Nociones de Numismática
extraterrestre.
I: La Antigüedad
clásica. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1140)
(Abril, 2006): pp. 46-47.
II: La
actualidad. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1141)
(Mayo, 2006): pp. 46-48.
III: La moneda más
“friki” del año 2013. Artículo
publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1224)
(Diciembre, 2013): pp. 44-45.
Miguel Ibáñez Artica
I: La antigüedad clásica.
Si en un libro sobre monedas
encontramos un capítulo dedicado a “numismática extraterrestre”, probablemente
pensaríamos que se trata de una broma. Sin embargo dicho capítulo podría
existir perfectamente, ya que por una parte existen varias monedas emitidas en
tiempos del Imperio Romano donde figuran objetos extraterrestres, y por otra
parte, en tiempos muy recientes, se han acuñado algunas piezas utilizando
elementos que provienen de fuera de nuestro Planeta.
Aproximadamente todos los días caen
sobre la Tierra
unas 300 toneladas de materiales procedentes del espacio exterior, en su mayor
parte son pequeños fragmentos conocidos como meteoritos, que se desintegran al
entrar en contacto con la atmósfera terrestre, tan sólo unos pocos tienen
suficiente tamaño para conservar sus características e impactar contra el
suelo, si bien en su mayor parte se estrellan en los diferentes océanos del
Planeta sin llegar a ser observados. Afortunadamente los impactos de grandes
asteroides son excepcionales, si bien han marcado la evolución de los seres
vivos durante millones de años (las extinciones masivas ocurridas hace 225 y 66
millones de años y que marcan la transición entre las Eras geológicas Primaria,
Secundaria y Terciaria fueron debidas a grandes impactos de cuerpos
extraterrestres).
Se han encontrado objetos fabricados
en hierro y que pertenecen a la
Edad del Bronce(1), cuando todavía la humanidad no
tenía conocimientos suficientes de metalurgia para obtener este metal de los
abundantes minerales que lo contienen. En 1911 fueron halladas nueve cuentas de
collar de hierro en las excavaciones de Gerzeh, cuyo análisis metalográfico dio
un contenido en niquel del 7,5%, confirmando su origen extraterrestre. En la
tumba de Tutankamon, a comienzos del siglo XX, se encontraron 18 objetos de
hierro meteorítico, el más famoso es una daga, y también se han hallado objetos
similares en África y China. En época relativamente reciente, el diez de abril
de 1621, un gran meteorito de hierro cayó en la India , y el emperador
Jahangir ordenó fabricar con él dos espadas, una daga y un cuchillo, atribuyéndose
a estos objetos propiedades mágicas. Actualmente sólo se conserva el cuchillo
en una institución científica de Washington.
Cuando en 1818 los primeros
exploradores europeos entraron en contacto con las tribus inuits en el noroeste
de Groenlandia, encontraron que los esquimales fabricaban numerosos objetos de
hierro elaborados a partir de meteoritos. Tras varios intentos fallidos por
encontrar la “montaña de hierro”, en 1894 finalmente una expedición descubrió
un gran meteorito llamado “Ahnighito” de 34 toneladas de peso que fue
trasladado a Nueva York, donde actualmente lo podemos contemplar en el Museo de
Historia Natural de la ciudad. En la Edad Antigua , los materiales que caían sobre la Tierra eran interpretados
como objetos sagrados enviados por los dioses, el más antiguo del que tenemos
conocimiento es el que representaba la diosa madre Cibeles en el templo de
Pessinus (en la actual Turquía). El año 205 a .C., con motivo de la invasión cartaginesa
de Aníbal, los oráculos señalaron que la ciudad se salvaría con la presencia en
ella de la diosa Cibeles. Una embajada se dirigió a solicitar el sagrado objeto
al rey Atalo, y transportó solemnemente el meteorito a Roma donde fue instalado
en el templo de la Victoria ,
donde fue venerado durante 500 años. En las excavaciones arqueológicas
realizadas en 1730 se encontró el meteorito, pero desgraciadamente fue
desechado como una piedra sin valor al no ser reconocido como tal. El profesor
Lanciani lo describió en su informe de la excavación “de un color marrón
profundo, muy parecido a un trozo de lava y terminado en punta”.
