lunes, 15 de febrero de 2016

La teoría del "Comercio silencioso", realidad o mito.

La teoría del “Comercio silencioso”, realidad o mito. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 65(1175) (Junio, 2009): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica.


            Durante muchos siglos, antes de la aparición de la moneda metálica en los siglos VIII-VII antes de nuestra Era en Asia Menor, existió un activo comercio interno e internacional, que en la actualidad nos resulta difícil comprender sin la utilización de la moneda económica convencional.

            El mejor exponente documentado de este comercio lo tenemos en los pueblos fenicios (Figura 1), experimentados navegantes que obtuvieron mediante el trueque grandes riquezas (oro, marfil, pieles...) a cambio de modestas mercancías (cerámicas, ungüentos, vino...). Este intercambio adoptaba una forma peculiar en el litoral atlántico africano descrita por Herodoto (IV,196) como “comercio silencioso”, en el cual los comerciante cartagineses depositaban sus productos en una playa cercana a un poblado, los nativos acudían y depositaban a su vez el oro, los cartagineses regresaban y si consideraban adecuada la cantidad dejada en contrapartida, los retiraban y se marchaban, pero en caso de considerarla insuficiente, no se recogía, retornando a sus naves a la espera de que los nativos incrementaran la cantidad depositada, y así hasta llegar a un acuerdo entre ambas partes. Este mecanismo se siguió empleando en África por parte de los comerciantes árabes para obtener oro durante la Edad Media, e incluso en tiempos posteriores (Bovill, 1929; Farias, 1974), también se ha descrito este tipo de “comercio silencioso” en China y entre los pueblos precolombinos (Chibchas colombianos, Perú...). La utilización frecuente de determinados lugares costeros donde se producía este intercambio, dio lugar a la aparición de los primitivos “emporios” o puertos comerciales, que según algunos autores, fueron los puntos clave del desarrollo de la economía mundial en la era precolonial, superando en importancia a los lugares de mercado (Polanyi, 1963).



Figura 1.- Las monedas fenicias frecuentemente presentan imágenes de embarcaciones.
a: Sidón, tetrashekel, s. IV a.C.; b: Biblos, dishekel, s. IV a.C.; c: Sidón, medio shekel, s.V a.C.


            La explicación de cómo se originó este peculiar mecanismo de intercambio “silencioso” es fácil de entender. En la relación del primer viaje en 1568 a las Islas Salomón (Pacífico Sur) del español Álvaro de Mendaña (Figura 2), tenemos un buen ejemplo de lo que ocurre cuando se ponen en contacto dos culturas completamente diferentes:

...vino al puerto, un tauriqui que se dice Bene, que tiene su asiento a la parte del poniente de esta isla, y estando yo oyendo misa en tierra, llegó con quince canaluchos llenos de gente, bien abastecidos de sus aras, y me envió un cuarto de carne humana, que parecía ser de muchacho, y con él unas raíces de binahu y me dijo en su lengua “Naleha” “naleha”, que quiere decir cómelo. Yo recibí el presente y me pesó mucho de que tuviesen en aquella tierra tan perniciosa costumbre.... y mandé hacer un hoyo a la lengua del agua y en presencia suya hice enterrar el cuarto y le dije en su lengua: “Teo naleha arra” que quiere decir “yo no lo como” a lo cual estuvo muy atento, y viendo que habíamos tenido en poco su presente, como hombres corridos o agraviados se echaron todos de pechos sobre los canaluchos y las cabezas bajas se hicieron a lo largo y se fueron

Saltando a tierra el general... los indios decían por señas a los nuestros que se volviesen, y viendo no querían, fue cosa notable de ver las bravuras que hicieron, visajes, temblores y revolcar y escarbar la arena con los pies y manos, irse a la mar, echar agua por alto y otros muy extraños ademanes... tiraron muchas piedras, diciendo mate, mate. Matamos algunos de ellos con los arcabuces, con que se retiraron


Figura 2.- El canibalismo fue práctica común en algunos pueblos de las islas del Pacífico hasta mediados del siglo veinte. Incluso existen postales “turísticas” de comienzos del siglo XX con las imágenes de estas prácticas.

