Anverso y Reverso
de la moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 66(1184)
(Abril, 2010): pp. 44-45.
Miguel Ibáñez Artica.
Tradicionalmente
se ha denominado “anverso” y “reverso” a las dos caras que presenta una moneda,
términos importantes a la hora de describir y estudiar el material numismático.
El problema surge a la hora de definir dichos conceptos que curiosamente están
ausentes en algún importante glosario numismático como el de Mateu y Llopis
(1966).
En primer lugar recurriremos al Diccionario de la
Real Academia de la Lengua donde hallaremos la siguiente definición:
Anverso: En las monedas y medallas, haz que
se considera principal por llevar el busto de una persona o por otro motivo.
Reverso: En las monedas y medallas, haz opuesto
al anverso.
Podemos
observar una cierta vaguedad en esta definición, ya que faltaría por establecer
cuál puede ser el motivo por el que consideremos a una de las caras como la
principal (Figura 1).
Figura
1.- En las emisiones de blancas de Juan I de Castilla y
León (1379-1390), encontramos en una cara de la moneda el cordero con la
leyenda “AGNVS DEI QVITOLIS P”, y en la otra la letra “Y” coronada, y la
continuación de la leyenda “ECATA MVNDI MISERE”.
Si atendemos a la
leyenda, deberíamos considerar el anverso como la cara donde figura el inicio
de la misma, pero la inicial de la autoridad emisora (la “Y” coronada) presenta
en este caso prioridad, y el lado donde aparece, es el que debe ser considerado
como anverso de la moneda.
La ausencia del nombre
del monarca en la leyenda, que en su integridad es de tema religioso, ha
motivado que alguna de estas piezas encontradas en Francia o Inglaterra, hayan
sido interpretadas como jetones, dada su similitud con la serie francesa de
“jetones del Agnus Dei” tan frecuentes en los siglos XIV y XV.
En
otros diccionarios numismáticos podemos encontrar definiciones algo más
completas, como por ejemplo en la excelente obra de H.F. Burzio “Diccionario de
la Moneda Hispanoamericana” (Santiago de Chile, 1958):
Anverso:
Cara o haz
principal de las monedas y medallas, que es el lado que ostenta el busto del
soberano o las armas distintivas del estado, o cualquier otro signo de
autoridad de la que emana la moneda. La fijación como anverso de la cabeza o
busto grabada en la moneda, es tan antigua como la misma y las primeras series
griegas y romanas, que ostentan la efigie de sus divinidades o emperadores,
sirvieron a los iniciadores de la ciencia numismática como patrón para su
determinación, incorporándolo a su léxico.
A
falta de cara principal o su especificación en la ley u ordenanza monetaria, se
la determina mediante su leyenda, que en general es continua, fijando como
anverso la cara de su comienzo. Este procedimiento es el que debe aplicarse en
la amonedación hispanoamericana para evitar confusiones, en las series de tipo
macuquina de los reinados de Felipe II a Carlos III, en las cuales la cruz
cantonada de Jerusalén es reverso hasta Felipe IV y anverso a contar desde este
reinado hasta el de Carlos III (Potosí).
Reverso: Haz opuesto al anverso, cuya
impronta muestra el tipo secundario de la moneda o medalla. Las piezas
primitivas sólo traen un hueco que correspondía a la forma de la herramienta
del yunque que sujetaba a la moneda para inmovilizarla, a fin de que el acuñador
pudiese cómodamente estampar a fuerza de golpes de maza o martillo, la figura
del anverso.
El
progreso de la técnica monetaria hizo que más tarde se grabasen en el reverso
figuras mitológicas, alegorías, emblemas de la localidad que las batía, la cruz
en los pueblos cristianos. Modernamente se reserva el campo de reverso para la
indicación del valor.
Otro
criterio, relacionado con el proceso de fabricación de la moneda, ha sido el de
considerar como “anverso” la cara de la moneda impresa con el cuño fijo o
inferior (pila), y “reverso” la fabricada con el superior o troquel (Figura 2). En las
monedas acuñadas con la técnica denominada de “martillo”, el cospel se colocaba
encima del cuño inferior que iba sujeto a una mesa, y encima se colocaba el
troquel cilíndrico que era la pieza que recibía el martillazo. Por este motivo
los troqueles duraban mucho menos que las pilas o cuños. Sabemos por la
documentación conservada, que en Navarra, durante el reinado de Felipe V (VII
de Navarra) con cada cuño de anverso se obtenían unas 40.000 monedas, y con
cada troquel de reverso unas trece mil, de forma que el motivo principal o más
complejo solía grabarse en el cuño fijo, ya que por cada pila o cuño inferior
había que fabricar al menos tres troqueles (y en ocasiones hasta diez o más).
Figura
2.- Troquel
y cuños fijos (“pilas”) para acuñar moneda.
Sin
embargo, hemos podido comprobar como este criterio puede variar en pocos años.
En la colección de cuños conservada en el Museo de Navarra, vemos como en las
primeras emisiones de Carlos III (VI de Navarra), se grabó en el cuño móvil la
cara de la moneda donde aparece el monograma y nombre del monarca, y en el cuño
fijo el escudo con las cadenas y el año de emisión, pero a partir de 1784 la
situación se invirtió, grabándose en el cuño fijo la cara del monograma y en el
móvil el escudo. Con lo cual la
propuesta de denominar anverso a la cara grabada por el cuño fijo o pila y
reverso a la correspondiente al troquel o cuño móvil, no constituye un criterio
válido, y menos cuando en la mayoría de los casos ignoramos esta circunstancia.
Figura 3.- En las monedas ibéricas el nombre
de la autoridad emisora (la ciudad que acuñó o para la que se acuñó la moneda),
aparece en la cara tradicionalmente considerada como reverso. El busto del
anverso probablemente simboliza la figura de algún héroe o deidad indígena, y
en este caso su representación tiene prioridad a la hora de definir la cara del
anverso.
Retomando
la definición anterior en la que denominamos anverso a “el lado que ostenta el busto del soberano o las armas distintivas del
estado, o cualquier otro signo de autoridad de la que emana la moneda”, o
simplificando, la cara donde se representa la autoridad emisora de la moneda,
podemos establecer una adecuada definición. Sin embargo este criterio plantea
también numerosos problemas, por ejemplo en la moneda ibérica (Figura 3) el nombre del pueblo emisor
aparece en el lado opuesto al busto, tradicionalmente denominado como reverso.
También en algunas emisiones medievales, como en los gruesos de Carlos II de
Navarra, el nombre del monarca aparece en el lado opuesto a la cara donde
figura su busto frontal (Figura 4).
Figura 4.- Los “gruesos de busto” del monarca
navarro Carlos II “el Malo”, presentan el nombre del rey (KROLVS DEI GR) en la
cara donde aparece la cruz, siguiendo la costumbre de los gruesos torneses de
Francia.
Establecer
un criterio universal para definir los términos de anverso y reverso, en un
período cronológico de más de 2.500 años y que abarque a todo el Planeta,
resulta como vemos bastante complejo.