Historia del
dinero(1): de la “pre” a la “postmoneda”.
Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático (Junio 2019) 75(1285): 49-51; (Julio-Agosto 2019) 75(1286): 47-49 y (Septiembre 2019) 75(1287): 46-47.
Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático (Junio 2019) 75(1285): 49-51; (Julio-Agosto 2019) 75(1286): 47-49 y (Septiembre 2019) 75(1287): 46-47.
Miguel Ibáñez Artica.
I.- La Premoneda.
Con
respecto a la utilización del dinero, la humanidad ha pasado por tres etapas,
primero con el empleo de diferentes elementos ornamentales, herramientas, armas,
ganado o alimentos (trigo, cacao, sal...) como símbolos de valor (premoneda),
en una segunda fase con la utilización de la moneda metálica convencional, y
finalmente una etapa que se inicia a comienzos del XXI, en la que surge y se
desarrolla la “criptomoneda” o moneda virtual (Figura 1).
La
primera de estas fases abarca desde el Paleolítico inferior hasta hace
aproximadamente tres mil años. Ya en el Paleolítico medio el hombre utilizó
algunos objetos como elementos ornamentales (por ejemplo algunas conchas de
moluscos), presumiblemente estos objetos constituían un símbolo de prestigio y
poder personal, y eran depositados en las tumbas con sus propietarios al
fallecer éstos(2). Los adornos personales de conchas marinas de las especies
Nassarius gibbosulus y N. circumcinctus fueron utilizados en el
norte y sur de África, así como en el cercano Oriente 35.000 años antes de que
se desarrollaran en Europa los adornos personales(3).
Figura 1.-
Premoneda (caurís chinos de hace cuatro milenios) y postmoneda del siglo XXI (“bitcoins”).
En
Europa los objetos ornamentales más antiguos son dos dientes perforados
hallados en la cueva de Bacho Kiro en Bulgaria con 43.000 años de antigüedad
(Kozlowski, 2000), pero también se han encontrado conchas de moluscos
perforadas para uso ornamental en Turquía y Líbano de la misma época (Kuhn et al., 2001). En este caso se trata de
los gasterópodos Nassarius gibbosulus y
Columbella rustica que dan un
registro de 43.000 a
41.000 años de antigüedad. Precisamente esta última especie, muy frecuente en
la zona litoral del Mediterráneo, aparece en yacimientos del Mesolítico y
Neolítico inicial, en algunos casos en lugares muy alejados de la costa, lo que
ha llevado a utilizar a este molusco como indicador de una posible red social
que unía a las poblaciones del Valle del Ebro con el sur de los Pirineos en la Península Ibérica
durante el Mesolítico (Figura 2). Posteriormente, las
conchas de este animal fueron introducidas durante la Edad del Bronce (2.500-1.800 a .C.) en Europa
central a través del valle del Ródano y han sido consideradas como “premonedas”
(Briard, J., 2001: Les objets paléomonetaires de l’Europe Atlantique
protohistorique, Revue Numismatique,
157, pp. 37-50).
Por
el momento la interpretación premonetal de estos objetos, utilizados como
amuletos o adornos desde finales del Paleolítico en Europa, no pasa de ser una
hipótesis. Sin embargo los estudios sobre el uso de elementos similares en
ciertas culturas “primitivas” parecen corroborar dicha función, aunque
evidentemente no podemos cuantificar su importancia y trascendencia social.
Desde el punto de vista antropológico, la moneda es un elemento simbólico muy
similar al lenguaje, la escritura o el sistema metrológico de pesos y medidas,
y salvo el lenguaje, los otros dos elementos comenzaron a desarrollarse a
comienzos del Neolítico en la antigua Mesopotamia. Podemos considerar que en
una primera y prolongada fase de la humanidad, algunos objetos se convirtieron
en amuletos o talismanes, y pasaron a considerarse como “símbolos de valor”
surgiendo así las primeras “premonedas”, en un contexto mágico-religioso. Hay
que tener en cuenta que tanto para la “premoneda” como para la moneda y la
“postmoneda”, el valor realmente no existe en los objetos, sino en las mentes
de las personas que los valoran (Menger C., 1871. Grundsätze der
Volkswirtschaftslehre Viena,
286 pp.).
