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jueves, 15 de diciembre de 2016

Monedas de madera: los "wooden nickels" americanos.

Monedas de madera: los “wooden nickels” americanos. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 60(1121) (julio/agosto, 2004): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

Las “monedas” de madera más populares en la actualidad, son los llamados “wooden nickels” americanos, que si bien en su origen (durante la recesión de los años treinta) tuvieron una función económica y monetaria, en la actualidad desempeñan un papel estrictamente publicitario y propagandístico.

Dentro del amplio campo del coleccionismo numismático, existe una sección que se ocupa de objetos monetiformes, que aunque no son verdaderas monedas, en ocasiones han llegado a funcionar como tales. Esta sección conocida como “exonumia”(1) agrupa una amplia gama de objetos como jetones, fichas o tokens de cooperativas, municipios, casinos, servicios públicos o privados, etc...

Entre estos últimos objetos cabe destacar, por su importancia en los Estados Unidos y Canadá, los denominados “wooden nickels” (2), o fichas de madera impresas, que tienen múltiples funciones y constituyen un amplio y económico campo del coleccionismo, contando con numerosas asociaciones, clubs y publicaciones especializadas sobre el tema. Estas curiosas “monedas” se “inventaron” durante la crisis económica de los años treinta. En diciembre de 1931, y ante la quiebra del banco de Tenino (Washington), los comerciantes  hicieron billetes de 25 céntimos, uno, cinco y diez dólares sobre finas láminas de madera que imitaban a los billetes de curso legal, imprimiéndose por un total de 11.582,50 dólares. Estos billetes de necesidad fueron avalados por la cámara de comercio local, funcionando como moneda durante algún tiempo, y pronto atrajeron la atención e interés de los coleccionistas. De hecho, el que se imprimieran sobre madera fue una casualidad, ya que en un principio estaba previsto fabricarlos en papel, pero una industria local realizó una prueba sobre una fina lámina de madera, que al final se adoptó para fabricar esta moneda de necesidad. Se realizaron emisiones en diciembre de 1931, febrero, marzo, abril, junio, julio y agosto de 1932 y en enero de 1933 (Figura 1).


Figura 1.- Primeros “Wooden nickels” emitidos como moneda en Tenino (Washington) en 1931 y primeras piezas circulares “acuñadas” en 1933 en Chicago.

Esta medida fue imitada en otros lugares, y así al quebrar el banco de Blaine en 1933, se comenzaron a imprimir piezas de 25 céntimos sobre discos de madera redondos, imitando las populares monedas denominadas “nickels” por el metal con el que se fabricaban. Así surgió la denominación de “wooden nickels” o monedas de madera. Muchas otras poblaciones siguieron su ejemplo emitiendo estas monedas “de necesidad” sobre un soporte de madera, unas veces con forma rectangular -como los billetes de madera impresos en Tenino-, y otras veces dándoles forma redondeada a imitación de los de Blaine, modelo que en la actualidad es el más utilizado.

En fecha temprana, estas piezas se utilizaron también como elementos publicitarios en determinados eventos, así en 1933 durante la celebración del “Siglo del Progreso” en Chicago, se utilizaron estos “wooden nickels” como elemento propagandístico, y las comunidades locales encontraron una sencilla fórmula, que permitía a la vez hacer propaganda de los actos y celebraciones populares, y recolectar fondos para las mismas. Las fichas sirven como recuerdo de las ceremonias y se adquieren a cambio de una módica cantidad de dinero considerada como un donativo. 


Figura 2.- “Wooden nickels” publicitarios y conmemorativos. Entre ellos, uno de propaganda de Sos del Rey Católico, primer “wooden nickel” o “wooden euro” europeo.

En la actualidad estas “monedas” ya no cumplen su objetivo original de ser alternativa y sustituto de la “moneda legal”, pero desde los grandes empresarios hasta los políticos, desde las universidades hasta los pequeños comerciantes, incluyendo también a los particulares, una gran cantidad de personas utilizan estas “monedas” de madera para hacer publicidad de sus comercios, en forma de vales de descuento en la compra de algún artículo, vales de consumición en restaurantes, bares y cafeterías, como propaganda electoral (y también para desprestigiar al candidato oponente), para anunciar y financiar fiestas universitarias, como recuerdo de bodas, bautizos y aniversarios, como publicidad de conocidas marcas de refrescos, asociaciones de protección de la naturaleza, conjuntos musicales, felicitaciones navideñas, y en general para cualquier tipo de celebración, tanto pública como privada. Muchas de estas piezas presentan los tipos de la tradicional moneda de cinco céntimos denominada “buffalo nickel” que lleva en un lado la cara de un indio y en el otro la figura de un búfalo.

Existen en Estados Unidos numerosas empresas que se dedican a fabricar estos “wooden nickels”, siendo la más antigua la “Old Time Wooden Nickle Co.” de San Antonio (Texas), que viene fabricándolos desde 1948 y en la actualidad produce una media de unos cinco millones de piezas al año.


Figura 3.- Primer “wooden nickel” europeo, fabricado en Tejas.

 (1)   La palabra “Exonumia” fue creada por R. Rulau en 1960.  Autor bien conocido por sus trabajos sobre los “tokens” americanos, es autor de numerosos libros como “United States Tokens 1700-1900”, “Latin American Tokens”, “Early American Tokens” etc...


(2) La denominación “wooden nickel” es una antinomia (dos enunciados contradictorios sobre un objeto, con la fundamentación lógica convincente por igual) derivada de la utilización de la palabra “nickel” como sinónimo de la moneda americana de poco valor acuñada en ese metal, generando el oxímoron: “níquel de madera”.

jueves, 1 de diciembre de 2016

El record mundial de inflación: Hungría tras la segunda Guerra Mundial.

