“Sacra Moneta”. Los orígenes de la moneda. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático. (Septiembre 2018) 74 (1276): 48-50.
Miguel Ibáñez Artica
El
relato convencional sobre el origen de la moneda se remonta a los banqueros
jonios del siglo VII antes de nuestra Era, cuando colocaron su sello sobre
gotitas metálicas de electron (mezcla de oro y plata) para garantizar su valor.
De esta forma surgieron las primeras monedas metálicas que pronto se
popularizaron en las polis griegas y en el imperio Persa. Según esta teoría, generalmente
aceptada por historiadores, economistas y numismáticos, el “trueque” primitivo fue
el antecesor directo de la moneda, y por este motivo interpretamos este
elemento con un criterio estrictamente económico. Sin embargo dicha teoría es
en realidad un mito surgido en el s. XVIII, y a través de la antropología se ha
llegado a alcanzar una visión mucho más amplia acerca de la complejidad de funciones
asociadas a la denominado “dinero o moneda primitiva”, precursora de la “moneda
económica”.
La moneda, tal
como la conocemos, es un “invento” relativamente reciente; en occidente su
antigüedad se remonta al último cuarto del siglo VII a. C.(1), y sin
embargo el hombre venía comerciando desde hacía varios milenios, aparentemente
sin utilizarla. Antes de su aparición se empleaban diferentes elementos entre
los que podemos destacar los lingotes de metal, a veces con marcas que señalan
su procedencia, pertenencia o controles de peso y calidad. Es precisamente a
partir de unas “gotas” de electro (aleación de oro/plata) de donde surgieron
las primeras monedas, convirtiéndose en un signo social, medida universal de
valor y medio de compra garantizado. El salto entre “lingote premonetario” a
“moneda” se produjo con la aparición del pensamiento racional en las
comunidades políticas griegas, y su éxito y rápida propagación, se debieron por
una parte a su utilidad práctica como herramienta económica al servicio del
poder establecido, y también a que actuó sicológicamente en la población como
una droga.
Sin
embargo en este relato se omiten dos cuestiones importantes, primero el
nacimiento y desarrollo de la moneda en oriente, y también el papel ancestral
de la “premoneda” como instrumento de cohesión y reproducción social.
Con
respecto a la primera cuestión, en China ya se utilizaban elementos con función
monetaria durante la dinastía Shang (商)
(1766-1122 a.C.), y precisamente el logograma 商 significa “comercio”, de
forma que podríamos referirnos a ella como "la
dinastía comercial". Tanto en los huesos oraculares como en las vasijas de
bronce de esta dinastía y de la siguiente (Zhou: 1121-256 a.C.) aparecen
mencionadas las conchas de cauri en pagos y recompensas, convirtiéndose estos
elementos en medida del valor, casi un milenio antes de que en Asia Menor
surgieran las primeras monedas metálicas (Figura
1). Durante este largo período y ante la escasez de conchas de caurís de
origen marino, se fabricaron copias en diferentes elementos como piedra,
madera, hueso, jade y finalmente en plomo y bronce (Figura 2). Estas dos últimas imitaciones de conchas en metal,
pueden considerarse “sensu stricto” como las primeras monedas metálicas,
adelantándose en dos o tres siglos a las emisiones realizadas en la península
de Anatolia hacia el 650 a.C.
Figura
1.- Aparición y desarrollo de la
moneda en China y Occidente.
Figura
2.- Conchas de cauri
chinas del segundo milenio antes de Cristo (a) y sus imitaciones en hueso (b),
cuarcita (c), conchas recortadas (d), jade (e), madera (f), bronce (g), bronce
sobredorado (h). Estas últimas derivaron en las monedas denominadas “cara de
fantasma” o “moneda hormiga” (i).