Figura
2.- Selección de adornos/amuletos prehistóricos de
dientes y conchas en Navarra; a: colgante con caninos atróficos de ciervo,
cueva de Zatoya, Paleolítico (300.000-8.500 a.C.); b: conchas de Columbella rustica del Mediterráneo,
cueva Aizpea, Arive, Epipaleolítico (8.500-4.500 a.C.); c: collar de Columbella rustica, San Babil, Lumbier,
Neolitico (4.500-2.500 a.C.); d: collar de conchas de Dentalium, Charracadia, Cirauqui, Calcolítico (2.500-1.800 a.C.).
Ejemplares expuestos en el Museo de Navarra.
Los
primeros elementos documentados utilizados como “moneda” en la Historia de la Humanidad son las
conchas de cauri (Figura 1), un
pequeño caracolillo marino del grupo de las “porcelanas”, utilizadas en China
desde finales de la dinastía Xia, hacia el 2.200 a .C.(4).
Desde esta lejana época hasta la actualidad, diferentes conchas de moluscos,
han sido empleadas como moneda en prácticamente todos los rincones del Planeta
(Figura 3).
Figura
3.-
Distribución geográfica de la “premoneda”.
Este
tipo de “monedas” puede encuadrarse en una familia más amplia, las “monedas
sociales” utilizadas en regalos rituales. Son objetos cargados de valor
simbólico, que suavizan las relaciones sociales entre diferentes poblaciones,
convirtiendo la “hostilidad” en “hospitalidad” y la “competencia” en
“cooperación”, cumpliendo un importante papel ecológico, dentro de las
relaciones intra-específicas de la especie humana. Por ejemplo, una de las
singularidades melanésicas de las reglas de equivalencia, es la inclusión de la
violencia, la muerte y la guerra en el sistema global de intercambios
ceremoniales, al mismo nivel que otras transacciones sociales como los
matrimonios (dinero de la novia), ceremonias de iniciación o funerales, de
forma que las “monedas de sangre” quedan completamente integradas en la “moneda
social”.
La
mayoría de las premonedas (tanto las melanesias elaboradas fundamentalmente con
conchas de moluscos marinos, como las africanas mayoritariamente de hierro o
bronce) pertenecen al grupo definido por Polanyi como “dinero de uso especial”,
es decir son o han sido utilizadas en actividades concretas (matrimonios, pago
de multas por homicidios o derramamiento de sangre, funerales...), aunque en
algunos casos su empleo se extiende también a la esfera económica, como es el caso
del “tambú” utilizado por el pueblo Tolai de Papúa-Nueva Guinea (Figura 4).
Figura 4.-
Algunos elementos utilizados como moneda.
a: “Robo” de trigo
(Navarra); b: “amole” de sal (Etiopía); c: manilla (Nigeria); d: “penique Kissi
(Sierra Leona); e: “cruces de Katanga” (Congo); f: “losol” de hierro (África
central); g: “barava” y “porobatuna” de concha tridacna (Islas Salomón); h:
“talipún”, máscara sobre concha (Papúa-Nueva Guinea); i: “mamulí” (Indonesia);
j: “mwali” (Papúa-Nueva Guinea); j: “wampum” (América del Norte).
Esta
primera época, donde se utilizó exclusivamente la premoneda, no sabemos cuando
empezó pero terminó con la invención de la “moneda” convencional, en una fecha
que podemos estimar hacia finales del s. VII antes de nuestra Era en Asia Menor
y antes (s. XII a.C.) en China, cuando se fabricaron imitaciones de conchas de
cauri en bronce a finales de la dinastía Shang (1766-1122 a.C.). El
reconocimiento de estos objetos metálicos como unidad de valor y medio de
cambio –que los convirtió en verdaderas “monedas”-, vino facilitado por un
largo proceso evolutivo de miles de años, que se inició cuando una serie de
objetos (conchas, dientes, trozos de metal...) fueron considerados como
elementos valiosos/mágicos/talismanes, dando lugar al nacimiento de las
primeras “premonedas” rituales. No es casual que los nombres que los griegos
dieron a las primitivas monedas, “óbolo” y “dracma”, sean los mismos que tenían
las varillas de hierro utilizadas como asadores en los sacrificios rituales
(óbolos) y un puñado de seis óbolos que se podían sujetar con una mano (dracma).