El record mundial de inflación: Hungría tras la segunda Guerra Mundial. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 60(1119) (Mayo, 2004): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

En un artículo anterior señalamos la existencia de monedas y billetes con valores millonarios -incluso de billones de marcos- emitidos durante la gran inflación que se produjo en Alemania tras la primera guerra mundial (Figura 1) y que sorprendió por su magnitud a los economistas de la época. Mientras en 1919 un dólar USA equivalía a ocho marcos, en noviembre de 1923, el cambio había ascendido a más de cuatro billones (europeos*) de marcos por dólar.


Figura 1.- Monedas y billetes inflacionistas de Alemania tras la I Guerra Mundial.

Situaciones parecidas a ésta, han sido relativamente frecuentes en la historia económica reciente, y a lo largo del siglo veinte han experimentado hiperinflación países tan diversos como Argentina, Bolivia, Nicaragua, Perú, Alemania, Grecia, Turquía, Zaire (Congo), China, Rusia, Polonia, Rumanía, Bielorrusia,  Georgia, Ucrania y Yugoslavia. En todos ellos se han emitido billetes con valores millonarios, pero con muy poca capacidad adquisitiva a pesar del elevado número de ceros que aparece impreso en los mismos.

Si bien resulta bastante conocido el caso de Alemania tras la primera Guerra Mundial, el record en este tipo de inflación ha pasado más desapercibido en la bibliografía especializada. Tuvo lugar en Hungría tras la segunda Guerra Mundial; así, mientras en julio de 1945 un dólar equivalía a 100 pengos (el pengo era la unidad monetaria de este país), un año más tarde (julio de 1946) un dólar equivalía a una astronómica cifra de veinticinco dígitos (¡6 cuatrillones de pengos!). Las causas de esta descontrolada inflación hay que buscarlas en las desastrosas consecuencias del conflicto bélico. A pesar de que en un principio el país pretendió quedar fuera de la contienda, fue invadido por las tropas alemanas, que actuaron como auténticos depredadores, saqueando sus reservas bancarias y  dejándolo  totalmente arruinado. Tras la guerra, y con un gobierno comunista, se produjo la inflación más espectacular que se conoce en la historia económica del Planeta. La moneda oficial, el “pengo” sufrió tal descalabro(**) que en noviembre de 1945 fue necesario emitir billetes de uno y diez millones de pengos (Pick, 122 y 123), y en marzo del año siguiente de cien, y mil millones de pengos (Pick, 124 y 125). En abril de 1946, comenzó a circular como unidad monetaria el millón de pengos (denominado “milpengo”) y en los meses siguientes se imprimieron billetes de diez mil y cien mil milpengos, así como de uno, diez, cien y mil millones de milpengos (es decir de billones de pengos)  (Pick, 126 a 131). En junio nuevamente se cambió el nombre de la unidad monetaria, que pasó a ser el billón de pengos (“billpengo o “B-pengo”), emitiéndose billetes de diez mil, cien mil, uno, diez, cien y mil billones de pengos (Pick, 132 a 137).

Simultáneamente se  creó una nueva moneda, el “adopengo” (con un valor de 1 adopengo = 2 trillones de pengos), en un intento de frenar la desbocada inflación, pero las medidas fallaron y volvieron a fabricarse billetes de uno, diez y cien millones de adopengos (Pick, 140 a 142). En este momento el billete de cien millones de adopengos equivalía a 2004000.0003000.0002000.0001000.000, es decir doscientos cuatrillones de los antiguos pengos (Figura 2). Cuando se puso fin a la escalada inflacionista en julio de 1946, se creó una nueva moneda, el “forint”, con una equivalencia de 1 forint=  Cuatrocientos mil cuatrillones de pengos (4 x 1029, ¡un número muy superior al número de Avogadro!, casi un millón de veces el número de moléculas que contiene un mol).


Figura 2.- A la izquierda, billete de un millón de adopengos, a la derecha, de diez millones de adopengos, y en el centro, cien millones, equivalente a doscientos cuatrillones de pengos, la cifra record en un billete.

Llegados a estas cifras, resulta muy difícil racionalizarlas y compararlas con algo que nos pueda resultar familiar. Podemos hacer un pequeño ejercicio matemático y considerando que la moneda de un pengo tenía un diámetro de 23 mm., colocando en fila el número necesario de monedas equivalentes a un billete de cien millones de adopengos, tardaríamos cinco años viajando a la velocidad de la luz (300.000 Km. por segundo) en recorrer dicha hilera, o expresado de otra forma: con las monedas que equivaldrían a veinte de estos billetes, podríamos crear una hilera que recorrería nuestra Galaxia de un extremo a otro (Figura 3).


Figura 3.- Poniendo en fila las monedas de un pengo señaladas en unos pocos billetes, recorrerían la Galaxia de un extremo a otro.

Las magnitudes expresadas en estos billetes hiperinflacionarios son típicas de la astronomía (como las distancias entre estrellas o galaxias) o en la física de las partículas (cuando se trata de medir el número de átomos o moléculas contenidas en unos pocos gramos de materia), pero resulta increíble que en un proceso económico pueda darse una tasa de inflación de 1022 anual, que es lo que se produjo en Hungría en 1946. Al analizar mediante modelos matemáticos este proceso inflacionista (Mizuno et al., 2002) se encuentra que la relación entre los precios y el tiempo (expresado en días) sigue una ecuación exponencial doble, provocada por un fenómeno autocatalítico (de retroalimentación positiva) en lo que podríamos definir como una histeria colectiva incontrolada de subida de precios.
               
Bibliografía:

Bomberger, W.A. & G.E. Makinen, 1983. The Hungaryan Hyperinflation and Stabilization of 1945-1946. J. Polit. Economy 91(5): pp. 801-824.

