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sábado, 15 de abril de 2017

Los "Tokens de las barbas".

Los “Tokens de las barbas”. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 72(1251) (Mayo 2016): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

(En España, pueden adquirirse las reproducciones de estos “tokens” en la Tienda-Museo de Sos del Rey Católico(Zaragoza): 12 € (envío a España incluído).

Se presenta en caja para regalo acompañado de un carnet acreditativo para poder llevar barba y/o bigote. Ver imágenes al final del artículo).


Entre los objetos monetiformes, es decir, aquellos que parecen monedas pero no lo son, encontramos una gran variedad de elementos, que van desde los utilizados como fichas contables o jetones en las Edades Media y Moderna, hasta los que cumplen una función de recibo o pase (como las fichas utilizadas actualmente en los parques de atracciones).

En ocasiones, estas denominadas “fichas” en castellano o “tokens” en inglés, servían como recibo de algún pago realizado, y en este grupo podemos incluir uno de los objetos más curiosos de la “exonumia*” mundial. Se trata del conocido como “token de las barbas”, acuñado en Rusia en 1705 y 1725, y que constituía una tasa o impuesto -denominado “borodoràia”-,  por el hecho de ¡llevar barba!

Extraordinariamente raros, existen dos tipos diferentes, el primero acuñado en 1705, es redondo y presenta en una cara la imagen de una nariz rematada por un largo mostacho y unas barbas con la leyenda en ruso “moneda recibida”, y en la otra cara el águila imperial y bajo ella la fecha 1705 en caracteres cirílicos (Figura 1) con leyenda de anverso: ДЕНГИ ВЗИТЬІ (“Moneda/tasa cobrada”) y en el reverso АΨЕ ГОДУ (Año 1705). Los emitidos entre 1722 y 1725, todavía más escasos, son cuadrados, más grandes (Figura 2), y muestran en el anverso el texto en ruso: “impuesto por llevar barba”.


Figura 1.- “Tokens de las barbas” de 1705.



Figura 2.- “Token de las barbas” de 1725.

Los primeros de estos tokens se dieron a conocer en el mundo de la numismática en 1845, a través de un artículo publicado en la revista Numismatic Chronicle por Walter Hawkins, conservador del British Museum y presidente de la Sociedad Numismática de Londres. La utilización de estos curiosos tokens hay que contextualizarla en un momento crítico para Rusia: el zar Pedro I, apodado “el Grande” (Figura 3) tanto por su estatura (superaba los dos metros), como por sus acciones, había heredado en 1682 un vasto reino anclado en un sistema feudal propio de la Edad Media, y a su muerte a comienzos de 1725, había conseguido transformar Rusia en una de las principales potencias europeas.


Figura 3.- El zar Pedro I rompe con las tradiciones de sus antepasados (su padre Alejo I o su abuelo Miguel I) y renueva su imagen personal, renunciando a las barbas y a las vestimentas ostentosas, sus sucesores masculinos seguirán esta nueva tendencia hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, los últimos Romanov retomarán la costumbre de llevar barba.

La personalidad del Zar, se desarrolló bajo la influencia de la denominada “colonia alemana” de Moscú, habitada por extranjeros y donde aprendió sus costumbres, cultura y tecnología, mucho más avanzada que la existente en la Rusia tradicional. En 1697 realizó un viaje de incógnito por toda Europa contactando con muchos técnicos y especialistas. A su regreso, en 1698, organizó una gran fiesta a la que invitó a nobles y cortesanos, y ante el asombro de los asistentes, comenzó a cortar las barbas de los allí presentes (Figura 4). Hay que tener en cuenta, que en esta época, la barba era un símbolo de prestigio y autoridad, y mientras en los estamentos religiosos se consideraba como la imagen y semejanza de Dios, para el Zar, suponía tan solo el símbolo de una sociedad atrasada que era necesario modernizar. Por este motivo durante ese mismo año se publicó un decreto prohibiendo a los hombres llevar barba, orden que solo fue cumplida por las personas que tenían contacto directo con el Zar y provocó un gran descontento entre la población y los estamentos religiosos.


Figura 4.- Grabado de la época donde un funcionario del Zar elimina las pobladas barbas de un noble boyardo.

La legislación sobre barbas y bigotes tiene sus antecedentes en Inglaterra, donde en 1447 el último Lancaster Enrique VI (que no usaba barba ni bigote), emitió un decreto prohibiendo el uso de bigotes, y un siglo más tarde, Enrique VIII -que llevaba barba-, creó en 1535 un impuesto progresivo por portar barba, proporcional al estatus social de la persona con rostro hirsuto. En el primer caso se debía a razones personales del monarca, y en el segundo era probablemente un impuesto suntuario, considerando el pelo facial como símbolo de riqueza. Al parecer, la heredera de Enrique VIII, Isabel I de Inglaterra, mantuvo el impuesto sobre las barbas hasta que en 1560 quedó completamente abolido y olvidado.