Con
respecto a la “premoneda”, las investigaciones antropológicas realizadas desde
finales del siglo XIX por diferentes especialistas en lejanas zonas aisladas
como la Melanesia, han permitido descubrir una gran variedad de formas y usos
de “monedas”, que probablemente existieron también en otros lugares y culturas
antes de que surgiera la “moneda económica”. En 1914, el antropólogo francés
Marcel Mauss realizó una novedosa proposición sobre el concepto de “moneda”,
señalando su carácter mágico-religioso en las sociedades primitivas de África,
América y Oceanía, y frecuentemente encontramos un origen sagrado en las
monedas-concha de las islas del Pacífico.
Numerosos
autores han profundizado sobre el carácter sacro de estas monedas primitivas, de
forma que entre ellas podemos identificar tres familias, en primer lugar los
objetos sagrados, que son intransferibles, al haber sido donados
originariamente por los dioses, y no circulan, en segundo lugar los objetos
preciosos de carácter ceremonial y circulación especial, que pueden ser donados
en ciertos casos como en matrimonios o deudas de sangre, y finalmente los
comunes o profanos, que sirven como moneda de uso cotidiano asumiendo una
función económica. Ocasionalmente encontramos que algunos elementos rituales
pasan a la esfera comercial, como por
ejemplo los “mwali” o “soulava” de las islas Tobriand en Papúa, que salen del
circuito del Kula y sirven para adquirir canoas o posesiones valiosas.
La
sacralización de los objetos valiosos es un mecanismo que permite reforzar la
jerarquización social, ya que las monedas no sirven únicamente para adquirir
bienes o servicios, también permiten a su poseedor disponer de un elevado
status social. Podemos encontrar ciertos paralelismos en la antigua Grecia, donde
también se producía una clara diferenciación entre los objetos valiosos
adquiridos o “riqueza móvil” (probasis)
y aquellos que debían conservarse en casa (keimelia).
Como en los soulava y mwali del anillo del Kula en la actualidad, los keimelion tenían su propia historia,
iban unidos a su poseedor y al pasar de mano en mano acrecentaban su valor.
Queda por determinar si en la antigua Grecia la “medida del valor” (como
precursora de la moneda) en realidad tuvo un origen sacro y no comercial, y de
hecho las primeras monedas griegas fueron denominadas “óbolos”, nombre que
recibían las varillas rituales o asadores utilizados en los sacrificios a los
dioses, y el dracma era originalmente un “puñado” de seis varillas u óbolos.
Podemos remontarnos hacia atrás en el
tiempo, observando las costumbres e instituciones de ciertas culturas
primitivas que aún hoy en día (aunque probablemente ya por poco tiempo)
sobreviven en apartadas regiones de la
Melanesia, donde permanecen dos tipos de “monedas” que tienen una función muy
específica, en primer lugar son las denominadas “monedas de sangre” (o precio
de la sangre) cuya función es la de resarcir con ellas a los familiares de una
víctima de homicidio. El pago de esta moneda a los parientes de la víctima por
parte del agresor, devuelve la paz social que en otro caso derivaría en la
aplicación de la “ley de Talión” donde previsiblemente se produciría más
derramamiento de sangre. Cada poco tiempo aparecen en la prensa local
referencias a esta tradición, por ejemplo el 12 de enero del 2017, el periódico
“Solomon Star” de las Islas Salomón publicaba la noticia de que un hombre había
acuchillado a su mujer embarazada, lo que había ocasionado la pérdida del niño
y la mujer herida de gravedad. Detenido el hombre, los familiares del agresor
se reunieron con los de la víctima en la comisaría y los primeros entregaron
una moneda concha “tafuliae” como compensación a los segundos, con la finalidad
–como recoge la noticia- “de allanar el camino de la reconciliación entre ambas
familias” (Figura 3c).
Figura
3.- “Dinero de la novia” en las
Islas Salomón (a) y Papúa-Nueva Guinea (b); Pago de una moneda concha al
familiar de una víctima de homicidio por parte de los familiares del agresor en
las Islas Salomón en el mes de octubre del 2011 (c* Foto de “Solomon Star”).