Mizuno, T., M. Takayasu & H. Takayasu, 2002. The mechanism of double exponential growth  in hyper-inflation. Physica A: Statistical Mechanics and its Applications, 308 (1/4): pp: 411–419

Notas:

*             El billón europeo es un millón de millones, mientras que en Estados Unidos se denomina “billón” al “millardo”, es decir mil millones.

**           El desencadenante de la hiperinflación es la incontrolada subida de precios, que tiene como resultado inmediato la puesta en circulación de mayor cantidad de dinero para estabilizar la situación, con ello la moneda sufre una fuerte depreciación y se entra en un círculo vicioso (subida de precios-fabricación de más cantidad de moneda) imparable.




martes, 15 de noviembre de 2016

Representaciones del agua en la moneda romana.

Representaciones del agua en la moneda romana. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1165) (Julio/Agosto, 2008): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

            Desde los grandes Océanos y caudalosos ríos, hasta los más humildes manantiales y fuentes, las principales masas de agua se asociaban en la Antigüedad con algún ser sobrenatural protector, que si bien habitualmente era fuente de vida y alimentos, en ocasiones manifestaba su furor mediante inundaciones o sequías. En estos casos era necesaria la intervención de los sacerdotes, que con imploraciones y sacrificios intentaban aplacar la cólera de la deidad.

            La más antigua Mitología hindú, recoge el episodio de la batalla que tuvo lugar entre el dios Indra y el malvado demonio Vritra que mantenía cautivas las aguas, este ser infernal se representa mediante un dragón o una serpiente delgada y con las costillas muy marcadas, como alegoría de la sequía y el hambre. La victoria de Indra habría tenido como consecuencia la liberación de los ríos, y así, este dios aparece como “conquistador de las aguas”. Este patrón o arquetipo, donde un dios benefactor libera las aguas prisioneras de un ser malvado, se encuentra ampliamente difundido por todas las culturas el Planeta, por ejemplo en la Galia celta el dios Taranis, representa el mismo papel que Indra, y en su honor se construían santuarios, altares votivos y columnas cerca de los cursos fluviales. En la América precolombina ocurría lo mismo, y así Fray Diego Durán en su “Historia de las Indias de Nueva España”, señala cómo entre los pueblos aztecas, Chalchiuhtlicuye era la diosa de los ríos y fuentes.


Figura 1.- Representación pictórica del rapto de Hylas por las náyades en la fuente de Pegea (Misia). Obra de J.W. Watherhouse (1896).

            Del agua de los ríos dependía, en última instancia,  la supervivencia de la población, y las sequías o inundaciones se interpretaban como la consecuencia del enfado de algún poderoso ser sobrenatural, ya fuera un dios, una ninfa o un genio. Tal como ha señalado el antropólogo holandés Jan van Baal, las religiones surgieron como un sistema de símbolos, mediante los cuales los seres humanos fueron capaces de comunicarse con un Universo desconocido e imprevisible, y hasta fechas muy recientes se ha mantenido la creencia popular de que las aguas estaban habitadas por seres mitológicos como ninfas y lamias (Figura 1). Especial importancia tenían algunos manantiales minerales e hidrotermales, a los que se atribuían propiedades curativas, y en estos casos se incrementaban las ofrendas que los fieles depositaban en sus aguas; en la Hispania romana era frecuente ofrecer ex-votos y monedas a las divinidades de estas fuentes, y la costumbre de arrojar monedas a las aguas (ríos, pozos, e incluso fuentes públicas) ha pervivido como una tradición secular hasta nuestros días. Abad (1996) recopila 31 hallazgos de este tipo realizados en la Península Ibérica, de los cuales, dos aparecen en lagunas, seis en ríos y el resto en manantiales -la mayor parte de tipo hidrotermal-, predominado las monedas del período comprendido entre el siglo I antes de nuestra Era y el s. II d.C., época en la que costumbre de bañarse en aguas termales estuvo en pleno apogeo entre la población del Imperio Romano.


Figura 2.- Monumento al río Hiberus como divinidad fluvial. (Plaza del Duomo de Mesina, Sicilia).

            Al romanizarse, los pueblos bárbaros adoptaron la figura de Júpiter como principal deidad de las corrientes fluviales (Figura 2), y así aparecen frecuentemente en el curso medio del Rhin las características columnas de Júpiter, en cuya base están talladas cuatro caras que representan divinidades, luego una columna octogonal, rematada por un capitel, donde aparece la figura de Júpiter entronizado o cabalgando sobre un gigante con cola de pez, también el dios lusitano-galáico Reue se relaciona con las cumbres montañosas y con los ríos.


Figura 3.-
a.- Sextercio de Trajano acuñado entre el 112 y 115 d.C., con representación del Genio del “Aqua Traiana” en el reverso
b.- Aureo de Adriano representando el Dios del Nilo.
c.- Sextercio de Antonino Pío acuñado entre el 138 y el 144 d.C., con la representación del río Tíber.
d.- Emisión de Filípolis de Antonino Pío representando el Dios del río Hebrus.

            La importancia de las aguas fluviales queda bien reflejada en la numismática del Imperio Romano, donde frecuentemente vemos representados en sus monedas los principales ríos, como el Tíber, Nilo, Hebrus, etc.... (Figura 3). Generalmente encontramos una figura masculina majestuosamente recostada sobre un monte, y bajo él las aguas del río, en algunos casos acompañadas por algún elemento característico de la zona, tal como puede verse en un aureo de Adriano (Figura 3b), donde aparece un hipopótamo a los pies del dios del Nilo, y debajo un cocodrilo sobre las aguas. También en la numismática Hispana podemos encontrar representaciones relacionadas con el agua, como en una moneda de Emerita Avgvsta, donde delante de un barbado busto frontal, un ánfora vierte líquido (Figura 4a), y que algunos autores han identificado como el río Anas (Guadiana) que surcaba la ciudad, u otra emisión del mismo lugar donde aparece una figura femenina mirando hacia la derecha, y de cuya boca mana un chorro de agua, posible representación de la ninfa protectora del manantial que abastecía la población. No sólo encontramos alusiones a divinidades, en otra pieza de Ilercavonia (Tortosa, Tarragona) vemos representado un barco de los que habitualmente remontaban el río Ebro con mercancías (Figura 4b).


