos étnicos, pero su popularidad se ha extendido y actualmente forma parte de los menús tradicionales de los hoteles de Botswana.

            Lo que tradicionalmente era un complemento en la dieta, ha incrementado su uso y valor, debido a la creciente pérdida de valor de la moneda oficial. Por ejemplo en el año 2006, la tasa inflacionista en Botswana fue del 12%. En dicho país, que arrastra una fuerte inflación desde finales de los años 90 -y como resultado una progresiva devaluación monetaria-, el uno de noviembre del año 2000 se puso en circulación una nueva moneda bimetálica, de 23,5 mm. de diámetro y dos milímetros de grosor, con su parte central de cuproniquel y el exterior de bronce y aluminio,  con valor de cinco “pulas”, que vino a sustituir al antiguo billete existente con esa denominación. Curiosamente, en esta nueva moneda devaluada, aparece representada la nueva “moneda” popular, el gusano del mopane (Figura 3) y también esta espectacular mariposa aparece representada en algunos sellos africanos.


Figura 3.- Sello y moneda de Botswana representando respectivamente el insecto adulto y su larva.

            Se considera que los elementos utilizados como moneda deben cumplir unas funciones específicas, como servir de unidad de cuenta, y ser medida común del valor, además de utilizarse como medio de pago, y deben poseer unas características adecuadas, como ser útiles, portátiles, divisibles, indestructibles, de valor estable y homogéneos. Pues bien, en algunas zonas rurales de Sudáfrica los gusanos desecados, medidos en unidades estandarizadas que se van desde los 2,8  hasta los 210 gramos (el contenido de gusanos secos de una taza grande), realizan estas funciones monetarias y son utilizados para la adquisición de bienes, siendo útiles (son alimentos), portátiles (se transportan en bolsitas de plástico), divisibles y relativamente duraderos ya que al estar desecados se conservan bastante tiempo. Por otra parte su valor es más estable que el de la moneda oficial, sometida a continuas devaluaciones.



Bibliografía:

DENK, R. & P. NAGL, “Masonja, die Larven eines Nachtfalters, als Nahrungs- und Zahlungsmittel”, Der Primitivgeldsammler 25(1), 2004, págs. 17-20.

KOZANAYI, W. & P. FROST, “Marketing of Mopane Worm in Southern Zimbabwe”. Mopane Worm Market Survey: Southern Zimbabwe, 2002: 31 pp.


En las fechas en que se publicó este artículo en mayo del 2007, en la vecina Zimbabue, la inflación ya alcanzaba un 66.000 %, y siguió disparándose hasta llegar en noviembre del año 2008 a la increíble cifra de noventa mil trillones por ciento, emitiéndose billetes con la astronómica cifra de  “cien trillones de dólares”. Estos billetes no servían para nada, y en los servicios públicos de bares y restaurantes, se colocaba un cartel solicitando que no se utilizaran como papel higiénico, ya que obstruían las conducciones (Figura 4).


Figura 4.- Billetes de “trillones de dólares” y cartel colocado en los WC de establecimientos públicos prohibiendo la utilización de estos billetes como papel higiénico.

Tasas de inflación en Botswana:

1996      16%
1997      20%
1998      48%
1999      56,9%
2000      55,22%
2001      112,1%
2002      198,93%
2003      598,75%
2004      132,75%
2005      585,84%
2006      1.281,11%
2007      66.212,3%
2008
   Julio    231.150.888.87%
   Agosto 471.000.000.000%
   Septiembre 3.840.000.000.000.000.000%
Mediados Noviembre 89.700.000.000.000.000.000.000%
(Fuente Wikipedia)