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domingo, 14 de junio de 2015

Nociones de Numismática extraterrestre.


Nociones de Numismática extraterrestre.
I: La Antigüedad clásica. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1140) (Abril, 2006): pp. 46-47.
II: La actualidad. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1141) (Mayo, 2006): pp. 46-48.
III: La moneda más “friki” del año 2013. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1224) (Diciembre, 2013): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica


I: La antigüedad clásica.


            Si en un libro sobre monedas encontramos un capítulo dedicado a “numismática extraterrestre”, probablemente pensaríamos que se trata de una broma. Sin embargo dicho capítulo podría existir perfectamente, ya que por una parte existen varias monedas emitidas en tiempos del Imperio Romano donde figuran objetos extraterrestres, y por otra parte, en tiempos muy recientes, se han acuñado algunas piezas utilizando elementos que provienen de fuera de nuestro Planeta.

            Aproximadamente todos los días caen sobre la Tierra unas 300 toneladas de materiales procedentes del espacio exterior, en su mayor parte son pequeños fragmentos conocidos como meteoritos, que se desintegran al entrar en contacto con la atmósfera terrestre, tan sólo unos pocos tienen suficiente tamaño para conservar sus características e impactar contra el suelo, si bien en su mayor parte se estrellan en los diferentes océanos del Planeta sin llegar a ser observados. Afortunadamente los impactos de grandes asteroides son excepcionales, si bien han marcado la evolución de los seres vivos durante millones de años (las extinciones masivas ocurridas hace 225 y 66 millones de años y que marcan la transición entre las Eras geológicas Primaria, Secundaria y Terciaria fueron debidas a grandes impactos de cuerpos extraterrestres).

            Se han encontrado objetos fabricados en hierro y que pertenecen a la Edad del Bronce(1), cuando todavía la humanidad no tenía conocimientos suficientes de metalurgia para obtener este metal de los abundantes minerales que lo contienen. En 1911 fueron halladas nueve cuentas de collar de hierro en las excavaciones de Gerzeh, cuyo análisis metalográfico dio un contenido en niquel del 7,5%, confirmando su origen extraterrestre. En la tumba de Tutankamon, a comienzos del siglo XX, se encontraron 18 objetos de hierro meteorítico, el más famoso es una daga, y también se han hallado objetos similares en África y China. En época relativamente reciente, el diez de abril de 1621, un gran meteorito de hierro cayó en la India, y el emperador Jahangir ordenó fabricar con él dos espadas, una daga y un cuchillo, atribuyéndose a estos objetos propiedades mágicas. Actualmente sólo se conserva el cuchillo en una institución científica de Washington.

            Cuando en 1818 los primeros exploradores europeos entraron en contacto con las tribus inuits en el noroeste de Groenlandia, encontraron que los esquimales fabricaban numerosos objetos de hierro elaborados a partir de meteoritos. Tras varios intentos fallidos por encontrar la “montaña de hierro”, en 1894 finalmente una expedición descubrió un gran meteorito llamado “Ahnighito” de 34 toneladas de peso que fue trasladado a Nueva York, donde actualmente lo podemos contemplar en el Museo de Historia Natural de la ciudad. En la Edad Antigua, los materiales que caían sobre la Tierra eran interpretados como objetos sagrados enviados por los dioses, el más antiguo del que tenemos conocimiento es el que representaba la diosa madre Cibeles en el templo de Pessinus (en la actual Turquía). El año 205 a.C., con motivo de la invasión cartaginesa de Aníbal, los oráculos señalaron que la ciudad se salvaría con la presencia en ella de la diosa Cibeles. Una embajada se dirigió a solicitar el sagrado objeto al rey Atalo, y transportó solemnemente el meteorito a Roma donde fue instalado en el templo de la Victoria, donde fue venerado durante 500 años. En las excavaciones arqueológicas realizadas en 1730 se encontró el meteorito, pero desgraciadamente fue desechado como una piedra sin valor al no ser reconocido como tal. El profesor Lanciani lo describió en su informe de la excavación “de un color marrón profundo, muy parecido a un trozo de lava y terminado en punta”.