Figura 4.-  Ases: a.- Emerita Avgusta; b.- Ilercavonia.

            Sin embargo, la imagen más curiosa alusiva al agua en una moneda ibérica, la encontramos en un pequeño divisior del as (unidad de la moneda romana), donde podemos ver un busto masculino mirando a la derecha, de cuya boca surge un chorro de agua, y debajo la leyenda HIBERVS (Figura 5). Si esta moneda hubiera sido acuñada en Caesaravgusta (Zaragoza) o cualquier otra ciudad ribereña del río Ebro, su interpretación estaría clara, pero lo más extraño, es que fue fabricada en el siglo primero antes de nuestra era en la ciudad de Cartagonova, la actual Cartagena, muy lejos del río Ebro al que aparentemente hace alusión.

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Figura 5.- Semis de Cartagonova del s.I a.C. Anverso: HIBERVS II.VI.QVINQ; Reverso: C. LVCI.P.F.II.VI.QVINQ.

            Podemos suponer algunas explicaciones a este peculiar enigma, el ascenso de Cartagonova a colonia romana tuvo lugar probablemente en época pompeyana (hacia el año 54 a.C.), y hacia el 47 a.C. adquirió el título oficial de “Colonia Vrbs Ivlia Carthago Nova”, en estos momentos numerosas personas oriundas de la Península Ibérica ocupaban puestos importantes en la administración, entre ellas un magistrado monetal (encargado de las acuñaciones) de nombre Hiberus, que a manera de “busto parlante” colocó en la moneda una figura alegórica al río Ebro, del que derivaba su propio nombre. Otra posibilidad es que esta representación tal vez pudo conmemorar algún acontecimiento importante para la ciudad, como la traída de agua potable mediante un sistema de canalizaciones y acueductos, en cuya construcción los romanos eran expertos (recordemos el famoso Acueducto de Segovia). Sea cual fuere la explicación a tan original representación, lo que queda claro es la importancia que se daba al líquido elemento en la cultura romana.


Bibliografía:

Abad, M., 1992. La moneda como ofrenda en los manantiales. Espacio, Tiempo y Forma, Ser. II, Tomo V: 133-192.

Abascal, J.M., 2002. La fecha de la promoción colonial de Carthago Nova y sus repercusiones edilicias. Mastia 1: 21-44.

Olivares, J.C., 2000. Los dioses soberanos y los ríos en la religión indígena de la Hispania indoeuropea. Gerión 18: 191-212.



martes, 1 de noviembre de 2016

Los cañones-moneda de Borneo.

Los cañones-moneda de Borneo. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 59(1106) (Marzo, 2003): p. 46.

Miguel Ibáñez Artica.


A lo largo de la historia de la humanidad, son muchos y variados los elementos que se han utilizado como monedas, desde sustancias en su estado natural como la sal o el oro, hasta sofisticados objetos de lujo. Entre éstos, destacan por su belleza y originalidad los cañones en miniatura de Borneo, utilizados como moneda durante el siglo XIX y a comienzos del XX (Figura 1).

Los primeros contactos de los pueblos de esta zona con las poderosas armas de fuego se dieron en época temprana, cuando tras el ataque por parte de la flota española en 1578 y 1780, se fabricaron en Brunei unos grandes cañones, colocados estratégicamente como defensa ante los ataques enemigos.

Durante varios siglos, los mares del sur de China fueron un continuo foco de piratería (donde se inspiró la conocida novela de Emilio Salgari: Sandokan) y los poblados de la región estaban expuestos al continuo saqueo de los piratas cuyos barcos estaban poderosamente armados con cañones.


Figura 1.- Miniatura de cañón utilizado como moneda.

En este contexto, no resulta extraño que el cañón se convirtiera en un símbolo de poder. Ante la ausencia de moneda, se fabricaron pequeños cañoncitos, de tamaño comprendido entre los 16 y 31 cm., realizados en bronce, pero también en cobre, latón y hierro. Mientras algunos conservaron su forma original, inspirándose en los antiguos cañones de bronce, otros, bajo la influencia artística china, presentaban diferentes figuras de animales como dragones, búfalos o cocodrilos (Figura 2).


Figura 2.- Pequeño cañón con forma de cocodrilo utilizado como moneda.

Durante muchos años, estos cañoncitos fueron ampliamente utilizados como moneda en Brunei, Sarawak y los estados británicos del Norte de Borneo. En las ceremonias de compromiso matrimonial, formaban una parte significativa de los regalos que se intercambiaban las familias de los novios, y el estatus social de una familia dependía precisamente del número de cañoncitos que tuviera en su poder. También se utilizaron  como medio normal de pago de bienes y servicios.

Las embarcaciones que continuamente surcaban los ríos de la zona estaban adornadas por pequeños cañones, que no tenían una función defensiva, sino que indicaban el estatus social del dueño de la canoa. Uno de estos botes no se consideraba completamente equipado si no incluía como elementos decorativos algunos cañones como símbolo de riqueza.


Figura 3.- Antiguo cañón utilizado como moneda, con la marca de la compañía holandesa de las Indias Orientales.

Algunos de estos pequeños cañones se cargaban con pólvora y se disparaban durante las ceremonias de nacimiento de niños, visitas de personajes importantes, o para ahuyentar a los malos espíritus. Con la introducción de la moneda convencional en Brunei, los cañones fueron perdiendo progresivamente su función monetaria, si bien durante la II Guerra Mundial aún se fabricaron numerosas piezas. Tras esas fechas, abandonaron definitivamente su función y pasaron a ser objetos de coleccionismo.

