Heliogábalo y el
meteorito de Emesa en las monedas. Artículo publicado en:
Eco Filatélico
y Numismático 80 (1338) (Abril 2024): pp. 48-51.
Miguel Ibáñez Artica
Una
de las piedras sagradas más conocidas en la antigüedad era la piedra negra que
se veneraba en la ciudad de Emesa (actual Homs en Siria), descrita por Herodiano (V, 3, 5) como
una “enorme
piedra negra con un extremo puntiagudo y una base redonda en forma de cono. Los
fenicios sostienen solemnemente que esta piedra bajó de Zeus; señalando algunas
pequeñas figuras en relieve, afirman que es una imagen en bruto del sol, porque
naturalmente esto es lo que quieren ver”.
La
popularidad de esta piedra sagrada, tradicionalmente considerada como un
meteorito, se debe al joven emperador Vario Avitio Basiano (Fig. 1b) de la dinastía severa, más
conocido como Heliogábalo (218-222 d.C.).
Figura 1.- Heliogábalo y su
familia.
a: Julia Maesa, abuela
de Heliogábalo; b: Heliogábalo; c: Julia Soemias, madre de
Heliogábalo.
Nacido en la
ciudad de Emesa, en la provincia romana
de Siria, con apenas catorce años de edad ascendió al trono tras el asesinato
de su tío Caracalla. Por instigación de su poderosa abuela Julia Maesa (Fig. 1a), cuñada del fundador de la
dinastía Septimio Severo, consiguió desplazar a Macrino, que había sido elegido
emperador por las tropas y ratificado por el senado.
Cuando llegó a Roma, introdujo el culto al sol
(Helios) como deidad principal, construyendo un lujoso templo en la ladera del
monte Palatino donde fue colocada la piedra negra que hizo traer desde Emesa(1),
y durante el solsticio de verano, la gran piedra, recorría triunfalmente las
calles sobre en un carro tirado por caballos, delante el emperador caminando de
espaldas, con la mirada puesta en la piedra sagrada, dirigía el carro (Fig. 2):
“En los suburbios de Roma, el emperador construyó un
templo muy grande y magnífico al que todos los años en pleno verano llevaba a
su dios. Organizó espectáculos lujosos y construyó pistas de carreras y
teatros, creyendo que carreras de carros, espectáculos e innumerables recitales
agradarían a la gente, que organizaba fiestas y celebraciones nocturnas. Colocó
al dios del sol en un carro adornado con oro y joyas y lo sacó de la ciudad a
las afueras. Un carro de seis caballos llevaba al dios sol, los caballos
enormes y de un blanco impecable, con costosos adornos de oro y ricos
ornamentos. Nadie llevaba las riendas y nadie iba en el carro; el vehículo era
conducido como si el mismo dios del sol fuera el auriga. Heliogábalo corría hacia atrás frente al carro, de cara al
dios y sujetando las riendas de los caballos. Hizo todo el viaje de esta
manera, de espaldas, mirando al rostro de su dios. Como no podía ver a dónde se
dirigía, su ruta estaba pavimentada con polvo de oro para evitar que tropezara
y cayera, con los guardaespaldas
situados a cada lado para protegerlo de lesiones. La gente corría paralela a él,
portando antorchas y arrojando guirnaldas y flores. Las estatuas de todos los
dioses, las ofrendas costosas o sagradas en los templos, los ornamentos
imperiales y las valiosas reliquias fueron llevadas por la caballería y toda la
Guardia Pretoriana en honor al dios sol. Después de sacar al dios y colocarlo
en el templo, Heliogábalo realizó los ritos y sacrificios descritos
anteriormente; luego, subiendo a las enormes y altas torres que había erigido,
arrojó, indiscriminadamente, copas de oro y plata, ropa y telas de todo tipo a
la multitud de abajo. También distribuyó todo tipo de animales domesticados
excepto los cerdos, que, según la costumbre fenicia, rehuía”. Herodiano, Vol. V, 6, 6.
