viernes, 30 de enero de 2015

Aportaciones numismáticas en la obra de Marco Polo.

Aportaciones numismáticas en la obra de Marco Polo:


I: El papel moneda en la corte del Gran Kan. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1164) (Junio 2008): pp. 44-45.
II: Cauris y monedas de los muertos. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1166) (Septiembre 2008): pp. 44-45.
III: Monedas de sal, de pieles y tarjas. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 64(1167) (Octubre 2008): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.

I: El papel moneda en la corte del Gran Kan.


         El libro de viajes más conocido y leído a lo largo de la historia es el que escribió el comerciante veneciano Marco Polo en el siglo XIII, en plena Edad Media (Figura 1), donde narra minuciosamente sus viajes a China y su larga estancia en la corte del emperador mongol Kublai Kan, conocido popularmente como Gran Kan, dueño en esa época de un inmenso imperio. Durante la estancia de Marco Polo en la cárcel de Génova, donde fue encerrado en 1298 tras ser capturado en un encuentro naval entre barcos genoveses y venecianos, enemigos y competidores en esta época, dictó su obra a su compañero de celda, un escritor llamado Reustichello de Pisa. El manuscrito fue posteriormente corregido y ampliado por el autor tras su salida de la cárcel y en él nos narra sus viajes iniciados en 1271, describiendo los países que visita, sus ciudades, gentes, costumbres e historia.


Figura 1.- Representaciones medieval y moderna de Marco Polo.

            Entre la multitud de datos e informaciones que nos aporta el viajero veneciano, se incluyen algunas de contenido numismático que pasaremos a comentar. En primer lugar, un hecho que sorprende a Marco Polo, y le parece mágico, es la utilización del papel moneda, mencionado en numerosas ocasiones en su libro de viajes (Figura 2), señalamos la principal cita al respecto:


Figura 2.- Fabricación de billetes en la corte del Gran Kan, según un manuscrito medieval.


Libro II, XCVII. De cómo el Gran Can hace gastar papel por dinero.

                “”””Es cierto que la moneda del Gran Señor está en esta ciudad de Cambaluc (actual Pekín), y montada de tal manera que puede decirse que el Gran Can domina perfectamente la alquimia; y os lo demostraré.

                Sabed que ordena hacer una moneda cuya forma es la que voy a deciros: hace coger a varios hombres cortezas de esos árboles que nosotros llamamos moreras y que ellos llaman “gelsus”, esos cuyas hojas comen los gusanos que hacen la seda, de los que hay tantos que todos los campos están llenos. Cogen la piel delgada que hay entre la espesa corteza exterior y la madera, y que es blanca; de esta delgada piel les manda hacer hojas semejantes a las del papel algodón, y son completamente negras. Y cuando están hechas las hace cortar de la siguiente manera: la más pequeña vale entre ellos aproximadamente la mitad de un pequeño “tornesel”(1) y la siguiente, algo mayor, un “tornesel”; la siguiente, aún algo mayor, medio grueso de plata de Venecia; la siguiente, un grueso de plata; la siguiente, dos gruesos; la siguiente cinco gruesos, la siguiente diez gruesos, la siguiente un besante de oro, y la siguiente dos besantes de oro, y así hasta diez besantes de oro. Todas estas hojas reciben el sello del Gran Señor, sin lo cual no valdrían nada. Se fabrican con tantas garantías y formalidades como si fuera oro puro o plata, porque muchos oficiales nombrados para esto escriben su nombre en cada billete, y ponen cada uno su marca, y cuando todo está hecho como se debe, su jefe, comisionado por el señor, imprime con  cinabrio el sello que le está confiado y lo apoya sobre el billete; y la forma del sello humedecido de cinabrio queda impresa; entonces esa moneda es válida. Y si a alguien se le ocurriese falsificarla, sería castigado con la pena capital hasta la tercera generación. Se imprimen distintas marcas según el destino del billete. Y manda hacer tan gran cantidad de ellos, que podría pagar todos los tesoros del mundo, y esto no le cuesta nada.

                Y cuando estas hojas están hechas de la forma que os he contado, manda hacer todos sus pagos y los hace distribuir por todas las provincias y reinos y países de los que es dueño; y nadie se atreve a rechazarlos, porque le costaría la vida. Y nadie de los demás reinos  puede dar otra moneda en los territorios del Gran Can. Y os diré también que todas las gentes y grupos de hombres que viven bajo sus leyes cogen gustosamente estas hojas como pago, porque, por donde quiera que van, hacen con él todos sus pagos por los géneros y las perlas, las piedras preciosas, el oro y la plata, y por todas las demás cosas que se llevan, compran o venden, cualquiera que sea su valor, como si realmente fueran oro o plata. Y os diré más incluso: son tan ligeras que la hoja que vale diez besantes no pesa siquiera uno...
               
