Las monedas de
los Vikingos. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 80
(1337) (Marzo 2024): pp. 44-47.
Miguel Ibáñez Artica
Las
sociedades que desarrollaron la navegación como medio de conquista de otros
territorios se remontan a la Edad del Bronce, con los denominados “Pueblos del
mar” que atacaron Egipto en tiempos del faraón Ramsés II durante la primera
mitad del s. XIII a.C. Con posterioridad, en la Edad Antigua, está bien
documentada la proliferación de fenómenos más o menos locales de piratería,
como por ejemplo los que asentados en Cilicia (sureste de Anatolia en la actual
Turquía) asolaban las aguas del Mediterráneo durante el siglo I a.C., y que
fueron finalmente aniquilados por Pompeyo “el Grande” en el combate naval de
Coracesio el año 67 a.C..
Siglos más tarde, en la Alta
Edad Media, surgen otros “pueblos del mar”, esta vez procedentes de
Escandinavia en el Atlántico Norte, que a partir del siglo octavo se propagan
por la costa atlántica europea, llegando a penetrar en el Mediterráneo, donde a
finales del siglo once fundarán, primero el condado, y poco más tarde el reino
de Sicilia (Fig. 1). Este período
comprendido aproximadamente entre los años 800 y 1050 se conoce como la “Era
Vikinga” y afectó fundamental a las zonas costeras de Europa, tanto atlánticas
como mediterráneas(1).
Figura 1.- Mapa que muestra la
expansión vikinga entre los siglos VIII y XI, y algunas monedas del tesoro de
Cuerdale (Inglaterra).
Desde
su ataque y saqueo del monasterio de Lindisfarne, en el norte de Gran Bretaña
el 8 de junio del año 793, sus
actividades depredadoras se extendieron por otros lugares costeros, y en el
844, una flota de cuatro mil hombres a bordo de 54 navíos, remontaba el río
Guadalquivir sembrando el terror en Al-Andalus, hasta ser contundentemente
derrotados por el emir omeya de Córdoba Abd al-Rahmán II.
Poco tiempo
más tarde, en el año 858 una expedición vikinga llega hasta Pamplona, donde
capturan al rey García I Íñiguez, que tiene que pagar un rescate de setenta mil
dinares, y en el mismo año una flota de cien navíos llega hasta las costas de
Galicia y tras saquear varias poblaciones, ponen cerco a Santiago de
Compostela, donde sus moradores pagan el tributo exigido por los sitiadores.
Sin embargo éstos no levantan el cerco de la ciudad, hasta que son derrotados y
expulsados por el ejército del rey Ordoño I, que acudió en auxilio de la ciudad
compostelana.
El
primitivo modelo económico de los vikingos, donde la principal fuente de
ingresos procedía de ataques y saqueos en otros territorios, no utilizaba la
moneda, y se basaba en una “economía de estatus”, donde la importancia de una
persona estaba relacionada con su riqueza y poder, es decir con la cantidad de
metales preciosos que acumulaba y que podía regalar, de manera similar al
sistema social del “Big Man” de las sociedades melanésicas primitivas, basado
en el “regalo”.
A
partir del siglo octavo, los vikingos descubren la facilidad de obtener
riquezas en los ataques y saqueos de los monasterios y abadías ubicados en las
costas de Gran Bretaña, y poco a poco, en expediciones cada vez más numerosas,
se adentran a lugares más lejanos y desconocidos, ampliando su zona de acción y
penetrando en el interior a través de los ríos, hasta alcanzar y saquear
grandes ciudades que les proporcionan sustanciosos botines en metales
preciosos, esclavos o rehenes por los que pedir rescates.
En
principio los vikingos utilizan los metales preciosos, especialmente la plata,
a peso, y así en los numerosos tesoros descubiertos de esa época, aparecen
mezclados lingotes, cadenas, pulseras y otros adornos de plata, junto con
monedas musulmanas (dirhems) y cristianas (dineros anglosajones y carolingios),
muchas veces fragmentadas, lo que indica su utilización “a peso” (Fig. 2).
