martes, 15 de diciembre de 2015

Constantino y el culto al "Sol Invicto", un preludio de la Navidad.

Constantino y el culto al “Sol Invicto”, un preludio de la Navidad. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 61(1136) (Diciembre 2005): pp. 50-51.

Miguel Ibáñez Artica.




            Aunque la fecha real del nacimiento de Jesús puede remontarse hacia la primavera del año 5 antes de Cristo, la tradicional festividad navideña tiene un origen desconocido. A comienzos del siglo segundo, dentro de los diez primeros días de Enero se celebraban en la misma fecha, la Navidad, los Reyes Magos y el bautismo de Jesús, los armenios aún celebran la Natividad el seis de Enero.


Representación navideña en un códice medieval y en un jetón del siglo XVI.

            Su traslado a la fecha actual tuvo como finalidad contrarrestar la enorme popularidad del culto al “Sol Invicto” en tiempos del Emperador Constantino el Grande. Este culto al dios Sol, procedente de Siria, fue instaurado por Caracalla a comienzos del siglo tercero y aunque tras la violenta muerte del emperador Heliogábalo en el año 222 d.C. quedó prohibido, Aureliano (270-275) lo reinstauró de nuevo por motivos políticos, fijándose su aniversario el 25 de diciembre, día natalicio de las divinidades solares orientales.

            La fecha no es casual, tras el solsticio de Invierno, los días comienzan a alargarse, tras un período de reducción que se inicia a partir del 24 de Junio. Es como si por fin el sol triunfase sobre la oscuridad, un “sol invencible” adorado como un dios. Curiosamente el emperador Constantino I (306-337) que oficializó el cristianismo en Roma, acuñó una gran cantidad de monedas con la figura del “sol invicto”, deidad que en esta época tenía una gran importancia en Roma (Figura 1). Tras la adopción del cristianismo se trasladó la fiesta de la Navidad (nacimiento del Niño Dios) al mismo día que se celebraba el rito pagano del nacimiento del sol, el 25 de diciembre y de esta forma, aunque con un cambio en la divinidad a la que se rendía culto, se conservaba la tradición popular de la fecha de la celebración. También hasta esas fechas, el día semanal de descanso para los cristianos seguía siendo -según la tradición judía-, el sábado, pero el edicto de Constantino en el año 321 d.C. trasladó esta festividad al Día del Sol (el domingo-“Sunday”).


Figura 1.- Tesorillo de monedas de Constantino I, representando la figura del “Sol Invicto”.

            Se ha exagerado el papel de Constantino como introductor del cristianismo. En realidad su predisposición y tolerancia hacia la nueva religión era interesada, los cristianos eran numerosos y Constantino los necesitaba para combatir a Majencio en su lucha por el Imperio. En el año 312 d.C., Majencio fue aniquilado en la batalla de Puente Milvio, y la tradición señala que, inmediatamente antes de la mencionada batalla, Constantino tuvo la visión de una cruz luminosa pendiendo en el cielo. A partir de aquí se ha venido aceptando que el emperador convirtió el Imperio Romano al cristianismo, sin embargo esto no es lo que nos transmite la numismática, que nos muestra solamente representaciones de dioses paganos (Júpiter y el Sol) en sus monedas (Figura 1). De hecho en el arco triunfal que el senado construyó en el coliseo para celebrar la victoria de Constantino, la inscripción señala que la victoria de debió a la mano de la deidad, pero del dios “Sol Invicto” del que Constantino fue durante toda su vida su Sacerdote Supremo. El emperador fue finalmente bautizado el año 337 en su lecho de muerte, tal vez imposibilitado para negarse a ello.

            El culto al Sol Invicto era esencialmente monoteísta,  asumía que el dios sol era la suma de los atributos de todos los otros dioses, así de forma pacífica, asimiló a todos sus posibles competidores, además armonizaba convenientemente con el culto de Mitra, muy popular en el Imperio Romano en esa época y que también incluía la adoración del sol. Dentro de la política de Constantino de conseguir la unidad política, territorial y religiosa del extenso y  diverso Imperio Romano, una religión estatal que aglutinara a todos los cultos era en esos momentos la más conveniente, y fue precisamente bajo los auspicios del “Sol Invicto” como el cristianismo consolidó su implantación. Las tres religiones más populares en esa época (Sol, Mitra y Cristianismo), finalmente acabaron confluyendo en una sola, el cristianismo (Figura 2).


Figura 2.- Las tres religiones monoteístas del Imperio Romano: Mitra, el Sol Invicto y el Cristianismo.

            Constantino construía al mismo tiempo iglesias cristianas y estatuas a la diosa Cibeles y al Sol Invicto, en este caso con las facciones del propio emperador. La fe era para el emperador estrictamente una cuestión de estado, y cualquier religión que condujera a la unidad era tratada con preferencia. Así convocó el Concilio de Nicea el año 325 donde quedaron establecidas las reglas de la Iglesia y se decidió por mayoría que Jesús era Dios y no un simple profeta mortal, tal como sostenía el arrianismo.

