El dinero
del mar III: Moluscos gasterópodos, escafópodos y cefalópodos. Artículo
publicado en “Eco filatélico y numismático” (Diciembre 2020) 76 (1301): pp. 45-47.
Miguel Ibáñez Artica
Entre las numerosas “monedas concha” que han sido
utilizadas a lo largo del tiempo en los cinco continentes, la más
característica es el cauri. Precisamente las primeras “monedas” documentadas de
la historia son precisamente unos pequeños caracolillos de las especies Monetaria
moneta (L., 1758) (Fig. 1j) y Monetaria
annulus (L., 1758) (Fig. 1k),
utilizados en China desde al menos el segundo milenio antes de nuestra Era para
pagar tributos o como compensaciones (1), llegando en época muy
temprana a cumplir las funciones asignadas a la denominada “moneda económica”
convencional. Así pues, la concha del cauri quedó identificada con el concepto
de moneda, y el carácter chino 貝 (bei), que
significa “dinero”, deriva de la figura esquematizada de dichos caracolillos.
Las inscripciones del siglo IX antes de nuestra Era muestran que los cauris se
consideraban ya como medida del valor de las cosas, y sus características de
portabilidad, durabilidad y dificultad para ser falsificados propiciaron su uso
monetario. Son frecuentes las observaciones realizadas por viajeros desde
tiempos medievales, donde se señala el uso de conchas como auténticas monedas,
el caso más conocido es la obra de Marco Polo (2), y de hecho, en la
actualidad, las conchas de cauris siguen utilizándose como moneda en algunas
regiones de África.
Figura 1.- Conchas de cauri
chinas del segundo milenio antes de Cristo (a) y sus imitaciones en hueso (b),
cuarcita (c), conchas recortadas (d), jade (e), madera (f),
bronce (g) y bronce sobredorado (h), de estas últimas derivaron las
monedas denominadas “cara de fantasma” o “moneda hormiga” (i). Monetaria moneta (j); Monetaria annulus (j); sellos postales con
representaciones de caurís (l).
En el continente
africano, desde antes de la llegada de los europeos, en el reino del Congo, se
utilizaba como moneda un pequeño caracolillo de la especie Olivancillaria
nana (Lamarck, 1811), denominado “n’zimbu”, sin embargo la moneda-concha
más importante en África, ha sido el caurí. Hacia el año 1000, los árabes
introdujeron caurís en el comercio transahariano, pero fue con la llegada de
los europeos, cuando toneladas de pequeñas conchas inundaron el continente
africano.
Disponemos de
bastante información sobre el comercio de esclavos africanos, adquiridos con
monedas-concha por los traficantes europeos. La primera fase de este comercio
consistía en acudir a los centros productores de los caracolillos, en las islas
Maldivas, al sur de la India, después (durante los siglos XVII al XIX), los caurís
se transportaban a los puertos de Londres y Ámsterdam, donde eran subastados en
sacos, siendo adquiridos por comerciantes ingleses, holandeses, portugueses,
franceses e incluso daneses.
Barcos cargados con sacos de caurís, se dirigían a la
costa africana para adquirir esclavos. De esta forma durante el s. XVII se
introdujeron más de
Finalizado el tráfico de esclavos tras su abolición en
1807, el caurí siguió utilizándose para el comercio del aceite de palma, de
forma que sólo en 1836 se introdujeron más de doscientos mil kilos de conchas
en el continente africano. Sin embargo el final de esta moneda-concha se
produjo cuando hacia mediados del s. XIX, se incorporaron al comercio ingentes
cantidades de una especie de caracolillo muy similar, Monetaria annulus
(L., 1758), abundante en Zanzíbar, en la costa oriental africana. Como en esos
mismos momentos ocurría en Norteamérica, con la industrialización del “wampum”,
la entrada masiva de “moneda”, produjo una enorme inflación que desestabilizó
el mercado y terminó con la propia moneda (en África el “caurí” y en
Norteamérica el “wampum”).
Encontramos otras muchas especies de caracolas utilizadas como moneda, como por ejemplo el “Mwali” utilizado en las islas Tobriand, fabricado con un disco de la especie Conus leopardus (Roeding, 1798), al que se sujetan varios caurís huevo (Ovula ovum, L. 1758) (Fig. 2a), o la moneda ritual “talipun” de la zona del río Sepik, elaborada con un fragmento del gran caracol verde Turbo marmoratus (L., 1758) (Fig. 2b).
Figura 2.- a:
“Mwali” utilizado en la ceremonia del “Kula” en las islas Trobriand; b:
“Talipún”, moneda concha utilizada en la zona del río Sepik, Papua-Nueva Guinea
(Ejemplares del Museo Arqueológico Nacional, MAN, Madrid).