            Los motivos que llevaron a Pedro I de Rusia a penalizar el uso de las barbas no fueron estrictamente de índole fiscal, más bien se trataba de imponer una transformación del País, que pasaba por modificar algunos hábitos y costumbres, como el que tenían los hombres de portar pobladas barbas. En 1698 el zar emitió el primer decreto limitando el uso de la barba en los hombres, que produjo un gran número de quejas y protestas, y ante la oposición popular, se emitió un segundo decreto imponiendo una serie de condiciones a las personas que portaran barba: deberían llevar un vestido especial con cuello de color rojo y sus esposas debían portar sombreros con cuernos. En caso de incumplir esta orden, la multa era de 50 rublos, y de no poder pagarla, se desterraría al infractor.

            El 16 de enero de 1705 se emitió el decreto de que quienes decidieran llevar barba deberían pagar un elevado impuesto anual que oscilaba entre los cien y treinta rublos. Como prueba del pago realizado, las personas recibían una ficha o token, que debían portar permanentemente  y mostrarlo cuando les fuera requerido por los oficiales del zar. Muchos de estos tokens llevan un resello con el águila imperial bicéfala como convalidación de un segundo pago realizado (Figura 5).


Figura 5.- Tokens “de las barbas” resellados.

            Entre los años 1722 y 1725 se acuñaron nuevos tokens, esta vez más grandes y de cospel cuadrado y que no llevaban la imagen alusiva a las barbas de los emitidos en 1705.

            Los dos tipos de estos curiosos “tokens de las barbas”, son extraordinariamente raros, ya que al suspenderse las leyes que restringían el uso de las barbas tras la muerte de Pedro I, los impopulares y odiados tokens fueron destruidos en su mayoría, siendo ya muy escasos los ejemplares que se podían localizar en Rusia en el siglo XIX. La mayoría de los que podemos ver en la actualidad son en realidad “novodels”, imitaciones realizadas por la Casa de Moneda de Rusia en el siglo XIX para satisfacer la demanda del coleccionismo por estos curiosos objetos (Figura 6). Incluso en la actualidad, existe una asociación en Estados Unidos que se dedica a comercializar objetos relacionados con estos singulares tokens,  que se ha puesto de moda y tiene gran aceptación en el mundo de los moteros (http://www.beardtoken.com/).


Figura 6.- Diversos tipos de “novodels” del “Token de las barbas”.


En España, pueden adquirirse las reproducciones de estos “tokens” en la Tienda-Museo de Sos del Rey Católico (Zaragoza): 12 € (envío a España incluído)

Se presenta en caja para regalo acompañado de un carnet acreditativo para poder llevar barba y/o bigote:




sábado, 1 de abril de 2017

Monedas populares o sociales: almudes, fanegas y jornales.

Monedas populares o sociales: almudes, fanegas y jornales. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 59(1105) (Febrero 2003): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica.

Además de la moneda “oficial”, durante ciertas épocas y en determinados lugares, han circulado otros tipos de moneda “local” en ámbitos más o menos restringidos. Los primeros antecedentes documentados sobre este fenómeno aparecen  en los informes presentados ante la inquisición española y ante el monarca Carlos III, por Agustín Coronas y Paredes, entre los años 1724 y 1768. En ellos se daba cuenta de un tipo de moneda popular, denominado “claco” o “tlaco”: “ ...numerosos tipos de monedas que se usan en las tiendas de los mestizos de la ciudad de México y en otras partes de reino, las hay de metal, de cobre y algunas son de madera y cada una de ellas lleva un nombre o es denominada por algún sonido...”. Debido a la escasez de moneda fraccionaria, los comerciantes, las haciendas y las empresas mineras acuñaban su propia moneda, llamada “claco” que en lenguaje náhuatl significa “mitad”.

No hay que viajar mucho en el tiempo para descubrir este tipo de moneda social alternativa a la oficial. La mejor conocida actualmente es la utilizada en los “clubs de trueque” en Argentina, denominada “crédito”. Cada club está formado por una serie de personas, “prosumidores”, utilizado el término acuñado por Toffler. Es decir personas, que son simultáneamente productores y consumidores de bienes y servicios. El primer club de trueque surgió en Buenos Aires en abril de 1995 con una treintena de socios. En la actualidad (2003) ya existen más de 450 clubs, donde medio millón de personas utilizan este sistema de forma cotidiana, y más de un millón de forma esporádica. Se estima que cada año se intercambian bienes y servicios por unos 400 millones de dólares utilizando los “créditos” (Figura 1).