            Si bien lo más frecuente en las emisiones monetarias del emperador Constantino es que aparezcan representados dioses paganos, ocasionalmente muestran símbolos cristianos asociados a la figura del emperador, como por ejemplo en una temprana moneda de plata acuñada en la ceca de Ticinum (Pavía, Italia. R.I.C.VII, 36) donde aparece el busto del emperador con escudo, cota y casco adornado por un pequeño cristrograma, detalle que se repite en un pequeño “nummus” de Siscia (Croacia; R.I.C.VII, 95). Resulta curioso que en todos los casos el elemento cristiano aparezca asociado a una imagen del emperador fuertemente armado con casco, coraza, escudo y lanza. Posiblemente Constantino utilizaba el crismón como elemento decorativo en su armadura y así es como figura también en las escasas monedas donde aparece el símbolo cristiano.

            La primera cruz cristiana claramente representada en una moneda aparece en una tardía emisión del tipo de los “dos soldados” (leyenda “GLORIA EXERCITVS”) acuñada en Aquileia (Italia) y que puede datarse entre los años 334-5 (R.I.C. VII ns. 124-7). Su presencia parece responder más a una concesión a los encargados monetarios de la ciudad, probablemente cristianos, que a una intencionalidad explícita del Emperador en representar la cruz en sus monedas (Figura 3).


Figura 3.- Medio centenonial de Constantino I. Ceca de Aquileia (334-335 d.C.). Al fondo una representación pictórica renacentista de la victoria de Constantino en el Puente Milvio.
Reverso: GLORIA EXERCITVS, dos soldados enfrentados, dos estandartes y entre ellos la cruz | AQS en exergo (RIC VII 124).

            Los símbolos cristianos aparecerán de forma inequívoca algo más tarde, en algunas monedas de oro y plata acuñadas por sus hijos Constante (337-350 d.C.) y Constancio II (337-361), en las que la figura del emperador porta un estandarte con el crismón (símbolo cristiano). En cuanto a las pequeñas monedas de bronce, Constante acuñó en la ceca de Siscia una emisión del tipo de “dos soldados” en cuyo reverso aparece en forma destacada la figura del crismón en el estandarte central que portan los soldados (Figura 4). Aparte de estas apariciones relativamente puntuales, es a partir de Teodosio I (379-395) cuando las representaciones monetarias se “cristianizan”, dentro de una política general de supresión del tradicional paganismo y afirmación de la religión cristiana, y donde las monedas, además de su función económica, servían como elementos de propaganda política del Estado (en este caso lo político y lo religioso se encuentran fuertemente entremezclados).


Figura 4.- Monedas de Constante con estandarte donde figura el símbolo cristiano.


martes, 1 de diciembre de 2015

Los primeros "tokens" y el origen de la escritura.

Los primeros “tokens” y el origen de la escritura. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 62(1138) (Febrero 2006): pp. 52-53.

Miguel Ibáñez Artica.

            El término anglosajón “token” describe cualquier tipo de ficha utilizada con fines contables, monetarios, propagandísticos o de celebración de algún acontecimiento especial (bodas, comuniones, bautizos…). La palabra deriva del vocablo anglo-sajón “tacen” = símbolo o signo, y aunque podría considerarse sinónimo del término francés “jetón” o del español “ficha”, en inglés presenta un significado algo más amplio, de forma que se aplica tanto a objetos monetiformes como a otros de aspecto muy variado, como por ejemplo los “slave tokens” (tokens de esclavos), como suele designarse a las “manillas”, objetos de latón con aspecto de pulsera fabricados en Europa y utilizados como moneda para la compra de esclavos en las costas africanas(1).

            La historia de estas “fichas”, “tokens” o “jetones” resulta particularmente interesante ya que constituyeron los cimientos de lo que más tarde se convertiría en la escritura. Los primeros “tokens” fueron fabricados por el hombre con la finalidad de conservar la información de sus posesiones (aceite, grano o ganado), y surgieron hacia el año 8.000 antes de nuestra Era en la antigua civilización Sumeria. Eran pequeñas fichas o tokens de arcilla de uno a dos centímetros de tamaño, cónicas, cilíndricas, esferas o discos planos, con forma de animales, etc…(Figura 1).


Figura 1.- Diferentes tipos de “tokens” sumerios.

Cada tipo tenía un significado concreto, cada token constituía un ideograma que simbolizaba una determinada mercancía, por ejemplo, un disco con una línea incisa representaba una medida de miel, con dos líneas en forma de cruz, una jarra de aceite, conos y esferas simbolizaban diferentes unidades de cereal, etc…. Estos pequeños objetos tenían una función contable, sirviendo exclusivamente para conservar la información de los bienes acumulados en palacios y templos, y su uso era un instrumento de poder de la élite que controlaba los bienes reales (Schmandt-Besserat, 1992). En una primera fase que coincide con los inicios de la “revolución neolítica” (entre el 8.000 y el 7.500 a.C.) se utilizaron solamente tokens planos y sencillos, mientras algo más tarde, hacia el cuarto milenio antes de nuestra Era, surgieron tokens más complejos coincidiendo con un incipiente desarrollo urbano (Schmandt-Besserat, op. cit.) (2).