Aunque pueda parecer increíble, todavía en el siglo
XXI se siguen utilizando de forma cotidiana primitivas monedas-concha en
algunos remotos y apartados lugares del planeta. El ejemplo más destacado lo
encontramos en el “tambu” o “diwarra” utilizado por las gentes de la población
Tolai, que vive en las islas del Duque de York y Península de Gazelle, en la
provincia de Nueva Bretaña (Papúa-Nueva Guinea). La moneda “tambú” está formada
por pequeños caracolillos de la especie Nassarius camelus, atravesados
por una larga varilla, que se mide en brazas (1 braza= 183 cm.), éstas pueden
determinarse de una forma aproximada y sencilla estirando los brazos, la
distancia entre ambas manos viene a ser una braza, a su vez
divisible en pequeños fragmentos o varillas que llevan 10-12 conchas
cada una (Fig. 3a), y los datos del
año 2002 indican que existen en circulación o almacenadas (como ahorros), una
cantidad de monedas-concha equivalentes a unos ocho millones de kinas (más de
dos millones de dólares USA)(3).
Además de su uso cotidiano para realizar pequeñas
compras, el tambú también se almacena en largas ristras, que se atan a una
estructura circular formando un rollo o “loloi” con aspecto de neumático con un
diámetro de un metro y una anchura del cilindro que forma el rollo de unos 14
centímetros (Fig. 3c). Todo el rollo se
recubre con hojas secas y se ata con cuerdas para proteger su valioso
contenido. Estos “loloi” pueden almacenar unos 600 metros de varilla, que lleva
unos cien mil caracolillos regular y cuidadosamente ensartados. Aunque su
tamaño real es de un metro, si desplegamos su interior, tal como se hace por
ejemplo en las ceremonias funerarias para distribuir su contenido, en realidad
sería la moneda más larga del mundo, ¡con una longitud de más de medio
kilómetro! Algunos de estos rollos de moneda concha constituyen los ahorros de
toda una vida y se usan para repartir entre los herederos y amigos tras la
muerte del propietario, en ceremonias donde se cortan públicamente y
distribuyen fragmentos del “loloi” (Fig.
3e).
Figura 3.-
Pagando la compra con moneda “tambú” en un mercado Tolai; a: detalle de la
moneda-concha utilizada en el pago; b: detalle de la cesta-monedero de la moneda-concha; c:
aro de conchas o “loloi”, al fondo un grabado de 1882 donde se representa un
funeral de los Tolai; d: exibición de “tambu” en Rabaul a
finales del s. XIX; e: distribución de “tambu” en el s. XXI.
En América del Norte
encontramos unos abalorios elaborados por los indios Chumash de California a
partir de pequeños caracoles de la especie Olivella biplicata (Sowerby,
1825), denominados “poncos”, que fueron descritos por vez primera en 1792 por
el explorador español José Longinos Martínez, quien señaló su utilización por
los indios como moneda, y unidad de peso y valor.
Otro grupo de moluscos utilizados
como moneda son los escafópodos, con aspecto de agudos dientes, fueron
utilizados por los indios Yurok de Norteamérica, que
utilizaban como moneda ristras de conchas del escafópodo Dentalium pretiosum
(Sowerby, 1860), denominadas “allicotsik”, que literalmente significa “moneda
india” en el lenguaje Yurok. Como curiosidad, cuando se producía un homicidio,
el responsable o su familia, tenían que pagar dos ristras de la moneda concha a
los familiares de la víctima como “moneda de sangre”, una para compensar la
muerte de la víctima, y otra para “comprar” la vida del homicida, que de esta
forma no sufría las consecuencias de la venganza de los familiares del muerto.
Podemos ver que el “dinero del mar” y en especial las
“monedas concha”, además de su función económica, han cumplido un importante
papel en el equilibrio y la reproducción social en diversas comunidades a lo
largo de la Historia en todo el Planeta. Muy posiblemente algunos de los
collares de caracolillos Columbella
rustica o de escafópodos Dentalium
sp. que encontramos en yacimientos prehistóricos en la Península Ibérica de
tiempos del Paleolítico y Neolítico pudieron tener también esta función.
Figura 4.- “Allicotsik” de los indios Yurok de
Norteamérica, con una “hucha” tallada en hueso, donde se guardaban las “monedas-concha”.
Finalmente la única “moneda-concha”
elaborada a partir de cefalópodos es un tipo de pele denominado a’lillie
o lillie formado por pequeños discos de las conchas de Nautilius
pompilius (L., 1758) y Allonautilus umbilicatus (Lightfoot, 1786), parecido
al anterior pero con un tono más grisáceo.
Notas:
(1) El cauri, la primera moneda de China. Eco Filatélico y Numismático 65(1180) (Diciembre 2009): pp. 46-47.
(2) Aportaciones
numismáticas en la obra de Marco Polo II: Cauris y monedas de los muertos. Eco Filatélico
y Numismático (Septiemre, 2008), 64(1166): 44-45.
(3) El “tambú”, una moneda de concha
utilizada en la actualidad. (Septiembre,
2004) Eco Filatélico y Numismático 60(1122): 46-47
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