            Sin embargo, el objeto extraterrestre más representado en la numismática romana es otro meteorito, la famosa “piedra negra” de la ciudad de Emesa en Siria(*), que ya aparece representada en algunas monedas de Antonio Pío (138-161) (Fig. 1) y Caracalla (211-217), y que en tiempos del último de los Antoninos, el emperador Heliogábalo (218-222), fue solemnemente trasladada a Roma. Este personaje era nieto de la influyente princesa romana de origen sirio Julia Maesa (madre del emperador Alejandro Severo) (Fig. 2), que fue precisamente quien en el año 218 y aprovechando el descontento popular, hizo que el senado le proclamara emperador cuando tan sólo contaba catorce años de edad. Heliogábalo era sacerdote del dios de Emesa (ciudad donde había nacido), famosa por conservar una piedra sagrada en forma cónica que tiempos atrás había caído desde el cielo cerca de la ciudad. Este meteorito aparece representado en numerosas monedas de oro, plata y bronce (Fig. 3).


Figura 1.- Bronce de Antonino Pío (138-161 d.C.) acuñado en Emesa (Siria) (Æ  23 mm). Reverso: Águila sobre la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 1. 


Figura 2.- Bronce de Julia Maesa, AE20. Sidón. Reverso: Carro de Astarté llevando la piedra sagrada. Ref. BMC 300, lám. XXV.


Figura 3.- Monedas de Heliogábalo (218-222 d.C.) representando el transporte en cuádriga de la piedra de Emesa. a y b: Áureos acuñado en Roma (Ref. RIC 143, BMC 273; RIC 61, BMC 198); c: Antoniniano, en el reverso figura Eliogábalo realizando un sacrificio sobre el altar y la piedra sagrada de Emesa (Roma 219-220); d: Bronce, reverso con olivo sagrado flanqueado por las piedras de Emesa (Tiro, Fenicia 218-222 d.C.).

            Sin embargo no es este el primer caso de representaciones de materiales extraterrestres en las monedas, en algunas emisiones provinciales del emperador hispano Trajano (98-117 d.C.) acuñadas en Siria, aparece representada la piedra sagrada (posiblemente otro meteorito) del templo de Zeus Kasios (Fig. 4a), también de época posterior tenemos algunas emisiones del efímero y poco conocido usurpador Uranius Antonius (253-254?) con imágenes de la “piedra de Emesa” (Fig. 4b). Otro meteorito era venerado en Pafos (Chipre) en el templo de Afrodita, y también aparece representado en emisiones de Augusto (27 a.C.-14 d.C.) y Septimo Severo (193-211 d.C.), así como el de Sidón que figura en las emisiones de Caracalla (211-217) (Fig. 4c).


Figura 4.- a: Bronce de Trajano acuñado en Siria (98-117 d.C.)20 mm). Reverso: Piedra sagrada de Zeus Kasios bajo un palio. Ref: SNG Copenhagen 403-4, BMC 40; b: Bronce de Uranius Antoninus acuñado en Emesa el año 565 de la Era Seleúcida = 253/4 d.C. (Æ 32mm). Reverso: Templo y en su interior la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 24; c: Tetradracma de Caracalla, Sidón, Reverso: Águila sobre carro de Astarté con la piedra sagrada de Sión. Ref: Bellinger 5291.



(1) Uno de los elementos más antiguos ha sido encontrado en la cueva de Zatoya (Navarra), donde en un nivel del Neolítico (aproximadamente hacia el 6.000 a.C.) apareció una cuenta de collar en forma de disco, elaborada con hierro meteorítico (Barandiarán, 1989, p. 199).       

* La ciudad de Emesa corresponde a la actual Homs, la tercera población más importante de Siria, actualmente destruida y asolada por la guerra.


II: La actualidad.


            A lo largo de la historia de la moneda se han empleado los más diversos materiales para su fabricación. Aunque al principio utilizaron metales preciosos -como el oro y la plata-, pronto se introdujeron otros menos nobles como el cobre o sus diversas aleaciones (bronce, oricalco….), incluso encontramos algunas monedas acuñadas en hierro, o en época moderna con aluminio, níquel o las más variadas aleaciones. Actualmente se utilizan diferentes mezclas, como el denominado “oro nórdico”, compuesto por un 89% de cobre, 5% de aluminio, 5% zinc y 1% de estaño, con el que por ejemplo se fabrican las monedas de 10, 20 y 50 céntimos de euro.