            Este primitivo sistema de tokens constituyó un verdadero medio de comunicación, cada elemento constituía un ideograma o singo para representar un concepto o una unidad de mercancías, de hecho constituyen el primer código no verbal inventado por el hombre para transmitir información económica (Schmandt-Besserat, 1999). Un hecho que puede resultar significativo es que en algunos casos, se han encontrado estos tokens en depósitos funerarios del sexto milenio antes de nuestra Era, lo cual parece conferirles un valor simbólico. El difunto era enterrado junto con los símbolos de sus posesiones o con ofrendas simbólicas  (ganado, cereal, aceite…). 

            Los tokens se guardaban dentro de una especie de hucha esférica de arcilla (Figura 2), y el sistema tenía el inconveniente de que cada vez que era necesario realizar una comprobación, era preciso romper el recipiente para contar los tokens contenidos en su interior, por este motivo el primer paso, fue marcar sobre la superficie de estos recipientes las figuras de los tokens contenidos en cada uno de ellos. La operación era muy sencilla y consistía en utilizar los mismos tokens como sellos, dejando en la pared exterior de las vasijas usadas como huchas, la impronta o marca impresa con su forma. Estos recipientes se dejaban secar sin cocer, de forma que podían romperse con facilidad para comprobar su contenido. Pronto se cayó en la cuenta de que este sistema permitía prescindir de los tokens, ya que bastaba con marcar la impronta de los tokens sobre una superficie de arcilla para conservar la misma información que contenían las huchas y de esta forma surgieron los primeros registros escritos.


Figura 2.- Cápsulas (“huchas”) y tokens contenidos en ellas, procedentes de las excavaciones      de la ciudad sumeria de Uruk (Irak).

            En el cuarto milenio antes de nuestra Era, en la ciudad sumeria de Uruk se llegaron a utilizar hasta 250 tipos diferentes de tokens que simbolizaban, además de los productos agrícolas y ganaderos, representaciones de textiles, perfumes, herramientas, vestidos, joyas, mobiliario, etc…

            Se da la circunstancia de que el hombre descubrió antes el cálculo que la escritura, y de hecho la primera forma de escritura cuneiforme se utilizó precisamente para llevar un registro de los tokens que se guardaban en pequeñas huchas de barro, y hacia el año 3.300 antes de nuestra Era, finalmente las pequeñas tablillas de arcilla con unos signos grabados sustituyeron a los tokens utilizados para contar (Figura 3). ¡Había nacido la escritura! Todavía se siguieron utilizando las pequeñas fichas de arcilla durante medio milenio, hasta que fueron definitivamente sustituidas por los registros impresos en tablillas hacia el año 2.700 a.C. Progresivamente la escritura cuneiforme se hizo fonética surgiendo palabras monosilábicas y finalmente la invención del alfabeto hacia el 1.500 a.C. culminó el largo proceso de creación de la escritura tal y como la conocemos.


Figura 3.- Tablillas de arcilla con inscripciones de los tokens, antecedentes inmediatos de la escritura cuneiforme (Irán).

Bibliografía:
Schmandt-Besserat, D., 1992.
Before Writing. Vol. I: From Counting to Cuneiform. Austin Texas. Univ. Press.

Schmandt-Besserat, D., 1999.
Tokens: The cognitive significance. Documenta Praehistorica. Vol. XXVI.

Notas:

(1) Ver artículo sobre “Manillas y calderos utilizados como moneda” en el Eco Numismático y Filatélico de Diciembre del 2004.


(2) Varios milenios más tarde, en la Edad Media, se volvieron a fabricar “jetones” o fichas con aspecto de monedas, cuya función era en este caso la de realizar operaciones aritméticas, colocando estas fichas sobre una tabla de madera provista de unas líneas o cuadrículas. En este caso los jetones representaban o simbolizaban a las monedas.

domingo, 15 de noviembre de 2015

La "Moneda pluma" de Santa Cruz (Islas Salomón) y otras "Monedas-pluma".

La “Moneda pluma” de Santa Cruz (Islas Salomón) y otras “Monedas pluma”. Artículos publicados en: Eco Filatélico y Numismático 59(1113) (Noviembre 2003): pp. 42-43, y 60(1115) (Enero, 2004): pp. 44-45.

Miguel Ibáñez Artica.

La “Moneda pluma” de Santa Cruz (Islas Salomón).
Una de las últimas incorporaciones a las colecciones del Museo Arqueológico Nacional(1) es una valiosa moneda que, paradójicamente, no está hecha de ningún metal noble como el oro o la plata, y ni tan siquiera es de metal. Está fabricada con las plumas rojas de un pequeño pajarillo que vive en las lejanas islas del Sur del Pacífico.
Se trata de la famosa moneda pluma, utilizada en las Islas de Santa Cruz, cuyo uso se ha mantenido vigente hasta finales del siglo veinte y de la que tenemos una completa información acerca de su proceso de fabricación y formas de empleo, gracias a las investigaciones realizadas en los años sesenta por el antropólogo William Davenport, profesor de la universidades de Hawai y Yale(2).


