El delito de la
falsificación de moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1132)
(Julio-Agosto, 2005): pp. 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
Aparte de las “falsificaciones
legales” comentadas en artículos anteriores, desde la Edad Antigua era
frecuente que falsarios y delincuentes, fabricaran monedas con mayor o menor
arte. Dicha actividad estaba severamente castigada con la pena capital, a pesar
de lo cual contamos con numerosa documentación que nos ilustra acerca de dichas
prácticas fraudulentas.
Un método muy frecuente de falsificación
utilizado para fabricar dirhams hispano-árabes y dineros cristianos (Figura 1), era el de acuñar las monedas
en cobre, para luego recubrirlas de una pasta formada por una mezcla de
mercurio y plata, después las monedas se colocaban en una especie de sartén y
se introducían en un horno, el calor evaporaba el mercurio y tras proceder a
una sencilla limpieza, el resultado era el de unas monedas más plateadas y
brillantes que las auténticas. Afortunadamente esta técnica deja restos de
mercurio en la fina capa de plata superficial, que pueden ser detectados
mediante técnicas analíticas adecuadas (microscopía electrónica de barrido). El
amalgamamiento con plata se comenzó a utilizar a partir del siglo segundo de
nuestra Era en el Imperio Romano, y probablemente las numerosas falsificaciones
de monedas realizadas en los siglos XI y XII bajo los monarcas Sancho Ramírez,
Pedro I y Alfonso el Batallador, contarían con la colaboración y conocimientos
de falsificadores musulmanes expertos en alquimia, que venían utilizando este
método para fabricar dirhams falsos.
Figura 1.-
Monedas hispanoárabes y aragonesas forradas con una amalgama de mercurio y plata
(un 60% de plata y un 30-40% de mercurio).
En ocasiones los falsificadores eran
personas cultas, tal es el caso del juglar Guillermo Arnelier de Tolosa, autor
del poema titulado “La guerra de Navarra” cuyo manuscrito se conserva en la
Real Academia de la Historia de Madrid y que narra en forma detallada el
conflicto desencadenado entre los diferentes barrios de Pamplona entre 1276-77
que terminó con la destrucción del burgo de la Navarrería. Este personaje fue
ajusticiado unos años más tarde acusado de falsificar moneda. Curiosamente
encontramos en Navarra otros ejemplos de literatos que terminaron como
falsificadores (¡queda claro que la literatura generalmente no da para vivir!).
En el s. XVIII el poeta euskaldún “Berdabio” (José Echagaray) compuso su obra
en la cárcel de Pamplona, donde se encontraba por falsificar moneda,
dieciochenos valencianos (Figura 2), y
algo más tarde otro bertsolari Miguel Antonio Zugarramurdi, fallecería en
prisión acusado del mismo delito.
Figura 2.-
Dieciochenos valencianos. Estas monedas se introdujeron en Navarra en el siglo
XVIII “por el mayor valor que tienen en
este Reino que en el de Cataluña, Valencia y Aragón” (Real pragmática de 16
de mayo de 1737), llegándose incluso a falsificar en Leiza (Navarra) en 1747 mediante
fundición en moldes.
Volviendo a la Edad Media, en 1313
son ajusticiados dos hijos del juez de Salazar y tres personas más por el mismo
delito, y en 1337 a dos caballeros que pernoctaban en Roncesvalles les sustraen
12 torneses blancos, sustituyéndolos por torneses falsos de estaño, cuando
dichos caballeros llegan a San Juan de Pie de Puerto, descubren el engaño y lo
denuncian a las autoridades, que consiguen aprehender al ladrón, Johan Sanchiz,
quien reconoce el delito y afirma que sabe hacer moneda falsa, por lo que es
ahorcado. Nuevamente encontramos referencias a detenciones por falsificación de
moneda en 1340 y 1343, en este último caso es descubierto un platero de
Pamplona que es encerrado en el castillo de Tudela y posteriormente trasladado
a Estella.
También se producían denuncias
falsas, severamente reprimidas, tal es el caso del maestre Jacques Licras a
quien se cortó la lengua y luego se ahorcó públicamente por haber acusado
falsamente a Pedro de Lecumberri del delito de falsificar moneda.
Los fraudes monetarios ilegales
realizados durante el reinado de Carlos II de Navarra (1349-1387), afectan
fundamentalmente a la moneda castellana, en relación con las falsificaciones
realizadas en Aragón e introducidas por contrabandistas con el fin de desestabilizar
la economía de los reinos enemigos, es decir como un método más de la guerra.
En 1374 es apresado un mozo castellano
de Orduña al que se encontraron 4 doblas falsas de plata sobredorada y en el
mismo año el justicia de Tudela viajó a Tarazona, para entrevistarse con el
obispo con motivo de las falsificaciones que se realizaban en esta ciudad. La
villa de Tarazona contaba con una larga tradición desde el siglo XIII, cuando
los hermanos Pedro y Blasco Pérez, batían en el castillo de Trasmoz maravedís
de cobre, que luego recubrían con una fina capa de oro y también manipulaban la
moneda menuda, convirtiendo los pepiones en dineros burgaleses, duplicando así
su valor.
El caso más espectacular se produjo
en 1362 cuando fue ajusticiado en Tudela el falsificador Martín Martínez de San
Vicente, la documentación sobre esta sentencia nos rebela algunos macabros
detalles: con una escolta de 9 hombres a caballo y 30 a pie, se preparó una
caldera con agua que se puso a hervir, utilizando para ello 16 cargas de leña,
luego se introdujo en ella al reo, que una vez “muerto y cocido” fue ahorcado
públicamente, mientras dos personas arrojan sobre su cabeza los 350 maravedís
castellanos falsos que se le habían incautado. Este Tipo de ajusticiamiento
ejemplarizante donde el reo era sumergido vivo en agua o aceite hirviendo,
sigue los patrones franceses, donde el culpable de falsificación era cocido en
una marmita como escarmiento (Figura 3).
Figura
3.- Una escena similar a esta,
representada en un manuscrito medieval francés,
tuvo
lugar en 1362 en Tudela, cuando un acusado de falsificar moneda fue cocido vivo
en público dentro de una marmita.
La tradición de aplicar la pena
capital al delito de falsificar moneda se ha mantenido hasta hace pocas fechas
en numerosos estados, y en los primeros billetes de banco, elementos más
fáciles de falsificar que las monedas, se incluía una advertencia al respecto (Figura 4) (1).
Figura
4.- Los primeros billetes
informaban de que la falsificación de moneda se
castigaba con la pena de muerte.
(1) La
última persona condenada a muerte en la hoguera de forma oficial en Inglaterra,
fue Catherine Murphy, ajusticiada en 1789 en Londres por el delito de
falsificar moneda.
Bibliografía:
Ibáñez, M., G. Rosado & J.C. García, 1996.
Falsificaciones de Sancho V Ramírez de Pamplona y Aragón
(1064-1094). Gac. Numism. 124: 25-34.
Lins P.A.
& W.A. Oddy. 1975.
The origins
of Mercury Gilding. J. Archaeol.
Sci. 2: 365-373.
Ahora deberían hacer lo mismo esta el mercado numismatico inundado de falsificaciones
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