Bibliografía:

BRONSON, B., 1976, Cash, Cannon, and Cowrie Shells: The Nonmodern Moneys of the World. Field Mus. Nat. Hist. Bull. 47(10): 15 pp.

KRAKE, G., 1991. Traditional Money of Borneo. Traditional Money Ass. 12(2): pp. 4-9.

*Con posterioridad a la publicación del presente artículo han aparecido varias monografías sobre el tema, entre las que podemos destacar:

JALIL, A. S, 2012. Southeast Asian cannon making in Negara Brunei Darussalam. Tesis de grado, Master de Arqueología Marítima. Universidad de Flinders, Dpto. Arqueología. Adelaida, Australia  135 pp.

TEOH, A. E. K., 2005. The Might of the Miniature Cannon. Asian Heritage, Old Taiping. Malasia, Kuala Lumpur: 46 pp.


domingo, 16 de octubre de 2016

La ceca ibérica de ARSAOS.

La ceca ibérica de ARSAOS. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 59(1110) (Julio-Agosto, 2003): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica.


          La división administrativa de la Península Ibérica en dos provincias, la Ulterior (sur) y la Citerior (norte) se remonta a comienzos del s. II a.C. y las emisiones monetarias acuñadas en ambas regiones muestran grandes diferencias. Por un lado, las poblaciones de la provincia Ulterior, tempranamente romanizadas, acuñan exclusivamente monedas de bronce y presentan una iconografía muy variada: elementos agrícolas como el trigo o la vid, peces y actividades de pesca, representaciones mitológicas y seres fantásticos, gladiadores etc..., utilizando también diversas lenguas y alfabetos: fenicio, ibérico meridional y latino. Por el contrario, en la provincia Citerior, se acuña en bronce (ases y sus divisores) y en plata (denarios), con un motivo predominante: el jinete guerrero en el reverso y un busto masculino, generalmente barbado en el anverso. En cuanto la escritura, con algunas variantes, es más homogénea y se corresponde con el alfabeto silábico ibérico. Resulta indiscutible que la aparición de la moneda indígena vino forzada por los nuevos conquistadores, los romanos. Aunque respecto a los motivos que aparecen en las monedas, y en cuanto a la escritura, los pueblos indígenas tenían una cierta autonomía, los pesos y tamaños de las monedas de plata y bronce, se corresponden exactamente con el patrón oficial impuesto por Roma.

          La primera dificultad para identificar las ciudades que en estos tiempos acuñaron moneda, es determinar la zona ocupada por los antiguos pueblos hispánicos prerromanos. Estos pueblos no tenían unas fronteras estables y podían expandirse, o incluso desaparecer en cortos períodos de tiempo. Los vascones ocupaban el actual territorio de Navarra, y se extendieron hacia el sur, este y oeste, abarcando en el siglo primero antes de nuestra Era (según Plinio y Ptolomeo) ciudades como Jaca, Egea de los Caballeros, Calahorra y Alfaro. Esta expansión vascona ocurrida hacia el siglo primero antes de Cristo, fue sin duda favorecida por los romanos, a quienes los vascones ayudaron en sus guerras, primero contra los celtíberos y más tarde participando como aliados del general Pompeyo (fundador de Pamplona) en su pugna contra Sertorio, quien había establecido su capital en Huesca.

Figura 1.- Denarios y ases de Arsaos.

          Una característica de las monedas “vasconas”, también común a otras vecinas poblaciones beronas que emitieron moneda (Teitiakos y Uarakos), es que a diferencia del típico jinete celtibérico portador de una lanza, en la moneda “vascona” generalmente el jinete lleva un arma corta, generalmente una espada, o a veces un dardo, hacha o una hoz de guerra (“falx”). Este hecho ha sido interpretado como reflejo de que en realidad el mercenario vascón estaría integrado en las tropas de infantería, mientras que el celtibérico actuaría en la caballería. Las armas cortas más adecuadas en el combate a pie le serían por tanto más familiares al mercenario vascón, y son las que representa en sus monedas.

          Las monedas con leyenda “BARSKUNES”, “BASKUNES”(1),  “BENTIAN” y “OLKAIRUN” fueron acuñadas en poblaciones situadas cerca de la actual Pamplona y la palabra “Baskunes” es una simplificación de la anterior “Barskunes”. Llama poderosamente la atención, la gran cantidad de emisiones de monedas de plata (denarios) acuñados en la ceca de  Baskunes, difícilmente justificables dentro de un contexto económico, y que sólo pueden interpretarse como monedas destinadas a pagar a los ejércitos mercenarios que actuaban como aliados de los romanos. El popular denario de Baskunes es incluso copiado en la lejana Galia Belga , latinizando la palabra ibérica que da como resultado una lectura de “IMONES”, que posteriormente se convierte en “IMONIO”.     

Figura 2.- Representación de una doble hacha de guerra en denarios de Augusto acuñados en Emerita.

          Otra importante ceca que emitió monedas de plata (denarios) y  bronce (ases,  semises y cuadrantes) es “ARSAOS”. Estas emisiones presentan una característica que las hace únicas en la numismática ibérica, el jinete lleva una especie de dardo corto (Figura 1), que ha sido interpretado como un hacha doble de guerra (bipenne) (Figura 2). En los anversos de denarios y ases aparece un busto barbado mirando a la derecha, delante de él un delfín y detrás un arado. En una de las emisiones de ases figuran las letras “O N” bajo la barbilla del busto (Figura 3), leyenda idéntica a la que aparece en la ceca de Segia (Egea de los Caballeros) en denarios y ases, o en una emisión de ases de la ceca vascona de Bentian (una leyenda similar pero con la silábica Bo, en vez de la O, aparece en las monedas de Bolskan-Huesca, Iaka-Jaca y Sesars). Otras dos cecas vasconas presentan la leyenda “ETa  ON” (Arsakos y Umanbaate).

