Aportaciones numismáticas en la obra de Marco Polo:
I: El papel
moneda en la corte del Gran Kan. Artículo publicado en: Eco Filatélico
y Numismático 64(1164) (Junio 2008): pp. 44-45.
II:
Cauris y monedas de los muertos. Artículo publicado en: Eco Filatélico
y Numismático 64(1166) (Septiembre 2008): pp. 44-45.
III:
Monedas de sal, de pieles y tarjas. Artículo publicado en:
Eco Filatélico y Numismático 64(1167)
(Octubre 2008): pp. 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
I: El papel moneda en la corte del Gran Kan.
El libro de viajes más conocido y
leído a lo largo de la historia es el que escribió el comerciante veneciano
Marco Polo en el siglo XIII, en plena Edad Media (Figura 1), donde narra minuciosamente sus viajes a China y su larga
estancia en la corte del emperador mongol Kublai Kan, conocido popularmente
como Gran Kan, dueño en esa época de un inmenso imperio. Durante la estancia de
Marco Polo en la cárcel de Génova, donde fue encerrado en 1298 tras ser
capturado en un encuentro naval entre barcos genoveses y venecianos, enemigos y
competidores en esta época, dictó su obra a su compañero de celda, un escritor
llamado Reustichello de Pisa. El manuscrito fue posteriormente corregido y
ampliado por el autor tras su salida de la cárcel y en él nos narra sus viajes
iniciados en 1271, describiendo los países que visita, sus ciudades, gentes,
costumbres e historia.
Figura 1.- Representaciones medieval y moderna de Marco Polo.
Entre la multitud de datos e
informaciones que nos aporta el viajero veneciano, se incluyen algunas de
contenido numismático que pasaremos a comentar. En primer lugar, un hecho que
sorprende a Marco Polo, y le parece mágico, es la utilización del papel moneda,
mencionado en numerosas ocasiones en su libro de viajes (Figura 2), señalamos la principal cita al respecto:
Figura 2.- Fabricación de billetes en la corte del Gran Kan,
según un manuscrito medieval.
Libro II, XCVII. De cómo el Gran
Can hace gastar papel por dinero.
“”””Es cierto que la moneda del
Gran Señor está en esta ciudad de Cambaluc (actual Pekín), y montada de tal
manera que puede decirse que el Gran Can domina perfectamente la alquimia; y os
lo demostraré.
Sabed que ordena hacer una
moneda cuya forma es la que voy a deciros: hace coger a varios hombres cortezas
de esos árboles que nosotros llamamos moreras y que ellos llaman “gelsus”, esos
cuyas hojas comen los gusanos que hacen la seda, de los que hay tantos que
todos los campos están llenos. Cogen la piel delgada que hay entre la espesa
corteza exterior y la madera, y que es blanca; de esta delgada piel les manda
hacer hojas semejantes a las del papel algodón, y son completamente negras. Y
cuando están hechas las hace cortar de la siguiente manera: la más pequeña vale
entre ellos aproximadamente la mitad de un pequeño “tornesel”(1) y
la siguiente, algo mayor, un “tornesel”; la siguiente, aún algo mayor, medio
grueso de plata de Venecia; la siguiente, un grueso de plata; la siguiente, dos
gruesos; la siguiente cinco gruesos, la siguiente diez gruesos, la siguiente un
besante de oro, y la siguiente dos besantes de oro, y así hasta diez besantes
de oro. Todas estas hojas reciben el sello del Gran Señor, sin lo cual no
valdrían nada. Se fabrican con tantas garantías y formalidades como si fuera
oro puro o plata, porque muchos oficiales nombrados para esto escriben su
nombre en cada billete, y ponen cada uno su marca, y cuando todo está hecho
como se debe, su jefe, comisionado por el señor, imprime con cinabrio el sello que le está confiado y lo
apoya sobre el billete; y la forma del sello humedecido de cinabrio queda
impresa; entonces esa moneda es válida. Y si a alguien se le ocurriese
falsificarla, sería castigado con la pena capital hasta la tercera generación.
