Monedas “radiactivas”. Artículo publicado en: Eco Filatélico y
Numismático 64(1169)
(Diciembre 2008): pp. 42-43.
Miguel Ibáñez Artica.
La radiactividad, se considera hoy
en día como algo peligroso y potencialmente dañino, pero esta percepción no siempre
ha sido así. A comienzos del siglo XX, a los pocos años de descubrirse esta
propiedad que presentan algunos elementos naturales como el Radio, las
sustancias radioactivas se pusieron de moda utilizándose indiscriminadamente en
todo tipo de productos, atribuyéndoles propiedades mágicas y curativas. Las
aguas minero-medicinales incluían en su publicidad la dosis radioactiva que
portaban, se fabricaban pinturas fluorescentes, cremas de belleza,
anticonceptivos y ungüentos radioactivos, y nadie parecía hacer caso a las
advertencias de unos pocos científicos que alertaban de la peligrosidad del uso
indiscriminado de estas sustancias. Todavía a comienzos de los años 50 del
siglo XX, se publicaban en prestigiosas revistas, artículos sobre los
“beneficios” para la salud de un peligroso gas radioactivo, el radón.
Durante esta década de los 50, el
reactor nuclear de Oak Ridge (Tennesse, EEUU), fue el mayor productor del mundo
de elementos radioactivos artificiales, obtenidos al bombardear diferentes
sustancias con un chorro de neutrones, y una de las actividades divulgativas
realizadas como publicidad en el Museo Americano de Energía Atómica, fue la de
bombardear con neutrones pequeñas monedas en circulación, convirtiéndolas así
en “monedas radioactivas”, que los visitantes podían llevarse a casa como
recuerdo (Figura 1).
Figura
1.- Acuñación de “Monedas radioactivas”, y Mis Universo recibiendo una
como recuerdo de su visita en 1966 al Museo de Energía Atómica.
Un artículo de prensa del año 1954
señalaba: “Una de las actividades más populares del Museo Americano de Energía
Atómica es el irradiador de “dimes” (pequeñas monedas americanas de diez céntimos de dólar). Hasta la fecha se han
irradiado más de 250.000 monedas, encapsuladas en plástico y devueltas a sus
propietarios como souvenirs. La irradiación se realiza de la siguiente forma:
En un recipiente de plomo se colocan una mezcla de antimonio radioactivo y
berilio. Los rayos gama del antimonio son absorbidos por los átomos de berilio
que a su vez expulsa a los neutrones. Estos neutrones no tienen carga eléctrica
y penetran en los átomos de plata de la moneda, convirtiendo la plata normal
109 (masa atómica) en plata 110 radioactiva. Tras su irradiación, la moneda se
coloca en un recipiente de plomo donde se mide su radiactividad con un
contador Geiger, entonces se encapsula la moneda. La plata radioactiva que
tiene una vida media de 22 segundos desaparece rápidamente transformándose en
cadmio 110, solamente una pequeñísima fracción de átomos de plata permanece
radioactiva.”
Estas
monedas irradiadas tienen una composición de un 90% de plata y un 10% de cobre,
y esta plata está compuesta a partes iguales de plata 107 y plata 109, el
problema es que parte de la plata 107 se transforma en plata 108, cuyo período
de semidesintegración es de ¡400 años!.
Esta
fabricación de “monedas radioactivas” comenzó su declive a partir de 1964,
cuando finalizó en Estados Unidos la circulación de monedas de pequeño valor en
plata, metal que fue sustituido por cuproníquel, aunque durante los años
siguientes el Museo consiguió aprovisionares de las antiguas monedas
suministradas por los bancos locales, con la intención de prolongar la vida de
este programa publicitario. Se calcula que entre 1949, cuando comenzó esta
actividad, y 1967, se irradiaron aproximadamente un millón de monedas.
Sin
embargo, la opinión generalizada de que las bajas dosis de radiación eran
inofensivas, había cambiado ya radicalmente a partir de un dramático suceso
conocido como el de las “chicas del radio” (Figura
2). Estas muchachas, eran trabajadoras de una fábrica de Orange (New
Jersey) que se dedicaba a pintar con una sustancia “Undark” las manillas de
relojes y despertadores, de forma que éstas fueran visibles durante la noche.
Ello era debido a la presencia en la pintura de un elemento altamente
radioactivo, el radio.
Figura
2.- Las “Chicas del radio” trabajando en una fábrica de la “U.S. Radium
Corporation” y publicidad de los relojes con agujas radioactivas.
Las
muchachas realizaban este trabajo manualmente con ayuda de finos pinceles, y
frecuentemente se los llevaban a la boca para, con la saliva, “afilarlos”, e
incluso muchas de ellas se pintaban los labios y las uñas con este producto de
propiedades sorprendentes, ya que brillaba en la oscuridad con una intensidad y
color parecido al de la luz de la
Luna. Esto provocó que muchas de ellas murieran y otras
sufrieran diversas enfermedades como anemias, cáncer, necrosis mandibular,
etc..., estableciéndose un largo y popular debate jurídico, cuyo resultado
obligó a la empresa a abonar indemnizaciones, que constituyeron un precedente
en la legislación laborar mundial.
Figura 3.- A la izquierda, diez monedas “irradiated
dime” sobre un contador: vemos como marca muy poca radiación; a la derecha, un
aparentemente inofensivo salero, que lleva un recubrimiento de esmalte fabricado
con óxido de uranio, y que marca 1.700 cpm, mucho más que las monedas
irradiadas (1).
En la
actualidad, se siguen bombardeando monedas con neutrones rápidos, pero en el
campo de la investigación, y con una finalidad muy diferente, la de averiguar
la composición metalográfica de la moneda mediante métodos no destructivos.
Ello nos ha permitido por ejemplo, descubrir grandes variaciones en el
contenido de plata que presentan los dineros y óbolos emitidos en Aragón y
Navarra durante los siglos XI, XII y XIII (2).
(1). La
compañía Homer Laughlin de Virginia,
comenzó a fabricar cerámica esmaltada en 1936, utilizando óxidos y sales de
uranio, que alcanzan un 14 % del peso del esmalte, para obtener unos hermosos
colores rojo y anaranjado. Dado que este uranio podía ser utilizado en la
producción de la bomba atómica, en 1943 el gobierno de Estados Unidos confiscó
las existencias de este elemento, y la gama “Fiesta de color rojo” desapareció
hasta 1959, cuando se reanudó la producción utilizando uranio empobrecido, que
se mantuvo hasta 1973 en que el uranio dejó de utilizarse para este fin. Más
información en:
(2) Ibáñez, M.,
1998. Estudio metalográfico de monedas medievales: Reino de Pamplona/Navarra,
siglos XI-XIII. Numisma 48(241):
59-93.