                ...Y también os digo otra cosa que conviene contar. Quien conserva estas hojas tanto tiempo que se desgarran y estropean –aunque son muy duraderas-, las lleva a la Moneda donde le son cambiadas por otras limpias y nuevas, pero debe dejar el tres por ciento al Tesoro. Y también os diré un hecho curioso, que conviene poner en nuestro libro. Si un hombre desea comprar oro o plata, o piedras preciosas o perlas para hacerse vajilla, cinturón u otras cosas hermosas, se va a la Moneda del Gran Señor con algunas de estas hojas, y las da en pago del oro o de la plata que compra al Jefe de la Moneda. En resumen, no se paga jamás con oro ni con plata, los ejércitos y los funcionarios son pagados con esta moneda de papel, de la que tiene tanta cantidad como le place.””””


Figura 3.- “Torneseles” venecianos del s. XIV.

                Como otros muchos avances técnicos (pólvora, papel, imprenta,...), los billetes de papel moneda se inventaron en China hacia el siglo noveno de nuestra Era (Figura 4). Surgieron como certificados de depósito que los bancos privados hacían al Gobierno, y con el respaldo del Estado, estos billetes tenían valor en todo el imperio, facilitando así el transporte del dinero de un lugar a otro. Finalmente, durante la dinastía Sung (960-1279 d.C.) se convirtieron en monopolio del estado, siendo un dinero crediticio, es decir respaldado por el oro y la plata acumulado en los tesoros reales. Sin embargo Marco Polo, no llega a comprender este hecho y nos presenta el papel moneda como dinero fiduciario, es decir como él mismo señala, producto de la “alquimia” o de la magia, sin embargo los variados billetes que circulaban en China y en los dominios del Gran Kan (el propio Marco Polo señala en numerosas ocasiones como rasgos fundamentales de los pueblos que visita, su religión y si utilizan o no papel moneda) estaban refrendados por la autoridad del emperador y por sus inmensos tesoros. Desgraciadamente, y a pesar de que se fabricaron centenares de millones de billetes de diferentes valores, debido a su delicada composición, no han sobrevivido al paso de los siglos y no han llegado hasta nosotros. En Europa, aunque ya existían “letras de cambio” desde la Edad Media, el billete de banco fue “inventado” en época moderna por Palmstruch, banquero de Amsterdam; poco después, el Banco de Estocolmo (Figura 5), ante una repentina devaluación del cobre, comenzó a emitir papel moneda, y algo más tarde, este sistema se popularizó en Gran Bretaña, culminando con la creación en 1694 del Banco de Inglaterra. La principal diferencia de estos nuevos billetes, es que a diferencia de la “letra de cambio” que tenía una vida limitada, el nuevo billete podía circular indefinidamente hasta que alguien se decidiera a cambiarlo por metal.



Figura 4.- Antiguos billetes chinos: en la parte superior un “kuan”, dinastía Ming, s. XIV, en la inferior, billetes de corteza de morera de la región de Xinjiang.



Figura 5.- Billete del Banco de Estocolmo.


II: Cauris y monedas de los muertos.


                En la obra de Marco Polo no solo se habla del papel moneda, también se recogen informaciones sobre otros elementos premonetarios circulantes en la época como las conchas de cauri (Figura 1), un pequeño caracolillo (de la especie Monetaria moneta) del grupo de las llamadas porcelanas -al recordar su concha a este material-, que se utilizó como moneda en China desde finales del tercer milenio a.C., constituyendo probablemente la primera moneda económica utilizada en forma masiva por la humanidad.

            Sobre este particular encontramos las siguientes referencias:

Libro II, CXIX. Donde se habla de la gran provincia de Caragián. (Al norte de Vietnam):

“””Tienen la moneda que voy a deciros: pagan con porcelana blanca, conchas que se encuentran en el mar, que se llevan al cuello como adorno y que se ponen de collar a los perros; ochenta porcelanas valen un saggio de plata, o sea dos gruesos de Venecia. Y sabed que ocho saggi de plata fina valen un saggio de oro fino.”””

Libro II, CXX, Donde todavía se habla de la provincia de Caragián.