Figura 1.- “Monedas pluma” del Museo Arqueológico Nacional (Madrid).

Santa Cruz es una isla volcánica rodeada de otras islas más pequeñas (Tinakula, Utupua, Duff, Vanikoro...) y todas ellas forman parte del estado de las Salomón, extendiéndose sobre una superficie de unas quince mil millas cuadradas al norte de las Islas de Nuevas Hébridas, con una población de unas 7.000 personas.

En esta zona, se ha utilizado hasta hace muy poco tiempo una moneda, posiblemente la más exótica del mundo, que consiste en un largo cinturón con una longitud de más de nueve metros y una anchura de unos cinco centímetros, fabricado con el plumón rojo de una pequeña ave del bosque tropical (Myzomela cardinalis), plumas de pichón gris (Ducula pacifica) y como pegamento, la savia mucilaginosa del árbol Broussonetia papyrifera.


Figura 2.- Preparación de las “moneda pluma” (Fotos: William Davenport).

Su fabricación es muy sofisticada y requiere de tres tipos diferentes de especialistas, el primero se dedica a cazar con reclamos los pajarillos, atrayéndolos hacia ramas untadas con un látex pegajoso donde quedan atrapados, otros artesanos se dedican a fabricar placas donde van pegadas las plumas y un tercer grupo se encarga de ensamblar las 750 placas necesarias para construir el cinturón de moneda pluma. En total son necesarias más de trescientas aves y un total de seiscientas horas de trabajo artesanal para fabricar cada una de estas monedas(3).

A pesar de que las monedas pluma se guardan enrolladas y recubiertas de hojas en lugares secos para evitar su deterioro, con el tiempo van perdiendo el color y su valor disminuye. De esta forma el número de monedas en circulación se estabiliza y no se producen fenómenos inflacionarios que derivarían de un “exceso” de moneda circulante. La producción de nueva moneda viene limitada por la disponibilidad de aves cuyas plumas son necesarias para su fabricación y por el tiempo que necesitan cazadores y artesanos para fabricarla, mientras que la eliminación de la moneda vieja viene dada por el tiempo. Poco a poco esta frágil moneda acaba destruyéndose y desapareciendo en este clima tropical. De esta forma durante siglos se ha mantenido un equilibrio en la cantidad de moneda disponible, lo cual ha facilitado que su valor se haya mantenido sin experimentar grandes cambios. En la segunda mitad del siglo XX, la entrada de dinero convencional extranjero (moneda australiana) ha provocado un descenso en la fabricación de esta singular moneda.


Figura 3.- Desfile de las “monedas pluma” desde el poblado del novio hasta la casa de los padres de la novia. Se trata de exhibir las riquezas que se van ofrecer. A la derecha una imagen reciente de la ceremonia.

Uno de los usos que se da a estas monedas es para pagar el “dinero de la novia”, es decir la dote matrimonial que la familia del novio paga a los padres de la novia. Se reúnen ambas familias y en primer lugar se selecciona la “moneda pluma” más valiosa, es decir la que tiene colores más vivos. Encima de ésta se van apilando otras en valor decreciente hasta llegar a la décima que suele ser una moneda muy deteriorada y vieja. Cada una de estas monedas vale como dos de las que están inmediatamente encima, de forma que la moneda inferior equivale en valor a 512 de las situadas en el último lugar.

Así pues, existen en realidad monedas de diferentes valores (monedas fraccionarias) que permiten realizar numerosos y variados pagos. Estos objetos cumplen estrictamente las condiciones que debe tener una moneda: son un medio de acumular riqueza y constituyen un medio universal de intercambio en el variado comercio que tiene lugar entre las diferentes islas.

Otras  “monedas-pluma”.

En el  apartado anterior hemos abordado moneda-pluma más conocida de la Isla de Santa Cruz, (Pacífico Sur), sin embargo no es ésta la única moneda fabricada con tan delicados materiales, con las plumas rojas del  mismo pájaro (Myzomela cardinalis) se adornan unas varillas de madera que son también utilizadas como moneda en las Islas Salomón (Figura 5c), y también encontramos monedas elaboradas con plumas de avestruz o de otras aves (como el turaco violeta Musophaga violacea) en Nigeria o Sudáfrica.


Figura 4.- Myzomela cardinalis.