Figura 2.- Desfile de la
piedra sagrada por las calles de Roma y representación de la misma en un áureo
de Heliogábalo.
El nombre con
el que se conoce a este emperador “Heliogábalo” deriva de la denominación de la
deidad a la que se rendía culto en Emesa: “Elagabalus”, latinización del árabe Ilāh ha-Gabal, de ilāh ("dios") y gabal
("montaña"), es decir dios de la montaña. Sin embargo no parece que
el emperador pretendiera expandir el nuevo culto de adoración a su dios
personal con la finalidad de unificar el imperio.
La
piedra sagrada o betilo figura en numerosas emisiones realizadas en la ciudad
de Emesa. Antes de Heliogábalo, durante el reinado de Antonino Pío (138-161
d.C.) la vemos representada con un águila posada en su cima que sostiene una
corona en su pico (Fig. 3a).
Posteriormente en las monedas de Caracalla (Fig.
3b), Heliogábalo (Fig. 3c) y del
usurpador Uranio Antonino (Fig. 3d),
vemos el betilo dentro del templo con pórtico hexástilo dedicado al dios-sol,
imagen que permanece inalterada desde finales del s. II hasta mediados del s.
III d.C.
Una
interesante representación en un denario de la ceca de Antioquia en tiempos de
Heliogábalo, muestra la piedra detrás de un águila posada sobre un rayo, que
sostiene una corona en el pico, rodeada por cinco estrellas (Fig. 3e), esta rara emisión pudo
acuñarse en conmemoración del viaje de Heliogábalo desde Emesa a Roma en el año
219 d.C.
Figura 3.-
Diferentes
representaciones de la piedra sagrada de Emesa.
La
imagen más común de esta piedra, tanto en las monedas de oro como en las de
plata y bronce es, sobre un carro tirado por cuatro caballos, representados
frontalmente (Figs. 3h, i, j), o más
frecuentemente en forma lateral (Figs. 3f,
g), que hacen a alusión a las procesiones organizadas por Heliogábalo en
Roma durante el solsticio de verano.
La
figura del carro lateral mirando a la derecha o a la izquierda la podemos ver
en los áureos de Heliogábalo acuñados en Antioquía (Fig. 4a) y Roma (Fig. 4b),
y también mirando a la derecha en los denarios de Antioquía (Figs 4d). Llama la atención en estas
emisiones la presencia de cuatro objetos, interpretados como parasoles o “semeia” que rodean la piedra (Fig. 4c) y que también aparecen
representados a los lados del betilo en vista frontal (Fig. 3h; Fig. 4d), o
cuando éste se encuentra en el templo (Fig.
3b). En las provincias del Este, el pasarol era símbolo de riqueza
mientras en Siria se colocaban “semeia” entre las estatuas de los
dioses.
Más
raras son las representaciones frontales, que aparecen en los dobles denarios
de Heliogábalo (Fig. 3h; Fig. 4d), donde puede verse al joven
emperador delante de la cuadriga sobre la que va la piedra sagrada blasonada
por un águila. En las restantes representaciones de este tipo, en monedas de
bronce, no aparece la figura del emperador (Fig.
3i; Figs. 4f, g), y en una rara
emisión de Neápolis de Samaria vemos representados sobre la cuadriga, a la
izquierda la piedra de Emesa y a la derecha el monte Gerizim con su templo y
escalinata (Fig. 3j).
Figura 4.- Representaciones de
la piedra sagrada de Emesa transportada en una cuadriga.
a: Áureo de Heliogábalo (218-222 d.C.),
Antioquía; b: Áureo, Roma; c: Denario, Antioquía; d:
Doble denario de Heliogábalo (218-222 d.C.) ; e: Denario, Antioquía f:
Bronce de Heliogábalo con Alejandro Severo como césar, Aelia Capitolina
(Jerusalén), Judea; g: bronce de Heliogábalo (218-222 d.C.), Hierapolis Castabala,
Cilicia.
