Monedas de sal. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1222)
(Octubre, 2013): pp. 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
La sal común,
cloruro sódico, es un compuesto imprescindible en la alimentación animal. A
escala planetaria es muy abundante, ya que las aguas de los océanos contienen
unos cincuenta trillones de toneladas, y por este motivo no suele escasear en
lugares situados cerca de la costa. Pero no ocurre lo mismo en localidades
ubicadas en el interior de los continentes donde dicha sustancia se convierte
en un preciado elemento, escaso e
indispensable para la supervivencia (Figura
1). Actualmente la rapidez de los medios de transporte minimiza el
problema, pero hasta hace poco tiempo largas caravanas de camellos o mulos se
encargaban de trasportar la valiosa sal a distancias de cientos de kilómetros,
y durante la Edad Media, e incluso en tiempos posteriores, los reyes o las
administraciones públicas controlaban en régimen de monopolio su explotación y
comercio, cobrando por ello pingües beneficios en forma de tasas, lo mismo que
ocurre actualmente con el tabaco y el alcohol.
Figura 1.- Recolector de sal en Senegal (http://ethnosal.uaic.ro/importance.html)
Aristóteles
menciona la sal como un elemento común de intercambio, y su empleo como moneda
se remonta a la antigüedad clásica. Una parte de lo que recibían como paga los
legionarios romanos, se abonaba en sal, elemento muy valioso en la época, no
solo por su importancia en la dieta, sino porque resultaba imprescindible para
conservar durante algún tiempo los alimentos perecederos como el pescado y la
carne. De esta utilización, ha llegado hasta nosotros la palabra “salario”
-derivada del término “sal”-, como significado del pago realizado a cambio de
un trabajo.
Marco Polo(1),
señala en su libro de viajes que en el Tíbet se empleaban monedas de sal, e
incluso describe pormenorizadamente su proceso de fabricación:
Libro II, CXVIII. Donde se habla
de la provincia de Gaindú.
“””En esta provincia tienen la moneda que voy a
deciros. Sabed que tienen el oro en barras, que pesan en Saggi, y que evalúan
al peso; se sirven para ello de fuertes sumas porque no tienen moneda acuñada.
En cuanto a la calderilla, os hablaré de cómo es. Toman agua salada, la hacen
hervir en un barreño, y, cuando ha hervido una hora, se espesa como pasta;
entonces la meten en el molde y hacen panes parecidos a una hogaza de dos
dinares, plana por debajo y redonda por arriba, de tal tamaño que puede pesar
una media libra. Cuando están hechas, las ponen sobre piedras muy calientes
junto al fuego, donde se secan y se ponen duras. Sobre esta especie de moneda
ponen el sello del señor, y nadie puede hacerlo más que los oficiales del
Señor. Algunos panes son de una libra, otros de media libra, otros de más,
otros de menos, según su grosor y su peso en saggi. Ochenta sales semejantes
valen un saggio de oro fino. Esa es su calderilla. Pero con esta moneda los
mercaderes van en busca de las gentes que viven en las montañas salvajes, poco
frecuentadas, y obtienen un saggio de oro por sesenta, cincuenta o incluso
cuarenta de estas monedas de sal, según que las gentes del país estén en lugar
más o menos salvaje, alejados de las ciudades y de las gentes civilizadas; como
no pueden vender su oro o sus demás cosas, como el almizcle y todo lo demás,
cada vez que quisieren, porque no tienen a quien vendérselo, lo ceden a buen
precio; porque encuentran oro en los lagos y ríos como hemos dicho. Entonces
van los mercaderes por esas montañas y localidades del Tebet donde se utiliza
moneda de sal de la misma manera, y hacen grandes ganancias y beneficios,
porque estas gentes ponen sal de esa en sus comidas, y también compran lo que
necesitan. Pero en las ciudades utilizan casi únicamente fragmentos de esa
moneda en sus alimentos, y gastan las monedas enteras.”””
Tradicionalmente
en muchas regiones del continente africano las monedas más utilizadas, además
de las conchas de caurís, han sido el hierro, la sal y las telas de rafia.
Podemos diferenciar dos tipos de monedas de sal que difieren tanto en su
aspecto como en su origen y proceso de fabricación. Por una parte, en lugares
con clima tropical alejados de la costa, la sal obtenida de las cenizas de
algunas plantas o extraída de suelos salinizados, se disuelve en agua, y se
purifica y concentra mediante laboriosos procesos. Este tipo de barras de sal
suelen ser cilíndricas y se protegen con hojas secas o mimbre (Figura 2).
Figura 2.- Lingotes de sal utilizados en África. En la
parte superior una barra protegida en su funda procedente del Congo (comienzos
del siglo XX). En la parte inferior recipiente cilíndrico elaborado con tiras de
caña de bambú destinado a contener un cilindro de sal utilizado como moneda en
Sierra Leona.
Otro
formato frecuente en las monedas de sal es el de placas rectangulares, en este
caso la sal proviene de yacimientos minerales situados en zonas desérticas. El
comerciante y viajero musulmán Ibn Batuta ya mencionaba el uso de este tipo de
barras de sal como moneda al sur de Timbuktu en el siglo XIV, y posteriormente
también las cita el misionero portugués Francisco Álvarez que permaneció en la
antigua Abisinia entre 1520 y 1526.
Hasta bien avanzado el siglo veinte, se han utilizado los lingotes de
sal denominados “amoli” en Malí, Etiopía y algunas zonas de Nigeria. Estas
barras de forma rectangular, se protegen con tiras vegetales o de piel de
camello y en ocasiones llevan un asa para facilitar su transporte (Figura 3).
Figura 3.- Barras rectangulares de “amoli” de Malí y
Etiopía.
Aparte
de su función monetaria, estos bloques de sal llegado el momento pueden
utilizarse para la alimentación humana o de animales. Sin embargo esto no
siempre es así, entre el pueblo Baruya de Nueva Guinea, se utiliza una moneda
de sal laboriosamente fabricada a partir de cenizas origen vegetal(2).
Los nativos cuentan con talleres especializados y en ellos procesan las cenizas
de una especie de gramínea gigante (Coix
gigantea o “lágrimas de Job”) cuyas hojas alcanzan un metro de longitud y
que se cultiva con este fin, obteniendo de sus cenizas una sal rica en potasio
que no puede ser consumida en cantidad pues resultaría tóxica, estando
restringido su consumo a las ceremonias rituales.
Con esta sal
se preparan barras de tres tamaños, que reciben también nombres diferentes, (Figura 4) y que se utilizan como moneda
de uso interno para pagos o regalos ceremoniales, o externo, para comerciar con
tribus vecinas. El proceso de fabricación está fuertemente ritualizado y mientras dura su trabajo, el
especialista no puede poner los pies en su hogar y tiene prohibido mantener
relaciones sexuales con mujeres. En este caso, tal como ocurría
con las monedas africanas de este tipo, las monedas de sal de los Baruya tienen
forma cilíndrica y van protegidas con una funda elaborada con hojas secas.
Figura
4.- Monedas de sal.
Papua-Nueva Guinea.
Notas:
(1) Aportaciones
numismáticas en la obra de Marco Polo III: Monedas de sal, de pieles y tarjas. Eco Filatélico y
Numismático (Octubre, 2008), 64(1167): 46-47.
(2) Godelier, M.,
1969. La “monnaie de sel” des Baruya de Nouvelle-Guinée. L’Homme, 9(2): 5-37.
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