            En situaciones excepcionales se ha llegado a acuñar con el bronce procedente de cañones (con un contenido de 88 % cobre, 10% estaño y 2% zinc), como por ejemplo las raras monedas de ocho maravedís de Fernando VII, emitidas por los constitucionales cercados en Pamplona durante el año 1823, con el bronce de tres cañones que se conservaban en la Cámara de Comptos de la ciudad, y hasta se han emitido monedas conmemorativas con materiales bélicos tan curiosos, como el metal procedente de los misiles nucleares rusos SS-20 desmantelados como consecuencia del tratado ruso-americano INF de destrucción de armas nucleares(1). Otro exótico metal utilizado desde hace pocos años es el Niobio, cuyo nombre deriva de un personaje mitológico, Niobe, hija de Tántalo, a su vez uno de los hijos mortales de Zeus, con el que recientemente se han acuñado piezas bimetálicas, como los 25 euros en Austria (Fig. 5) y la de un “lat” en Letonia. Sin embargo, todavía existen elementos más originales utilizados en la fabricación de monedas, nos referimos a materiales “extraterrestres” procedentes de meteoritos que han impactado con la Tierra.
           

Figura 5.- Moneda de 25 euros acuñada en Austria con el metal Niobio.

            Son dos las piezas fabricadas recientemente donde se han utilizado estos extraordinarios materiales, en primer lugar podemos mencionar una ficha o token fabricada para el mercado del coleccionismo(Fig. 6), y que lleva las leyendas de “Space coin” (Moneda del espacio) y “In skies we trust” (En el cielo confiamos), imitando el lema nacional de los Estados Unidos de América (In God we trust= En Dios confiamos), utilizado desde 1864 en las monedas, y en todos los billetes emitidos a partir del 1 de octubre de 1957. En la zona central figura el texto “Campo del Cielo”, lugar de Argentina donde cayó este meteorito hace unos seis milenios.


Figura 6.- “Moneda” fabricada íntegramente con el metal del meteorito.

            Se da la circunstancia de que este objeto extraterrestre fue descubierto por el capitán español Hernán Mexia de Miraval en 1576. Antes los rumores de la existencia de una “ciudad de plata”, el gobernador de la provincia ordenó su localización, y el mencionado militar al mando de un grupo de soldados, se aventuró en su búsqueda en la que tuvo que luchar contra los indios Chiriguanos, que según sus relatos consumían carne humana. No encontraron el valioso metal, pero localizaron un gran “peñol de hierro” del que tomaron algunos fragmentos.

Dos siglos más tarde, entre 1774 y 1776 se realizaron expediciones al mando de Bartolome Francisco de Maguna, localizándose una gran masa metálica, cuyo peso fue estimado en  23 toneladas, tomándose algunas muestras para analizar con las cuales, don Francisco de Serra y Canals determinó en 1778, que no se trataba de plata, sino de "fierro de muy particular calidad". El siguiente año, una nueva expedición, ahora bajo el mando del sargento Francisco de Ibarra, aportó datos sobre su tamaño, 3,52 metros de largo por 1,85 metros de ancho, poco después, en 1783, se realizaron análisis metalúrgicos, excavando los alrededores hasta determinar que se trataba de una masa aislada de hierro. Debido a las explosiones realizadas, el meteorito se fragmentó y dispersó, quedando sus trozos enterrados.

            Recientemente, el interés por estos materiales ha llevado a los “cazadores de meteoritos” a la localización y comercialización de numerosos fragmentos hallados en esta zona, el caso más espectacular ocurrió en 1992, cuando las autoridades argentinas detuvieron al americano Robert Haag, cuando intentaba sacar del país un enorme bloque de 37 toneladas de peso.

            El meteorito denominado “Campo del Cielo” es un siderito del grupo I, formado por Octaedrita (con cristalización en forma de octaedro) rico en inclusiones de grano grueso, con una composición química de 92,6 % de hierro, seguido por un 6,7 % de níquel, un 0.4 % de cobalto, un 0,25% de fósforo, 407 partes por millón de galio y 3,6 ppm de iridio.

            La segunda pieza que pasamos a comentar, es la moneda de diez dólares emitida en Liberia el año 2004 (Fig. 7). En este caso se trata de una emisión oficial, acuñada en plata y que incluye en una pequeña cavidad unos pequeños fragmentos del meteorito identificado como “NWA 267”, encontrado en la frontera entre Marruecos y Argelia el año 2000. En la cara de la moneda donde están los fragmentos, aparece la figura de un nómada a camello, detrás una estrella fugaz surca el cielo, y sobre una duna, aparece un grupo de meteoritos (auténticos) del tipo H4, es decir condritos ricos en olivino con cóndrulos (pequeñas bolitas) de piroxenos. Inspirándose en esta moneda se han realizado algunas medallas que en una cara llevan incrustado un pequeño fragmento de meteorito.