Sin embargo, el objeto
extraterrestre más representado en la numismática romana es otro meteorito, la
famosa “piedra negra” de la ciudad de Emesa en Siria(*), que ya aparece
representada en algunas monedas de Antonio Pío (138-161) (Fig. 1) y Caracalla (211-217), y que en tiempos del último de los
Antoninos, el emperador Heliogábalo (218-222), fue solemnemente trasladada a
Roma. Este personaje era nieto de la influyente princesa romana de origen sirio
Julia Maesa (madre del emperador Alejandro Severo) (Fig. 2), que fue precisamente quien en el año 218 y aprovechando el
descontento popular, hizo que el senado le proclamara emperador cuando tan sólo
contaba catorce años de edad. Heliogábalo era sacerdote del dios de Emesa
(ciudad donde había nacido), famosa por conservar una piedra sagrada en forma
cónica que tiempos atrás había caído desde el cielo cerca de la ciudad. Este
meteorito aparece representado en numerosas monedas de oro, plata y bronce (Fig. 3).
Figura 1.-
Bronce de Antonino Pío (138-161 d.C.)
acuñado en Emesa (Siria) (Æ 23 mm ). Reverso: Águila sobre
la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 1.
Figura 2.-
Bronce de Julia Maesa, AE20. Sidón.
Reverso: Carro de Astarté llevando la piedra sagrada. Ref. BMC 300, lám. XXV.
Figura 3.-
Monedas de Heliogábalo (218-222 d.C.)
representando el transporte en cuádriga de la piedra de Emesa. a y b: Áureos
acuñado en Roma (Ref. RIC 143, BMC 273; RIC 61, BMC 198); c: Antoniniano, en el
reverso figura Eliogábalo realizando un sacrificio sobre el altar y la piedra
sagrada de Emesa (Roma 219-220); d: Bronce, reverso con olivo sagrado
flanqueado por las piedras de Emesa (Tiro, Fenicia 218-222 d.C.).
Sin embargo no es este el primer
caso de representaciones de materiales extraterrestres en las monedas, en
algunas emisiones provinciales del emperador hispano Trajano (98-117 d.C.)
acuñadas en Siria, aparece representada la piedra sagrada (posiblemente otro
meteorito) del templo de Zeus Kasios (Fig.
4a), también de época posterior tenemos algunas emisiones del efímero y
poco conocido usurpador Uranius Antonius (253-254?) con imágenes de la “piedra
de Emesa” (Fig. 4b). Otro meteorito
era venerado en Pafos (Chipre) en el templo de Afrodita, y también aparece
representado en emisiones de Augusto (27 a .C.-14 d.C.) y Septimo Severo (193-211
d.C.), así como el de Sidón que figura en las emisiones de Caracalla (211-217)
(Fig. 4c).
Figura 4.-
a: Bronce de Trajano acuñado en Siria (98-117 d.C.) (Æ 20
mm ). Reverso: Piedra sagrada de Zeus Kasios bajo un
palio. Ref: SNG Copenhagen 403-4, BMC 40; b: Bronce de Uranius Antoninus
acuñado en Emesa el año 565 de la Era Seleúcida = 253/4 d.C. (Æ 32mm). Reverso:
Templo y en su interior la piedra sagrada de Emesa. Ref. BMC 24; c: Tetradracma
de Caracalla, Sidón, Reverso: Águila sobre carro de Astarté con la piedra
sagrada de Sión. Ref: Bellinger 5291.
(1) Uno de
los elementos más antiguos ha sido encontrado en la cueva de Zatoya (Navarra),
donde en un nivel del Neolítico (aproximadamente hacia el 6.000 a .C.) apareció una
cuenta de collar en forma de disco, elaborada con hierro meteorítico
(Barandiarán, 1989, p. 199).
* La ciudad de Emesa corresponde a la actual Homs, la tercera
población más importante de Siria, actualmente destruida y asolada por la
guerra.
II: La actualidad.
A lo largo de la historia de la
moneda se han empleado los más diversos materiales para su fabricación. Aunque
al principio utilizaron metales preciosos -como el oro y la plata-, pronto se
introdujeron otros menos nobles como el cobre o sus diversas aleaciones
(bronce, oricalco….), incluso encontramos algunas monedas acuñadas en hierro, o
en época moderna con aluminio, níquel o las más variadas aleaciones.
Actualmente se utilizan diferentes mezclas, como el denominado “oro nórdico”,
compuesto por un 89% de cobre, 5% de aluminio, 5% zinc y 1% de estaño,
con el que por ejemplo se fabrican las monedas de 10,
20 y 50 céntimos de euro.
