Falsificaciones
legales de moneda: las emisiones navarras de Carlos II “el Malo”. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1130)
(Mayo, 2005): pp. 52-53.
Miguel Ibáñez Artica.
En
ocasiones, han sido precisamente los monarcas los que han cometido
adulteraciones en sus propias monedas, con el fin de obtener beneficios en
situaciones críticas como períodos de guerras o invasiones. Las
denominadas “monedas de necesidad” con
menor calidad, pero igual valor nominal, dejaban unos sustanciales beneficios a
la corona a cambio de provocar inflación e inestabilidad económica entre la
población del reino.
Estas
crisis monetarias se remontan a los primeros tiempos de las acuñaciones de los
reinos hispanos, así por ejemplo desde las primeras emisiones de Sancho V
Ramírez de Pamplona y Aragón, hasta las últimas de su hijo Pedro I “el
Batallador”, la moneda se depreció (en contenido en plata y peso) un 77%, en
tan sólo treinta años.
La
fórmula de rebajar el contenido en plata de la moneda como medio de conseguir
recursos en momentos difíciles era bien conocido en la Edad Media. El tesorero de Navarra Guillermo Le Soterel
redactó en 1340(1) un informe en el que se establecían los tipos
monetarios que eran necesario para satisfacer las necesidades económicas del
reino. Definía tres tipos principales, una moneda fuerte para aquellos que
viven de las rentas, una moneda mediana, necesaria para el comercio y la
burguesía y una tercera moneda débil o menuda para los que “viven del trabajo
de su cuerpo”, es decir agricultores y asalariados. A estos tres tipos
monetarios, Le Soterel, añade un cuarto: el que emiten los señores cuando están
en guerra que pueden acuñar moneda tan débil como quieran, con el fin de poder
pagar a las tropas, pero advirtiendo que al finalizar la guerra, la moneda
deberá recuperar su calidad.
Figura 1.-
Informe de Paulo Girardi sobre los tipos monetarios necesarios para el Reino
(1340). (AGN caj. 24, nº 38 II).
Una
década más tarde, bajo el reinado de Carlos II “el Malo”, se pondrá en práctica
de forma continua, tanto en los territorios de Normandía dependientes del
monarca navarro, como en el propio reino de Navarra, la bajada continua de la
ley de la moneda con el fin de incrementar los beneficios de la corona (en lo
que se denominaba “el provecho de la moneda”).
En
Navarra, hacia 1350 el florín de oro había remplazado al escudo francés, que
hasta esas fechas era la principal moneda fuerte utilizada. Al principio
circuló el florín de Florencia que progresivamente fue sustituido por el de Aragón.
Hacia 1356 Carlos II mandó fabricar florines de oro imitando los tipos
florentinos y aragoneses, y según la documentación conservada (A.G.N., Caj. 13,
n. 190) uno de estos florines navarros valía dos florines de Florencia o 17
libras de carlines prietos.
Figura 2.- a: Florín de oro de Florencia; b: Florín “falso” o de
baja ley, acuñado en Pamplona por Carlos II “el Malo”; c: Florín falso de
Florencia en cobre sobredorado.
El
florín de Florencia era una prestigiosa moneda de oro puro (24 kilates) y 3,5
gramos de peso, que comenzó a acuñarse a mediados del s. XIII, convirtiéndose
en la unidad monetaria por excelencia de toda la Europa medieval. Aprovechando
esta circunstancia muchos reinos y señoríos acuñaron imitaciones o
“adaptaciones” del florín. En un interesante documento sobre las monedas que
circularon en el Principado de Cataluña, atribuido al cronista y archivero
Pedro Miguel Carbonell (1434-1517), encontramos una valiosa referencia sobre
los florines navarros de Carlos II, catalogados en el apartado de florines
falsos (Conaxença de florins falsos): “flori
Darago appellat de Navarra se coneix que de la part de la flor de lys diu
Navarra ita dices é son axi mateix dits contrafets, val VIII sol.” Es decir
que a pesar de los deseos del monarca navarro de que su florín valiese el doble
del florentino, en realidad su cotización real era de tan sólo la mitad. Este
es un claro ejemplo de las divergencias entre el poder político que emite la
moneda, que lógicamente la define como “moneda legal” u “oficial” y el sistema
económico que al final es quien decide considerarla como “moneda falsa”.
Figura 3.-
Saint Palais y detalle de la “calle de la Moneda”, lugar donde se ubicó la ceca
hasta tiempos modernos.
Algo similar ocurrió con el resto de
las monedas, en 1351 la ceca de San Palais había comenzado a acuñar dineros
torneses a nombre de Carlos II de Navarra, imitando los modelos franceses,
llegándose a prohibir en 1352 la circulación de moneda de vellón extranjera,
pero la calidad de la nueva moneda fabricada era tan mala, que en 1353 la
documentación señala que “la moneda del
dicto Seynnor Rey no ha corso fuera del dicto Reyno”, es decir las
imitaciones de los dineros torneses que acuñó Carlos II con la denominación de
“dineros carlines” eran tan malas, que no se admitían en otros lugares fuera de
la propia Navarra. La progresiva degeneración de este tipo monetario queda
patente si comparamos su equivalencia con el florín a comienzos del reinado,
cuando valía doce sueldos de dineros carlines, mientras que en 1386 se cotizaba
a 40 sueldos.
Otra “adaptación” navarra fue la
“corona” que imita fielmente a la “parpallola” emitida desde 1337 en el condado
de Provenza. En 1377 se acuñan con valor de un sueldo (12 dineros) cada pieza,
pero también esta moneda sufrirá una importante devaluación, bajando desde un
78,75% de contenido en plata en las primeras emisiones a solamente un 30% en
las últimas.
Figura 2.-
a: Grueso tornés navarro de Carlos II “el Malo”; b: Grueso tornés de Carlos IV
de Francia y I de Navarra, emisión de febrero de 1322; c: Dinero tornés de
Carlos II de Navarra; d: Dinero tornés de Felipe IV de Francia (1285-1314); e:
“Parpallola” navarra de Carlos II; f: Sueldo coronado provenzal de Roberto de
Anjou (1309-1343).
También
Carlos II acuña en Navarra gruesos torneses, imitando al principio los modelos
franceses, pero los más abundantes son los emitidos a partir de 1380 en San
Juan de Pie de Puerto, que sustituyen el típico esquema del castillo tornés por
un busto frontal inspirado en las acuñaciones inglesas. De nuevo asistiremos a
una caída en picado de la ley de la moneda que comienza con un 83,3% en plata
para terminar con un 50% en 1386. El mismo monarca es consciente del quebranto
producido en la moneda y en la orden de acuñación, se menciona el escándalo
producido y la vergüenza que pasa el propio rey obligado a realizar tales
emisiones. Gracias a esta devaluación, Carlos II obtenía en año y medio la nada
despreciable cantidad de 30.000 libras de beneficios.
Figura 5.- Los
gruesos de busto (a), emitidos en forma masiva durante los últimos años del reinado de Carlos II de
Navarra, resultan unas imitaciones híbridas, que copian los anversos de los
gruesos torneses de Francia (a) y en su reverso, los anversos de los “croats”
ingleses (b)
(1) Comptos Caj. 24, nº 38, I. Actualmente se
considera al italiano Paulo Girardi como autor de dicho informe (Mugueta,
2004).
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