Páginas

viernes, 15 de enero de 2016

Imágenes de especies extinguidas en la moneda griega: El "silfio", una planta desaparecida en tiempos del emperador Nerón.

Imágenes de especies extinguidas en la moneda griega: El “silfio”, una planta desaparecida en tiempos del emperador Nerón. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1146) (Noviembre 2006): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

            En la Grecia Clásica era frecuente representar en las monedas numerosas y variadas especies de plantas y animales, unas veces reales, como leones, cabras, toros, delfines, palomas, liebres, águilas, cangrejos, etc... y otras fantásticos, como pegasos, grifos, quimeras, gorgonas, etc.... (Figura 1). En algunos casos los animales y plantas representados eran los símbolos totémicos de la ciudad, el ejemplo más conocido es la lechuza que simboliza a la diosa Atenea, patrona y protectora de la ciudad de Atenas, y cuya representación –junto con una rama de olivo-, es característica de las monedas atenienses, e incluso aparece en la actual moneda griega de un euro.


Figura 1.- Representaciones de animales reales o ficticios en monedas griegas.

            Una de las figuras más interesantes y curiosas que podemos encontrar en la numismática griega es la planta de silfio, que aparece en las monedas emitidas en la región de la Cirenaica (que se corresponde con la actual Libia, Figura 2).


Figura 2.- Mapa de la provincia Cirenaica según Ptolomeo, mosaico representando a Cirene en la fuente Castalia, ruinas de Cirene y tetradracma mostrando una cabeza de león, la planta de silfio y su semilla

            El silfio, conocido también como “laser” en la literatura clásica, era una planta extinguida del género “Ferula” perteneciente a la familia de las “Umbelíferas”, de aspecto similar al apio y con racimos de pequeñas flores amarillas, sus semillas tenían forma acorazonada y aparecen representadas en las primeras emisiones hacia el año 500 a.C.. Esta planta era muy valorada en la antigüedad clásica (“digna de su peso en denarios”), debido a que su raíz aromática y resinosa se usaba como alimento, como condimento y también por las propiedades medicinales de su jugo (denominado sirpe, laser o laserpicium) en remedios contra la tos, fiebre y dolores. El naturalista Plinio el Viejo le atribuye propiedades contra la lepra o la caída del cabello, así como antídoto contra algunos venenos, también se utilizaba como anticonceptivo, dado que posiblemente tenía propiedades abortivas.


Figura 3.- Antigua emisión de Cirenaica del 525-480 a.C.  donde se representa a la ninfa Cirene sentada mostrando la planta de silfio.

            Esta peculiar especie era en realidad un endemismo, que crecía exclusivamente en una reducida franja costera de la Cirenaica. Los griegos creían que esta planta era un regalo del dios Apolo, que había surgido tras una intensa lluvia que tuvo lugar en el siglo VII antes de nuestra Era, en las fechas de la fundación de la colonia griega de Cirene, que dio su nombre a la región circundante, sin embargo, existen evidencias de su utilización también en el antiguo Egipto.

            La economía de la región dependió durante mucho tiempo del comercio de esta preciada planta silvestre, y en el siglo primero antes de Cristo se realizaron en Roma grandes importaciones de este preciado vegetal, de forma que cuando el año 49 a.C Cesar vació el tesoro público de la ciudad, halló en él casi media tonelada de esta valiosa especie. Sin embargo, desgraciadamente, la planta de silfio no pudo cultivarse en suficiente cantidad, ni trasplantarse a otras regiones, de forma que este vegetal, considerado como “el más precioso regalo que la naturaleza ha dado al hombre”, en palabras del naturalista romano Plinio, terminó por desaparecer en el siglo primero de nuestra era, debido por una parte a la sobreexplotación, posiblemente también por la introducción de ganado en la zona, o por cambios en la climatología de la región.


Figura 4.- Diferentes formas de representar el Silfio en las acuñaciones griegas de Cirenaica. En las monedas de un dracma y hemidracma representadas, aparece una figura acorazonada que ha sido interpretada como la semilla de la planta.

