Representaciones
del agua en la moneda romana. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1165)
(Julio/Agosto, 2008): pp. 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
Desde los
grandes Océanos y caudalosos ríos, hasta los más humildes manantiales y
fuentes, las principales masas de agua se asociaban en la Antigüedad con algún
ser sobrenatural protector, que si bien habitualmente era fuente de vida y
alimentos, en ocasiones manifestaba su furor mediante inundaciones o sequías.
En estos casos era necesaria la intervención de los sacerdotes, que con
imploraciones y sacrificios intentaban aplacar la cólera de la deidad.
La más
antigua Mitología hindú, recoge el episodio de la batalla que tuvo lugar entre
el dios Indra y el malvado demonio Vritra que mantenía cautivas las aguas, este
ser infernal se representa mediante un dragón o una serpiente delgada y con las
costillas muy marcadas, como alegoría de la sequía y el hambre. La victoria de
Indra habría tenido como consecuencia la liberación de los ríos, y así, este
dios aparece como “conquistador de las aguas”. Este patrón o arquetipo, donde
un dios benefactor libera las aguas prisioneras de un ser malvado, se encuentra
ampliamente difundido por todas las culturas el Planeta, por ejemplo en la
Galia celta el dios Taranis, representa el mismo papel que Indra, y en su honor
se construían santuarios, altares votivos y columnas cerca de los cursos
fluviales. En la América precolombina ocurría lo mismo, y así Fray Diego
Durán en su “Historia de las Indias de Nueva España”, señala cómo entre los
pueblos aztecas, Chalchiuhtlicuye era la diosa de los ríos y fuentes.
Figura 1.- Representación pictórica del rapto de
Hylas por las náyades en la fuente de Pegea (Misia). Obra de J.W. Watherhouse
(1896).
Del agua
de los ríos dependía, en última instancia,
la supervivencia de la población, y las sequías o inundaciones se
interpretaban como la consecuencia del enfado de algún poderoso ser
sobrenatural, ya fuera un dios, una ninfa o un genio. Tal como ha señalado el
antropólogo holandés Jan van Baal, las religiones surgieron como un sistema de
símbolos, mediante los cuales los seres humanos fueron capaces de comunicarse
con un Universo desconocido e imprevisible, y hasta fechas muy recientes se ha
mantenido la creencia popular de que las aguas estaban habitadas por seres
mitológicos como ninfas y lamias (Figura
1). Especial importancia tenían algunos manantiales minerales e
hidrotermales, a los que se atribuían propiedades curativas, y en estos casos
se incrementaban las ofrendas que los fieles depositaban en sus aguas; en la
Hispania romana era frecuente ofrecer ex-votos y monedas a las divinidades de
estas fuentes, y la costumbre de arrojar monedas a las aguas (ríos, pozos, e
incluso fuentes públicas) ha pervivido como una tradición secular hasta
nuestros días. Abad (1996) recopila 31 hallazgos de este tipo realizados en la
Península Ibérica, de los cuales, dos aparecen en lagunas, seis en ríos y el
resto en manantiales -la mayor parte de tipo hidrotermal-, predominado las
monedas del período comprendido entre el siglo I antes de nuestra Era y el s.
II d.C., época en la que costumbre de bañarse en aguas termales estuvo en pleno
apogeo entre la población del Imperio Romano.
Figura 2.-
Monumento al río Hiberus como divinidad fluvial.
(Plaza del Duomo de Mesina, Sicilia).
Al
romanizarse, los pueblos bárbaros adoptaron la figura de Júpiter como principal
deidad de las corrientes fluviales (Figura
2), y así aparecen frecuentemente en el curso medio del Rhin las
características columnas de Júpiter, en cuya base están talladas cuatro caras
que representan divinidades, luego una columna octogonal, rematada por un
capitel, donde aparece la figura de Júpiter entronizado o cabalgando sobre un
gigante con cola de pez, también el dios lusitano-galáico Reue se relaciona con
las cumbres montañosas y con los ríos.