Figura 3.- Detalle de la leyenda ibérica “ON” en el anverso de un as de Arsaos.

          La principal pista sobre donde pudo estar localizada la ceca de Arsaos la aportó en 1976 G. Fatás: en Sofuentes (Sos del Rey Católico(2)) existe una inscripción funeraria en piedra con la leyenda Arsitanvs: “BUCCO.IIV / SADANSIS.F / ARSITANVS / H.S.E.”, si bien en la actualidad esta importante lápida forma parte de una puerta donde está sujeta la verja de una casa, en su momento señalaba la tumba de un magistrado (duunviro) Bucco de Arsaos (Figura 4).


Figura 4.- Placa funeraria de Sofuentes (Sos del Rey Católico) alusiva a un personaje de Arsaos, y vías y yacimientos romanos en la zona.

          La comarca de Sos del Rey Católico pertenecía a comienzos del siglo II a.C. al territorio suessetano, pueblo que desaparece de las fuentes documentales romanas tras la campaña de Catón contra Jaca en el 184 a.C. Presumiblemente a partir de este momento la zona quedó controlada por los vascones bajo cuya influencia se emitieron las monedas a partir de la segunda mitad del s. II a.C. La emisión de divisores (semises y cuadrantes) indica unas necesidades monetarias diversificadas de la población que habitaba esta zona. Los ases acuñados en esta ceca presentan una gran variabilidad de estilos, pesos y tamaños y han sido encontrados en diversos lugares (Zaragoza, Navarra, La Rioja, Soria, Cuenca, Barcelona, Gerona e incluso en Ibiza). Más abundantes son los hallazgos de denarios (108 en Palenzuela, 33 en Barcus –Francia-, 26 en Alagón, 14 en Borja y ejemplares dispersos en Vizcaya, Logroño, Burgos, Salamanca, Soria, Córdoba y Jaén) (3).


(1) Según una reciente teoría, ampliamente aceptada por los especialistas de lenguas prerromanas, la terminación –es, correspondería a un ablativo plural y no a un nominativo plural (como se pensaba hasta hace poco), con lo cual el nombre de la ciudad emisora de estas monedas sería “Baskon” o “Barskon”, significando la leyenda: “para los de Baskon”.
(2) Algunas cecas celtibéricas como Oilaunikos y Areikoratas, presentan en el anverso la leyenda SOS, de significado desconocido.     
(3) Con  posterioridad a la aparición de este artículo, se ha publicado una monografía sobre esta ceca: Fernández Gómez, J., 2009, Arsaos, reflexiones históricas, geográficas y tipológicas en torno a unaceca indígena en territorio vascón. Col.lecció Instrumenta 32 (Univ. Barcelona): pp. 437-480. 



sábado, 1 de octubre de 2016

El delito de la falsificación de moneda.

El delito de la falsificación de moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1132) (Julio-Agosto, 2005): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

            Aparte de las “falsificaciones legales” comentadas en artículos anteriores, desde la Edad Antigua era frecuente que falsarios y delincuentes, fabricaran monedas con mayor o menor arte. Dicha actividad estaba severamente castigada con la pena capital, a pesar de lo cual contamos con numerosa documentación que nos ilustra acerca de dichas prácticas fraudulentas.

        Un método muy frecuente de falsificación utilizado para fabricar dirhams hispano-árabes y dineros cristianos (Figura 1), era el de acuñar las monedas en cobre, para luego recubrirlas de una pasta formada por una mezcla de mercurio y plata, después las monedas se colocaban en una especie de sartén y se introducían en un horno, el calor evaporaba el mercurio y tras proceder a una sencilla limpieza, el resultado era el de unas monedas más plateadas y brillantes que las auténticas. Afortunadamente esta técnica deja restos de mercurio en la fina capa de plata superficial, que pueden ser detectados mediante técnicas analíticas adecuadas (microscopía electrónica de barrido). El amalgamamiento con plata se comenzó a utilizar a partir del siglo segundo de nuestra Era en el Imperio Romano, y probablemente las numerosas falsificaciones de monedas realizadas en los siglos XI y XII bajo los monarcas Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso el Batallador, contarían con la colaboración y conocimientos de falsificadores musulmanes expertos en alquimia, que venían utilizando este método para fabricar dirhams falsos.


Figura 1.- Monedas hispanoárabes y aragonesas forradas con una amalgama de mercurio y plata (un 60% de plata y un 30-40% de mercurio).

            En ocasiones los falsificadores eran personas cultas, tal es el caso del juglar Guillermo Arnelier de Tolosa, autor del poema titulado “La guerra de Navarra” cuyo manuscrito se conserva en la Real Academia de la Historia de Madrid y que narra en forma detallada el conflicto desencadenado entre los diferentes barrios de Pamplona entre 1276-77 que terminó con la destrucción del burgo de la Navarrería. Este personaje fue ajusticiado unos años más tarde acusado de falsificar moneda. Curiosamente encontramos en Navarra otros ejemplos de literatos que terminaron como falsificadores (¡queda claro que la literatura generalmente no da para vivir!). En el s. XVIII el poeta euskaldún “Berdabio” (José Echagaray) compuso su obra en la cárcel de Pamplona, donde se encontraba por falsificar moneda, dieciochenos valencianos (Figura 2), y algo más tarde otro bertsolari Miguel Antonio Zugarramurdi, fallecería en prisión acusado del mismo delito.


Figura 2.- Dieciochenos valencianos. Estas monedas se introdujeron en Navarra en el siglo XVIII “por el mayor valor que tienen en este Reino que en el de Cataluña, Valencia y Aragón” (Real pragmática de 16 de mayo de 1737), llegándose incluso a falsificar en Leiza (Navarra) en 1747 mediante fundición en moldes.


