Las emisiones
monetarias fabricadas con moldes. I Roma y la Galia Celta. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 81
(1340) (Abril, 2025): pp. 46-49.
Miguel Ibáñez Artica
Desde que en el siglo séptimo antes de nuestra Era se
produjeron las primeras monedas en el reino de Lidia en la península de
Anatolia (Figs. 1a, b), la técnica de
fabricación utilizada originalmente fue la conocida como “acuñación a martillo”,
consistente en colocar un disco de metal
(cospel) entre dos cuños, y tras dar un fuerte golpe con un martillo sobre uno
de ellos, la imagen grabada en negativo en los cuños se transfiere en positivo
al cospel (Fig. 1e).
Esta
metodología de elaboración de monedas rápidamente se expandió por el
Mediterráneo, primero en las ciudades griegas (Figs. 1c, d) y en el imperio persa, y posteriormente fue utilizada
por otros pueblos y civilizaciones, experimentando con el tiempo mejoras
técnicas como la utilización de diferentes tipos de prensas y maquinaria, que
sustituyeron al original golpe de martillo, aumentando así progresivamente la
eficacia del proceso de fabricación de la moneda hasta llegar a nuestros días (Fig. 1f).
Figura
1.- Acuñación
“a martillo”.
a: Cuño de anverso con la imagen de
una cabeza de león, Reino de Lidia siglo VII a.C.; b: Estátera de electro
(aleación de oro y plata) de Lidia; c: Cuño para fabricar tetradracmas
atenienses, s. V a.C.; d: Tetradracma ateniense. S. V a.C.;
e:
Representación de un operario acuñando monedas “a martillo” en un jetón alemán
de 1560; f: Acuñación con maquinaria a finales del s. XIX.
Sin embargo en las emisiones antiguas, los cospeles, es
decir los discos metálicos sobre los que se produce la acuñación que los
convierte en monedas, se fabricaban en moldes, vertiendo el metal fundido (oro,
plata o bronce) en pequeñas oquedades redondas practicadas en la piedra o en
arcilla. Esta primitiva metodología de fabricación de cospeles pervivió hasta
la Edad Moderna, y una de las escasas cospeleras de esa época que han llegado
hasta nosotros se conserva en el monetario del Museo de Navarra (Fig. 2).
Figura
2.-
Cospelera de época moderna (Museo de Navarra nº 20.371).
Si bien la mayoría de las monedas que se han fabricado en
occidente desde la antigüedad hasta nuestros días son piezas acuñadas, durante
algunas épocas, en ciertos lugares y bajo determinadas circunstancias, también
se han producido emisiones monetarias utilizando un método diferente, vertiendo
el metal fundido en un molde, de forma que tras el enfriamiento y
solidificación del mismo se crea la moneda. A pesar de que la fabricación con
moldes resulta aparentemente más sencilla que la técnica de acuñación, ha sido
mucho menos utilizada en occidente. Uno de los inconvenientes es que las
monedas fundidas presentan los relieves menos marcados y un aspecto más burdo.
Resulta muy difícil reproducir en ellas los minuciosos detalles que suelen
presentar las monedas acuñadas.
Monedas
romanas fundidas del siglo tercero antes de nuestra Era.
En algunas colonias griegas ya se habían fabricado objetos
de uso monetario utilizando moldes en los que se vertía bronce fundido, por
ejemplo en Istros, colonia milesia en la orilla del Mar Negro, muy cerca del
delta del Danubio, entre los siglos sexto y quinto antes de nuestra Era se
fabricaron pequeñas puntas de flecha utilizadas como moneda (Fig. 3a). En las mismas fechas en otra
ciudad griega cercana a la anterior, Olbia, ubicada en la desembocadura del río
Dnieper, se produjeron grandes cantidades de pequeñas piezas con aspecto de
delfín (Fig. 3b) utilizadas también
como moneda. Finalmente en la antigua colonia griega de Acragante (actual Agrigento
al sur de Sicilia) a mediados del siglo quinto antes de nuestra era, se
emitieron de forma puntual algunas piezas de bronce fundido con formas
irregulares, que convivieron con las monedas de plata (dracmas,
tetradracmas...) acuñadas en la ciudad. Estas monedas de forma piramidal o bien
ovalada presentan en relieva las figuras de un águila y un cangrejo (Fig. 3c), este último, animal totémico
de la ciudad, o bien una cabeza de águila y una pinza de cangrejo (Fig. 3d).