Según algunas fuentes griegas antiguas (Éforo de Cime, s. IV
a.C.), fue Fidón, tirano de Argos, quien introdujo la moneda en la Grecia
continental en el s. VII antes de nuestra Era, suprimiendo los anteriores
objetos premonetarios utilizados hasta ese momento, que eran asadores o
varillas de hierro denominadas óbolos. A finales del siglo
diecinueve, en las
excavaciones realizadas en el templo Hereo de Argos por el arqueólogo
norteamericano Charles Waldstein (publicadas en 1902), se descubrió un conjunto
de 180 asadores de hierro de 120 cm de longitud que fueron interpretados como
los óbolos rituales originales, que dieron su nombre a las pequeñas monedas
griegas de plata (Figura 5). Queda
por dilucidar si los objetos valiosos lo eran por ser sagrados, o los sagrados
lo eran por ser valiosos (Parise
N., 2003: El origen de la moneda. Signos
premonetarios y formas arcaicas del intercambio. Ed. Bellaterra, Barcelona).
.
Figura 5.-
Conjunto de 180 asadores (óbolos), tal como fueron encontrados en la excavación
del templo Hereo en Argos (Ch. Waldstein, 1902.
The Argive Heraeum, vol. 1).
El principal problema que plantea el estudio de la
“premoneda” es la ingente cantidad de objetos que a lo largo de la historia de
la Humanidad se han utilizado como monedas(5). En muchos casos su
uso está limitado a períodos concretos de crisis, cuando ante la ausencia (o
exceso por hiperinflación) de moneda, es sustituida por trigo o arroz,
cigarrillos, licor, etc (6).
Aunque podríamos considerar estos elementos como monedas
alternativas o premonedas en sentido amplio, no son lo mismo que aquellos
objetos con forma y diseño específico, que habitalmente reciben un nombre que
los identifica (talipún, liganda, tambú, mwali, soulava, tafuliae, mis, vula,
etc...) y que son utilizados exclusivamente como “monedas sociales” o “económicas”
(Figuras 3 y 5).
II.- La Moneda.
La
aparición de la moneda metálica convencional en Asia Menor (s. VII a.C.)
produjo un importante cambio social. Si bien al principio fue emitida por
banqueros jonios en pequeñas piezas globulares de electro (aleación de oro y
plata en proporciones variables), pronto la moneda metálica de oro y plata se
extendió, adoptándose a comienzos del s. VII a.C. en Focea (primeras monedas
europeas), y extendiéndose en el siglo siguiente como una mancha de aceite por los
territorios griegos. Un siglo más tarde, hacia el 515 a.C., se introducía en Persia y era adoptada
también por los fenicios. Una gran parte de las monedas de oro y plata emitidas
durante el período clásico sirvieron para el pago de tropas y ejércitos de
mercenarios, mientras que las más modestas acuñaciones de bronce, servían para
satisfacer a escala local las necesidades de una población cada vez más
urbanizada.
El
fulminante éxito de la moneda metálica, que rápidamente fagocitó a otras formas
premonetales(7), fue debido a que desde el principio sirvió al poder
político establecido. Los reyes y tiranos de la época (ya fueran griegos o
persas) consiguieron aumentar su poder al “capitalizarse” y disponer de un
eficaz medio de pago (la moneda de oro y plata) bien aceptado por súbditos y
tropas mercenarias. De hecho, y a diferencia de lo que en paralelo ocurrió
durante el período clásico en China (Figura
6), la moneda occidental sirvió no solo al desarrollo económico, se
convirtió también en un importante medio de propaganda política por parte de
las autoridades emisoras(8).