            Volviendo a la Edad Media, en 1313 son ajusticiados dos hijos del juez de Salazar y tres personas más por el mismo delito, y en 1337 a dos caballeros que pernoctaban en Roncesvalles les sustraen 12 torneses blancos, sustituyéndolos por torneses falsos de estaño, cuando dichos caballeros llegan a San Juan de Pie de Puerto, descubren el engaño y lo denuncian a las autoridades, que consiguen aprehender al ladrón, Johan Sanchiz, quien reconoce el delito y afirma que sabe hacer moneda falsa, por lo que es ahorcado. Nuevamente encontramos referencias a detenciones por falsificación de moneda en 1340 y 1343, en este último caso es descubierto un platero de Pamplona que es encerrado en el castillo de Tudela y posteriormente trasladado a Estella.

            También se producían denuncias falsas, severamente reprimidas, tal es el caso del maestre Jacques Licras a quien se cortó la lengua y luego se ahorcó públicamente por haber acusado falsamente a Pedro de Lecumberri del delito de falsificar moneda.

            Los fraudes monetarios ilegales realizados durante el reinado de Carlos II de Navarra (1349-1387), afectan fundamentalmente a la moneda castellana, en relación con las falsificaciones realizadas en Aragón e introducidas por contrabandistas con el fin de desestabilizar la economía de los reinos enemigos, es decir como un método más de la guerra. En 1374 es apresado un  mozo castellano de Orduña al que se encontraron 4 doblas falsas de plata sobredorada y en el mismo año el justicia de Tudela viajó a Tarazona, para entrevistarse con el obispo con motivo de las falsificaciones que se realizaban en esta ciudad. La villa de Tarazona contaba con una larga tradición desde el siglo XIII, cuando los hermanos Pedro y Blasco Pérez, batían en el castillo de Trasmoz maravedís de cobre, que luego recubrían con una fina capa de oro y también manipulaban la moneda menuda, convirtiendo los pepiones en dineros burgaleses, duplicando así su valor.

            El caso más espectacular se produjo en 1362 cuando fue ajusticiado en Tudela el falsificador Martín Martínez de San Vicente, la documentación sobre esta sentencia nos rebela algunos macabros detalles: con una escolta de 9 hombres a caballo y 30 a pie, se preparó una caldera con agua que se puso a hervir, utilizando para ello 16 cargas de leña, luego se introdujo en ella al reo, que una vez “muerto y cocido” fue ahorcado públicamente, mientras dos personas arrojan sobre su cabeza los 350 maravedís castellanos falsos que se le habían incautado. Este Tipo de ajusticiamiento ejemplarizante donde el reo era sumergido vivo en agua o aceite hirviendo, sigue los patrones franceses, donde el culpable de falsificación era cocido en una marmita como escarmiento (Figura 3).



Figura 3.- Una escena similar a esta, representada en un manuscrito medieval francés,
tuvo lugar en 1362 en Tudela, cuando un acusado de falsificar moneda fue cocido vivo en público dentro de una marmita.

            La tradición de aplicar la pena capital al delito de falsificar moneda se ha mantenido hasta hace pocas fechas en numerosos estados, y en los primeros billetes de banco, elementos más fáciles de falsificar que las monedas, se incluía una advertencia al respecto (Figura 4) (1).


Figura 4.- Los primeros billetes informaban de que la falsificación de moneda se
castigaba con la pena de muerte.



(1) La última persona condenada a muerte en la hoguera de forma oficial en Inglaterra, fue Catherine Murphy, ajusticiada en 1789 en Londres por el delito de falsificar moneda.
   

Bibliografía:   
Ibáñez, M., G. Rosado & J.C. García, 1996.
Falsificaciones de Sancho V Ramírez de Pamplona y Aragón (1064-1094). Gac. Numism. 124: 25-34.

Lins P.A. & W.A. Oddy. 1975.
The origins of Mercury Gilding. J. Archaeol. Sci. 2: 365-373.






jueves, 15 de septiembre de 2016

Falsificaciones legales de moneda: las emisiones francesas de Carlos II de Navarra.

Falsificaciones legales de moneda: las emisiones francesas de Carlos II de Navarra. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1131) (Junio, 2005): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.


            El monarca navarro Carlos II “el Malo”, realizó varias emisiones en sus territorios de Normandía (condado de Evreux) imitando siempre los modelos que aparecían en las monedas reales francesas. La estrategia utilizada era la de fabricar monedas muy parecidas, pero con menor ley (tanto en las emisiones de oro como en las de plata), de forma que al intercambiarlas por las originales se obtenían buenos beneficios. Aunque en estas copias las leyendas que figuran hacen alusión al monarca navarro, el aspecto general de la moneda corresponde al de la pieza original francesa, a la que imita incluso al utilizar las abreviaturas, de forma que para una población en su mayor parte analfabeta, diferenciar las monedas acuñadas por Carlos II de las originales era una tarea difícil. De hecho, la mayor parte de estas copias han sido halladas en tesorillos de monedas de oro o plata, mezcladas con las piezas reales francesas a las que imitan.

            Entre los años 1351 y 1360 Carlos II fabricó numerosas imitaciones, conservando las imágenes originales de las monedas reales pero con leyendas alusivas al rey de Navarra. Paradójicamente, en las monedas emitidas en sus territorios de Normandía, no figura nunca su titulación como conde de Evreux, apareciendo únicamente como rey de Navarra. Será más tarde, cuando tras haber perdido sus posesiones en Francia, la moneda acuñada en Navarra (coronas de plata o parpallolas) presente su doble titulación de rey de Navarra y conde de Evreux. Este hecho pudo deberse a la intención que tenía en esos momentos Carlos II en recuperar sus posesiones francesas, actividad que inició en la primavera de 1378.