En zonas tropicales abundan las aves de llamativos colores, cuyas plumas han sido utilizadas como valiosos objetos de adorno desde la más remota antigüedad. Tal como ocurre con otros elementos, que comenzaron teniendo una función estrictamente decorativa, con el paso del tiempo evoluciona su uso, convirtiéndose de forma progresiva en objetos de prestigio, que acaban siendo utilizados como moneda (diversos tipos de conchas o collares de conchas, collares de dientes de perro, el “wampum” de los indios americanos, los variados brazaletes africanos, las pulseras y colgantes de concha tallada, etc... e incluso el mismo oro metálico, utilizado en un principio como adorno y que en época posterior se ha convertido en el patrón monetario universal). Mientras en algunos casos las “monedas” pierden su función ornamental, en otros la mantienen, y es en este caso cuando puede resultar complicado -y a veces objeto de controversia- asignarles una función monetaria o no. Mientras la moneda propiamente dicha constituye un medio comúnmente aceptado para pagar bienes y servicios, el trueque o intercambio afecta exclusivamente a las partes que lo practican. Donde podemos poner la frontera de lo ¿“comúnmente aceptado”?, ¿cuántas personas deben aceptarlo para considerar un determinado objeto como moneda?. El asunto se nos complica aún más cuando aparecen “monedas” que no tienen una estricta función económica, sino que sirven para establecer lazos y vínculos entre personas, clanes o poblaciones (el “kula”, el “moka kina”, el potlatch”, etc...) o son utilizadas con unos fines muy concretos (“moneda de la novia”, “moneda de sangre”, etc...).

Dentro de lo normalmente se ha considerado como “monedas primitivas” o “tradicionales”, aceptadas como tales en la bibliografía especializada (Quiggin, Einzig, Taxay, Víctoor, Opitz, Davies, etc...), encontramos varias “monedas pluma”.  Una de las más vistosas es la elaborada con las del Quetzal (Pharomacrus mocino), ave de gran porte y plumaje verdes, frecuente en las selvas tropicales de Mesoamérica (que aunque goza de protección oficial desde 1895, actualmente se encuentra en peligro de extinción).


Figura 5.- a: Detalle del Quetzal en el “Códice Mendoza”; b: Ejemplar disecado del Museo de América (Madrid); c: Moneda de un “quetzal” de Guatemala.

En las culturas azteca y maya, las plumas de este ave eran valiosos elementos utilizados como adorno y moneda, y  se obtenían tras abatir los pájaros con bolas de arcilla, aprovechando para arrancárselas el momento en que quedaban atontados. Tal como nos informa Fray Bartolomé de Las Casas: “En la provincia de Vera Paz, se castiga con la pena capital al que mata una de estas aves de ricas plumas, ya que no se puede encontrar en otros lugares, y estas plumas tienen un gran valor ya que se usan como moneda”. Es decir, matar uno de estos pájaros sagrados se consideraba un delito gravísimo. Entre los aztecas, los mantos de plumas de quetzal servían como moneda (la más hermosa del mundo según el investigador americano D. Taxay) y con uno de ellos podían adquirirse hasta cien canoas.

El códice Mendoza(4) nos ilustra sobre los impuestos pagados en forma de plumas de quetzal, y en la actualidad, éste es el nombre que recibe la unidad monetaria de Guatemala, en cuyos billetes aparece representada esta majestuosa ave, el símbolo más sagrado de los antiguos mayas y actualmente considerada como emblema nacional (Figura 5).

Además de estas singulares monedas americanas, todavía podemos encontrar numerosos ejemplos de “monedas pluma” en la Melanesia (Pacífico Sur), como varillas adornadas con plumas de numerosas especies tropicales que combinan todos los colores posibles y sirven también como elementos decorativos (Figura 6b), o las colas e incluso los pájaros enteros disecados de las espectaculares aves del paraíso que pueblan las selvas tropicales de las islas (Figura 6a).


Figura 6.- a: Ave del paraíso; b: Adornos de plumas usados como moneda; c: Adorno elaborado con plumas de Myzomela cardinalis (ejemplares del Museo Arqueológico Nacional de Madrid).

Las aves del paraíso pertenecen a la familia Paradisaeidae existiendo solamente 43 especies diferentes en todo el mundo, de las cuales 35 viven confinadas en Nueva Guinea. Fueron precisamente los españoles de la nao Victoria (de la expedición de Magallanes y Elcano en el siglo XVI) quienes las descubrieron, y las bautizaron así por su excepcional porte y belleza; de igual forma los nativos de las Molucas las denominan ”Bolong diuata”, es decir, “pájaros de los dioses”. Se trata de aves de tamaño mediano que viven entre 15 y 25 años,  cuyos machos –muy territoriales- al alcanzar la madurez sexual a los cinco años de edad, presentan unas espectaculares plumas (en comparación las hembras son mucho menos vistosas). Cada especie exhibe una danza nupcial característica y viven en los árboles más altos de la selva tropical, alimentándose de insectos, semillas y pequeños vertebrados.

Durante el siglo XIX cientos de miles de aves del paraíso fueron sacrificadas y sus valiosas plumas terminaron sirviendo de adorno en los sombreros de las puritanas damas inglesas de la época victoriana, de forma que estas maravillosas aves estuvieron a punto de desaparecer. Por este motivo las autoridades coloniales británicas prohibieron su caza en 1922.

En Papúa-Nueva Guinea, las aves del paraíso (consideradas como emblema nacional) aún son utilizadas como moneda hoy en día (su posesión está prohibida a los extranjeros). A veces se utiliza el animal entero toscamente disecado (Figura 6a), a veces las largas colas de los machos, o en ocasiones en forma de elaborados y vistosos sombreros que son utilizados en las ceremonias festivas.