En situaciones excepcionales se ha
llegado a acuñar con el bronce procedente de cañones (con un contenido de 88
% cobre, 10% estaño y 2% zinc), como por ejemplo las
raras monedas de ocho maravedís de Fernando VII, emitidas por los
constitucionales cercados en Pamplona durante el año 1823, con el bronce de
tres cañones que se conservaban en la
Cámara de Comptos de la ciudad, y hasta se han emitido
monedas conmemorativas con materiales bélicos tan curiosos, como el metal
procedente de los misiles nucleares rusos SS-20 desmantelados como consecuencia
del tratado ruso-americano INF de destrucción de armas nucleares(1).
Otro exótico metal utilizado desde hace pocos años es el Niobio, cuyo nombre
deriva de un personaje mitológico, Niobe, hija de Tántalo, a su vez uno de los
hijos mortales de Zeus, con el que recientemente se han acuñado piezas
bimetálicas, como los 25 euros en Austria (Fig.
5) y la de un “lat” en Letonia. Sin embargo, todavía existen elementos más
originales utilizados en la fabricación de monedas, nos referimos a materiales
“extraterrestres” procedentes de meteoritos que han impactado con la Tierra.
Figura 5.-
Moneda de 25 euros acuñada en Austria con el metal Niobio.
Son dos las piezas fabricadas
recientemente donde se han utilizado estos extraordinarios materiales, en
primer lugar podemos mencionar una ficha o token fabricada para el mercado del
coleccionismo(Fig. 6), y que lleva
las leyendas de “Space coin” (Moneda
del espacio) y “In skies we trust”
(En el cielo confiamos), imitando el lema nacional de los Estados Unidos de
América (In God we trust= En Dios confiamos), utilizado desde 1864 en las
monedas, y en todos los billetes emitidos a partir del 1 de octubre de 1957. En
la zona central figura el texto “Campo del Cielo”, lugar de Argentina donde
cayó este meteorito hace unos seis milenios.
Figura 6.-
“Moneda” fabricada íntegramente con el metal del meteorito.
Se da la circunstancia de que este
objeto extraterrestre fue descubierto por el capitán español Hernán Mexia de
Miraval en 1576. Antes los rumores de la existencia de una “ciudad de plata”,
el gobernador de la provincia ordenó su localización, y el mencionado militar
al mando de un grupo de soldados, se aventuró en su búsqueda en la que tuvo que
luchar contra los indios Chiriguanos, que según sus relatos consumían carne
humana. No encontraron el valioso metal, pero localizaron un gran “peñol de
hierro” del que tomaron algunos fragmentos.
Dos siglos más tarde, entre 1774 y 1776 se realizaron
expediciones al mando de Bartolome Francisco de Maguna, localizándose una gran
masa metálica, cuyo peso fue estimado en
23 toneladas, tomándose algunas muestras para analizar con las cuales,
don Francisco de Serra y Canals determinó en 1778,
que no se trataba de plata, sino de "fierro de muy particular
calidad". El siguiente año, una nueva expedición, ahora bajo el mando del
sargento Francisco de Ibarra, aportó datos sobre su tamaño, 3,52 metros de largo
por 1,85 metros
de ancho, poco después, en 1783, se realizaron análisis metalúrgicos, excavando
los alrededores hasta determinar que se trataba de una masa aislada de hierro.
Debido a las explosiones realizadas, el meteorito se fragmentó y dispersó,
quedando sus trozos enterrados.
Recientemente, el interés por estos
materiales ha llevado a los “cazadores de meteoritos” a la localización y comercialización
de numerosos fragmentos hallados en esta zona, el caso más espectacular ocurrió
en 1992, cuando las autoridades argentinas detuvieron al americano Robert Haag,
cuando intentaba sacar del país un enorme bloque de 37 toneladas de peso.
El meteorito denominado “Campo del
Cielo” es un siderito del grupo I, formado por Octaedrita (con
cristalización en forma de octaedro) rico en inclusiones de grano grueso, con una composición química de 92,6 % de hierro, seguido
por un 6,7 % de níquel, un 0.4 % de cobalto, un 0,25% de fósforo, 407
partes por millón de galio y 3,6 ppm de iridio.
La
segunda pieza que pasamos a comentar, es la moneda de diez dólares emitida en
Liberia el año 2004 (Fig. 7). En este
caso se trata de una emisión oficial, acuñada en plata y que incluye en una
pequeña cavidad unos pequeños fragmentos del meteorito identificado como “NWA 267” , encontrado en la
frontera entre Marruecos y Argelia el año 2000. En la cara de la moneda donde
están los fragmentos, aparece la figura de un nómada a camello, detrás una
estrella fugaz surca el cielo, y sobre una duna, aparece un grupo de meteoritos
(auténticos) del tipo H4, es decir condritos ricos en olivino con cóndrulos
(pequeñas bolitas) de piroxenos. Inspirándose en esta moneda se han realizado
algunas medallas que en una cara llevan incrustado un pequeño fragmento de
meteorito.