Figura 6.-
La heterogeneidad de la moneda occidental contrasta fuertemente con la
homogeneidad de la moneda china, fabricada durante más de dos milenios con el
mismo aspecto y con motivos muy parecidos.
Ya
en tiempos medievales, el polifacético filósofo escolástico Nicolás de Oresme,
señalaba en su obra escrita en 1360 “Traictie
de la Première Invention des Monnoies”, que aunque el monarca tiene la
potestad para acuñar moneda, no es propietario de la misma, ya que este
elemento es concebido como el instrumento legal para el intercambio de riquezas
naturales entre los hombres. Algo más explícito, el maestro Paulo Girardi,
señalaba un poco antes (1340) en un informe dirigido al monarca Felipe III de
Navarra, la necesidad de cuatro tipos de moneda: la moneda fuerte necesaria
para los rentistas (moneda de oro), una moneda intermedia (en esa época el
“grueso” de plata) para burgueses y mercaderes, y una moneda menuda (el
dinero), necesaria para los que vivían del trabajo de su cuerpo. Girardi
incluye incluso un cuarto tipo monetario, la moneda de necesidad acuñada en
tiempos de guerra, con menor cantidad de metal noble, pero con la condición de
que al final de la guerra, la moneda debe recuperar su calidad.
En
esencia estos son los tres tipos monetarios que han circulado en Occidente
durante las Edades Antigua, Media,
Moderna y Contemporánea, y aunque
en un principio se fabricaron monedas en
metales nobles (oro, plata y electro), la incomodidad de usar monedas de tamaño
muy reducido -como el hemitartemorion griego de tan solo cinco milímetros de
diámetro y con un peso que no llegaba a la décima parte de un gramo-, que
podían extraviarse con facilidad, fue la causa de que primero en Sicilia, y
luego en la Magna Grecia, las monedas de valores más pequeños se acuñasen en
bronce. Así por ejemplo una litra de plata, con un peso de poco más de medio
gramo (Figura 7a), se transformó en
una gran moneda de bronce de 30 gramos de peso (Figura 7b), mucho más manejable. Estos cambios fueron bien
aceptados por la población, y pronto la moneda de bronce se incorporó a la vida
cotidiana, siendo imprescindible en las poblaciones o campamentos militares
para el pago cotidiano de productos o servicios de bajo valor.
Figura 7.-
a:
Litra de plata, Siracusa, Sicilia, 466-405 a.C.; 11 mm./0,55 g.
b:
Litra de bronce, Siracusa, Sicilia, 345-336 a.C.; 30 mm./30 g.
También la moneda fuerte (de oro) sufrió
transformaciones. La más importante ocurrió al crearse a mediados del s. XVI el
“real de a ocho” español, una moneda de plata grande y pesada (con más de 27
gramos de peso), equivalente a medio escudo de oro de tan solo 1,69 gramos (Figura 8). Este tipo monetario inspirado
en el Thaler alemán, se convirtió en una moneda universal que llegó a circular
por todo el Planeta, llegando a ser una moneda de curso legal en los Estados
Unidos hasta 1857.
Figura 8.-
Moneda de ocho reales de plata de gran tamaño (a) y su equivalente en oro, una
pequeña moneda de medio escudo (b).
Mientras
en la Edad Media, la moneda de poco valor se acuñó en vellón bajo, con una
proporción de plata inferior al 50%, en la Edad Moderna se fabricó en cobre o
bronce, a veces con una pequeña proporción de plata. Ya en la Edad Moderna, Suiza
fue pionera en la emisión de monedas con aleaciones de plata, cobre y níquel en
1850, y en 1881 utilizó por vez primera níquel en estado puro para monedas de
poco valor (Figura 9c). La aleación
conocida como cuproníquel ha sido muy utilizada hasta la actualidad, y está
presente por ejemplo en las monedas de uno y dos euros, o en los Estados Unidos
donde desde 1866 hasta el presente, las monedas de cinco centavos se han
acuñado con una mezcla de cobre (75%) y níquel (25%). En un principio, se
escogió este metal (níquel) ante la carencia de oro y plata producida por la
guerra de secesión, pero tras la guerra civil, su éxito fue total, de forma que
el término “nickel” se convirtió en sinónimo de “moneda de cinco centavos”.