Figura 7.- Moneda de diez dólares de Liberia, acuñada en el año 2004.

            Las piezas descritas están dirigidas al mercado del coleccionismo más que a circular como verdaderas herramientas al servicio de la economía, ya que es prácticamente imposible realizar una emisión abundante con estos rarísimos materiales extraterrestres. De hecho la tirada de las “monedas” fabricadas con el meteorito argentino es tan sólo de 400 ejemplares, mientras que las emitidas en Liberia ascienden a 999 piezas acuñadas.

           Los meteoritos, aparte de su interés como elementos curiosos procedentes del espacio exterior, y de protagonizar varias películas catastrofistas, han marcado la evolución de los seres vivos de nuestro Planeta, provocando extinciones masivas en forma periódica (como las acaecidas hace 250 millones de años que supuso el final de la Era primaria y el comienzo del Mesozóico, o la más reciente ocurrida hace “sólo” unos 65 millones de años y que teminó con la vida de los grandes dinosaurios).

            El año 1969 cayeron sobre la Tierra dos fragmentos especialmente interesantes, el primero, lo hizo el 9 de febrero en la localidad mejicana de Allende, mientras el segundo se estrelló cerca del pequeño pueblo de Murchison, a unos cien Kilómetros al norte de Melbourne en Australia. Estos meteoritos ya vagaban por el espacio antes de que se formasen la Tierra y el sistema solar, pertenecen a la familia de los condritos carbonatados, y poseen unas peculiares características, como presencia de gran cantidad de agua y aminoácidos (moléculas orgánicas presentes en los seres vivos), su estudio ha hecho revivir la hipótesis de la “panspermia” (“semillas por todas partes”) enunciada por Arrenius en 1903 que propone un origen extraterrestre de la vida. De igual forma, los análisis realizados, han aportado datos fundamentales para el conocimiento de cómo se formó nuestro planeta hace 4.500 millones de años. En definitiva, los objetos llegados del espacio han fascinado al hombre desde siempre, y algunos de ellos han quedado inmortalizados en las monedas, desde la antigüedad clásica hasta nuestros días (Fig. 8).


Figura 8.- Meteoritos cayendo sobre Basilea (Suiza) el 7 de agosto de 1566 en la obra de Samuel Coccius.


(1) Ver artículo de Mayo del 2003: “Tiempos de guerra, monedas de paz”  Eco Filat. y Numism. nº1108: p.40.


III: La moneda más “friki” del año 2013.


      Siguiendo la tradición, hemos seleccionado como la moneda más “friki” u original de las fabricadas durante el año 2013, la emisión de diez dólares de las Islas Fiji, acuñada en plata de 999 milésimas, y que lleva incrustados unos trocitos del famoso meteorito Murchison (Figura 9). En este caso la selección se ha realizado no tanto por la curiosidad o rareza de la moneda (desde hace varios años se ha puesto de moda la fabricación de piezas destinadas al mercado del coleccionismo, que incluyen pequeños fragmentos de meteoritos(1)), sino por el interés científico del meteorito incluido, que contiene nada menos que las moléculas orgánicas a partir de las cuales se generó la vida en nuestro Planeta.



Figura 9.- Fragmentos del meteorito Murchison y moneda de diez dólares con pequeños trocitos del mismo.