“””También tienen por moneda las porcelanas de que os he hablado antes. Y yo os digo que estas porcelanas no se encuentran en el país, sino que proceden de la India, traídas por los mercaderes.”””

Libro II, CXXX. Donde se habla de la provincia de Tolomán.

“””También se encuentra oro suficiente, pero su calderilla es de porcelana, y de la manera que ya os he contado. Y también todas esas provincias de que se ha hablado, es decir, Bengala, Caugigú y Amú, tienen moneda de oro y de porcelana.”””


Libro III, CLXV. Donde se habla de la isla de Sondur y de la de Condur. (Del grupo Con Son, frente al delta del Mekong).

“””De este reino vienen todas las porcelanas que sirven de moneda a todas las provincias de que os he hablado.”””


Figura 6.-  Conchas de cauris chinas usadas como moneda hace más de tres milenios.

            La utilización de las conchas de cauri como moneda se remonta al año 2.200 a.C, a finales de la dinastía Xia. En China el cauri es el símbolo por excelencia de la riqueza, y la letra que lo representa (bei) aparece en numerosos caracteres relacionados con el concepto “valioso”, p. ej. en las palabras riqueza, tributo, precioso, recompensa, etc… En excavaciones arqueológicas, se han encontrado caurís desde el período Shang (1600-1050 a.C.), que se unían en ristras de diez (peng). En una inscripción de hacia el 1024 a.C. puede verse el precio de un recipiente, 14 peng, es decir 140 conchas. Así mismo en las prospecciones arqueológicas realizadas en los últimos años en las tumbas de los personajes importantes de la cultura Dian (1000 a.C. a 100 d.C.), han aparecido lujosas vasijas de bronce, profusamente decoradas, destinadas a almacenar los cauris utilizados como moneda, y estos recipientes constituyen en esta cultura el símbolo más importante de autoridad (Figura 7).


Figura 7.- Recipiente para guardar las conchas de cauris, cultura Dian (China).              

A finales del período Shang (hacia el año 1000 a.C.) la gran demanda de cauris hizo que se fabricaran en diferentes materiales como jade, con otras conchas recortadas dándoles la apariencia de cauris, en piedra, hueso, madera y bronce (Figura 8), de hecho estas imitaciones de bronce fueron la primera moneda metálica utilizada por la humanidad, varios siglos antes de que surgieran las primeras acuñaciones en Asia Menor y Grecia.


Figura 8.- Imitaciones de cauris, arriba en concha, abajo de bronce sobredorado.

Además de estas “monedas económicas”, ya en esta temprana época se fabricaban imitaciones en arcilla, con la finalidad de depositarlas en enterramientos, y constituyen el precedente más antiguo del “dinero de los muertos” o los “billetes del infierno” (Figura 9), utilizados aún hoy en día en los funerales budistas(2), costumbre que también es recogida en la obra de Marco Polo:

Libro I, LVIII. Donde se habla de la provincia de Tangut. (En la actualidad , las provincias de Kan-su y Ning-hit).

“””Y cuando llegan, sus parientes hacen recortar imágenes pintadas en hojas de papel de corteza de árbol, imágenes de caballos, de camellos, de carneros y de otros animales, y del papel que se usa para moneda, grandes como besantes.... todas estas cosas las arrojan al fuego y las hacen arder con el cuerpo, diciendo que en el otro mundo el muerto tendrá tantos esclavos, sirvientes, caballos y dinero y animales de carga y carneros como imágenes han quemado por amor a él en este lugar.”””


Figura 9.- Billetes del Infierno.


Libro II, CLIII. Donde se habla de la noble y magnífica ciudad de Quinsai. (Actual Hangzhu).

“””Y también os diré que tienen por costumbre que, cuando muere un hombre rico, cuando el cuerpo del muerto es llevado a quemar, todos los parientes, hombres y mujeres se visten de modo barato, de cañamazo en señal de luto, y van con el cuerpo; cogen entonces sus instrumentos de música y van tocando y cantando oraciones a los ídolos con voz dulce. Una vez llegados allí donde el cuerpo debe ser quemado, se detienen y mandan hacer caballos, esclavos hombres y mujeres, camellos, sillas, arreos, vestidos de oro y de seda, monedas de oro y plata en gran abundancia, cosas toda que hacen de papel. Cuando han hecho todo esto, lo prenden y queman el cuerpo con esas cosas diciendo que ese muerto tendrá todas esas cosas en el otro mundo, como alguien que vive en carne y hueso, así como la moneda de oro y los vestidos de oro y de seda. Una vez acabado el fuego, tocan todos los instrumentos con gran regocijo, cantando continuamente....”””