La eliminación de los metales preciosos en las monedas,
convirtiéndolas en “monedas fiduciarias”, es decir cuyo valor está refrendado
únicamente por el Estado emisor, y no por el valor intrínseco del metal
contenido en ellas, es un fenómeno relativamente reciente (aunque con precedentes
en la Edad Antigua(9)). Por ejemplo en España la última emisión de
pesetas en plata es la de 1933, que fue sustituida en 1937 por latón, mientras
en Estados Unidos la desaparición de la plata en las monedas de 10 y 25
céntimos de dólar en 1965 es mucho más reciente. En la fabricación de monedas
de escaso valor se han utilizado ocasionalmente otros metales como el aluminio,
utilizado por vez primera en 1907 en los protectorados de África oriental y
Uganda (Figura 9d), el hierro e
incluso el zinc o el plomo, unas veces en estado puro y otras en aleaciones.
Figura 9.-
Primeras monedas acuñadas en cuproníquel, a: tetradracma de Agatocles de
Bactria (190-180 a.C.); b: tetradracma de Eutidemo II (180-170 a.C.); c:
primera moneda acuñada en 1881 con níquel puro; d: primera moneda acuñada en
aluminio para África oriental y Uganda en 1907.
Como
curiosidad, al emitirse los divisores del euro, se hicieron dos grupos, por un
lado las monedas de cincuenta, veinte y diez céntimos, fabricadas en cobre
amarillo (una aleación del 89% de cobre con un 5% de aluminio y zinc y un 1% de
estaño, denominada “oro nórdico”), y un segundo grupo que integra las monedas
de cinco, dos y un céntimo elaboradas en hierro (acero) recubierto de una fina
capa de cobre rojizo. Mientras las primeras monedas conservan su color dorado,
las de menor valor se van oscureciendo con el tiempo al oxidarse el cobre
superficial, de forma que se transmite una característica medieval, que
distinguía a las monedas de mayor valor (denominadas “blancas”), de las de
valores más bajos (monedas “negras” o “prietas”) (Figura 10).
Figura
10.- Las monedas de céntimos euro “blancas” (de 50, 20 y
10 cts.) y “negras” (de 5, 2 y 1 ct.), y detalle del corte de una moneda de 5
céntimos.
III.- La Postmoneda.
Hasta comienzos del siglo veinte, generalmente la moneda
estaba respaldada por los metales preciosos (principalmente el oro), de forma
que un banco o un estado podía emitir tantos billetes (que en realidad eran
“vales” intercambiables por su valor en oro por el estado), como reservas
almacenadas contara de dicho metal noble. A partir de 1971, los Estados Unidos abandonaron el patrón
oro, y por lo tanto el valor del dólar pasó a sostenerse exclusivamente en la
confianza otorgada por sus poseedores.
En cualquier
caso, el objeto que simboliza el valor, ya sea de oro, plata, cobre o papel,
aunque sea fiduciario (esto es no tenga el valor del material con el que está
elaborado, sino que su valor dependa del que le es asignado por la autoridad
emisora), en realidad es tangible, es decir pueden reconocerse, verse y tocarse
con las manos. Sin embargo esta situación comenzó a cambiar con la aparición de
la tarjeta de crédito en 1958. A pesar de que ya se habían hecho varios
intentos para introducir este nuevo sistema de pago, el problema parecía sin
solución: como los consumidores en general rechazaban este sistema, los
comerciantes también se negaban a aceptar las tarjetas utilizadas por poca
gente. Para salir de este círculo vicioso, el Banco de América seleccionó la
ciudad de Fresno en California, donde la mitad de la población utilizaba los
servicios bancarios, y en septiembre de 1958 envió a cada uno de sus 60.000
habitantes una tarjeta de crédito. El éxito de la operación fue inmediato y
rápidamente este novedoso medio de pago se propagó, primero en los Estados
Unidos y después en todo el mundo(10).