En algunas zonas de Nueva Guinea, también se usan como moneda las plumas de casuar (Casuarius bennetti y C. unappendiculatus), grandes aves corredoras parecidas a las avestruces. Como ocurre con las aves del paraíso, también se utilizan las plumas de casuar para decorar otros objetos usados como moneda (sombreros ceremoniales, armas de piedra y hueso...).

Como hemos podido ver, la utilización de las “monedas-pluma” se da en zonas tropicales donde habitan aves de vistoso colorido. En España lo más próximo que encontramos es la utilización de gallinas como moneda para realizar pagos en el medio rural, si bien en este caso se trata más bien de un “alimento moneda”.


Notas:
(1) http://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/numismatica/tevau.html
(2) Davenport, W., 1962. Red-Feather Money. Scientific American 206(3): 94-104. El profesor Davenport falleció el 12/III/2004, unos meses después de publicarse este artículo. Sirva esta contribución como un homenaje a su memoria.
(3) Cada artesano “firma” su obra con una figura geométrica en la parte central de la cinta por su cara interna, visible solamente cuando se desenrolla. Recientemente se ha publicado un listado de estas firmas: Denk, R. & R. Braun (2015). Handwerkermarken auf Federgeldrollen von Santa Cruz, Salomonen. Der Primitivgeldsammlet 36(2): 54-56 + 9 lám.
(4) El Códice Mendoza es un manuscrito conservado en la biblioteca de la Universidad de Oxford. Elaborado a requerimiento del Virrey Mendoza, por escribanos nativos (“tlacuilos”) poco después de la conquista, es uno de los manuscritos precolombinos más valiosos. Embarcado en 1542 con destino a España, el barco que lo transportaba fue atacado por piratas franceses, y acabó en manos de André Thevet, cosmógrafo del monarca francés Francisco I. Posteriormente fue adquirido por un coleccionista inglés y terminó en la Biblioteca de Oxford, donde se encuentra en la actualidad. El “Códice Mendoza” es un documento de gran valor etnográfico y económico, fue escrito en Méjico en 1541 y en su sección segunda (páginas 17 a 55) se relatan los tributos pagados por las diferentes poblaciones, entre los que destacan las plumas de quetzal.


domingo, 1 de noviembre de 2015

Monedas de piedra de la isla de Yap

Monedas de piedra de la isla de Yap. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 68(1211) (Octubre 2012): pp. 44-45.
Miguel Ibáñez Artica.

            Aunque el remoto archipiélago de las Carolinas en el Pacífico Sur, fue descubierto en 1526 por el explorador español Álvaro de Saavedra, no fue hasta 1686, cuando Francisco de Lezcano arribó a la isla de Yap, y lo bautizó con el nombre de “Las Carolinas”, en honor al rey Carlos II. Durante más de dos siglos, las islas estuvieron incorporadas, al menos teóricamente, a la corona española, hasta que su conservación no tuvo sentido, tras la derrota contra Estados Unidos y la pérdida de las Islas Filipinas, siendo vendidas a Alemania en 1899 –junto con las Marianas y Palaos- por veinticinco millones de pesetas (Figura 1).


Figura 1.- Publicidad alemana de comienzos del siglo XX y grabado en madera mostrando el proceso de transporte de las piedras.

            Dentro de este archipiélago encontramos la isla de Yap, uno de los cuatro Estados Federados de Micronesia, independiente desde 1985, con una extensión de unos cien kilómetros cuadrados y poco más de seis mil habitantes, que a pesar de su pequeño tamaño es mundialmente famoso por poseer las “monedas” más grandes y pesadas del Planeta (Figura 2).


Figura 2.- Fotografía de 1880 y grabado de la misma época mostrando las piedras-moneda de Yap.

Estos gigantescos discos de piedra, con un orificio central para facilitar su transporte, han constituido un tradicional tipo monetarios utilizado por los habitantes de Yap como símbolo de riqueza, y como moneda importante de uso específico (p. ej. como dote matrimonial, herencia, o para sellar la amistad entre dos grupos vecinos), aunque también, los ejemplares más pequeños se han utilizado como moneda económica para pagar equipos de pesca, canoas, cerdos, fiestas y danzas. Además de estas monedas monumentales, se utilizan monedas-concha fabricadas con madreperlas (yar) o con espóndilos importados (gau). En la actualidad, se sigue empleando el tabaco y los “lava lava”, por parte de los habitantes de las islas cercanas, para adquirir medicinas, arroz y otros alimentos, o al realizar gestiones administrativas en Yap. 