Se imprimen distintas marcas según el destino del billete. Y manda hacer tan
gran cantidad de ellos, que podría pagar todos los tesoros del mundo, y esto no
le cuesta nada.
Y cuando estas hojas están
hechas de la forma que os he contado, manda hacer todos sus pagos y los hace
distribuir por todas las provincias y reinos y países de los que es dueño; y
nadie se atreve a rechazarlos, porque le costaría la vida. Y nadie de los demás
reinos puede dar otra moneda en los
territorios del Gran Can. Y os diré también que todas las gentes y grupos de
hombres que viven bajo sus leyes cogen gustosamente estas hojas como pago,
porque, por donde quiera que van, hacen con él todos sus pagos por los géneros
y las perlas, las piedras preciosas, el oro y la plata, y por todas las demás
cosas que se llevan, compran o venden, cualquiera que sea su valor, como si
realmente fueran oro o plata. Y os diré más incluso: son tan ligeras que la
hoja que vale diez besantes no pesa siquiera uno...
...Y también os digo otra cosa
que conviene contar. Quien conserva estas hojas tanto tiempo que se desgarran y
estropean –aunque son muy duraderas-, las lleva a la Moneda donde le son
cambiadas por otras limpias y nuevas, pero debe dejar el tres por ciento al Tesoro.
Y también os diré un hecho curioso, que conviene poner en nuestro libro. Si un
hombre desea comprar oro o plata, o piedras preciosas o perlas para hacerse
vajilla, cinturón u otras cosas hermosas, se va a la Moneda del Gran Señor con
algunas de estas hojas, y las da en pago del oro o de la plata que compra al
Jefe de la Moneda. En
resumen, no se paga jamás con oro ni con plata, los ejércitos y los
funcionarios son pagados con esta moneda de papel, de la que tiene tanta
cantidad como le place.””””
Figura 3.- “Torneseles” venecianos del s. XIV.
Como otros muchos avances
técnicos (pólvora, papel, imprenta,...), los billetes de papel moneda se
inventaron en China hacia el siglo noveno de nuestra Era (Figura 4). Surgieron como certificados de depósito que los bancos
privados hacían al Gobierno, y con el respaldo del Estado, estos billetes
tenían valor en todo el imperio, facilitando así el transporte del dinero de un
lugar a otro. Finalmente, durante la dinastía Sung (960-1279 d.C.) se
convirtieron en monopolio del estado, siendo un dinero crediticio, es decir
respaldado por el oro y la plata acumulado en los tesoros reales. Sin embargo
Marco Polo, no llega a comprender este hecho y nos presenta el papel moneda
como dinero fiduciario, es decir como él mismo señala, producto de la
“alquimia” o de la magia, sin embargo los variados billetes que circulaban en
China y en los dominios del Gran Kan (el propio Marco Polo señala en numerosas
ocasiones como rasgos fundamentales de los pueblos que visita, su religión y si
utilizan o no papel moneda) estaban refrendados por la autoridad del emperador
y por sus inmensos tesoros. Desgraciadamente, y a pesar de que se fabricaron
centenares de millones de billetes de diferentes valores, debido a su delicada
composición, no han sobrevivido al paso de los siglos y no han llegado hasta
nosotros. En Europa, aunque ya existían “letras de cambio” desde la Edad Media , el billete
de banco fue “inventado” en época moderna por Palmstruch, banquero de
Amsterdam; poco después, el Banco de Estocolmo (Figura 5), ante una repentina devaluación del cobre, comenzó a
emitir papel moneda, y algo más tarde, este sistema se popularizó en Gran
Bretaña, culminando con la creación en 1694 del Banco de Inglaterra. La
principal diferencia de estos nuevos billetes, es que a diferencia de la “letra
de cambio” que tenía una vida limitada, el nuevo billete podía circular
indefinidamente hasta que alguien se decidiera a cambiarlo por metal.
Figura 4.- Antiguos billetes chinos: en la parte superior un
“kuan”, dinastía Ming, s. XIV, en la inferior, billetes de corteza de morera de
la región de Xinjiang.
Figura 5.- Billete del Banco de Estocolmo.