Figura 1.- Ejemplos de “moneda social”: “Crédito” argentino,

La experiencia no es nueva y tiene precedentes en los “notegeld” alemanes emitidos después de la I Guerra Mundial. En la actualidad son numerosas las comunidades que en  todo el mundo utilizan monedas sociales o alternativas, como mecanismo de defensa ante la profunda crisis económica que atenaza y ahoga a numerosos países en todo el planeta.


Figura 2.- “Notegeld” alemanes emitidos tras la I Guerra Mundial. Estas monedas de necesidad locales se fabricaron con elementos muy variados, como cerámica o hierro.

Estas “monedas sociales” o “paralelas” son objeto de estudio por parte  de los economistas y sociólogos(1), pero sin embargo constituyen el “pariente pobre” en el campo de la numismática y suelen considerarse como fichas u objetos monetiformes pero no como auténticas monedas. Por el contrario, los magníficos ejemplares de oro y plata acuñados desde la Edad Media, como las doblas de diez doblas, los centenes o los cincuentines, que probablemente nunca fueron utilizados como moneda, sino más bien como objetos de regalo y prestigio, sí que aparecen en todos los catálogos, al igual que las modernas acuñaciones conmemorativas en oro y plata que realiza la Fábrica de la Moneda, dirigidas exclusivamente al mercado del coleccionismo. Todas estas vistosas piezas son denominadas monedas, aunque cumplen una función medallística, por el contrario, las “monedas paralelas” que sí han circulado y cumplido plenamente una función monetaria, muchas veces son denominadas “fichas” o “tokens”.

Con respecto al contexto en que han circulado las monedas populares, existe una enorme variedad de ámbitos: emisiones realizadas por los ayuntamientos, por algunas fincas y haciendas para sus trabajadores, por sindicatos y cooperativas obreras, por gremios de comerciantes, etc... También son variadas las denominaciones o unidades de valor que expresan, y aunque en muchos casos se indica en ellas la moneda oficial en curso (reales, pesos, centavos, bolívares, pesetas, céntimos...) en otros,  presentan denominaciones populares como “jornales”, “peones” (peonadas), “días” y “días de trabajo”, “tareas”, “cajones”, “cajas”, “cajuelas”, “barriles”, “tarros”, “bolsas”, “medidas”, “mitades”,   “fanegas”, “almudes”, “cuartillos”, etc... No hay que olvidar que la misma palabra “peseta”,  proviene del apelativo popular con que la gente bautizó la pieza de dos reales de plata, y este término fue adoptado para designar la unidad monetaria española tras el derrocamiento de Isabel II, sustituyendo la antigua denominación de “real”.


Figura 3.- Jornales, cuartos y medios jornales emitidos en Osuna (Sevilla) y Fanegas y medias fanegas acuñadas en Antequera (Málaga).

Al analizar las diversas denominaciones que han recibido las monedas populares, tanto en España como en América, encontramos por una parte nombres que hacen referencia al pago de un tiempo determinado de trabajo (jornales, peonadas, días de trabajo, horas...), lo cual resulta lógico, ya que el trabajador recibe su jornal en una moneda denominada precisamente “jornal”. Lo que resulta más curioso es la frecuencia de términos relacionados con diferentes medidas de capacidad, generalmente utilizadas para los cereales: almudes, fanegas, cajuelas, cuartillos...


Figura 4.- Almudes y fanegas utilizados en Puerto Rico y Cuba.

Este hecho está relacionado con la costumbre de abonar los salarios en especies  (muchas veces en cereal) medidas en unidades de capacidad, como las fanegas y los almudes. En muchos pueblos de Navarra, hasta bien avanzado el s. XIX, existía la costumbre de abonar el salario del maestro o maestra del pueblo en robos de trigo, siendo el robo una medida tradicional en Navarra hasta hace muy poco tiempo. En otros casos, el trabajador que recolectaba un determinado número de unidades de volumen (de café, cereal…), recibía estas fichas acreditativas, que posteriormente canjeaba por dinero en las oficinas de la hacienda o cortijo.

A pesar de la existencia de importantes catálogos para algunas regiones (la obra de A. López sobre las monedas de cooperativas catalanas o la de R. Rulau sobre los “tokens” latino-americanos) queda un largo camino por recorrer en el estudio y conocimiento de este interesante y desconocido campo de la numismática.

(1) En los últimos años, y con posterioridad a la publicación de este artículo, han aparecido varios trabajos sobre este tema, por ejemplo:
Gryckiewicz,M.  & M. Puertas A la sombra delarbolito. Catálogo de monedas sociales de Argentina y Uruguay. II Conferencia Internacional en Circuitos Monetarios Complementarios en las Diversas Economías. La Haya, Holanda. 19-23 junio, 2013.