Las grandes monedas de piedra, de hasta 4,5 metros de diámetro conocidas como “rai” o “fei” en Yap, se extraían en la vecina isla de Palau donde recibían el nombre de “balang”, transportandose en frágiles canoas, o posteriormente en embarcaciones comerciales europeas, a distancias de más de 400 Km. Las referencias más antiguas al uso de esta singular moneda datan de los informes del capitán Andrew Cheyne en 1852, personaje que vivió en Palau, comerciando en la zona entre los años 1841 y 1844. En 1871, todavía bajo la dependencia española, el capitán americano David Dean O´Keefe naufragó en Yap(1), y utilizando un antiguo junco chino se dedicó a transportar a los trabajadores de las canteras de Yap a Palau, y las piedras talladas en sentido inverso, cobrando el transporte en copra (pulpa de coco desecada) y holoturias (equinodermos marinos), que enviaba a los puertos asiáticos donde dichos productos tenían gran demanda, obteniendo así pingües beneficios. De esta forma se intensificó la producción y hacia 1880 unas 400 personas de Yap trabajaban “fabricando moneda” en las canteras de Palau. La introducción de herramientas metálicas y la utilización de modernos sistemas de transporte, trajo consigo  una inevitable “depreciación” de la moneda, que dejó de producirse en cantidad a finales del siglo XIX, si bien la última de la que se tiene constancia fue fabricada en 1931 y llevada a Yap el años siguiente, siendo destruida por los japoneses durante la guerra.


Figura 3.- a: Danza ritual a comienzos del s. XX; b: Escena de la película “His Majesty O’Keefe” donde se muestra el proceso de fabricación de las piedras; c: Transporte de las piedras en el festival del año 2011.

De esta forma al comienzo de la segunda Guerra Mundial se contabilizaban 13.281 discos de piedra en Yap, cifra que disminuyó drásticamente en el transcurso de la contienda, quedando reducida a menos de la mitad (unos 6.000) en la actualidad. El valor de dichas “monedas” depende de su tamaño y de los riesgos padecidos en su traslado, así una pieza de menor tamaño puede tener mayor valor si en su transporte falleció alguna persona.

En 1988 se inició un proyecto de investigación de la Universidad de Oregón (USA) en colaboración con las instituciones locales, con el fin de establecer la antigüedad de las canteras de aragonito -mineral de carbonato cálcico-, de Palau de donde se extraían dichas monedas de piedra, y entre 1999 y el 2000 se hallaron 15 discos en diferentes estados de elaboración, asociados a restos cerámicos, conchas y huesos, con una antigüedad de unos 400 años, lo que coincide con las tradiciones orales sobre el momento de introducción de este singular tipo monetario, es decir más de dos siglos antes del contacto efectivo con los occidentales.

            Actualmente, las monedas de piedra constituyen el símbolo nacional de identidad de la Isla, y son un elemento esencial de atractivo turístico. Las mayores que se conservan alcanzan un diámetro de más de cuatro metros superando las cinco toneladas de peso. Todavía cambian de dueño durante algunas transacciones sociales, como herencias o matrimonios, pero aunque su propietario cambie, la piedra se mantiene siempre en el mismo lugar.

Notas:

(1) La aventura del capitán  O´Keefe en la isla de Yap, interpretado por el actor Burt Lancaster, fue llevada al cine en la película “Su majestad de los Mares del Sur” (1958).

Bibliografía:

Fitzpatrik, S.M., 2002. A Radiocarbon Chronology of Yapese Stone Money Quarries in Palau. Micronesica 34(2): pp. 227-242.
Gilliand, C.L.C., 1975. The Stone Money of Yap: A Numismatic Survey. Smithsonian Studies in History and Technology. 23: 75 pp.
Kuwahara S. 1999. Tourism, tradicional culture and autonomy in a small island: Yap faces a new Millennium. Koroshima Univ. Rech. Cent. Pacific Islands. Occ. Pap. 34: pp, 15-24.

Lautz, T., 2004. The Wold’s most curious Money?. 11th Annual Meeting of the Int. Com. Money and Banking Museums ICOMON. Seul: pp. 105-127.

viernes, 16 de octubre de 2015

Monedas humanas, los esclavos como moneda.

Monedas humanas, los esclavos como moneda. Artículo publicado en: Eco Filatélico y Numismático 66(1186) (Junio 2010): pp. 46-47.

Miguel Ibáñez Artica.






            La esclavitud como institución, se remonta a los orígenes de la humanidad, así figura en los textos más antiguos como la Biblia, o el Código de Hammurabi (1760 a.C.). Por ejemplo José es vendido por sus hermanos por veinte monedas de plata (Génesis 37: 25-28), o los hebreos son esclavizados en Egipto y liberados por Moisés, quien había nacido esclavo (Figura 1).


Figura 1.- Venta de esclavos, obra del pintor Jean-Léon Gérôme (hacia 1867).

            En las culturas mediterráneas, existían tres motivos por los que las personas libres se convertían en esclavos, al ser capturadas como botín de guerra, como castigo a algún crimen cometido, o por deudas, y la mayor parte de estos esclavos eran utilizados en labores agrícolas, domésticas, o en la construcción de infraestructuras, templos o monumentos, de forma que en algunas culturas el porcentaje de población esclavizada podía ser muy elevado. En la antigua Atenas los esclavos alcanzaban un 30% de la población total, cifras similares a las que posteriormente se dieron en el imperio romano, incluso mayores en las zonas agrícolas del norte de África, sur de la Península Ibérica y oeste de Anatolia.

