Monedas de pelo
humano. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 73(1258)
(Enero 2017): pp. 48-49.
Miguel Ibáñez Artica.
En un artículo anterior comentábamos unos curiosos tokens acuñados en
Rusia a comienzos del siglo dieciocho, que servían como recibo y comprobante de
haber pagado la correspondiente tasa anual por el privilegio de poder llevar
barba, y en este caso trataremos de unas singulares “monedas” elaboradas con
pelo humano trenzado.
A diferencia de los países vecinos
de la Melanesia (Papúa, Islas Salomón, Vanuatu…), donde ha existido, y
ocasionalmente se mantiene vigente una nutrida variedad de pre-monedas o
paleomonedas, integradas por un amplio abanico de “monedas-concha”, esteras de
tejidos vegetales, hachas de piedra, colmillos curvados de cerdo e incluso
monedas elaboradas con plumas, el vasto territorio australiano no es tan rico
en estos elementos, con función monetaria en tiempos precoloniales.
Figura
1.- “Moneda pelo”.
En los escasos documentos que
recopilan las costumbres de los aborígenes australianos a finales del s. XIX
(Roth, 1897), se indica como los pueblos Toko, Kalkadoon y Yaroinga entre
otros, utilizaban como moneda una serie de objetos como los famosos bumerangs,
escudos de madera, cuchillos de piedra, así como largos cordones elaborados con
pelo humano (Figura 1). En las
tradiciones culturales de los aborígenes australianos, el pelo humano es un
elemento frecuentemente utilizado para la elaboración de largas y resistentes
cuerdas utilizadas como adorno, en ritos curativos y también como moneda. Estos
aborígenes portan pobladas barbas y cabello, formado por pelos resistentes (Figura 2), que sustituyen a las fibras
vegetales -elemento que escasea en las áridas regiones del continente
australiano-, con las que otros pueblos fabrican muchos utensilios de la vida
cotidiana.
Figura 2.- Aborígenes australianos.
Precisamente a partir de uno de estos mechones de pelo, recogido en la
expedición de Haddon en 1923, y conservado en la universidad de Cambridge, se
pudo establecer mediante el análisis de su ADN el origen de la población
autóctona australiana, la primera en llegar a Asia hace unos setenta mil años,
24.000 años antes que los antepasados de los actuales europeos y asiáticos (1).
Cuando en 1788 comenzó la colonización británica, a partir de mil
quinientos presos deportados que fundaron la primera colonia penitenciaria, en
el continente australiano vivían alrededor de medio millón de nativos
repartidos en unas 250 naciones. Durante casi dos siglos, estos aborígenes
carecieron prácticamente de derechos y tan sólo en 1967, adquirieron el derecho
al voto y comenzaron a ser considerados jurídicamente como el resto de los
australianos. En la actualidad la población de aborígenes apenas supone un 2%
del total de los habitantes de Australia, no obstante este porcentaje duplica
al de la población actual de indios en Norteamérica.
Los cordones de pelo humano con diferentes longitudes y que llegan a
medir hasta tres metros de longitud fueron utilizados como moneda de cambio (Figura 3). En algunos casos estaban
elaborados con pelos de mujeres recibiendo la denominación de “juringa”
(Kerwin, 2010 p. 44) y se transmitieron de mano en mano a lo largo de vastas
regiones y a través de cientos de kilómetros, cumpliendo una función similar a
la de nuestra moneda económica (2).
Figura
3.- “Moneda pelo” aborigen, procedente de la subasta
“Tribal Art” de Lawson (1 febrero de 1993, lote 429). Este ejemplar, de 290 cm.
de longitud, está formado por dos cordones de pelo, uno normal y el otro canoso
(blanco), trenzados entre sí confiriéndole un singular aspecto.
Una hermosa tradición aborigen aporta una curiosa interpretación de la
Vía Láctea: cuenta que Chanark, la Mujer Gran Espíritu, recoge las almas de los
niños fallecidos colocándolas sobre sus largos cabellos, y así podemos ver las
largas franjas de su pelo en el cielo, que los aborígenes denominan “Yondle”,
donde las estrellas que brillan son los espíritus de los niños.
Notas:
(1)
Rasmussen et al., 2011. An
Aboriginal Australian Genome Reveals Separate Human Dispersals into Asia. Science
334 (6052): 94-98.
(2) Roth, W.E., 1897. Ethnological studies among the North-West-Central
Queensland Aborigines. London. https://archive.org/details/ethnologicalstu00rothgoog