En
tiempos del emperador Heliogábalo además de las imágenes de la piedra sagrada
de Emesa desfilando sobre una cuadriga, la podemos ver representada estática en
el centro del templo (Figs. 5a, b), y
en la ciudad fenicia de Sidón, las emisiones a nombre de las esposas del
emperador, representan otra famosa piedra sagrada, en este caso la que se
veneraba en la ciudad en el templo de la diosa Astarté, y que estaba colocada
dentro de un carro, que se paseaba por la ciudad en las festividades dedicadas
a la diosa (Figs. 5c-f). Esta piedra
sagrada posiblemente también era un meteorito caído del cielo.
Figura 5.- Representaciones de
las piedras sagradas de Emesa y del carro de Astarté en tiempos del Emperador
Heliogábalo..
a, b: bronces de Heliogábalo (218-222 d.C.), Seleucia Pieria; c: bronce de Heliogábalo
(218-222 d.C.),
Sidón, Fenicia; d, e: bronces de Julia Paula, primera esposa de Heliogábalo
(219-220 d.C.), Sidón, Fenicia; f: bronce de Annia Faustina, tercera
esposa de Heliogábalo (221 d.C.), Sidón, Fenicia.
El
reinado de Heliogábalo no fue lo que esperaba de él su abuela Julia Maesa, y el
adolescente emperador se desocupó del gobierno del imperio, ocupando su tiempo
en fiestas y celebraciones, practicando una gran arbitrariedad a la hora de
elegir sus colaboradores entre sus amantes masculinos, como el atleta de
Esmirna Aurelius Zoticus y otros libertos a quienes promocionó como gobernadores,
legados o cónsules, nombrando prefecto del Pretorio a un bailarín, prefecto de
la institución dedicada al
transporte y reparto de los cereales (annona) a un barbero,
y prefecto de la guardia a un auriga.
Los
continuos excesos y escándalos del joven emperador hacían que la situación se
volviera cada vez más insostenible, y fue de nuevo la todopoderosa e influyente
Julia Maesa, abuela de Heliogábalo, la que revirtió la situación provocando la
insurrección de los soldados, que dieron muerte a Heliogábalo y a su madre
Julia Soemias el día 11/III/222 (Fig. 5),
proclamando como nuevo emperador a Severo Alejandro, primo del monarca
asesinado y también nieto de Julia Maesa.
Figura
5.- Asesinato de Heliogábalo y su madre por la guardia
pretoriana en un antiguo grabado, y
áureo acuñado en Roma del nuevo emperador Severo Alejandro (222-235 d.C.)
Notas:
(1) La piedra de Emesa
no es el primer meteorito trasladado a Roma, siglos atrás el cónsul Publio
Cornelio Escipión Nasica, primo de Escipión el Africano, llevó desde Pérgamo a
Roma la “piedra negra”, un meteorito sagrado donde residía la “madre de los
dioses”. Tras el asesinato de Heliogábalo, Alejandro Severo hizo volver a Emesa
el betilo y consagró el templo dedicado a El-Gabal al dios Júpiter Ultor,
templo que aparece representado en algunas monedas y medallones con motivo de
su consagración. Alejandro rompió con la excepcional religión de su
predecesor al desterrar a la deidad Elagabal de sus monedas, restaurando en
ellas las deidades del panteón romano tradicional.
Bibliografía:
Anon. (1993). Histoire Auguste: Tome III, 1re Partie: Vies de Macrin, Diadumenien Et Heliogabale. Coll. des Universités de France/ Coll. Budé. Série latine. Ed. Bilingüe: 330 pp.
Ibáñez, M., (2020). Dioses, meteoritos y monedas. Col
Miscelánea Numismática 1: 83 pp.