                Todavía en nuestros días se mantiene esta ancestral costumbre, y en la actualidad, en algunos funerales chinos celebrados en España, se queman unos “billetes del infierno”, donde figura el valor de 10.000 dólares, y cuyo aspecto imita al billete de un dólar americano, en la creencia que el difunto podrá disponer en la otra vida de este dinero simbólico (Figura 10).



Figura 10.- Incineración de billetes durante un funeral budista.


III: Monedas de sal, de pieles y tarjas.



                Para finalizar, comentaremos brevemente algunas “premonedas” citadas en la obra de Marco Polo (Figura 11), como las monedas de sal utilizadas en el Tíbet:


Figura 11.- Monedas de China y Mongolia con el retrato de Marco Polo.

Libro II, CXVI. Donde se habla de la provincia de Tebet (Tíbet, parte occidental del Szechwán).

                “””No tienen moneda de plata, ni de esos billetes del Gran Can, sino que hacen moneda de sal.”””

Libro II, CXVIII. Donde se habla de la provincia de Gaindú.

                “””En esta provincia tienen la moneda que voy a deciros. Sabed que tienen el oro en barras, que pesan en Saggi, y que evalúan al peso; se sirven para ello de fuertes sumas porque no tienen moneda acuñada. En cuanto a la calderilla, os hablaré de cómo es. Toman agua salada, la hacen hervir en un barreño, y, cuando ha hervido una hora, se espesa como pasta; entonces la meten en el molde y hacen panes parecidos a una hogaza de dos dinares, plana por debajo y redonda por arriba, de tal tamaño que puede pesar una media libra. Cuando están hechas, las ponen sobre piedras muy calientes junto al fuego, donde se secan y se ponen duras. Sobre esta especie de moneda ponen el sello del señor, y nadie puede hacerlo más que los oficiales del Señor. Algunos panes son de una libra, otros de media libra, otros de más, otros de menos, según su grosor y su peso en saggi. Ochenta sales semejantes valen un saggio de oro fino. Esa es su calderilla. Pero con esta moneda los mercaderes van en busca de las gentes que viven en las montañas salvajes, poco frecuentadas, y obtienen un saggio de oro por sesenta, cincuenta o incluso cuarenta de estas monedas de sal, según que las gentes del país estén en lugar más o menos salvaje, alejados de las ciudades y de las gentes civilizadas; como no pueden vender su oro o sus demás cosas, como el almizcle y todo lo demás, cada vez que quisieren, porque no tienen a quien vendérselo, lo ceden a buen precio; porque encuentran oro en los lagos y ríos como hemos dicho. Entonces van los mercaderes por esas montañas y localidades del Tebet donde se utiliza moneda de sal de la misma manera, y hacen grandes ganancias y beneficios, porque estas gentes ponen sal de esa en sus comidas, y también compran lo que necesitan. Pero en las ciudades utilizan casi únicamente fragmentos de esa moneda en sus alimentos, y gastan las monedas enteras.”””

            El empleo de la sal como moneda, se remonta a la antigüedad clásica, de hecho, parte de lo que recibían como paga los legionarios romanos, se abonaba en sal, elemento muy valioso en la época, no solo por su importancia en la dieta, sino sobre todo, porque resultaba imprescindible para conservar durante algún tiempo alimentos perecederos como el pescado y la carne. De esta utilización ha llegado hasta nosotros la palabra “salario”. Igualmente la sal se ha empleado como moneda (en este caso una sal potásica no apta para el consumo) por algunos pueblos indígenas de Papua (Figura 12a), y hasta hace relativamente poco tiempo en Etiopía se utilizaban barras de sal (“amole”) como moneda cotidiana (Figura 12b).



Figura 12.- a: Sal utilizada como moneda en Papúa-Nueva Guinea; b: Barras de sal “amole” usadas como moneda en Etiopía y bloque de sal utilizado en Malí.

            También encontramos alguna referencia a la utilización de pieles como moneda en algunas frías regiones del norte de Rusia:

Libro III, CCXX, Donde se habla de la provincia de Rosia y de sus gentes.

                “””Las grades piezas de monedas de estas gentes son barras de oro de medio pie de largas, cada una de las cuales vale quizá cinco céntimos de grueso (18 gruesos = un ducado veneciano). En cuanto a las monedas pequeñas, son cabezas de marta.”””