            La última referencia que nos ha llegado del silfio, es la de un ejemplar que fue solemnemente presentado ante el emperador Nerón. Como podemos ver, ahora que está tan de moda la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies, hace casi dos milenios ya se producían desapariciones de especies, algunas de gran importancia económica como el silfio.

            En tiempos de  Marco Gavius Apicio (siglo I de nuestra Era), autor del primer libro de recetas culinarias conocido “De re coquinaria”, esta especie estaba prácticamente extinguida y lo que se cita como silfio (libros III y IV.1) debe ser en realidad un sustituto, la gomorresina de una planta similar denominada “Ferula assafoetida” que crece en Persia y Armenia, de sabor amargo y desagradable olor (se la denomina vulgarmente “estiercol del diablo”), y que sin embargo era muy apreciada en la cocina romana, distinguiéndose el “laser parthicum” llamado también “laser syriacum” y el cirenaico, este último más antiguo y que fue progresivamente desplazado por el láser parto, más abundante y barato.
            La especie “Ferula assafoetida” (como su nombre científico indica) tiene un olor apestoso, pero en pequeñas cantidades actúa como potenciador del sabor de los alimentos, y todavía se comercializa en la India con la denominación de “hing”.


Figura 5.- Planta de “Ferula assaofoetida” y preparado comercial de la misma.




viernes, 1 de enero de 2016

Una moneda de un billón de marcos. La moneda inflacionaria.

Una moneda de un billón de marcos. La moneda inflacionaria. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 56(1075) (Mayo 2000): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.

Es normal que los estados modernos acuñen piezas de gran tamaño y valor, utilizadas más como objetos decorativos y de prestigio, que como medio de pago. Esta costumbre que se remonta a tiempos antiguos, fue revivida en la Edad Media con la acuñación de espectaculares monedas como la dobla de diez doblas acuñada en tiempos de Pedro I de Castilla, las monedas de 20 excelentes de los Reyes Católicos, y ya en época moderna, las impresionantes emisiones de cien ducados de oro emitidos en Zaragoza por Juana y Carlos I, el centén o cien escudos de oro de Felipe IV o los cincuentines de plata de Felipe III y Felipe IV.

Sin embargo, y aunque pudiera parecerlo, no es éste el caso de la moneda de un billón de marcos emitida en Alemania (concretamente en Westfalia) en 1923. Se trata del más claro ejemplo de un dramático proceso inflacionista, que desembocó en la total ruina económica del estado europeo, hasta hacía poco tiempo, más poderoso de Europa (Figura 1).


Figura 1.- Monedas y billetes inflacionarios alemanes de 1923 por valor de millones y billones de marcos.

La historia de una hiperinflación que aún causa asombro a los estudiosos e investigadores de la historia económica comienza tras el armisticio que pone fin a la primera guerra mundial. Si bien es cierto que el fenómeno de la inflación es algo muy antiguo, ya experimentado en el siglo III de nuestra Era con el hundimiento del sistema monetario romano, y posteriormente puesto de manifiesto primero durante la Edad Media con la moneda de Castilla (el maravedí) y en época moderna con la crisis del vellón castellano -experimentada durante la primera mitad del s. XVII- o con la inflación causada por los “asignados” emitidos en tiempos de la revolución francesa, nunca anteriormente había alcanzado el nivel que tuvo en la Alemania de postguerra.

Como referencia podemos dar unos datos de la cotización de un dólar americano en marcos alemanes durante este período:

