La teoría del
“Comercio silencioso”, realidad o mito. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 65(1175)
(Junio, 2009): pp. 48-49.
Miguel Ibáñez Artica.
Durante
muchos siglos, antes de la aparición de la moneda metálica en los siglos
VIII-VII antes de nuestra Era en Asia Menor, existió un activo comercio interno
e internacional, que en la actualidad nos resulta difícil comprender sin la
utilización de la moneda económica convencional.
El mejor
exponente documentado de este comercio lo tenemos en los pueblos fenicios (Figura 1), experimentados navegantes que
obtuvieron mediante el trueque grandes riquezas (oro, marfil, pieles...) a
cambio de modestas mercancías (cerámicas, ungüentos, vino...). Este intercambio
adoptaba una forma peculiar en el litoral atlántico africano descrita por
Herodoto (IV,196) como “comercio silencioso”, en el cual los comerciante
cartagineses depositaban sus productos en una playa cercana a un poblado, los
nativos acudían y depositaban a su vez el oro, los cartagineses regresaban y si
consideraban adecuada la cantidad dejada en contrapartida, los retiraban y se
marchaban, pero en caso de considerarla insuficiente, no se recogía, retornando
a sus naves a la espera de que los nativos incrementaran la cantidad depositada,
y así hasta llegar a un acuerdo entre ambas partes. Este mecanismo se siguió
empleando en África por parte de los comerciantes árabes para obtener oro
durante la Edad Media, e incluso en tiempos posteriores (Bovill, 1929; Farias,
1974), también se ha descrito este tipo de “comercio silencioso” en China y
entre los pueblos precolombinos (Chibchas colombianos, Perú...). La utilización
frecuente de determinados lugares costeros donde se producía este intercambio,
dio lugar a la aparición de los primitivos “emporios” o puertos comerciales,
que según algunos autores, fueron los puntos clave del desarrollo de la
economía mundial en la era precolonial, superando en importancia a los lugares
de mercado (Polanyi, 1963).
Figura 1.-
Las monedas fenicias
frecuentemente presentan imágenes de embarcaciones.
a: Sidón, tetrashekel, s. IV a.C.; b:
Biblos, dishekel, s. IV a.C.; c: Sidón, medio shekel, s.V a.C.
La explicación de cómo se originó
este peculiar mecanismo de intercambio “silencioso” es fácil de entender. En la
relación del primer viaje en 1568 a las Islas Salomón (Pacífico Sur) del
español Álvaro de Mendaña (Figura 2),
tenemos un buen ejemplo de lo que ocurre cuando se ponen en contacto dos
culturas completamente diferentes:
“...vino al puerto, un tauriqui que se dice Bene, que tiene su asiento a
la parte del poniente de esta isla, y estando yo oyendo misa en tierra, llegó
con quince canaluchos llenos de gente, bien abastecidos de sus aras, y me envió
un cuarto de carne humana, que parecía ser de muchacho, y con él unas raíces de
binahu y me dijo en su lengua “Naleha” “naleha”, que quiere decir cómelo. Yo
recibí el presente y me pesó mucho de que tuviesen en aquella tierra tan
perniciosa costumbre.... y mandé hacer un hoyo a la lengua del agua y en
presencia suya hice enterrar el cuarto y le dije en su lengua: “Teo naleha
arra” que quiere decir “yo no lo como” a lo cual estuvo muy atento, y viendo
que habíamos tenido en poco su presente, como hombres corridos o agraviados se
echaron todos de pechos sobre los canaluchos y las cabezas bajas se hicieron a
lo largo y se fueron”
“Saltando a tierra el
general... los indios decían por señas a los nuestros que se volviesen, y
viendo no querían, fue cosa notable de ver las bravuras que hicieron, visajes,
temblores y revolcar y escarbar la arena con los pies y manos, irse a la mar,
echar agua por alto y otros muy extraños ademanes... tiraron muchas piedras,
diciendo mate, mate. Matamos algunos de ellos con los arcabuces, con que se
retiraron”
Figura 2.-
El canibalismo fue práctica común en algunos pueblos de las islas del Pacífico
hasta mediados del siglo veinte. Incluso existen postales “turísticas” de
comienzos del siglo XX con las imágenes de estas prácticas.
En el
primer caso vemos como los nativos obsequian a los españoles con un suculento
trozo de cuerpo humano, se trataba de un valioso y preciado regalo culinario en
señal de bienvenida, lógicamente no fue interpretado así por los europeos, que
no tenían precisamente los mismos gustos gastronómicos. En el segundo caso los
indígenas confunden a los visitantes con los espíritus de antepasados (tamate) realizando una serie de rituales
para alejarlos, el resultado es una matanza de indígenas por parte de los
arcabuceros españoles. Estas anécdotas explicarían y justificarían el peculiar
comportamiento del “comercio silencioso”, donde se evita el contacto personal y
con ello posibles equívocos que fácilmente pueden desembocar en una tragedia.
Figura 3.-
Representación de Álvaro de Mendaña en una moneda conmemorativa de las Islas
Salomón, acuñada en 1991.
La
interpretación “comercial” de los primitivos intercambios, sirvió de base al
establecimiento en el siglo XIX del modelo del “Homo oeconomicus”, sin embargo los recientes estudios
antropológicos muestran una situación más compleja, donde el individualista “homo oeconomicus” es sustituido por un
sofisticado sistema de relaciones sociales, donde se realizan intercambios de
regalos (no de mercancías). Las principales diferencias entre el “comercio” y
el “intercambio de regalos” pueden sintetizarse de la siguiente forma (según
Van Baal, 1976):
:
Comercio Intercambio de regalos
Se realiza entre “iguales”
(igual rango social). Los
participantes no siempre son iguales.
Las relaciones sociales
finalizan al terminar el intercambio. Las
relaciones sociales se potencian tras el intercambio.
El objetivo son los bienes
del otro. El objetivo es el otro.
Los bienes intercambiados
frecuentemente son poco valiosos. Los
bienes intercambiados frecuentemente son
valiosos.
No existe la obligación de
comerciar o aceptar una oferta. Obligación
de aceptar y realizar obsequios.
Contratos (relaciones
comerciales) protegidos por la ley. Intercambio
de regalos no protegido por la ley.
El comercio no establece
un vínculo entre los participantes. Se
establece un vínculo que convierte a los participantes en socios.
Bibliografía:
Bovill, E.W., 1929. The
Silent Trade of Wangara. J. Royal African
Soc. 29(113): 27-38.
Farias, P.F. de Morais,
1974. Silent
Trade: Myth and Historical Evidence. History
in Africa I: 9-24.
Polanyi, K., 1963. Ports
of Trade in Early Societies. The Journal
of Economic History 23(1): 30-45.