II: Cauris y monedas de los muertos.
En la obra de Marco Polo no solo se habla del papel moneda,
también se recogen informaciones sobre otros elementos premonetarios
circulantes en la época como las conchas de cauri (Figura 1), un pequeño caracolillo (de la especie Monetaria moneta) del grupo de las
llamadas porcelanas -al recordar su concha a este material-, que se utilizó
como moneda en China desde finales del tercer milenio a.C., constituyendo
probablemente la primera moneda económica utilizada en forma masiva por la
humanidad.
Sobre este particular encontramos
las siguientes referencias:
Libro II, CXIX. Donde se habla de la
gran provincia de Caragián. (Al norte de Vietnam):
“””Tienen
la moneda que voy a deciros: pagan con porcelana blanca, conchas que se
encuentran en el mar, que se llevan al cuello como adorno y que se ponen de
collar a los perros; ochenta porcelanas valen un saggio de plata, o sea dos
gruesos de Venecia. Y sabed que ocho saggi de plata fina valen un saggio de oro
fino.”””
Libro II, CXX, Donde todavía se habla de
la provincia de Caragián.
“””También
tienen por moneda las porcelanas de que os he hablado antes. Y yo os digo que
estas porcelanas no se encuentran en el país, sino que proceden de la India , traídas por los
mercaderes.”””
Libro II, CXXX. Donde se habla de la
provincia de Tolomán.
“””También
se encuentra oro suficiente, pero su calderilla es de porcelana, y de la manera
que ya os he contado. Y también todas esas provincias de que se ha hablado, es
decir, Bengala, Caugigú y Amú, tienen moneda de oro y de porcelana.”””
Libro III, CLXV. Donde se habla de la
isla de Sondur y de la de Condur. (Del grupo Con Son, frente al delta del
Mekong).
“””De
este reino vienen todas las porcelanas que sirven de moneda a todas las
provincias de que os he hablado.”””
Figura 6.- Conchas de
cauris chinas usadas como moneda hace más de tres milenios.
La
utilización de las conchas de cauri como moneda se remonta al año 2.200 a .C, a finales de la
dinastía Xia. En China el cauri es el símbolo por excelencia de la riqueza, y
la letra que lo representa (bei)
aparece en numerosos caracteres relacionados con el concepto “valioso”, p. ej.
en las palabras riqueza, tributo, precioso, recompensa, etc… En excavaciones
arqueológicas, se han encontrado caurís desde el período Shang (1600-1050 a .C.), que se unían en
ristras de diez (peng). En una
inscripción de hacia el 1024
a .C. puede verse el precio de un recipiente, 14 peng, es
decir 140 conchas. Así mismo en las prospecciones arqueológicas realizadas en
los últimos años en las tumbas de los personajes importantes de la cultura Dian
(1000 a .C.
a 100 d.C.), han aparecido lujosas vasijas de bronce, profusamente decoradas,
destinadas a almacenar los cauris utilizados como moneda, y estos recipientes
constituyen en esta cultura el símbolo más importante de autoridad (Figura 7).
Figura 7.- Recipiente para guardar las conchas de cauris,
cultura Dian (China).
A finales del
período Shang (hacia el año 1000
a .C.) la gran demanda de cauris hizo que se fabricaran
en diferentes materiales como jade, con otras conchas recortadas dándoles la
apariencia de cauris, en piedra, hueso, madera y bronce (Figura 8), de hecho estas imitaciones de bronce fueron la primera
moneda metálica utilizada por la humanidad, varios siglos antes de que
surgieran las primeras acuñaciones en Asia Menor y Grecia.
Figura 8.- Imitaciones de cauris, arriba en concha, abajo de
bronce sobredorado.
Además de
estas “monedas económicas”, ya en esta temprana época se fabricaban imitaciones
en arcilla, con la finalidad de depositarlas en enterramientos, y constituyen
el precedente más antiguo del “dinero de los muertos” o los “billetes del
infierno” (Figura 9), utilizados aún
hoy en día en los funerales budistas(2), costumbre que también es
recogida en la obra de Marco Polo:
Libro I, LVIII. Donde se habla de la
provincia de Tangut. (En la actualidad , las provincias de Kan-su y Ning-hit).