Figura
7.- Moneda de diez dólares de
Liberia, acuñada en el año 2004.
Las piezas descritas están dirigidas
al mercado del coleccionismo más que a circular como verdaderas herramientas al
servicio de la economía, ya que es prácticamente imposible realizar una emisión
abundante con estos rarísimos materiales extraterrestres. De hecho la tirada de
las “monedas” fabricadas con el meteorito argentino es tan sólo de 400
ejemplares, mientras que las emitidas en Liberia ascienden a 999 piezas
acuñadas.
Los
meteoritos, aparte de su interés como elementos curiosos procedentes del
espacio exterior, y de protagonizar varias películas catastrofistas, han
marcado la evolución de los seres vivos de nuestro Planeta, provocando
extinciones masivas en forma periódica (como las acaecidas hace 250 millones de
años que supuso el final de la Era
primaria y el comienzo del Mesozóico, o la más reciente ocurrida hace “sólo”
unos 65 millones de años y que teminó con la vida de los grandes dinosaurios).
El año 1969 cayeron sobre la Tierra dos fragmentos
especialmente interesantes, el primero, lo hizo el 9 de febrero en la localidad
mejicana de Allende, mientras el segundo se estrelló cerca del pequeño pueblo
de Murchison, a unos cien Kilómetros al norte de Melbourne en Australia. Estos
meteoritos ya vagaban por el espacio antes de que se formasen la Tierra y el sistema solar,
pertenecen a la familia de los condritos carbonatados, y poseen unas peculiares
características, como presencia de gran cantidad de agua y aminoácidos
(moléculas orgánicas presentes en los seres vivos), su estudio ha hecho revivir
la hipótesis de la “panspermia” (“semillas por todas partes”) enunciada por Arrenius
en 1903 que propone un origen extraterrestre de la vida. De igual forma, los
análisis realizados, han aportado datos fundamentales para el conocimiento de
cómo se formó nuestro planeta hace 4.500 millones de años. En definitiva, los
objetos llegados del espacio han fascinado al hombre desde siempre, y algunos
de ellos han quedado inmortalizados en las monedas, desde la antigüedad clásica
hasta nuestros días (Fig. 8).
Figura 8.- Meteoritos cayendo sobre Basilea (Suiza) el 7 de
agosto de 1566 en la obra de Samuel Coccius.
(1) Ver artículo de Mayo del 2003: “Tiempos de guerra, monedas
de paz” Eco
Filat. y Numism. nº1108: p.40.
III: La moneda más “friki” del año 2013.
Siguiendo la tradición, hemos seleccionado como la
moneda más “friki” u original de las fabricadas durante el año 2013, la emisión
de diez dólares de las Islas Fiji, acuñada en plata de 999 milésimas, y que
lleva incrustados unos trocitos del famoso meteorito Murchison (Figura 9). En este caso la selección se
ha realizado no tanto por la curiosidad o rareza de la moneda (desde hace
varios años se ha puesto de moda la fabricación de piezas destinadas al mercado
del coleccionismo, que incluyen pequeños fragmentos de meteoritos(1)),
sino por el interés científico del meteorito incluido, que contiene nada menos
que las moléculas orgánicas a partir de las cuales se generó la vida en nuestro
Planeta.
Figura
9.- Fragmentos del meteorito
Murchison y moneda de diez dólares con pequeños trocitos del mismo.
