miércoles, 15 de julio de 2015

Monedas radioactivas.

Monedas “radiactivas”. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1169) (Diciembre 2008): pp. 42-43.

Miguel Ibáñez Artica.


            La radiactividad, se considera hoy en día como algo peligroso y potencialmente dañino, pero esta percepción no siempre ha sido así. A comienzos del siglo XX, a los pocos años de descubrirse esta propiedad que presentan algunos elementos naturales como el Radio, las sustancias radioactivas se pusieron de moda utilizándose indiscriminadamente en todo tipo de productos, atribuyéndoles propiedades mágicas y curativas. Las aguas minero-medicinales incluían en su publicidad la dosis radioactiva que portaban, se fabricaban pinturas fluorescentes, cremas de belleza, anticonceptivos y ungüentos radioactivos, y nadie parecía hacer caso a las advertencias de unos pocos científicos que alertaban de la peligrosidad del uso indiscriminado de estas sustancias. Todavía a comienzos de los años 50 del siglo XX, se publicaban en prestigiosas revistas, artículos sobre los “beneficios” para la salud de un peligroso gas radioactivo, el radón.

            Durante esta década de los 50, el reactor nuclear de Oak Ridge (Tennesse, EEUU), fue el mayor productor del mundo de elementos radioactivos artificiales, obtenidos al bombardear diferentes sustancias con un chorro de neutrones, y una de las actividades divulgativas realizadas como publicidad en el Museo Americano de Energía Atómica, fue la de bombardear con neutrones pequeñas monedas en circulación, convirtiéndolas así en “monedas radioactivas”, que los visitantes podían llevarse a casa como recuerdo (Figura 1).


Figura 1.- Acuñación de “Monedas radioactivas”, y Mis Universo recibiendo una como recuerdo de su visita en 1966 al Museo de Energía Atómica.

            Un artículo de prensa del año 1954 señalaba: “Una de las actividades más populares del Museo Americano de Energía Atómica es el irradiador de “dimes” (pequeñas monedas americanas de diez  céntimos de dólar). Hasta la fecha se han irradiado más de 250.000 monedas, encapsuladas en plástico y devueltas a sus propietarios como souvenirs. La irradiación se realiza de la siguiente forma: En un recipiente de plomo se colocan una mezcla de antimonio radioactivo y berilio. Los rayos gama del antimonio son absorbidos por los átomos de berilio que a su vez expulsa a los neutrones. Estos neutrones no tienen carga eléctrica y penetran en los átomos de plata de la moneda, convirtiendo la plata normal 109 (masa atómica) en plata 110 radioactiva. Tras su irradiación, la moneda se coloca en un recipiente de plomo donde se mide su radiactividad con un contador Geiger, entonces se encapsula la moneda. La plata radioactiva que tiene una vida media de 22 segundos desaparece rápidamente transformándose en cadmio 110, solamente una pequeñísima fracción de átomos de plata permanece radioactiva.”

            Estas monedas irradiadas tienen una composición de un 90% de plata y un 10% de cobre, y esta plata está compuesta a partes iguales de plata 107 y plata 109, el problema es que parte de la plata 107 se transforma en plata 108, cuyo período de semidesintegración es de ¡400 años!.

            Esta fabricación de “monedas radioactivas” comenzó su declive a partir de 1964, cuando finalizó en Estados Unidos la circulación de monedas de pequeño valor en plata, metal que fue sustituido por cuproníquel, aunque durante los años siguientes el Museo consiguió aprovisionares de las antiguas monedas suministradas por los bancos locales, con la intención de prolongar la vida de este programa publicitario. Se calcula que entre 1949, cuando comenzó esta actividad, y 1967, se irradiaron aproximadamente un millón de monedas.

            Sin embargo, la opinión generalizada de que las bajas dosis de radiación eran inofensivas, había cambiado ya radicalmente a partir de un dramático suceso conocido como el de las “chicas del radio” (Figura 2). Estas muchachas, eran trabajadoras de una fábrica de Orange (New Jersey) que se dedicaba a pintar con una sustancia “Undark” las manillas de relojes y despertadores, de forma que éstas fueran visibles durante la noche. Ello era debido a la presencia en la pintura de un elemento altamente radioactivo, el radio.