            Los ugrios y los samoyedos que habitan en las heladas regiones de Siberia  (“el valle de la oscuridad”) utilizaban las pieles de animales como monedas.

            También se recogen en el Libro de Viajes de Marco Polo algunas técnicas contables utilizadas también algo más tarde en la Europa medieval, como los “tally stick” ingleses o las “tarjas”, usadas en Navarra y País Vasco hasta el siglo XX (Figura 13) (3):

               


Figura 13.- “Tarjas” utilizadas como recibos de pago en Navarra y País Vasco.

Libro II, CXXI. Donde se habla de la gran provincia de Cardanán.

                “””Y cuando tienen algún negocio entre sí, y quieren levantar acta o contrato, toman un trozo de madera, bien redondo, bien cuadrado, y lo hienden por la mitad, y uno coge una mitad y el otro otra. Pero bien es verdad que antes han hecho en él dos o tres muescas, o las que quieran, marcando así el monto de la deuda. Y cuando llega el vencimiento, acercan los dos testigos, y las pequeñas marcas coinciden. Cuando ha pagado, el que debía el dinero se hace entregar la mitad del trozo que tenía el otro y de ese modo los dos quedan contentos y satisfechos.”””


NOTAS:

(1)  “Tornesel”: moneda veneciana que contenía cerca de medio gramo de plata, equivalente a cuatro denarios venecianos.

(2) Ver artículo del Eco Filatélico y Numismático de noviembre del 2001: Historias (monetarias) de difuntos: del óbolo de Caronte a los billetes del Infierno, pp. 44-45.


(3) Ver artículo del Eco Filatélico y Numismático de Junio del 2004: Monedas de madera primitivas: “Tukula” africana, proas de canoa de las islas Trobriand, monedas chinas de bambú, “tally sticks” europeos y “tarjas” del País Vasco y Navarra, páginas 46-47.

miércoles, 28 de enero de 2015

Cara y cruz de la moneda.

Cara y cruz de la moneda.
Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 66(1185) (Mayo 2010): pp. 42-43.

Miguel Ibáñez Artica.


            Los términos “cara y cruz” de una moneda, son una forma popular de expresar los conceptos de “anverso” y “reverso” comentados en un artículo anterior. Este vocabulario no forma parte de los tratados de numismática, sino que se refiere a la utilización de una moneda en un sencillo entretenimiento de azar, que consiste en lanzarla al aire, y donde las probabilidades de acertar el lado elegido son del 50%. Esta modalidad constituye una de las formas de juego más extendidas en todo el mundo y es utilizada de forma cotidiana (incluso para determinar la posición de los equipos en el campo durante los partidos de fútbol).

En castellano las palabras “cara” y “cruz” hacen alusión a las antiguas emisiones en cobre de los monarcas Borbones de la segunda mitad del s. XVIII y del s. XIX, donde aparecía el busto del rey en el anverso y la cruz de San Pelayo en el reverso. Pero también podemos encontrar variantes más arcaicas, por ejemplo en algunas zonas rurales del País Vasco, la expresión fosilizó mucho antes bajo la forma de “leon-kastillo”, en clara reminiscencia a las abundantes emisiones de maravedís de cobre, acuñados por los monarcas de la casa de Austria durante los siglos XVI y XVII, que llevaban en una cara la figura de un castillo y en la opuesta la de un león rampante (símbolos de Castilla-León) (Figura 1).


Figura 1.-      a: Moneda de ocho maravedís con el león y el castillo (siglo XVII).
                         b: Moneda de dos maravedís con el busto y la cruz (siglo XVIII).