Actualmente (2018) hay países como Suecia donde solamente
el 1% de las transacciones se realizan con billetes y monedas en efectivo,
mientras esta cifra asciende a cerca del 7% en los Estados Unidos y en la Unión
Europea. Algunas previsiones auguran la desaparición total del dinero en
efectivo hacia el 2030, cuando finalmente será sustituido por las tarjetas de
crédito y las aplicaciones de los móviles. Este será el inicio de la Era de la
“postmoneda”, donde se introduce un nuevo elemento, la intangibilidad. La
confianza en los objetos tangibles, fiduciarios o no, se transvasa hacia
elementos intangibles (información) almacenados en circuitos o discos duros.
Una segunda novedad es la aparición de un tipo monetario competidor del
“oficial” o “legal”, el denominado “dinero virtual” (aunque en su mayoría la
moneda oficial también lo es en sentido amplio), cuyo representante más
conocido es el “bitcoin”.
En
el año 2014 la Autoridad Bancaria Europea definía la “moneda virtual” como una
representación digital de valor, que no es emitido por un banco central o una
autoridad pública, ni necesariamente conectada a un dinero fiduciario, pero es
aceptado por personas naturales o jurídicas como medio de pago y puede ser transferido,
almacenado o intercambiado electrónicamente (Figura 11).
Figura 11.-
“Bitcoins” y tarjetas.
La
criptomoneda o moneda virtual más conocida es el “bitcoin” (), creado a comienzos del año 2009 por una persona o
grupo de personas bajo el seudónimo de “Satoshi Nakamoto”. A diferencia de la
moneda convencional, no está respaldada por ningún gobierno ni autoridad
bancaria y es de carácter especulativo. A fecha de hoy sigue discutiéndose
sobre su viabilidad a medio y largo plazo, pero lo cierto es que en el momento
actual existen casi 17 millones de bitcoins en circulación con un valor total
equivalente a 195.000 millones de dólares (una cifra equivalente o superior al
PIB de países como Kuwait, Nueva Zelanda, Rumanía o la república Checa), lo que
supone aproximadamente el 41% del total de las 1.527 criptomonedas diferentes
que actualmente circulan en el Planeta. (https://coinmarketcap.com/)
Se pueden coleccionar “premonedas”, se pueden coleccionar
monedas, e incluso diferentes tarjetas de crédito y débito (dentro del campo de
la “exonumia”), ¿pero cómo se podrían coleccionar criptomonedas? Recientemente (2016) se ha comercializado un
curioso tipo de “bitcoin”, bautizado como “Satori coin” (Figura 12c) que consiste en una ficha de plástico, cuyo aspecto
recuerda el de una ficha de casino, que
lleva adherida una pegatina holográfica; al desprenderla, revela un código QR
que da acceso a 0,001 bitcoins (Figura 12d),
de esta forma la moneda virtual e invisible se convierte en seudo-tangible.
Figura 12.-
Criptomonedas “seudo-tangibles”; a: Casascius; b: Denarium; c y d: Satori.
En fechas anteriores ya se habían realizado experimentos
parecidos, Mike Caldwell creó en el 2011 los primeros bictoins impresos en una
ficha con el nombre de “casascius”, pero su distribución cesó en noviembre del
2013 por orden de la Red de Control de Delitos Financieros de Estados Unidos (Figura 12a). Otro Bitcoin físico es del
“denarium” con sede en Finlandia (Figura
12b), en este caso la base es un disco de latón y en un papel protegido por
un holograma figura una clave privada de 30 caracteres que da acceso a los
bitcoins(11).
En sus orígenes la “premoneda” surgió como un elemento de
estructuración social, eran objetos íntimamente ligados a la esfera espiritual
y religiosa de los pueblos que la utilizaban. Incluso en algunos casos, como
las monedas “ndap” de la isla Rossel en Papúa-Nueva Guinea, habían sido
fabricadas por los mismos dioses, según recoge la tradición local(12),
hasta en la época clásica la moneda llegó a tener un componente sagrado(13)
(sacra moneta), que desapareció
para convertirse en una poderosa herramienta al servicio primero de reyes y
tiranos, y después del capitalismo.