Se conocen dos emisiones del escudo de oro que imita la moneda real francesa acuñada por orden del 22 de septiembre de 1351, en una de ellas figura la leyenda “Navarre” y en la otra “Navarra”, se fabricaron entre esta fecha y 1355, cuando el escudo fue sustituido por el “mouton”. Unos años más tarde se acuñaron al menos otras dos variantes de reales de oro imitando la segunda emisión francesa del 15 de abril de 1359; en la primera aparece la leyenda “Krolvs” y en la segunda “K’olvs”. Estas monedas se hicieron entre abril de 1359 y diciembre de 1360 cuando el real fue sustituido por el “franco a caballo”.


Figura 1.- a: Escudo de oro de Carlos II de Navarra; b: Prototipo francés de Juan II; c.- Real de oro de Carlos II “el Malo”; d.- Prototipo francés de Juan II.

            Con respecto a las monedas de plata, encontramos varias imitaciones, el grueso con tres flores de lis (Figura 2a) que copia la moneda francesa acuñada entre junio y octubre de 1359, el grueso con estrella (Figura 2b), similar a las emisiones reales realizadas entre noviembre de 1359 y marzo de 1560, el grueso tornés flordelisado (Figura 2c) que copia la moneda real acuñada entre marzo y mayo de 1360, el grueso con corona (Figura 2d), inspirado en las fabricadas en Francia entre agosto y octubre de 1360 y el grueso blanco con flores de lis (Figura 2e) acuñado entre el 5 de diciembre de 1360 y el 14 de abril de 1361.


Figura 2.- Imitaciones francesas de Carlos II “el Malo”: a.- Grueso con tres lises, imitación de la emisión francesa de 1359 (a’); b.- Grueso de estrella, imitación de las emisiones francesas  de 1359-1360 (b’); c.- Grueso blanco de castillo flordelisado, imitación de la emisión francesa de 1360 (c’, c”); d.- Grueso banco con corona, imitación de la emisión francesa de 1360 (d’); e.- Grueso banco con flores de lis, imitación de las emisiones francesas  de 1360-1361 (e’); f.- Dinero parisino, imitación de las emisiones francesas  de 1343, 1355 y 1365 (f’); g.- Doble dinero parisino falso, recubierto de estaño.
Imitaciones francesas de Felipe de Longueville: h.- Grueso “con cola”, imitación de las emisiones francesas de 1355-56 (h’); i.- Blanca de castillo flordelisado, imitación de la emisión francesa de 1356.

            Además de estas imitaciones, se conocen otras dos a nombre de Felipe de Longueville, hermano de Carlos II, una blanca de castillo flordelisado (Figura 2i) que copia la moneda real emitida en enero de 1356 y un grueso “à la queue” (Figura 2h) inspirado en los acuñados entre 1348 y 1355. Estas monedas debieron fabricarse durante la estancia de Carlos II en prisión, entre abril de 1356 y noviembre de 1357, cuando su hermano Felipe se hizo cargo del gobierno de Evreux.

Por último encontramos imitaciones de moneda negra, es decir de poco valor como el dinero (Figura 2f) o el doble dinero parisino (Figura 2g), en este último caso se trata de una moneda doblemente falsa, por un lado, como las anteriormente reseñadas, copia servilmente los tipos de la moneda real francesa, pero además se trata de una falsificación en toda regla ya que está formada de un alma de cobre (un 97,5% de cobre, un 3,51% de estaño y un 0.78% de plomo), recubierta de dos finas láminas de estaño y sin ningún contenido en plata. Queda la duda de si esta moneda fue acuñada por orden del monarca o bien por alguno de sus seguidores, en unos turbulentos años donde el monarca navarro estuvo muy cerca de alzarse en el trono de Francia.

            Llama la atención la celeridad con que la ceca del monarca navarro en Evreux respondía a los cambios acaecidos en la moneda del rey de Francia. En esta época, sumido en la “guerra de los cien años”, el monarca galo necesitaba continuamente recursos, y una de las formas de obtenerlos era precisamente emitiendo nueva moneda con menor contenido en plata. Así, entre 1337 y 1360 se produjeron en Francia hasta 20 tipos diferentes de moneda, reduciéndose el contenido de metal precioso cada pocos meses (a veces semanas), de forma que con cada nueva emisión, se recogían las antiguas monedas en circulación y con ellas se fabricaba una cantidad mayor de piezas, simplemente añadiendo cobre. Además de esto en los territorios vecinos (Bretaña y Normandía) se fabricaban imitaciones de estas monedas todavía de peor calidad. Si bien estas copias estaban prohibidas en Francia, poco podía hacerse en la situación conflictiva en la que unas veces el rey navarro establecía alianzas con Inglaterra y en otras ayudaba a Francia. De hecho Juan II obtuvo una bula papal de excomunión contra los falsificadores de moneda y ordenó publicarla en septiembre de 1361, haciendo alusión expresa al caso de las monedas fabricadas en Normandía. Tras la incorporación de esta zona a la corona de Francia, continuó siendo la región con mayor número de falsificadores de moneda de todo el reino hasta bien avanzado el s. XV.


Bibliografía:

Ibáñez, M. (1995/6). Catálogo Numismático de Navarra II: Monetario del Museo de Navarra, Museo Arqueológico Nacional, Gabinete de Monedas y Medallas de París, Gabinete Numismático de Cataluña, Museo de la Casa de la Moneda, American Numismatic Society y colección Bergua. Carlos II (1349-1387). Trabajos de Arqueología Navarra 12: 175-234.

Moesgaard, J.C. (1999). Les émissions monétaires de Charles dit le Mauvais à Évreux (1351/56-1361). Revue Numismatique 6(154): pp. 231-265.