Figura 2.- Las “Chicas del radio” trabajando en una fábrica de la “U.S. Radium Corporation” y publicidad de los relojes con agujas radioactivas.

          Las muchachas realizaban este trabajo manualmente con ayuda de finos pinceles, y frecuentemente se los llevaban a la boca para, con la saliva, “afilarlos”, e incluso muchas de ellas se pintaban los labios y las uñas con este producto de propiedades sorprendentes, ya que brillaba en la oscuridad con una intensidad y color parecido al de la luz de la Luna. Esto provocó que muchas de ellas murieran y otras sufrieran diversas enfermedades como anemias, cáncer, necrosis mandibular, etc..., estableciéndose un largo y popular debate jurídico, cuyo resultado obligó a la empresa a abonar indemnizaciones, que constituyeron un precedente en la legislación laborar mundial.


Figura 3.- A la izquierda, diez monedas “irradiated dime” sobre un contador: vemos como marca muy poca radiación; a la derecha, un aparentemente inofensivo salero, que lleva un recubrimiento de esmalte fabricado con óxido de uranio, y que marca 1.700 cpm, mucho más que las monedas irradiadas (1).

            En la actualidad, se siguen bombardeando monedas con neutrones rápidos, pero en el campo de la investigación, y con una finalidad muy diferente, la de averiguar la composición metalográfica de la moneda mediante métodos no destructivos. Ello nos ha permitido por ejemplo, descubrir grandes variaciones en el contenido de plata que presentan los dineros y óbolos emitidos en Aragón y Navarra durante los siglos XI, XII y XIII (2).

(1). La compañía Homer Laughlin de Virginia, comenzó a fabricar cerámica esmaltada en 1936, utilizando óxidos y sales de uranio, que alcanzan un 14 % del peso del esmalte, para obtener unos hermosos colores rojo y anaranjado. Dado que este uranio podía ser utilizado en la producción de la bomba atómica, en 1943 el gobierno de Estados Unidos confiscó las existencias de este elemento, y la gama “Fiesta de color rojo” desapareció hasta 1959, cuando se reanudó la producción utilizando uranio empobrecido, que se mantuvo hasta 1973 en que el uranio dejó de utilizarse para este fin. Más información en:


(2) Ibáñez, M., 1998. Estudio metalográfico de monedas medievales: Reino de Pamplona/Navarra, siglos XI-XIII. Numisma 48(241): 59-93.


miércoles, 1 de julio de 2015

Ovnis y extraterrestres.


Ovnis y extraterrestres.
Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 69(1218) (Mayo, 2013): pp. 48-49.

Miguel Ibáñez Artica



            Hace varios años publicamos un par de artículos sobre “numismática extraterrestre”, en los que comentábamos las representaciones de meteoritos, considerados como piedras sagradas enviadas por los Dioses, que aparecen en varias emisiones de la antigua Grecia y Roma, así como algunas monedas modernas destinadas al mercado del coleccionismo numismático, que se fabrican incluyendo en ellas pequeños fragmentos de meteoritos. Estos tipos monetarios, aun resultando originales, no presentan ningún misterio.

Uno de los meteoritos más famoso en la Antigüedad era la “piedra negra” venerada en la ciudad Siria de Emesa, y que aparece representada en algunas monedas de Antonino Pío (138-161) y Caracalla (211-217). En tiempos del emperador Heliogábalo (218-222) fue solemnemente trasladada a Roma, figurando en los aureos, denarios y moneda de bronce de dicho emperador. Con anterioridad otro meteorito era venerado en Pafos (Chipre) en el templo de Afrodita, y aparece representado en emisiones de Augusto (27 a.C.-14 d.C.) y Septimo Severo (193-211 d.C.). También el emperador hispano Trajano (98-117 d.C.) acuñó en Siria monedas donde aparece representada la piedra sagrada del templo de Zeus Kasios.


Figura 1.- Jetones franceses con representaciones de “ovnis”.