Los antecedentes más antiguos los encontramos en los escritos de Pollux, un retórico del siglo II, quien describe un juego denominado “ostrakinda”  (ostrakinda), que consiste en lanzar al aire un fragmento de concha de ostra (u otro molusco bivalvo, e incluso pequeños fragmentos de ánfora), y ver si la cara que queda hacia arriba es la oscura de la superficie externa del animal o la nacarada más clara del interior de la concha. Otro juego similar, e incluso más antiguo, es el del astrágalo, conocido popularmente como “taba”, que es un hueso corto, parte del tarso del pie. Con la taba de algunos animales, normalmente de cerdo o vaca, se practica un juego de apuestas muy simple que consiste en lanzarla al aire, ganando el jugador si queda la parte convexa del hueso hacia arriba o perdiendo si queda la parte cóncava en la cara superior, sin embargo antiguamente se podían dar más opciones: si  caía mostrando el lado plano valía un punto; por el sinuoso, seis; por el cóncavo, tres, y por el convexo, cuatro (datos conocidos a partir de las perforaciones que presentan algunos ejemplares encontrados en diferente excavaciones arqueológicas). A partir de una pintura griega se sabe que los huesos se tiraban al aire y se recogían en el dorso de la mano, y además del azar, en este juego intervenía la pericia del apostante. En realidad, el juego del astrágalo sería más bien el precursor del de los dados, donde se recuperan estrictamente las leyes del azar (los primeros dados se fabricaban en hueso), y posee también un componente mágico adivinatorio (aún en uso en culturas primitivas). En una de las primeras monedas emitidas en Roma hacia mediados del siglo III a.C. podemos ver representadas las dos caras del astrágalo (Figura 2) (1).


Figura 2.- Onza de Aes grave, (Roma, 269-240 a.C.) mostrando un astrágalo.

La utilización de monedas en este tipo de pasatiempo comenzó en la antigua Roma, donde el juego de “cara o cruz” recibió el nombre de “caput aut navis”, en referencia a las primitivas monedas republicanas de un as, en las que figuraba por un lado la cara del dios Jano bifronte, y en la otra una proa de nave simbolizando el poderío naval de Roma (Figura 3).


Figura 3.- Primitivo “Aes” romano donde aparecen, en una cara el busto de Jano y en la otra la proa de una nave.

            En época medieval, en Francia este juego se denominó “croix et pile”, términos alusivos a la iconografía de los dineros torneses, que circularon por gran parte de Europa durante los siglos XIII y XIV, en un trágico período de tiempo marcado por la guerra y la peste en el que -como suele ocurrir en tiempos de crisis-, proliferaron todo tipo de juegos de azar. En estas monedas (Figura 4) aparece por un lado la cruz y en el otro, el denominado “castillo tornés” simplificado en forma de triángulo, y que recuerda al cuño de anverso o “pila” utilizado en el proceso de fabricación de la moneda, y la expresión francesa “n’avoir ni croix ni pile” podía traducirse por nuestra popular frase de “estar sin blanca”, es decir sin dinero. También en Inglaterra este juego recibió el nombre de “cross and pile”, nombres probablemente importados de la región de Aquitania durante la época de la Guerra de los Cien años. En la documentación navarra encontramos estos términos en referencia a los dineros torneses que no eran aceptados debido a que “fuesen faltos, quemados o peciados ata la cruz, o pelados, que non pareciese cruz ni pila” (AGN, Año 1345, reg.54).


Figura 4.- Dinero “carlín prieto” de Carlos II de Navarra, imitación del “dinero tornés” de Francia, muestra por una cara la cruz, y por la otra la “pila”.

            A partir del 8 de agosto de 1548 comenzó a figurar en la moneda francesa la efigie del monarca (face), y ya en el siglo diecinueve, se acuña la nueva expresión de “pile ou face” utilizada hoy en día para designar el juego de “cara o cruz”, conservándose el término “pile” como sinónimo del reverso.

            En los países hispanoamericanos se dan variantes en la denominación de este juego, como el “águila o sol” mejicano, en referencia a las monedas de dicho país (Figura 5), mientras en Argentina se utiliza la expresión “cara o seca”, en Perú, Chile, Colombia, Ecuador y Panamá “cara o sello”, y en Brasil “cara ou coroa” (cara o corona).


Figura 5.- En Méjico, el juego de “cara o cruz” se conoce con el nombre de “águila o sol” en referencia a la iconografía de sus antiguas monedas.

En italiano se emplean los términos de “testa o croce” y en alemán “kopf oder zahl” (cabeza o cifra). Otros idiomas también hacen alusión a las imágenes que aparecen en las monedas, como la expresión noruega “mynt/krone” (pieza/corona), la rusa “Орёл или ре́шка (Oryól ili réshka, águila u otro símbolo) , la irlandesa “heads or harps” (en irlandés “ceann nó cláirseach”, cabeza o arpa, que es el símbolo o escudo del país), en Israel la denominación “ets o Pally” (árbol o Pally), tiene su origen en la ocupación británica de Palestina, cuando las monedas llevaban en una cara una rama de olivo y en la otra el nombre de Palestina.  Sin embargo en el mundo anglosajón el término utilizado para el juego de “cara o cruz” es el de “heads or tails”, es decir “cabezas o colas” en relación con los extremos de la anatomía de un animal, e incluso se fabrican fichas o tokens satíricos específicos para este juego (Figura 6). La etimología de la frase en origen parece referirse también al busto que aparece en el anverso de las monedas (head), pero en este caso para expresar el concepto opuesto al de “cabeza” se utiliza el de “cola”, tal vez como un signo popular de irreverencia a la autoridad establecida.