            En el primer caso vemos como los nativos obsequian a los españoles con un suculento trozo de cuerpo humano, se trataba de un valioso y preciado regalo culinario en señal de bienvenida, lógicamente no fue interpretado así por los europeos, que no tenían precisamente los mismos gustos gastronómicos. En el segundo caso los indígenas confunden a los visitantes con los espíritus de antepasados (tamate) realizando una serie de rituales para alejarlos, el resultado es una matanza de indígenas por parte de los arcabuceros españoles. Estas anécdotas explicarían y justificarían el peculiar comportamiento del “comercio silencioso”, donde se evita el contacto personal y con ello posibles equívocos que fácilmente pueden desembocar en una tragedia.


Figura 3.- Representación de Álvaro de Mendaña en una moneda conmemorativa de las Islas Salomón, acuñada en 1991.


            La interpretación “comercial” de los primitivos intercambios, sirvió de base al establecimiento en el siglo XIX del modelo del “Homo oeconomicus”, sin embargo los recientes estudios antropológicos muestran una situación más compleja, donde el individualista “homo oeconomicus” es sustituido por un sofisticado sistema de relaciones sociales, donde se realizan intercambios de regalos (no de mercancías). Las principales diferencias entre el “comercio” y el “intercambio de regalos” pueden sintetizarse de la siguiente forma (según Van Baal, 1976):
 :
                        Comercio                                                       Intercambio de regalos

Se realiza entre “iguales” (igual rango social).                                             Los participantes no siempre son iguales.
Las relaciones sociales finalizan al terminar el intercambio.                    Las relaciones sociales se potencian tras el intercambio.
El objetivo son los bienes del otro.                                                                 El objetivo es el otro.
Los bienes intercambiados frecuentemente son poco valiosos.               Los bienes intercambiados frecuentemente son  valiosos.
No existe la obligación de comerciar o aceptar una oferta.                      Obligación de aceptar y realizar obsequios.
Contratos (relaciones comerciales) protegidos por la ley.                          Intercambio de regalos no protegido por la ley.
El comercio no establece un vínculo entre los participantes.                 Se establece un vínculo que convierte a los participantes     en socios.

Bibliografía:

Bovill, E.W., 1929. The Silent Trade of Wangara. J. Royal African Soc. 29(113): 27-38.
Farias, P.F. de Morais, 1974. Silent Trade: Myth and Historical Evidence. History in Africa I: 9-24.
Polanyi, K., 1963. Ports of Trade in Early Societies. The Journal of Economic History 23(1): 30-45.





lunes, 1 de febrero de 2016

Una especie en peligro de extinción representada en la moneda griega: la "foca monje".

Una especie en peligro de extinción representada en la moneda griega: La “foca monje”. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1147) (Diciembre 2006): pp. 52-53.

Miguel Ibáñez Artica.

            La polis griega de Focea, una de las doce ciudades Jonias situada en el golfo de Esmirna, hacia el siglo séptimo antes de nuestra Era, comenzó a desarrollar una estrategia expansionista enviando colonos, que se asentaron por todo el Mediterráneo, dando lugar a importantes ciudades como Ampurias o Marsella* (Figura 1).


Figura 1.- Colonias focenses del Mediterráneo.

            Focea fue fundada hacia el siglo VIII a.C. con los habitantes de la región periférica de la Fócida, expertos navegantes y constructores de barcos, perfeccionaron las técnicas de construcción naval utilizadas por los cretenses y después por los fenicios, y un siglo más tarde comenzaron a organizarse desde la ciudad numerosas expediciones con el fin de colonizar nuevas regiones. Según cuenta el historiador Herodoto, los focenses utilizaban enormes navíos de cincuenta remos, capaces de albergar cada uno unas quinientas personas, extendiendo así su influencia por todo el litoral mediterráneo, atravesando incluso el Estrecho de Gibraltar y penetrando por el valle del Guadalquivir hasta la mítica Tartesos. Fundaron tres colonias en el Mediterráneo Ibérico, Ampurias, Mainake (Málaga) y Hemeroskopeion, ubicada posiblemente en el Peñon de Ifac (Denia). Eran famosas sus espadas, escudos y armaduras de hierro, y también se da la circunstancia de que Focea fue la segunda ciudad en Grecia (después de Miletos) que acuñó moneda hacia el 630 a.C.