No está claro cuál será el futuro a medio o largo plazo
de criptomonedas como el “bitcoin”, pero a pesar de los intentos de las
autoridades monetarias por regularlas o hacerlas desaparecer, al haberse
convertido en un elemento útil a determinados sectores, se extinguirá cuando
también desaparezcan los “paraísos fiscales”, lo cual y habida cuenta de los
intereses de algunos poderosos grupos opacos de la sociedad, es un hecho poco
probable, al menos a corto o medio plazo. Pueden ocurrir, y el fácil prever que
ocurra, que en algún momento explote la actual “burbuja” en este novedoso
mercado especulativo de criptomonedas, y que queden fuertemente depreciadas,
pero es difícil que desaparezcan totalmente por este motivo.
Por otra parte, el sistema actual de almacenamiento y
transferencia del dinero, basado fundamentalmente en la información contenida
en discos duros de ordenadores, resulta especialmente vulnerable, tanto a
fenómenos naturales (como posibles tormentas electromagnéticas generadas por
explosiones de supernovas, colisiones de agujeros negros o tormentas solares de
gran intensidad), como a causas de origen antrópico (virus informáticos).
Notas:
(1) En la lengua española los conceptos de
“moneda” y “dinero” en ocasiones se solapan. Por ejemplo la primera definición
que da la RAE para el término dinero
señala: “Moneda corriente” mientras que la segunda definición dada para moneda indica: “Dinero, caudal”
(los términos “premoneda” y “postmoneda” no están recogidos en el diccionario
de la RAE). Consideraremos el término “dinero” como más genérico (elementos
utilizados como moneda en sentido amplio, p. ej. “dinero del mar” = conjunto de
elementos utilizados como moneda elaborados a partir de animales de origen
marino, como conchas, caparazones de tortugas marinas, dientes de delfines o
cachalotes...), mientras que reservaremos la denominación de moneda o premoneda
para aquellos elementos de uso monetario que presentan unas características
específicas e inconfundibles y que reciben un nombre propio en la zona donde
son utilizados.
(2) Los hallazgos más antiguos de conchas
utilizadas como adornos o amuletos se han encontrado en los yacimientos de las
cuevas de Skhul y Oued Djebbana en Israel y Argelia, localidades que en esa época
estaban situadas a 20 y 190
Km . respectivamente de la costa, se trata de conchas perforadas artificialmente del gasterópodo Nassarius gibbosulus con una antigüedad
cercana a los 100.000 años. Algo más recientes los hallazgos de la Cueva Blombos
(Sudáfrica) se remontan al 75.000
a .C., en pleno Paleolítico (Henschilwood, C. et al., 2004. Middle Stone Age Shell Beads from South Africa. Science
304(5669)), y permanentemente se va ampliando el registro de este tipo de
materiales utilizados como adorno en África y en el cercano Oriente durante el
Paleolítico medio.
(3)
En 2018 se han datado unas conchas marinas perforadas de los lamelibranquios Acanthocardia tuberculata y Glycymeris insubrica,
halladas en la cueva de Los Aviones en Cartagena y publicadas en 2010 (Zilhao et al.) con una antigüedad superior a
los 115.000 años, utilizadas como ornamento por Neanderthales, mucho antes de
que nuestra especie Homo sapiens
llegara a la Península Ibérica.