Con respecto a la Península Itálica, aunque la moneda de
plata griega ya se conocía en la zona desde tiempo atrás, los romanos a comienzos
del siglo tercero antes de nuestra Era fabricaron con moldes unos pesados
lingotes de bronce de unos 1.700 gramos, denominados Aes signatum, utilizados en
las transacciones comerciales como moneda (Fig.
3e).
En
una segunda fase se desarrolló un sistema monetario basado en el denominado Aes
rude (Fig. 3f), una moneda redonda fabricada
en molde con un peso de una libra (324 gramos) y un diámetro de unos 70 mm,
emitiéndose también diferentes divisores como el Semis (Fig. 3g) equivalente a medio as, el Triens (Fig. 3h) con valor de un tercio, el Quadrans (Fig. 3i) igual a un cuarto de as, el Sextans (Fig. 3j) con valor de un sexto de As, la Uncia (Fig. 3k) o doceavo de as y la Semiuncia (Fig. 3l) equivalente a 1/24 ases. La
principal causa de que se utilizara la técnica de fabricación con moldes, fue
que estas piezas tan grandes eran muy difíciles de producir por la técnica de
acuñación a martillo.
La crisis generada por las derrotas romanas frente a los
cartagineses durante la segunda guerra púnica repercutió en la moneda, que hacia
el 218 a.C. redujo su peso a la mitad, de forma que el nuevo as, denominado
ahora semilibral, tenía un peso de 163,5 gramos. En esos momentos se fabricó
mediante fundición en molde la moneda de mayor tamaño emitida en la Edad
Antigua, con 110 mm de diámetro y algo más de un kilogramo de peso, con valor
de diez ases y denominada Decussis (Fig.
3m), que lleva en el anverso el busto de Roma y en el reverso una proa de
nave de guerra con la marca de valor “X” encima. En sucesivas devaluaciones la
moneda romana fue perdiendo peso de forma que el as, que inicialmente tenía el
peso de una libra (324 gramos) terminó a mediados del siglo segundo a.C. con el
peso de una uncia (27 gramos), y durante este proceso de reducción de tamaño y
peso, se modificó también la técnica de fabricación utilizada, abandonando la
fusión con moldes y volviendo a las técnicas de acuñación que se utilizaron
desde entonces en la moneda romana.
Hasta comienzos del siglo III a.C. los ases, tanto
romanos como las imitaciones hispanas, se fabricaron por fusión en moldes
múltiples bovalvos, mientras que los semises, de menor tamaño y peso, eran producidos
mediante el proceso de acuñación ya desde tiempo atrás.
Figura
3.- Monedas griegas
y romanas fundidas.
Monedas
griegas:
a: Moneda con aspecto de flecha,
Istria, s. VI-V a.C.; b: Moneda con forma de delfín,
Olbia, s. VI-V a.C.; c y d: Monedas con forma
irregular de Akragas (Agrigento,
Sicilia), 450-400 a.C.
Monedas
romanas:
e:
Aes
signatum, s. III a.C.; f: Aes Grave; g: Semis; h:
Triens; i: Quadrans; j: Sextans; k: Uncia; l:
Semiuncia; m: Decussis con valor de diez ases semilibrales (218-201 a.C.).
Los
potines celtas del siglo I a.C.