Enero 1919                 1 dólar americano= 7,95 marcos alemanes
Junio 1919                  1 dólar americano= 13,32 marcos alemanes
Enero 1920                 1 dólar americano= 49,8 marcos alemanes
Junio 1920                  1 dólar americano= 39,25 marcos alemanes
Enero 1921                 1 dólar americano= 74,5 marcos alemanes
Junio 1921                  1 dólar americano= 63,37 marcos alemanes
Enero 1922                 1 dólar americano= 186,75 marcos alemanes
Junio 1922                  1 dólar americano= 7.650 marcos alemanes
Enero 1923                 1 dólar americano= 7.260 marcos alemanes
Junio 1923                  1 dólar americano= 7.650 marcos alemanes
Agosto 1923               1 dólar americano= 1.100.000 marcos alemanes
Septiembre 1923         1 dólar americano= 9.700.000 marcos alemanes
1 Octubre 1923                       1 dólar americano= 242.000.000 marcos alemanes
10 Octubre 1923         1 dólar americano= 2.975.000.000 marcos alemanes
19 Octubre 1923         1 dólar americano= 12.000.000.000 marcos alemanes
31 Octubre 1923         1 dólar americano= 72.500.000.000 marcos alemanes
1 Noviembre 1923      1 dólar americano= 130.000.000.000 marcos alemanes
10 Noviembre 1923    1 dólar americano= 630.000.000.000 marcos alemanes
20 Noviembre 1923    1 dólar americano= 4.200.000.000.000 marcos alemanes.

En esta tabla puede apreciarse cómo la crisis de la moneda alemana se acentuó durante la segunda mitad del año 1923, como consecuencia de la ocupación del Ruhr por Francia, y lo más angustioso para la población es que la subida de los precios iba paralela a la cotización del dólar. Evidentemente era imposible acuñar moneda a la velocidad requerida por este proceso hiperinflacionista, lo que se emitían eran billetes, para lo cual trabajaban día y noche 30 fábricas de papel y hasta 1.723 prensas, emitiéndose billetes por parte del Reichsbank (banco oficial) y por  comunidades y regiones que fabricaban frenéticamente billetes de emergencia.

En las fábricas los salarios se abonaban al día. A las once de la mañana, y sobre un camión cargado de billetes, el cajero leía los nombres de los operarios e iba arrojando paquetes de papel moneda con valores millonarios. Tan pronto se retiraba el dinero, los obreros se lo entregaban a sus familiares que esperaban en el exterior de la fábrica y acudían a las tiendas más próximas, a gastarlo inmediatamente, adquiriendo lo primero que encontraban, fuera lo que fuera. Un café que costaba cinco mil marcos, a los pocos minutos valía catorce mil, y una carretilla cargada de billetes apenas si servía para comprar el periódico (Figura 02).


Figura 02.- Imágenes de la época mostrando a un empleado municipal barriendo en las calles billetes de banco, y su uso como combustible en una estufa.

En este contexto es lógico que no se emitiera moneda metálica, y tan sólo se utilizaran billetes (más fáciles de fabricar). Excepcionalmente se acuñaron monedas con valores millonarios, si bien no llegaron a circular, como la de un billón de marcos (Figura 1), que en realidad en otoño de 1923 valía menos de 25 centavos de dólar.

Esta hiperinflación se dio también en Rusia, aunque por otros motivos, y tras la segunda guerra mundial, se repitió el proceso en algunos países como Hungría y Grecia. En tiempos más recientes muchos países (en Sudamérica: Bolivia, Perú, Nicaragua, Argentina....; en Europa los  países surgidos tras la desaparición de la antigua Yugoslavia y la Unión Soviética) han sufrido y todavía algunos sufren este demoledor proceso que desemboca inevitablemente en la ruina económica nacional. Sin embargo es esperanzador el ejemplo alemán, en el que tras el huracán inflacionista siguió el milagro del Marco-renta (Rentenmark) iniciado a finales de 1923, con una paridad de 1 rentenmark= mil millones de antiguos marcos, y que consiguió estabilizar la maltrecha economía alemana.

*Nota adicional: La política de recortes, mantenida por las autoridades europeas ante la última crisis económica, tiene su origen en la actitud de Alemania, contraria a la puesta en circulación de masa monetaria, por el recuerdo –aún vigente- de la grave crisis que provocó la hiperinflación de los años 20 del pasado siglo. Por el contrario, la respuesta de los Estados Unidos frente a la crisis de fabricar más moneda, ha permitido una rápida recuperación de su economía sin caer en la temida inflación.

Bibliografía reciente: A. Sferrazza (2016): “Money for nothing” ou quand l’argent ne vaut plus rien. Buletin Numismatique n. 149: pp. 22-26.