Esta emisión forma parte de una serie dedicada a
los meteoritos, iniciada en Fiji el año 2012, con cinco piezas en las que se
incluyen pequeños fragmentos originales de los meteoritos Brenham (que cayó en
1882 en los Estados Unidos de América), Kaisnaz (Rusia, 1937), Abee (Canadá,
1952), Jilin (China, 1976) y Neuschwanstein (Alemania, 2002), y que ha
continuado durante el año 2013 con las monedas dedicadas a los meteoritos
Chassigny (Francia, 1815), Morasko (Polonia, 1914) y la que nos ocupa, que
incluye un pequeño fragmento del famoso meteorito Murchison, que se precipitó
del cielo a las 10.58 a.m. (hora local), cerca de la ciudad australiana de
Murchison (Victoria) el 28 de septiembre de 1969. Este año fue especialmente
importante en el mundo científico a causa de dos acontecimientos singulares que
se produjeron en un corto período de tiempo, por una parte la caída en la
población mejicana de Allende, a la una de la noche del día 8 de febrero, de un
gran meteorito, denominado “Allende” por el nombre de la localidad donde cayó,
mientras que el segundo hecho asombroso ocurrió unos meses más tarde, el 28 de
septiembre de ese mismo año, a las 10.58 hora local, cerca de la ciudad de
Murchison en Australia, se observó una brillante bola de fuego que se separó en
tres fragmentos, antes de desaparecer dejando una nube de humo. Unos 30
segundos más tarde, se sintió un temblor producido por el impacto. Los
fragmentos del meteorito se dispersaron en una superficie de 13 km², con masas
individuales de hasta 7 kg. Uno de ellos de
680 g. de peso, atravesó el techo de una nave de ganado cayendo en el
heno. La masa total de los fragmentos recogidos de este meteorito supera los
100 kilogramos.
Figura
10.- Caída de un meteorito sobre
la Tierra.
Aunque todos los años caen sobre el planeta Tierra
millares de meteoritos (Figura 10),
ninguno ha proporcionado tanta información sobre el origen del Sistema Solar y
sobre las posibles causas de la aparición de la vida en nuestro planeta como
estos dos mensajeros de las estrellas, que casualmente arribaron a nuestro
planeta en mismo año. Ambos pertenecen al mismo grupo de meteoritos, el de los
condritos carbonáceos, con una composición química que incluye moléculas de
agua y compuestos orgánicos, además de silicatos y otros minerales, en
proporciones similares a las que tendría hace más de 4.500 millones de años la
nebulosa a partir de la cual se formó nuestro sistema solar.
Los análisis realizados sobre fragmentos del
meteorito Allende, mostraron que en realidad se trata de un superviviente
formado a partir de la unión de las partículas de la nebulosa que dio lugar al sistema solar, y se formó treinta
millones de años antes de que surgiera nuestro planeta. Poco más tarde, los
nuevos análisis realizados en el meteorito Murchison desvelaron nuevos secretos
que asombraron a la comunidad científica. En la roca venida del espacio, se
encontraron numerosas moléculas orgánicas complejas entre las cuales figuran
hasta 15 aminoácidos diferentes, algunos de los cuales como la glicina, la
alanina o el ácido glutámico están presentes en las proteínas de todos los
seres vivos del planeta (Figura 11).
Además el año 2008 se descubrió que el meteorito albergaba una nueva sorpresa,
contenía bases nitrogenadas(2), como las que conforman el código
genético de los seres vivos, y en el 2010 se llegaron a identificar hasta
14.000 moléculas orgánicas diferentes, entre las que se encontraron 70
aminoácidos, muchos de ellos desconocidos en nuestro Planeta(3).
Figura
11.- Diferentes moléculas
orgánicas complejas halladas en el meteorito Murchison.
A partir de estos sorprendentes descubrimientos
tomó fuerza la antigua teoría de la “panspermia”, es decir del origen
extraterrestre de la vida, o mejor dicho, de las moléculas que permitieron que
la vida surgiera en nuestro planeta hace unos tres mil quinientos millones de
años. Tanto el agua de los océanos como las moléculas orgánicas que permitieron
la aparición de la vida proceden de los meteoritos, pero no de cualquier
meteorito, sino de los que como el Allende y el Murchison fueron mudos testigos
de la formación de nuestro sistema solar y cayeron hace millones de años en el
Planeta aportando las semillas en forma de moléculas orgánicas complejas, de
las que poco más tarde surgirían a través de reacciones químicas los primeros
seres vivos, de los que los seres humanos en definitiva descendemos (Figura 12).
Figura 12.-
Las moléculas orgánicas complejas que cayeron sobre la Tierra dentro de los
meteoritos hace 4.500 millones de años, fueron la materia prima a partir de la
cual mil millones de años más tarde, se formaron los primeros seres vivos del
Planeta.
Así pues, podemos decir que en esta moneda de diez
dólares acuñada en el año 2013 en las islas Fiji, se encuentran los vestigios
más antiguos de nuestro remoto pasado, los del hombre y los de la totalidad de
seres vivos, desde las bacterias más pequeñas hasta las ballenas y demás
mamíferos, incluida nuestra especie, el Homo
sapiens.
Notas:
(1) Nociones
de numismática extraterrestre II. (Mayo,
2006), Eco Filatélico y Numismático 62(1141):
46-48.