El segundo tipo es la denominada
“moneda de la novia” (o precio/dinero de la novia), que la familia del novio
debe presentar a los familiares de la novia a cambio de ésta (Figura 3a, b) y que residualmente encontramos
hoy en día en nuestra cultura, en forma de las “arras matrimoniales” entregadas
a la novia en la ceremonia de la boda.
En numerosas
ocasiones las premonedas simbolizan a la persona, y por tanto son adecuadas
para realizar los pagos por matrimonio u homicidio (perdida para el clan de una
hija casada o de un hijo o familiar asesinado). En este caso la “moneda de la
novia” actúa metafóricamente como la “moneda de sangre”, las monedas son
“personas virtuales” y en ambos casos sirven para compensar la pérdida de un
individuo del grupo, ya sea una hija que se casa y abandona el clan familiar
para ir con su marido, o un hijo que es asesinado en una disputa con un clan
vecino.
También la moneda de la antigua Roma
estaba vinculada a lo sagrado, de hecho la misma palabra “moneda” deriva de la
diosa protectora Juno Moneta, junto a cuyo templo en el Capitolio romano, se
acuñaban los denarios, de forma que muy pronto la palabra “moneta” pasó a tener
el significado que damos hoy a la moneda (Figura
4).
Figura
4.- Denario republicano dedicado a la diosa Juno Moneta acuñado el 46 a.C., que
muestra en su reverso los útiles de acuñar, sobre la maqueta del templo
dedicado a la diosa en el Capitolio romano.
En tiempos del emperador Diocleciano (284-305 d.C.) aparece
la leyenda “sacra moneta” junto con una figura femenina de pie, que lleva una
cornucopia como señal de abundancia y riqueza, y una balanza simbolizando el
correcto peso y ley que debía tener la moneda. La sacralización de la moneda
significaba que cualquier alteración que sufriera (pérdida de peso o de ley)
debía considerarse como un verdadero sacrilegio. Esta nueva representación
aparece tras la reforma monetaria a finales del s. III d.C., cuando se pone fin
al devaluado “antoniniano” que había circulado durante el período conocido como
“de anarquía militar”, con 17 emperadores diferentes en poco más de 30 años.
Son
varios los autores que establecen el origen del dinero en la religión, lo cual
tiene su cierta lógica, ya que la moneda es reconocida por su valor por un
conjunto de personas que realizan un “acto de fe”, y aceptan que ese objeto, ya
sea un collar de conchas o un fragmento de metal acuñado, tiene un determinado
valor. Esta creencia es más fácil de asentar si se sacraliza de alguna forma el
objeto en cuestión.
Curiosamente,
en una sociedad donde se han reducido mucho las creencias religiosas
tradicionales, nunca antes había existido tanta “fe” (creencia en lo que no
vemos), en el dinero, ya sea en forma metálica (monedas), en papel moneda, o en
información almacenada en microchips y discos duros de ordenadores (tarjetas de
crédito, bancos), e incluso en la nueva moneda virtual (bitcoins).
Nota:
(1) Precisamente las monedas griegas más antiguas, datadas
a comienzos del s. VII a.C., se encontraron en las excavaciones arqueológicas
del templo dedicado a la diosa Artemisa en Éfeso. Se trata de un conjunto de 93
pequeñas monedas de electro (aleación de oro y plata) encerradas dentro de una
vasija, la más grande con un peso de media estátera de Mileto, y la más pequeña
pesaba sólo 1/96 estátera, apenas 0,14 gramos. Estas monedas fueron depositadas
como ofrenda fundacional, es decir ofrendas a los dioses al comenzar las obras
de construcción del templo. De esta forma, también encontramos una vinculación
religiosa en el origen de las primeras monedas convencionales de uso económico.
Bibliografía:
Belk,
R. W. & M. Wallendorf, 1990. The Sacred Meanings of Money. J. Economic Psychology 11: 35-57.
Ibáñez,
M., 2006. La premoneda social, precursora
de la moneda económica. NVMISMA,
56(250): 21-40.
Parise,
N., 2003. El origen de la moneda. Signos
premonetarios y formas arcaicas del intercambio. Ed. Bellaterra. Barcelona:
140 pp.