“””Y
cuando llegan, sus parientes hacen recortar imágenes pintadas en hojas de papel
de corteza de árbol, imágenes de caballos, de camellos, de carneros y de otros
animales, y del papel que se usa para moneda, grandes como besantes.... todas
estas cosas las arrojan al fuego y las hacen arder con el cuerpo, diciendo que
en el otro mundo el muerto tendrá tantos esclavos, sirvientes, caballos y
dinero y animales de carga y carneros como imágenes han quemado por amor a él
en este lugar.”””
Figura 9.- Billetes del Infierno.
Libro II, CLIII. Donde se habla de la
noble y magnífica ciudad de Quinsai. (Actual Hangzhu).
“””Y
también os diré que tienen por costumbre que, cuando muere un hombre rico,
cuando el cuerpo del muerto es llevado a quemar, todos los parientes, hombres y
mujeres se visten de modo barato, de cañamazo en señal de luto, y van con el
cuerpo; cogen entonces sus instrumentos de música y van tocando y cantando oraciones
a los ídolos con voz dulce. Una vez llegados allí donde el cuerpo debe ser
quemado, se detienen y mandan hacer caballos, esclavos hombres y mujeres,
camellos, sillas, arreos, vestidos de oro y de seda, monedas de oro y plata en
gran abundancia, cosas toda que hacen de papel. Cuando han hecho todo esto, lo
prenden y queman el cuerpo con esas cosas diciendo que ese muerto tendrá todas
esas cosas en el otro mundo, como alguien que vive en carne y hueso, así como
la moneda de oro y los vestidos de oro y de seda. Una vez acabado el fuego,
tocan todos los instrumentos con gran regocijo, cantando continuamente....”””
Todavía en nuestros días se
mantiene esta ancestral costumbre, y en la actualidad, en algunos funerales
chinos celebrados en España, se queman unos “billetes del infierno”, donde
figura el valor de 10.000 dólares, y cuyo aspecto imita al billete de un dólar
americano, en la creencia que el difunto podrá disponer en la otra vida de este
dinero simbólico (Figura 10).
Figura 10.- Incineración de billetes durante un funeral budista.
III: Monedas de sal, de pieles y tarjas.
Para finalizar, comentaremos brevemente algunas
“premonedas” citadas en la obra de Marco Polo (Figura 11), como las monedas de sal utilizadas en el Tíbet:
Figura 11.- Monedas de China y Mongolia con el retrato de Marco
Polo.
Libro II, CXVI. Donde se habla de la
provincia de Tebet (Tíbet, parte occidental del Szechwán).
“””No tienen moneda de plata, ni
de esos billetes del Gran Can, sino que hacen moneda de sal.”””
Libro II, CXVIII. Donde se habla de la
provincia de Gaindú.
“””En esta provincia tienen la
moneda que voy a deciros. Sabed que tienen el oro en barras, que pesan en
Saggi, y que evalúan al peso; se sirven para ello de fuertes sumas porque no
tienen moneda acuñada. En cuanto a la calderilla, os hablaré de cómo es. Toman
agua salada, la hacen hervir en un barreño, y, cuando ha hervido una hora, se
espesa como pasta; entonces la meten en el molde y hacen panes parecidos a una
hogaza de dos dinares, plana por debajo y redonda por arriba, de tal tamaño que
puede pesar una media libra. Cuando están hechas, las ponen sobre piedras muy
calientes junto al fuego, donde se secan y se ponen duras. Sobre esta especie
de moneda ponen el sello del señor, y nadie puede hacerlo más que los oficiales
del Señor. Algunos panes son de una libra, otros de media libra, otros de más,
otros de menos, según su grosor y su peso en saggi. Ochenta sales semejantes
valen un saggio de oro fino. Esa es su calderilla. Pero con esta moneda los
mercaderes van en busca de las gentes que viven en las montañas salvajes, poco
frecuentadas, y obtienen un saggio de oro por sesenta, cincuenta o incluso
cuarenta de estas monedas de sal, según que las gentes del país estén en lugar
más o menos salvaje, alejados de las ciudades y de las gentes civilizadas; como
no pueden vender su oro o sus demás cosas, como el almizcle y todo lo demás,
cada vez que quisieren, porque no tienen a quien vendérselo, lo ceden a buen
precio; porque encuentran oro en los lagos y ríos como hemos dicho. Entonces
van los mercaderes por esas montañas y localidades del Tebet donde se utiliza
moneda de sal de la misma manera, y hacen grandes ganancias y beneficios,
porque estas gentes ponen sal de esa en sus comidas, y también compran lo que
necesitan. Pero en las ciudades utilizan casi únicamente fragmentos de esa
moneda en sus alimentos, y gastan las monedas enteras.”””