     Esta emisión forma parte de una serie dedicada a los meteoritos, iniciada en Fiji el año 2012, con cinco piezas en las que se incluyen pequeños fragmentos originales de los meteoritos Brenham (que cayó en 1882 en los Estados Unidos de América), Kaisnaz (Rusia, 1937), Abee (Canadá, 1952), Jilin (China, 1976) y Neuschwanstein (Alemania, 2002), y que ha continuado durante el año 2013 con las monedas dedicadas a los meteoritos Chassigny (Francia, 1815), Morasko (Polonia, 1914) y la que nos ocupa, que incluye un pequeño fragmento del famoso meteorito Murchison, que se precipitó del cielo a las 10.58 a.m. (hora local), cerca de la ciudad australiana de Murchison (Victoria) el 28 de septiembre de 1969. Este año fue especialmente importante en el mundo científico a causa de dos acontecimientos singulares que se produjeron en un corto período de tiempo, por una parte la caída en la población mejicana de Allende, a la una de la noche del día 8 de febrero, de un gran meteorito, denominado “Allende” por el nombre de la localidad donde cayó, mientras que el segundo hecho asombroso ocurrió unos meses más tarde, el 28 de septiembre de ese mismo año, a las 10.58 hora local, cerca de la ciudad de Murchison en Australia, se observó una brillante bola de fuego que se separó en tres fragmentos, antes de desaparecer dejando una nube de humo. Unos 30 segundos más tarde, se sintió un temblor producido por el impacto. Los fragmentos del meteorito se dispersaron en una superficie de 13 km², con masas individuales de hasta 7 kg. Uno de ellos de  680 g. de peso, atravesó el techo de una nave de ganado cayendo en el heno. La masa total de los fragmentos recogidos de este meteorito supera los 100 kilogramos.



Figura 10.- Caída de un meteorito sobre la Tierra.

Aunque todos los años caen sobre el planeta Tierra millares de meteoritos (Figura 10), ninguno ha proporcionado tanta información sobre el origen del Sistema Solar y sobre las posibles causas de la aparición de la vida en nuestro planeta como estos dos mensajeros de las estrellas, que casualmente arribaron a nuestro planeta en mismo año. Ambos pertenecen al mismo grupo de meteoritos, el de los condritos carbonáceos, con una composición química que incluye moléculas de agua y compuestos orgánicos, además de silicatos y otros minerales, en proporciones similares a las que tendría hace más de 4.500 millones de años la nebulosa a partir de la cual se formó nuestro sistema solar.

Los análisis realizados sobre fragmentos del meteorito Allende, mostraron que en realidad se trata de un superviviente formado a partir de la unión de las partículas de la nebulosa que dio  lugar al sistema solar, y se formó treinta millones de años antes de que surgiera nuestro planeta. Poco más tarde, los nuevos análisis realizados en el meteorito Murchison desvelaron nuevos secretos que asombraron a la comunidad científica. En la roca venida del espacio, se encontraron numerosas moléculas orgánicas complejas entre las cuales figuran hasta 15 aminoácidos diferentes, algunos de los cuales como la glicina, la alanina o el ácido glutámico están presentes en las proteínas de todos los seres vivos del planeta (Figura 11). Además el año 2008 se descubrió que el meteorito albergaba una nueva sorpresa, contenía bases nitrogenadas(2), como las que conforman el código genético de los seres vivos, y en el 2010 se llegaron a identificar hasta 14.000 moléculas orgánicas diferentes, entre las que se encontraron 70 aminoácidos, muchos de ellos desconocidos en nuestro Planeta(3).


Figura 11.- Diferentes moléculas orgánicas complejas halladas en el meteorito Murchison.

A partir de estos sorprendentes descubrimientos tomó fuerza la antigua teoría de la “panspermia”, es decir del origen extraterrestre de la vida, o mejor dicho, de las moléculas que permitieron que la vida surgiera en nuestro planeta hace unos tres mil quinientos millones de años. Tanto el agua de los océanos como las moléculas orgánicas que permitieron la aparición de la vida proceden de los meteoritos, pero no de cualquier meteorito, sino de los que como el Allende y el Murchison fueron mudos testigos de la formación de nuestro sistema solar y cayeron hace millones de años en el Planeta aportando las semillas en forma de moléculas orgánicas complejas, de las que poco más tarde surgirían a través de reacciones químicas los primeros seres vivos, de los que los seres humanos en definitiva descendemos (Figura 12).



Figura 12.- Las moléculas orgánicas complejas que cayeron sobre la Tierra dentro de los meteoritos hace 4.500 millones de años, fueron la materia prima a partir de la cual mil millones de años más tarde, se formaron los primeros seres vivos del Planeta.

Así pues, podemos decir que en esta moneda de diez dólares acuñada en el año 2013 en las islas Fiji, se encuentran los vestigios más antiguos de nuestro remoto pasado, los del hombre y los de la totalidad de seres vivos, desde las bacterias más pequeñas hasta las ballenas y demás mamíferos, incluida nuestra especie, el Homo sapiens.

Notas:

(1) Nociones de numismática extraterrestre II. (Mayo, 2006), Eco Filatélico y Numismático 62(1141): 46-48.

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