Figura 6.- Tokens americanos para jugar a “heads or tails”.

Notas:


(1)  Se ha propuesto también la utilización del astrágalo como moneda primitiva en la zona del Mediterráneo, durante las Edades de Bronce y Hierro: Holmgren, R., 2004. “Money on the hoof”. The astragalus bone: religión, gaming and primitive Money. En: Pecus. Man and animal in antiquity. Proc. Conf. Swedish Inst. in Rome. Roma: pp. 212-220. 

lunes, 12 de enero de 2015

Las medallas de Blas de Lezo y el almirante Vernon

Las medallas de Blas de Lezo y el almirante Vernon 
Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 59(1114) (Diciembre 2003): pp. 42-43.

Miguel Ibáñez Artica.


Muchas son las medallas acuñadas con el fin de conmemorar grandes acontecimientos históricos tales como proclamaciones y muerte de reyes y reinas, batallas victoriosas, declaraciones de paz, etc..., de esta forma se constituyen en preciosos documentos históricos, testigos contemporáneos de diversos acontecimientos. Así por ejemplo la obra de C.W. Betts “American colonial history illustrated by contemporary medals” editada en 1894 constituye un claro exponente de la medalla como testigo de la Historia. Sin embargo no siempre lo que figura en la medalla corresponde con la realidad, uno de los casos más significativos de “mentiras” en medallística, son las piezas acuñadas en 1741 para celebrar la “victoria” del almirante inglés Vernon sobre el prestigioso marino español Blas de Lezo (Figura 1).


Figura 1.- Medallas conmemorativas de la “victoria” del almirante Vernon.

La guerra entre España e Inglaterra había comenzado en 1739(1), y el 23 de julio, el recién nombrado almirante Edward Vernon partió para Jamaica, base de operaciones de la corona británica en las Antillas. El 22 de noviembre consiguió destruir la plaza americana de Portobello con tan sólo seis navíos, tal como había prometido meses antes en la Cámara de los Comunes. La noticia fue recibida con gran júbilo por los comerciantes y armadores londinenses, que vieron en esta acción el inicio de una era de prosperidad, al ampliarse considerablemente sus posibilidades comerciales en el continente americano (todavía existe un tradicional y famoso barrio londinense que lleva este nombre). Por este motivo encargaron y financiaron numerosas emisiones de medallas conmemorativas celebrando este acontecimiento. En los primeros días de 1740, el almirante Vernon atacó la fortaleza del Chagre que fue completamente destruida. Nuevamente la noticia se recibió con júbilo en la metrópolis, volviéndose a acuñarse medallas conmemorativas de esta victoria. Quedaba por conquistar la legendaria plaza de Cartagena de Indias y para ello, en enero de 1741 los británicos habían reunido en Port Royal las escuadras más importante que nunca había surcado las aguas americanas, al mando del prestigioso almirante Vernon. Las circunstancias favorecieron los intereses británicos muy pronto, a mediados de marzo la flota francesa recibió la orden de regresar a Europa y la española zarpó rumbo a Cuba, donde se pensaba que iría dirigido el ataque, quedando así prácticamente desprotegida la estratégica ciudad de Cartagena de Indias. Sin embargo al frente de la defensa de la villa se encontraba el ilustre marino Blas de Lezo y Olabarrieta, nacido en 1687 en la villa de Pasajes (Guipúzcoa) (Figura 2). Para esas fechas, el marino guipuzcoano había recibido numerosas heridas que le habían mutilado el cuerpo (había perdido la pierna izquierda en 1704, en la batalla de Vélez-Málaga contra la flota anglo-holandesa, poco después el ojo izquierdo y en 1714 su brazo derecho quedaba inutilizado en el sitio de Barcelona), pero no su valor y arrojo.


Figura 2.- Lugar de nacimiento de Blas de Lezo en Pasajes de San Pedro.


Figura 3.- Retrato de Blas de Lezo.