(4)
El primer objeto reconocido como moneda es el “bei” formado por una ristra de
conchas de caurí unidas por un cordón, mencionado desde finales de la dinastía
Shang (s. XII a.C.) y durante la dinastía Zhou (c. 1.121-771 a.C.). En las
inscripciones que aparecen en huesos oraculares o caparazones de tortuga, así
como en grabados de vasijas de bronce de la época Shang (ca. 1.700-1.100 a-C.)
y Zhou (ca. 1.121-256 a.C.), se mencionan regularmente ''regalos de conchas'',
''acumulaciones de conchas en tesoros”, ''uso de conchas'' o ''recompensas en
ristras de conchas”. La función de estos caurís no se limitó sólo a recompensar
acciones meritorias, sino que se extendió como medida del valor y se utilizó
para el pago de servicios. (Thierry, F., 2011. Origine e sviluppo del sistema
monetario cinese tradizionales. Riv.
Ital. di Numismatica e Scienze affini, 112, pp. 57-104).
(5)
Aparte de los trabajos clásicos (Quiggin,
A.H., 1949: A survey of Primitive Money. Methuen & Co. G.B.: 344 pp.
+ 32 lám.; Einzing, P. 1949: Primitive
money in its ethnological, historical and economic aspects. Ed. Eyre &
Spottiwoode. London: 517 pp.), otros más recientes (como: Opitz, Ch. J., 2000, An ethnographic study of the traditional money. First Impr. Print. Ocala Fl.: 411 pp.; Leonard, R.D.,
2010, Curious Currency. Whitman Publ.
Atlanta, 152 pp., y Opitz, Ch. 2011, Odd & Curious and Traditional Money. Ocala
Fl.: 843 pp.), muestran la variedad y diversidad de objetos utilizados como
monedas a lo largo de la Historia en todo el Planeta.
(6) En el s. XIX muchos
maestros y maestras de zonas rurales de Navarra recibían su sueldo en “robos de
trigo” (Figura 4a), y en fechas mucho
más recientes (septiembre de 1998), los 8.000 maestros de la República de Altái
en Rusia recibieron como salario mensual 15 botellas de vodka cada uno
(Leonard, 2010, p. 42).
(7) La premoneda siguió existiendo, pero de forma
cada vez más residual. Por ejemplo las mercancías (especialmente esclavos)
adquiridas en África por los europeos desde el s. XV hasta bien avanzado el
XIX, solían ser abonadas en “premoneda”, especialmente conchas de caurís (Monetaria moneta y M. annulus) y manillas de latón, ante el rechazo de los nativos a
aceptar monedas de oro y plata. También en algunas zonas de América del Norte
se utilizaron conchas de “wampum” y pieles como moneda hasta comienzos del s.
XX (Figura 3).
(8)
Existe incluso un emperador romano (probablemente un usurpador) llamado
Silbinaco y que es conocido tan sólo por una moneda emitida a su nombre, y cuya
existencia no ha quedado reflejada en ninguna otra fuente escrita.
(9)
El caso más curioso de presencia del níquel en monedas antiguas se da en el
reino de Bactria (actual norte
de Afganistán, sur de Uzbekistán y Tayikistán),
donde los reyes greco-bactrianos
Pantaleón, Agatocles (190-180 a.C.) y Eutidemo II (180-170 a.C.), emitieron las
primeras monedas de cupro-níquel, una tecnología de aleación solo conocida por
China en esa época (Figuras 9a y b). El níquel utilizado probablemente
provenía de las minas persas de arsénico y níquel.
(10)
En España la tarjeta de crédito se introdujo en 1971, tras producirse el año
anterior una asociación entre el Banco de Bilbao y el Banco de América (Bank Americard),
y años más tarde, en 1985 apareció por vez primera la tarjeta de débito en
nuestro país.
(11)
No hay que confundir estas criptomonedas con la infinidad de “medallitas” o
tokens acuñados, a veces con diseños muy
artísticos, en los que se especifica el valor en “bitcoins”, pero sin que
realmente la pieza contenga ningún valor en esa moneda.
(12)
San Millán, M.D. & M.
Ibáñez, 2012. Las “monedas-concha” de Oceanía. Numisma 62(256): pp. 147-206.
(13) La
misma palabra “moneda” deriva de la diosa protectora Juno Moneta, junto a cuyo
templo en el Capitolio romano, se acuñaban los denarios, de forma que muy
pronto la palabra “moneta” pasó a tener el significado que damos hoy a la
moneda
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