El
empleo de la sal como moneda, se remonta a la antigüedad clásica, de hecho,
parte de lo que recibían como paga los legionarios romanos, se abonaba en sal,
elemento muy valioso en la época, no solo por su importancia en la dieta, sino
sobre todo, porque resultaba imprescindible para conservar durante algún tiempo
alimentos perecederos como el pescado y la carne. De esta utilización ha
llegado hasta nosotros la palabra “salario”. Igualmente la sal se ha empleado
como moneda (en este caso una sal potásica no apta para el consumo) por algunos
pueblos indígenas de Papua (Figura 12a),
y hasta hace relativamente poco tiempo en Etiopía se utilizaban barras de sal
(“amole”) como moneda cotidiana (Figura 12b).
Figura 12.- a:
Sal utilizada como moneda en Papúa-Nueva Guinea; b: Barras de sal “amole” usadas como moneda en Etiopía y bloque de
sal utilizado en Malí.
También
encontramos alguna referencia a la utilización de pieles como moneda en algunas
frías regiones del norte de Rusia:
Libro III, CCXX, Donde se habla de la
provincia de Rosia y de sus gentes.
“””Las grades piezas de monedas
de estas gentes son barras de oro de medio pie de largas, cada una de las
cuales vale quizá cinco céntimos de grueso (18 gruesos = un ducado veneciano).
En cuanto a las monedas pequeñas, son cabezas de marta.”””
Los
ugrios y los samoyedos que habitan en las heladas regiones de Siberia (“el valle de la oscuridad”) utilizaban las
pieles de animales como monedas.
También se recogen
en el Libro de Viajes de Marco Polo algunas técnicas contables utilizadas
también algo más tarde en la
Europa medieval, como los “tally stick” ingleses o las
“tarjas”, usadas en Navarra y País Vasco hasta el siglo XX (Figura 13) (3):
Figura 13.- “Tarjas” utilizadas como recibos de pago en Navarra y
País Vasco.
Libro II, CXXI. Donde se habla de la
gran provincia de Cardanán.
“””Y cuando tienen algún negocio
entre sí, y quieren levantar acta o contrato, toman un trozo de madera, bien
redondo, bien cuadrado, y lo hienden por la mitad, y uno coge una mitad y el
otro otra. Pero bien es verdad que antes han hecho en él dos o tres muescas, o
las que quieran, marcando así el monto de la deuda. Y cuando llega el
vencimiento, acercan los dos testigos, y las pequeñas marcas coinciden. Cuando
ha pagado, el que debía el dinero se hace entregar la mitad del trozo que tenía
el otro y de ese modo los dos quedan contentos y satisfechos.”””
NOTAS:
(1) “Tornesel”:
moneda veneciana que contenía cerca de medio gramo de plata, equivalente a
cuatro denarios venecianos.
(2) Ver artículo del Eco
Filatélico y Numismático de noviembre del 2001: Historias (monetarias) de
difuntos: del óbolo de Caronte a los billetes del Infierno, pp. 44-45.
(3) Ver
artículo del Eco Filatélico y Numismático
de Junio del 2004: Monedas de madera primitivas: “Tukula” africana, proas de
canoa de las islas Trobriand, monedas chinas de bambú, “tally sticks” europeos
y “tarjas” del País Vasco y Navarra, páginas 46-47.
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