Figura
3.-
a.- Sextercio de Trajano acuñado entre el
112 y 115 d.C., con representación del Genio del “Aqua Traiana” en el reverso
b.- Aureo de Adriano representando el Dios
del Nilo.
c.- Sextercio de Antonino Pío acuñado
entre el 138 y el 144 d.C., con la representación del río Tíber.
d.- Emisión de Filípolis de Antonino Pío
representando el Dios del río Hebrus.
La
importancia de las aguas fluviales queda bien reflejada en la numismática del
Imperio Romano, donde frecuentemente vemos representados en sus monedas los
principales ríos, como el Tíber, Nilo, Hebrus, etc.... (Figura 3). Generalmente encontramos una figura masculina
majestuosamente recostada sobre un monte, y bajo él las aguas del río, en
algunos casos acompañadas por algún elemento característico de la zona, tal
como puede verse en un aureo de Adriano (Figura
3b), donde aparece un hipopótamo a los pies del dios del Nilo, y debajo un
cocodrilo sobre las aguas. También en la numismática Hispana podemos encontrar
representaciones relacionadas con el agua, como en una moneda de Emerita
Avgvsta, donde delante de un barbado busto frontal, un ánfora vierte líquido (Figura 4a), y que algunos autores han
identificado como el río Anas (Guadiana) que surcaba la ciudad, u otra emisión
del mismo lugar donde aparece una figura femenina mirando hacia la derecha, y
de cuya boca mana un chorro de agua, posible representación de la ninfa
protectora del manantial que abastecía la población. No sólo encontramos
alusiones a divinidades, en otra pieza de Ilercavonia (Tortosa, Tarragona)
vemos representado un barco de los que habitualmente remontaban el río Ebro con
mercancías (Figura 4b).
Figura 4.-
Ases: a.-
Emerita Avgusta; b.- Ilercavonia.
Sin
embargo, la imagen más curiosa alusiva al agua en una moneda ibérica, la
encontramos en un pequeño divisior del as (unidad de la moneda romana), donde
podemos ver un busto masculino mirando a la derecha, de cuya boca surge un
chorro de agua, y debajo la leyenda HIBERVS (Figura 5). Si esta moneda hubiera sido acuñada en Caesaravgusta
(Zaragoza) o cualquier otra ciudad ribereña del río Ebro, su interpretación
estaría clara, pero lo más extraño, es que fue fabricada en el siglo primero
antes de nuestra era en la ciudad de Cartagonova, la actual Cartagena, muy
lejos del río Ebro al que aparentemente hace alusión.
.
Figura 5.- Semis de Cartagonova del s.I a.C. Anverso: HIBERVS II.VI.QVINQ; Reverso:
C. LVCI.P.F.II.VI.QVINQ.
Podemos
suponer algunas explicaciones a este peculiar enigma, el ascenso de Cartagonova
a colonia romana tuvo lugar probablemente en época pompeyana (hacia el año 54
a.C.), y hacia el 47 a.C. adquirió el título oficial de “Colonia Vrbs Ivlia Carthago Nova”, en estos momentos numerosas
personas oriundas de la Península Ibérica ocupaban puestos importantes en la
administración, entre ellas un magistrado monetal (encargado de las
acuñaciones) de nombre Hiberus, que a manera de “busto parlante” colocó en la
moneda una figura alegórica al río Ebro, del que derivaba su propio nombre.
Otra posibilidad es que esta representación tal vez pudo conmemorar algún
acontecimiento importante para la ciudad, como la traída de agua potable
mediante un sistema de canalizaciones y acueductos, en cuya construcción los
romanos eran expertos (recordemos el famoso Acueducto de Segovia). Sea cual
fuere la explicación a tan original representación, lo que queda claro es la
importancia que se daba al líquido elemento en la cultura romana.
Bibliografía:
Abad, M., 1992. La moneda como ofrenda en
los manantiales. Espacio, Tiempo y Forma,
Ser. II, Tomo V: 133-192.
Abascal, J.M., 2002. La fecha de la
promoción colonial de Carthago Nova y sus repercusiones edilicias. Mastia 1: 21-44.
Olivares, J.C., 2000. Los dioses soberanos
y los ríos en la religión indígena de la Hispania indoeuropea. Gerión 18: 191-212.
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