La peseta antes
de la peseta. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 58(1093)
(Febrero 2002): pp. 42-43.
Miguel Ibáñez Artica.
Las diferentes denominaciones
que reciben las monedas responden fundamentalmente a dos criterios, puede
tratarse de nombres “oficiales”, establecidos por las autoridades monetarias
correspondientes (tal como ocurre con la nueva moneda: el Euro), o bien pueden
responder a una denominación popular, surgida
de forma espontánea e imprevista, que es recogida y expandida
rápidamente, con gran aceptación por parte de la población que utiliza
cotidianamente esta moneda.
Con anterioridad a la
implantación de la peseta como moneda oficial de España en el año 1869,
circulaban escudos de oro, reales de plata y maravedís de cobre, con valores
que oscilaban bastante en función de las vicisitudes económicas que en esos
momentos padeciera la hacienda pública. Uno de los términos monetarios más antiguos
es el de “maravedí”, palabra derivada del antiguo “morabetino”, o moneda de oro
de buena ley y peso, que comenzó a acuñarse en Castilla a finales del siglo XII
imitando la dobla de oro musulmana. Poco a poco el “maravedí” castellano se fue
devaluando hasta convertirse ya en tiempos de los Reyes Católicos en una
humilde monedita de cobre, que sobrevivió hasta el siglo XIX, si bien durante
mucho tiempo fue utilizada como unidad de cuenta.
En el siglo XVIII circulaban,
además de la moneda de oro y cobre, monedas de plata de ocho, cuatro, dos, uno y medio real. La más
extendida por todo el mundo era el “duro” de plata o “real de a ocho”, y en
segundo lugar la pieza de dos reales. Mientras la primera de estas monedas fue
bautizada como “peso fuerte” o “peso duro” (de aquí su posterior denominación
popular de “duro”), a la segunda se la denominó popularmente “peseta”, como
diminutivo de la anterior. Parece ser que fue en Cataluña donde se utilizó por vez primera esta denominación,
y el término de “peseta”, referido a una pequeña moneda de plata, se utilizaba
desde el siglo XV. Es a partir de las abundantes emisiones realizadas por el
archiduque Carlos de Austria, pretendiente a la corona, durante la guerra de
sucesión a comienzos del siglo XVIII, cuando el término “peseta”, referido a la
moneda de dos reales de plata, se populariza y extiende por toda España.
Encontramos por ejemplo un
documento de 1752 (Figura 1), donde
se señala a un contrabandista al que se ha interceptado en la frontera de
Behobia con una cantidad de pesos fuertes y una “peseta”. Era práctica habitual
en esta época el contrabando de dinero, de forma que se sacaba la moneda de oro
y plata, más valorada en Francia, y se introducía moneda de cobre, de mayor
valor en España y en este contexto encontramos la denominación de “peseta”
referida a la moneda de dos reales de plata.
Figura
1.- Varias
“pesetas”, o monedas de dos reales, sobre un documento de 1752 donde se utiliza
el término “peseta”.
El término popular “peseta”
queda reflejado en las monedas durante un breve período de tiempo, entre 1809 y
1814, se acuñaron en Barcelona, bajo la ocupación napoleónica monedas de una,
dos y media y cinco pesetas de plata, así como monedas de oro de veinte
pesetas. También y durante en esta época se fabricaron en Gerona y Lérida
“duros” y monedas de cinco pesetas a nombre de Fernando VII en los años 1808 y
1809. Tras este corto período de tiempo, se retornó al viejo sistema de escudos
de oro, reales de plata y maravedís de cobre, si bien excepcionalmente
volvieron a acuñarse pesetas en Barcelona durante los años 1836 y 1837, como
resultado de la escasez de numerario provocado por la guerra carlista.
Figura
2.- a:
primeras pesetas acuñadas dentro del nuevo sistema monetario; b: “Perra chica”;
c: “Perra gorda”.
La ley de Isabel II de 26 de
junio de 1864, fue un último intento para armonizar y establecer un sistema
decimal entre el oro, plata y cobre en España, donde convivían una gran
cantidad de sistemas monetarios diferentes. Poco después, el año siguiente,
nació la Unión monetaria latina integrada por Francia, Suiza, Italia y Bélgica,
países que establecieron un sistema monetario común. Durante el Gobierno
Provisional que sucede a Isabel II, se crea en España un nuevo sistema
monetario, acorde con el desarrollado en la Unión latina, estableciéndose el 19
de octubre de 1868 la peseta como nueva moneda oficial (Figura 2a). Las circunstancias políticas del momento favorecieron
el cambio de nombre, tal como se señala en el Decreto de creación de la peseta:
“conviene olvidar lo pasado rompiendo los
lazos que a él nos unían y haciendo desaparecer... aquellos objetos que pueden
con frecuencia traerlo a la memoria”, rescatando una denominación surgida
de la voluntad popular y que de hecho, ya se utilizaba desde hacía tiempo de
una forma coloquial, incluso en documentos oficiales como decretos y cédulas
reales. También se emitieron monedas de diez y cinco céntimos de cobre, que
presentaban en un lado la imagen de un león sobre el escudo. De nuevo la
imaginación popular se puso en acción, rebautizando a estas monedas como “perra
gorda” (la de diez céntimos, Figura 2c)
y “perra chica” (la de cinco céntimos, Figura
2b), en una peculiar y desmitificadora interpretación de la majestuosa
figura del rey de la selva. Curiosamente, tras la aparición de la peseta,
dividida en cien céntimos, se siguió utilizando la terminología antigua para
algunos de sus divisores, así el término de “dos reales” se ha aplicado a la
moneda perforada de cincuenta céntimos hasta tiempos muy recientes. Desde su
creación la peseta ha sufrido un típico proceso de devaluaciones sucesivas,
desde la primitiva pieza de plata hasta las diminutas pesetas de aluminio
acuñadas en tiempos recientes.
Figura 3.-
Primera peseta acuñada en latón (1937), y última acuñada en plata (1933).
Los nuevos tiempos no favorecen
demasiado la secular costumbre de poner
apodos tanto a personas como a objetos, pero es posible (y hasta
culturalmente deseable) que la sabiduría popular genere en poco tiempo un vocabulario castizo en torno a las nuevas
monedas.