El 15 de marzo se presentaba ante la ciudad una impresionante flota británica compuesta por 8 grandes navíos de tres palos, 28 de línea, 12 fragatas de combate, 130 navíos de transporte, algunos brulotes, 9.000 hombres de desembarco, 2.000 “negros macheteros” de Jamaica y 15.000 marineros, además de la escuadra angloamericana compuesta por 2.763 marines, bajo el mando de Lawrence Washington, hermano del futuro libertador de Estados Unidos. En suma, casi 29.000 hombres de guerra contra una ciudad de 20.000 habitantes, defendida por 6 barcos, 1.100 soldados veteranos, 400 bisoños, 600 marineros, 300 milicianos y 600 indios, negros y mulatos, en total unos 3.000 hombres. Bajo estas condiciones todo hacía presagiar el éxito de los ingleses y durante un mes se prolongó el ataque de la flota británica sobre la ciudad, defendida heroicamente día tras día.


Figura 4.- Maqueta del asedio a Cartagena de Indias.

Durante el asedio, se destruyeron las fortificaciones de Cartagena que guardaban la entrada de la Bahía, este hecho fue interpretado  como  señal de  inminente victoria, de forma que Vernon envió a Londres la corbeta “Spencer” con la noticia. La llegada de la corbeta a la capital británica el 17 de mayo fue a su vez interpretada en Londres como un nuevo éxito del almirante, y se volvieron a acuñar medallas en las que Blas de Lezo, arrodillado (pero con las dos piernas y brazos milagrosamente intactos), se rendía al almirante inglés, con la leyenda “El orgullo español vencido por el almirante Vernon” (Figura 5). La mayoría de ellas están fabricadas con una aleación de  tres partes de zinc y cuatro de cobre, y a veces están sobredoradas, lo que les confiere un noble y áureo aspecto. Algunas de estas medallas pueden verse expuestas en las salas del Museo Naval de Madrid. Sin embargo los acontecimientos no discurrieron según las previsiones. La heroica resistencia del guipuzcoano, provocó que la flota inglesa se retirara diezmada sin lograr cumplir su objetivo. A partir de este momento la buena estrella de Vernon se eclipsó, mientras que Blas de Lezo – que fallecería al poco tiempo debido a las numerosas heridas recibidas- pasó a la Historia como uno de los más importantes marinos de su época.


Figura 5.- Medalla conmemorativa de la batalla de Cartagena de Indias y detalles de la misma.

El asedio de 1741 logró reunir la mayor flota de guerra inglesa del período colonial, amenazando seriamente la presencia española en el Caribe. De haber vencido en Cartagena de Indias, la historia de Hispanoamérica habría sido otra, probablemente Gran Bretaña habría ocupado Nueva Granada, y España se habría visto obligada a ceder territorio en América. Por este motivo, la victoria española de 1741 aseguró por setenta años más la hegemonía colonial de la Corona y desalentó -al menos en el Caribe-, nuevas incursiones de Inglaterra.

En este caso –excepcionalmente-, el acontecimiento que representa la medalla, jamás llegó a producirse, pero tiene una fácil explicación en el apresuramiento de los mercaderes londinenses, que tras dos grandes victorias del almirante Vernon y ante su aplastante superioridad numérica, daban por seguro el éxito de la misión. No obstante se toparon con el valor de un hombre excepcional como Blas de Lezo. De esta forma, la medalla acuñada originalmente para gloria y honor del almirante británico Vernon, ha terminado convirtiéndose en un valioso documento histórico, que evoca precisamente la gesta del marino español.


Figura 6.- Monumentos al marino guipuzcoano Blas de Lezo en Cartagena de Indias (Colombia) y Madrid (España).


(1)  El asedio de Cartagena de Indias tuvo  lugar en el contexto de la denominada “Guerra de la oreja de Jenkins”, cuya denominación deriva del acontecimiento que constituyó el “casus belli” de dicho conflicto según la historiografía anglosajona. En 1731 el guardacostas español “La Isabela” apresó al navío contrabandista “Rebbeca”, y su capitán, Juan León Fandiño, antes de liberar al capitán de la nave inglesa Robert Jenkins, le cortó una oreja diciéndole: “Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. Jenkins recogió su apéndice auditivo y con él conservado en un frasco con alcohol, se presentó en el Parlamento Británico para quejarse del trato recibido y transmitir el mensaje. El Parlamento considero el hecho como un insulto al monarca Jorge II de Inglaterra y declaró la guerra a España, conflicto que  tuvo como campo de batalla las aguas del Caribe y se extendió durante una década entre 1739 y 1748.