En época de la república romana, la Galia estaba
integrada por una vasta región donde habitaban hasta sesenta pueblos
diferentes, que incluía los actuales territorios de Francia, Bélgica,
Luxemburgo, Suiza y una pequeña parte de los territorios ubicados en el norte
de Italia y Alemania. Desde el punto de vista numismático podríamos añadir a
estos pueblos celtas, el sur de Gran Bretaña, donde también se fabricaron
monedas fundidas en el siglo primero
antes de nuestra Era.
Las primeras emisiones monetarias de esta región tuvieron
lugar en la colonia griega de Massalia (actual Marsella) durante el siglo VI
a.C. donde se acuñaron dracmas y óbolos de plata. Con posterioridad el uso de
la moneda se extendió por los pueblos vecinos del valle del Ródano, y la moneda
típicamente gala surgió hacia el siglo cuarto antes de nuestra Era,
desarrollándose con características propias, primero con el comercio con los
griegos y más tarde por las relaciones comerciales establecidas entre los
diferentes pueblos celtas de la Galia. En las primeras emisiones se imitó, a
veces en forma muy burda, el diseño de las monedas macedónicas de Filipo II y
Alejandro Magno (Fig. 4a), utilizando
como modelo las monedas de oro que habían traído los mercenarios galos. Cada
uno de los pueblos emitía su propia moneda si bien las piezas acuñadas en
metales nobles circulaban también en los pueblos vecinos.
Si
comparamos las emisiones monetarias de la Galia con las producidas en la
Península Ibérica durante los dos últimos siglos anteriores a nuestra Era, podemos
observar una mayor heterogeneidad y diversidad, tanto en los patrones
metrológicos como en los iconográficos, de las monedas emitidas en el
territorio de la Galia celta frente a una cierta homogeneidad metrológica (siguiendo
los patrones romanos del denario, as y sus divisores) e iconográfica (jinete
lancero, con espada, con palma...) en la Península. Otra gran diferencia es que
en la Galia se acuñaron grandes cantidades de monedas de oro (Fig. 4), especialmente a partir del
siglo segundo antes de Cristo, a partir de las ricas minas de metal aurífero de
la región, mientras que en Hispania, a pesar de contar con yacimientos en el noroeste
peninsular, no llegó a fabricarse moneda de oro indígena.
Figura
4.- Ejemplos
de monedas de oro acuñadas en la Galia.
a-d: Estáteras (a y b: Región armoricana; c
y d:
Senones); e: Hemiestátera (Galia Belga); f: Un cuarto de estátera
(Andecavi, Angers).
Los motivos inspirados en las monedas greco-macedonias y
posteriormente en las monedas romanas fueron evolucionando acomodándose al arte celta, transformándose en motivos
geométricos de alto contenido simbólico. Hasta hace poco se consideraban estas
monedas como de “arte degenerado” al compararlas con la iconografía realista de
otras emisiones contemporáneas (por ejemplo de la moneda ibérica), pero en la
actualidad se interpreta como un arte singular, que huye del realismo, presenta
un gran contenido simbólico y destaca los elementos ornamentales sobre los
motivos principales, poniéndolo en relación con algunas corrientes artísticas
contemporáneas como el arte abstracto.
Entre los siglos cuarto y primero antes de nuestra Era
convivieron diferentes tipos de monedas acuñadas en oro, plata y bronce, así
como unas singulares emisiones en aleación de cobre, plomo y estaño denominadas
“potin” que se fabricaban fundiendo la mezcla de metales y vertiéndola en un
molde bivalvo donde podían obtenerse varias piezas a la vez en lo que se conoce
como “árbol de fundición”, del que posteriormente se recortaban las monedas. En
algunos casos, el corte se realizaba sobre la “rama” o canal que comunicaba
unas monedas con otras, de forma que parte de esa “rama” sobresale de la moneda
(Figs. 5a y e).