            Sin embargo, la independencia de la próspera ciudad duró poco, y cuando Ciro el Grande, rey de los persas, propuso la sumisión de las ciudades griegas del Asia Menor, solamente Miletos aceptó, en consecuencia, el general persa Arpagos fue destruyendo una por una las restantes ciudades, en el año 545 a.C. le tocó el turno a Focea que fue arrasada, si bien previamente sus habitantes habían huido en masa a las colonias de Masalia (la actual Marsella) y Alalia (actualmente Aleria en Córcega).

El emblema de la ciudad de Focea era la foca monje (de aquí viene precisamente la palabra “foca”), muy frecuente en aquella época en todas las costas del Mediterráneo, y así aparece representada en las raras monedas emitidas en la ciudad (Figura 2). Sin embargo las diferentes colonias que fueron fundando los griegos focenses se constituían como ciudades-estado independientes, aunque adoptasen muchas instituciones de la metrópoli, y también eligieron otros símbolos para sus monedas (el toro en Marsella, el pegaso en Ampurias...). Así, cuando la ciudad desapareció dramáticamente en el 545 a.C., se extinguió también la presencia simbólica de la foca en sus monedas.


Figura 2.- Estáteras y fracciónes de estátera de Focea, 600-520 a.C.

            Como si fuera un mal presagio, dos mil quinientos años más tarde, lo que está a punto de desaparecer es la foca del Mediterráneo o “foca monje”, de la cual quedan tan sólo unos pocos ejemplares en la actualidad, amenazados por las redes de los pescadores y la contaminación.

            Aunque la foca ha sido capturada por el hombre desde la antigüedad, para aprovechar su piel, su carne, la abundante grasa que servía para alimentar las lámparas de aceite y también con fines medicinales, para curar el insomnio (se pensaba que las focas eran muy dormilonas por naturaleza), y a pesar de que su población fue reducida drásticamente e tiempos del Imperio Romano y de ser también capturada durante la Edad Media, la expansión de la pesquería industrial y la contaminación generada a lo largo del siglo XX, están a punto de hacer desaparecer de la faz de la Tierra esta simpática especie de mamífero marino, de la que actualmente tan sólo quedan dos poblaciones importantes, una en el Mediterráneo oriental y otra en la costa atlántica del noroeste africano, que en la actualidad suman un total de 300 a 500 ejemplares.

            Su nombre científico es “Monachus monachus”, y llega a alcanzar los 2,4 metros de longitud con un peso que supera los 300 kilos (Figura 3). Esta singular especie ha sido expulsada por el hombre de sus lugares de cría y en la actualidad solamente se reproduce en apartadas y remotas islas deshabitadas. Tanto los machos como las hembras alcanzan su madurez sexual a los 5 o 6 años y las crías nacen entre septiembre y octubre, abandonan la lactancia materna a las 16 semanas para comenzar a alimentarse de peces y cefalópodos (pulpos), pudiendo alcanzar una longevidad de 30 a 40 años.


Figura 3.- Foca Monje o foca del Mediterráneo y distribución geográfica actual de la especie.

            La foca del Mediterráneo, además de aparecer representada en las antiguas monedas focenses, también figura en otras emisiones más modernas, como por ejemplo la de 100 escudos acuñada por el banco de Portugal en conmemoración de la “Expo 92” (Figura 4a), en la de un millón de liras de 1996 acuñada en Turquía (Figura 4b), en la moneda de 10 “lev” emitida en Bulgaria en 1999 (Figura 4c) y por último en la pieza de una libra de Chipre, fabricada en el año 2005 (Figura 4d).


Figura 4.-
a: Moneda portuguesa de 100 escudos de 1992; b: Moneda turca de un millón de liras de 1996; c: Moneda de 10 “lev” de Bulgaria, año 1999; d: Moneda de una libra de Chipre del 2005.


*Dominguez Monedero, A.J., 1985. Focea y sus colonias: a propósito de un reciente coloquio. Gerión. Revista de Historia Antigua 3: 357-377