Figura 2.- Tesoros vikingos: a
la izquierda, tesoro de Gotland (Suecia), a la derecha, tesoro de York
(Inglaterra), en ambos casos con una mezcla de lingotes, objetos de adorno y
monedas.
Este tipo de
economía primitiva se fundamentaba en el estatus social adquirido en las
“razias”, mediante la posesión de
metales preciosos bajo cualquier forma, ya que las monedas enteras o partidas,
los lingotes o las joyas podían fundirse
fácilmente para crear nuevos elementos que simbolizaban el poder y estatus de
su poseedor. Otra forma de recibir ingresos era el conocido “Danegeld” o
impuesto danés, que se pagaba en Inglaterra y en la Francia Carolingia a los
vikingos para evitar el saqueo y la piratería(2).
Un ejemplo
excepcional de este fenómeno lo encontramos en la piedra rúnica U 344,
encontrada en 1868 en Yttergärde (Suecia), y que se datado en la primera mitad del siglo XI (Fig. 3). Esta piedra con inscripciones
en caracteres rúnicos, conmemora que el vikingo Ulf de Borresta ha
recibido tres “danegelds” en Inglaterra. Como hay varios años entre los pagos,
es probable que Ulfr regresara a Suecia tras cada uno de ellos para vivir como
un rico potentado. Es remarcable cómo resume toda su vida aventurera en tan
pocas palabras.
"Y Ulfr recibió tres pagos en
Inglaterra. Que fue el primero el que pagaron a Tosti. (Skagul Toste en
991). Después el pago a Þorketill
(Thorkell el Alto en 1012). Después el pago a Knútr (Canuto el
Grande en 1018)”.
Figura
3.-
Monolito de Yttergärde en Suecia y conjunto de monedas (enteras y fraccionadas)
de un “danegeld”.
Con el tiempo
los ataques esporádicos se convirtieron en asentamientos permanentes en las
fértiles tierras de Gran Bretaña y Francia, donde se crearon reinos y ducados
vikingos, tanto en la península escandinava (Noruega y Suecia) y Dinamarca,
como en otras zonas (York, Mann y Dublín), e incluso los vikingos daneses llegaron
a ocupar el noroeste de Francia en la segunda mitad del siglo noveno, y tras
jurar lealtad al rey de Francia, recibieron en posesión el territorio de
Normandía (tierra de los hombres del norte), que más tarde (s. XI) llegaría a conquistar
la misma Inglaterra (1066), el reino de Sicilia, o algunos estados cruzados de
Oriente Medio. (Fig. 1).
Al
desarrollar estos nuevos sistemas políticos, inspirados en las monarquías
tradicionales anglosajonas o carolingias de los territorios ocupados, los
nuevos reyes vikingos adoptaron la tradición de acuñar monedas con una variada
tipología, habitualmente inspirada en las emisiones anteriores, llegando a
representar en la moneda el busto del monarca, como es el caso de Olof
Skötkonung de Suecia (Fig. 4a) e
incorporando en ocasiones elementos singulares, como la espada vikinga (Fig. 4b; Figs. 5c, d y g), la
triquetra, símbolo que aparece en las monedas danesas y noruegas del s. XI, un
estandarte triangular vikingo (Fig. 5h),
o el símbolo vikingo clásico de un cuervo con la cabeza girada a la izquierda y
las alas desplegadas (Fig. 5i).
Figura 4.-Monedas vikingas; a:
Moneda de Olaf Skötkonung rey de Suecia (995-1022 d.C.); b: Moneda de Eric el
Sanguinario, rey de Noruega y Northumbria (930-934 d.C.).
.