La adición de plomo y estaño al cobre rebajaba su punto
de fusión, de forma que se tardaba menos tiempo en fundir el metal y también en
solidificarlo, acelerando así el proceso de fabricación. Los moldes se
elaboraban en arcilla como los hallados en el territorio de los Suesiones (excavaciones
en Villeneuve-Saint Germain, región de
Picardía, Francia), en bronce como el hallado de manera
fortuita en Romenay en la región de
Borgoña (Fig. 5a), o incluso en
madera..
Figura
5.- Los
potines de la Galia.
a: Molde para fabricar potines de
los sécuanos hallado en Romenay en el año 2009.
b: Potines fabricados por
diferentes pueblos de la Galia en el siglo I a.C.
Los potines se emitieron por diferentes pueblos
distribuidos por toda la Galia, si bien aparecen con mayor abundancia en la
región septentrional (Fig. 5b) y
tuvieron una difusión local, circulando como monedas de pequeño valor para
satisfacer las necesidades cotidianas de las poblaciones que habitaban en las
villas galas. La mayoría de estas monedas fundidas son anepígrafas, lo cual
dificulta mucho su atribución, que se basa en la distribución geográfica de los
hallazgos realizados, ya sea de carácter fortuito, como especialmente en
excavaciones arqueológicas oficiales.
Los motivos que presentan son muy variados, animales como
el jabalí, el caballo, el lobo o el águila, todos ellos muy esquematizados,
bustos humanos, personajes en diferentes actitudes, símbolos celtas, figuras
geométricas, etc... Para su sistematización, los numismáticos galos establecen
diferentes tipos en función de las imágenes representadas, por ejemplo “tipo
cabeza gruesa”, “cabeza de indio” (Figs.
6a, c, g), “cabeza diabólica”, “cabeza con casco” (Fig. 6e), “guerrero corriendo” (Fig.
6d). “personaje de frente” (Fig. 6f),
“con caballo” (Fig. 6h, l), “con
jabalí” (Fig. 6i), “con esvástica” (Fig. 6j), “con rama” (Fig. 6b), “con animales enfrentados” (Fig. 6k), etc...
Figura
6.- Ejemplos
de diferentes tipos de potines.
a: Tipo “cabeza de indio”, Leucos; b:
Tipo “con rama”, Nervios: c: Tipo “cabeza de indio”, Remos; d:
Tipo “guerrero corriendo”, Nervios; e: Tipo “cabeza con casco”, Nervios;
f:
Tipo “personaje de frente”, Remos; g: Tipo “cabeza de indio”, Senones; h:
Tipo “con caballo”, Suesiones; i: Tipo “con jabalí, torqués y
glóbulos”, Suesiones; j: Tipo “con esvástica”, Suesiones; k:
Tipo “pájaro y animales enfrentados”; l: “Tipo con caballo”, región de
París.
Estas monedas fundidas o potines circularon principalmente
durante el siglo primero antes de nuestra Era, comenzando su desaparición tras
la conquista del territorio por parte de Julio César en el año 51 a.C. siendo
sustituidas paulatinamente por la moneda romana en los primeros años del
Imperio aunque todavía aparecen en las excavaciones de santuarios galo-romanos.
Excepcionalmente también encontramos monedas celtas de la Galia, tanto de oro
como de plata, fabricadas en moldes (Fig.
4d).
Podemos mencionar también unas pequeñas ruedas, a veces
simples anillos, o bien con radios, frecuentemente cuatro y en otros casos seis
u ocho, utilizadas en época celta y galo-romana, fabricadas con moldes,
generalmente con aleaciones de bronce y plomo, o exclusivamente de plomo, e
incluso en casos excepcionales en metales preciosos, y que han sido interpretadas
por algunos autores como monedas o premonedas.
Estos objetos se convirtieron en exvotos a partir del
siglo primero a.C., encontrándose a veces en grandes cantidades en los
santuarios junto con monedas y armas inutilizadas.
Figura
7.- Ruedas
galas.