            A diferencia de lo anteriormente expuesto, las figuras que presentamos, y que aparecen en algunos jetones franceses de la segunda mitad del siglo XVII, siguen representando a fecha de hoy un misterio. Existen dos tipos diferentes (Figura 1), en el primero de ellos, un objeto con forma de disco aparece flotando entre las nubes del cielo sobre un paisaje con colinas y montañas, y en el segundo, es atacado con lanzas o flechas. Del primer tipo existen varios anversos: con el busto del monarca Luís XIV, fechado en 1656, del mismo año para la Cámara de Comptos de Normandía, y otro sin fecha donde aparecen unas flores de lis bajo la lluvia (Figura 4). El segundo tipo fue emitido por el duque de Enghien, con motivo de la petición de nuevos recursos para la guerra en 1648 a los Estados de Borgoña. El especialista F. Feuardent a comienzos del siglo XX, se limita a describir escuetamente estos elementos como “escudos celestiales”.

            La similitud entre estos objetos y los enigmáticos “platillos volantes” es evidente (Figura 2), y por este motivo, estos singulares jetones se han utilizado en numerosas publicaciones esotéricas de “ufología” como prueba y argumento de la presencia de ovnis en diferentes épocas históricas del pasado. Si a esto añadimos la leyenda que aparece en el primer tipo “OPPORTVNUS ADEST”: “Está presente en el momento oportuno”, o “Ayuda en el momento oportuno”, ya tenemos todos los ingredientes para cocinar un sinfín de elucubrativas teorías sobre la visita de ovnis y extraterrestres.


Figura 2.- Representación convencional de un “Platillo volador” u “Ovni”.

            Otras hipótesis más realistas interpretan estas enigmáticas figuras como la rueda del carro que subió al profeta Ezequiel al cielo, o el escudo protector de Júpiter de la mitología romana, tan utilizada en los jetones franceses de los siglos XVI y XVII. Cuenta la leyenda que Numa Pompilio, segundo rey de Roma, consultó a Júpiter cómo podía defenderse de sus rayos, a cambio del secreto Jupiter le pide un sacrificio humano, a lo que el prudente rey se niega, pero gracias a su ingenio consigue que Júpiter le prometa revelarle el secreto.

            Tras convocar solemnemente a los representantes del pueblo, al día siguiente una gran cantidad de rayos surcaron el cielo con estruendo, y un escudo oval cayó a los pies del rey. Júpiter anunció a los romanos que nunca tendrán que temer a sus enemigos mientras conserven y protejan el sagrado escudo. En agradecimiento, el rey ordenó sacrificar una joven, y ante el miedo de que alguien pudiera robarlo, mandó fabricar once copias idénticas, que serían paseadas durante la festividad anual del día dos de marzo. Según los autores clásicos, el gobierno del mundo está destinado a la ciudad que conserve dicho escudo.

            Así pues, una probable explicación a estas enigmáticas imágenes es, en el primer caso: el escudo de Júpiter aparece entre las nubes y cae a la tierra, y en el segundo tipo: si invertimos la figura, podemos ver cómo el escudo protege la tierra de los rayos que salen de las nubes del cielo (Figura 4). La única objeción que puede hacerse es que el ancile, el famoso escudo protector de Júpiter es ovalado con dos escotaduras laterales, y el que se representa en los jetones es una rodela perfectamente circular, similar a la que aparece en algunas representaciones pictóricas de la época (Figura 3).


Figura 3.- Representación de San Miguel con rodela.

            Sean lo que sean estos singulares objetos, lo que está claro es que a fecha de hoy, siguen siendo unos “objetos voladores no identificados”, es decir, unos auténticos “OVNIS”.


Figura 4.- Diferentes emisiones de los “Jetones del Ovni”.

            Como esotérico-satírico colofón, citaremos unas moneditas, imitaciones de los cuartos de dólar americanos, alusivos al Área 51 de Nevada y a Roswell en Nuevo México, que presentan imágenes caricaturizadas de alienígenas (Figura 5), y que se venden a los turistas que acuden a estas zonas, atraídos por las numerosas leyendas que genera la “teoría de la conspiración”, en relación con los visitantes extraterrestres.


Figura 5.- Tokens satíricos americanos con representaciones de extraterrestres.