Estos diseños vikingos se habían modificado en su significado y pueden relacionarse con elementos cristianos, como el cuervo con San Osvaldo de Northumbria, mientras que la triquetra representa la Santísima Trinidad y el estandarte triangular de las monedas está decorado con una cruz. La cultura vikinga fue progresivamente experimentando una aculturación en favor de las tradiciones y creencias cristianas, y aunque la cruz fue un elemento muy presente en las monedas vikingas (Figs. 5a, b, c, e, f, i), convivió con símbolos paganos tradicionales como el martillo de Thor que aparece en algunas emisiones (Figs. 5d y g).
Figura 5.- Monedas vikingas.
a: Imitación
Anglo-Vikinga de Eduardo el Viejo (899-915 d.C.); b: 895-902 Moneda vikinga
de York tipo “Cnut Cunnetti” ; c: Reino vikingo de York, tipo “San
Pedro” ( 895-920); d: Moneda del caudillo hiberno-nórdico y rey vikingo de Dublín
Sihtric Cáech (921-927); e y f: Monedas de Athelstan “el Grande” acuñadas en York (924-939); g: Moneda de los reyes
hiberno-nórdicos de York (c. 920-927) (MEC 1, 1449); h, i: Monedas de Olaf III Guthfrithsson , monarca anglo-vikingo de Northumbria (934-941) (MEC
1, 1451).
El
proceso de cristianización de los vikingos de Escandinavia resultó progresivo
pero lento, abarcando un período de casi dos siglos.
Durante este
tiempo la religión cristiana coexistió con la nórdica pagana, y resulta
significativo el hallazgo de moldes para fabricar colgantes de plata, que
combinan las representaciones cristianas con los populares martillos de Thor (Fig. 6a). Este fenómeno de convivencia
de religiones también se refleja en la numismática vikinga, mientras unas
emisiones muestran la cruz como motivo principal de la moneda (Fig. 6b), en otros casos el principal
símbolo utilizado es el martillo de Thor pagano (Fig. 6c) 6c).
Figura 6.- Cruces cristianas y
martillos de Thor paganos.
a: Molde para fabricar conjuntamente colgantes de cruces y martillos de Thor
(Trendgården, Dinamarca); b: Moneda de Anglia
oriental vikinga (895-910); c: Moneda de Olaf Guthfrithsson (934-941).
Notas:
(1)
Una de las principales claves del éxito
de la expansión vikinga, fue indudablemente su conocimiento en el campo de la
construcción naval. Los barcos denominados “drakkars” se construían mediante
una técnica denominada “tingladillo” o
“casco trincado”, donde las tablas de madera utilizadas en su construcción se
superponían unas sobre otras. Este tipo de estructura, unido al timón de
espadilla, el mástil abatible y el poco calado, que permitía navegar por zonas
con poca profundidad, dio a los vikingos una serie de ventajas tácticas, como
la velocidad y maniobrabilidad, permitiéndoles combinar la navegación marítima
(a veces a grandes distancias, como el viaje realizado hasta América del
Norte), con la fluvial en ríos poco profundos y la facilidad de sacar el boque
del agua haciéndolo rodar sobre troncos de madera.
(2) Precisamente la
recaudación de estos “danegeld” en Francia, motivó a Carlos el Calvo (843-877)
a establecer una gran cantidad de cecas diferentes, que aumentaron la
producción de moneda carolingia en el país galo (Spufford, 1991: 88).
Bibliografía:
Blackburn, M. (2011). Viking Coinage and Currency in the British
Isles. Spink & Son Ltd.: 415 pp.
MEC: Grierson, Ph. & M.
Blackburn (1986). Medieval European Coinage 1. Cambridge Univ. Press: 674 pp.
Spufford, P. (1991). Dinero y moneda en la Europa Medieval.
Ed. Crítica, Barcelona: 604 pp.
Williams, G. (2007). Kingship,
Christianity and Coinage: Monetary and Political perspectives on Silver Economy
in the Viking Age. En Silver Economy in
the Viking Age. Eds. J. Graham-Campbell & G. Williams: pp. 177-214.
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