            Los turbulentos inicios de la Edad Media en Europa facilitaron la obtención de cautivos, que constituían un lucrativo negocio para vikingos y musulmanes, el mismo San Patricio fue capturado y vendido como esclavo. Las leyes visigodas castigaban con la esclavitud a aquellos que no pudieran pagar las multas impuestas por crímenes cometidos, y se calcula que en época carolingia, aproximadamente un 20 por ciento de la población eran esclavos. La Iglesia admitía la esclavitud, pero en repetidas ocasiones prohibió la venta de esclavos cristianos en territorios no cristianizados. En1452, el Papa Nicolás V garantizaba los derechos de Alfonso V de Portugal a esclavizar a los sarracenos y paganos capturados y a sus descendientes, legitimando el posterior tráfico de esclavos y el depredador colonialismo europeo de los siguientes siglos. En la abundante documentación referida a los esclavos en las colonias del Nuevo Mundo, no es raro que sean utilizados como regalo, en dotes matrimoniales o para pagar ciertas deudas económicas, sin embargo no podemos certificar en este caso su estricta utilización monetaria.

            La moneda se define como una unidad de valor, medio de cambio, forma de acumulación del valor y medio de pago diferido, y si frecuentemente se han empleado cabezas de ganado como moneda (recordemos la etimología de la palabra “capital”) ¿por qué no iban a utilizarse los esclavos con este fin? (Figura 2).


Figura 2.- Documento de venta de esclavos, donde se definen como “alma en boca y huesos en costal”.
            Posiblemente los esclavos hayan sido considerados como moneda en varias regiones y culturas a lo largo de la historia de la Humanidad, pero donde este hecho queda perfectamente acreditado de forma documental es en África, durante el siglo XIX. El califato de Sokoto se fundó en Nigeria hacia 1800. Establecido al principio en la región de la etnia Fulani, fue ampliándose hasta ocupar los actuales territorios de Burkina Faso y Camerún convirtiéndose en un extenso y poderoso estado musulmán, que prosperó durante todo el siglo XIX, hasta ser ocupado y repartido, en el proceso de colonización, entre Francia y Gran Bretaña a comienzos del siglo XX.

Durante esta época, la moneda utilizada en la región eran las conchas del cauri Monetaria moneta, pero la masiva importación de grandes cantidades de Monetaria annulus, produjo en el s. XIX una fuerte depreciación de su valor, de forma que un penique inglés equivalía a 125 cauris. Los comerciantes debían transportar grandes cantidades de cauris en camellos y recorrer largas distancias. Unos 400.000 cauris pesaban entre media y una tonelada, según la proporción de conchas de las especies Monetaria moneta y M. annulus, esta última de tamaño más pequeño. Este hecho obligaba a llevar un cierto número de porteadores, que se ocuparan del transporte de los cauris necesarios para las transacciones comerciales realizadas entre las distintas zonas del califato, elevando considerablemente los costes.


Figura 3.- Mercado de esclavos en Zanzibar. Grabado de Emile Antoine Bayard, publicado en 1878 en la revista “The World in the Hands”.

            Aunque en la región se utilizaba también una moneda fuerte, el Thaler de Maria Teresa de Austria  (cinco monedas equivalían a una libra esterlina), así como algunos antiguos reales de a ocho españoles, no resultaban suficientes para cubrir las necesidades del próspero comercio del califato, así que la solución al problema surgió de forma espontánea, en un país donde se utilizaban los esclavos en abundancia y cada uno equivalía en valor a 50.000 cauris. Los esclavos tenían la ventaja de que se autotransportaban, abaratando notablemente los gastos de desplazamiento, de forma que la devaluación del cauri revalorizó el papel de los esclavos como moneda fuerte (Figura 3). Las ventajas eran evidentes, por ejemplo el emirato de Karsina pagaba anualmente un tributo de 100 esclavos, cuyo valor equivalía a 20 toneladas de cauris, que hubieran necesitado 500 personas para su transporte. Con la llegada de los colonizadores europeos se produjo la abolición de la esclavitud, con una gran reticencia de los nativos, dado que formaban una parte imprescindible de su sistema económico tradicional (Figura 4). Algunos informes de compañías británicas y numerosos testimonios de la época acreditan que la segunda moneda en importancia, después del cauri, eran los esclavos. La introducción del numerario occidental (monedas de oro y plata) minimizó parcialmente el problema de la carencia de una moneda fuerte.


Figura 4.- Medallas o tokens en contra de la esclavitud (finales del s. XVIII) y conmemorativo de la ley abolicionista de 1807.



Bibliografía:


Hogendorn, J., 1999. Slaves as Money in the Sokoto Caliphate. En: Credit, Currencies and Culture: African financial institutions in Historial perspective. Ed. E. Stiansen & J.I. Guyer. Uppsala. Nordiska Afrikainstitutet, 174 pp.: 55-71 pp.